La religión no ha figurado entre los asuntos que hayan preocupado en exceso a los historiadores, al menos a los contemporaneístas. Su estudio ha quedado generalmente reservado a un grupo de especialistas, a menudo vinculados a instituciones confesionales, cuyas publicaciones y actividades no parecían decir demasiado al conjunto de la profesión historiográfica. Esta se solía contentar con la asunción, generalmente acrítica, del paradigma sociológico de la secularización, según el cual las relaciones entre modernidad y religión responderían a un juego de suma cero, en el cual a esta correspondería un rol menguante o, en todo caso, retardatario de aquella. Sin embargo, las más recientes investigaciones ofrecen un panorama mucho más complejo, en el que «la religión ya no aparece como un elemento inmóvil y anquilosado, sino como un objeto de estudio dinámico y […] que desempeña un papel central en la explicación de los procesos sociales, políticos y culturales que han dado forma al mundo moderno» (p. 12) Aunque solo fuera por eso, la consideración del decurso histórico de la religión en época contemporánea debiera ocupar más páginas en los textos de historia general e interesar también más a quienes se dedican a la historia política, social o cultural.
El libro de Javier Ramón Solans,
Los dos primeros capítulos abordan sendos grandes temas para la historia contemporánea de las religiones, que son dos grandes temas, asimismo, para la sociología de la religión: la secularización y la relación entre la religión y la modernidad. En el capítulo 1 se da noticia de la reevaluación en curso del paradigma de la secularización, a cuyo cuestionamiento en su validez universal y absoluta se suma el autor. En efecto, si nos atenemos a los hechos, la historia contemporánea del mundo parece haber sido una edad más caracterizada por la vitalidad de la religión que por su declive. Esta observación conduce de manera necesaria a la introducción del tema de la modernidad en su relación con la religión. Desde las premisas apuntadas en el capítulo anterior, en el segundo se propone abandonar las visiones más reduccionistas (y habituales) de la modernidad, que entienden que las confesiones religiosas (salvo, quizá, la protestante) han constituido un obstáculo para su desarrollo. No solo se trata de la entusiasta adopción instrumental por parte de estas de la modernidad técnica y económica, sino de la existencia de proyectos modernistas en el seno de diversas religiones o, incluso, de la consideración de la paradójica modernidad de los fundamentalismos, católicos o islámicos, de los siglos
Los capítulos tercero, cuarto y quinto problematizan tres aspectos esenciales en la vinculación de las religiones con la modernidad: su relación con las nuevas realidades e ideologías políticas, su relación con la globalización y su relación con los procesos de construcción nacional. El capítulo tercero no elude los elementos y episodios de confrontación y guerra cultural entre la religión y la política moderna, pero prefiere poner de relieve las experiencias de encuentro entre ambas, ya sean la Ilustración católica, los liberalismos católico o musulmán, el socialismo protestante o las diversas fórmulas de «comunismo religioso». El capítulo quinto, si se me permite saltar hasta el principal constructo político de la modernidad, desafía la asunción del antagonismo entre religión y nación. Un resumen del debate académico vigente y un recorrido de dos siglos y tres continentes ponen de manifiesto no solo la compatibilidad de la religión con la nación, sino la contribución de las religiones a los procesos de construcción nacional, bien mediante su aportación al imaginario de los nacionalismos seculares, bien mediante la proposición de nacionalismos específicamente religiosos. El capítulo cuarto, por su parte, aborda un proceso no menos característico de la contemporaneidad: la globalización. No puede caber duda del papel desempeñado por las confesiones religiosas en el desarrollo del proceso, aunque con demasiada frecuencia esta participación haya sido injustamente preterido hasta su recuperación por parte de historiadores como C. A. Bayly y J. Osterhammel.
El libro se cierra con un capítulo, no por obligado menos necesario, sobre religión y género, y con otro, tal vez menos previsible, en torno a la conexión entre las religiones y la violencia. El capítulo 6 presenta argumentos que rebaten el relato simplista, que asocia directamente las religiones con actitudes intolerantes y comportamientos violentos, ofreciendo, en contraste, ejemplos del compromiso de actores religiosos con causas como el abolicionismo, el pacifismo o el diálogo entre confesiones. En el séptimo y último capítulo, se someten a evaluación los actuales debates en torno a la feminización de la religión y a los feminismos de impronta confesional y se reivindica la autonomía de los agentes religiosos femeninos frente a la extendida percepción de su mero sometimiento a directrices masculinas dentro de organizaciones patriarcales.
A un libro tan ambicioso como el de Javier Ramón Solans siempre es posible hacerle alguna crítica. Ya se ha adelantado la primera. El título puede parecer que promete algo que no se va a encontrar: una exposición de la historia interconectada de las principales tradiciones religiosas en edad contemporánea. Esto podría frustrar las expectativas de algún lector y, tal vez, un subtítulo aclaratorio habría sido de agradecer. Una segunda observación tendría que ver con los casos y debates escogidos para ilustrar los grandes temas que presenta el libro. Es casi inevitable no observar en estos una cierta preponderancia de las religiones abrahámicas: cristianismo, islam, judaísmo; y además, por este orden. También parece sentirse el autor más a gusto tratando el siglo
Ninguna de estas objeciones puede empañar la importancia del libro. La obra de Javier Ramón Solans ofrece un extraordinario panorama global de los grandes debates en torno a las religiones en época contemporánea sirviéndose de un nutrido y actualizado corpus bibliográfico que incorpora, además, las contribuciones de la historiografía alemana, siempre tan oportunas y a las que los historiadores españoles discurrimos, en general, tan ajenos. Este panorama desafía los lugares comunes a los que todavía nos aferramos sobre la religión y permite descubrir la compleja historia contemporánea de las religiones, cuyo papel en la modernidad no se puede entender como mera reacción a esta. Antes bien, gracias a esta obra, descubrimos cómo las confesiones religiosas han participado de manera muy activa en la plural configuración de la modernidad y de nuestro mundo actual. La lectura de