Este artículo busca estudiar el modo en el que sobrevivió el mito liberal en torno a Rafael del Riego después de su muerte en 1823 en España y en otros países europeos dada la gran proyección internacional que tuvo el personaje. Su alzamiento en 1820 en defensa de la Constitución de 1812 se convirtió en emblema de la libertad de todos los períodos posteriores al Trienio Liberal en España. Su humillante final, tanto en su detención y juicio como después de la ejecución por horca en la plaza de la Cebada de Madrid, dio comienzo a una leyenda que sobrevivió, con altibajos, durante décadas dentro del imaginario liberal. Dentro del modelo napoleónico que representó, las obras que elaboraron un culto en torno a él y los actos que lo plasmaron fueron abundantes y variados, además de provenir de contextos geográficos diferentes.
This article aims to study how the liberal myth on Rafael del Riego survived after his death in 1823 in Spain and other European countries, since that personality had a big international repercussion. His uprising in 1820 defending the 1812 Constitution became an emblem of liberty in all posterior periods beyond the Liberal Triennium in Spain. His humiliating ending during his detention and trial and after his execution on the gallows in Madrid’s plaza de la Cebada started a legend which survived, with twists and turns, for decades inside liberal collective imagination. Related to the Napoleonic model he represented, the works that built a cult around him and the acts which expressed that cult were numerous and varied, and they came from different geographical contexts.
Casi inmediatamente después del éxito del pronunciamiento del 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan, muchos liberales europeos miraron hacia el Mediterráneo, especialmente a España, marcando así la importancia de las ideas y eventos del sur en el devenir del liberalismo del continente
Con esa sacralización de la política (por encima de la sacralización del poder)
Este artículo pretende profundizar en las obras que explican la persistencia de Riego como un referente político positivo tanto en España como en otros países, dejando por tanto a un lado las críticas recibidas, como las que aparecen en obras del Marqués de Miraflores
Su figura ha representado los ideales de lucha por la libertad en el imaginario político español por encima de otros casos, como Lacy o Torrijos (entre los que al mismo tiempo fue «eslabón» fundamental
Dado que —desde la Revolución francesa— muerte y política estaban intrínsecamente relacionadas, los héroes del
Si bien este artículo se centra en la evolución de la mitificación
En 1823, los franceses que dirigían la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis tenían claro que Riego era la pieza más valiosa entre las filas liberales. Constituía un símbolo revolucionario absoluto, por lo que se convirtió en objetivo principal desde el primer momento. Ese carácter simbólico explica que los franceses no tuviesen con él las consideraciones que sí se dieron en el caso de otros militares españoles. Acabar con el hombre era acabar también con el símbolo, y por ello posteriormente Fernando VII premió a Araque, el comandante interino que lo detuvo, con el cargo de tesorero de las Nuevas Poblaciones del departamento de La Carlota
En sus últimos momentos en libertad estuvo acompañado por el británico George Matthewes, el piamontés Vincenzo Virginio (miembro de la Legión de Honor y antaño al servicio de Napoleón) y varios portugueses, además de otros soldados españoles
Su captura en el cortijo de Baquerizones, cerca de Arquillos (Jaén), tras una traición del aldeano Diego López Lara, y su posterior traslado lo transformaron en la diana hacia la que se dirigían la ira y actos de venganza de quienes se oponían a las políticas liberales de los años precedentes. Transcurrieron más de dos meses entre su partida de Málaga (3 de septiembre de 1823), su detención (15-16 de septiembre) y su ejecución en Madrid (7 de noviembre). En ese trayecto fue maltratado e insultado en las localidades que recorría la comitiva. No importaba a qué hora saliesen en cada traslado: siempre encontraban personas con barro y piedras, encabezadas por curas y monjes
Se anularon los decretos de amnistía del liberado Fernando VII que conservaban todos los grados, honores, sueldos y empleos. La reacción contra los liberales fue salvaje y Riego era uno de los objetivos principales. En las Cortes que habían aprobado trasladar al rey hubo noventa «síes», y solo él fue condenado por esa decisión, lo cual además suponía una aplicación retroactiva de la norma. Esto es, se le juzgó y condenó por hechos que eran legales cuando sucedieron. Con una clara intencionalidad política, en el irregular juicio fue sentenciado a muerte, pero de una forma habitualmente reservada a los plebeyos
Tras su estancia en prisión, el día de la ejecución, vestido con una saya negra, fue arrastrado en una cesta por el suelo de las calles de la capital camino del patíbulo. Esa humillación pública
La sentencia recogía que su cuerpo sería descuartizado y que sus restos serían repartidos entre los lugares más importantes de su trayectoria política y militar («donde el traidor Riego ha avivado el fuego de la revolución y manifestado su pérfida conducta»): Sevilla, la isla de León, Málaga (por su actuación «antirreligiosa» allí en el verano de 1823)
En realidad, fue el principal chivo expiatorio
Un héroe vivo podía generar cierta desconfianza, pues siempre podía fallar o equivocarse. El mito pervive mucho más respecto al héroe muerto que ha sufrido un
Lógicamente, los Gobiernos posteriores al Trienio Liberal rechazaron cualquier reconocimiento hacia Riego. Sirva de muestra la condena a presidio para un zapatero madrileño tras descubrirse que había colocado en su casa un trozo de la lápida de la Constitución destruida en 1823 bajo un retrato de Riego junto a una vela encendida, aunque no fue el único condenado en circunstancias similares
El impacto del militar asturiano fue de tal calibre que en los decretos de disciplina soldadesca aparecía explícitamente la prohibición de pronunciar las palabras «Viva Riego»
Las condiciones cambiaron con la Regencia de María Cristina (1833-1840). El conflicto con los carlistas empujó a la Corona a una aproximación a los liberales, quienes trataron de hacer de Riego un mito común aglutinador. El Gobierno tomó algunas medidas para contentarlos, como diversas amnistías para exiliados de 1814 y 1823 y la entrega de ministerios a varios de ellos.
En un acto de gran profundidad política, en octubre de 1835 la regente firmó un real decreto en el que se rehabilitaba la memoria de Riego y se reconocía que su condena había sido errónea, además de establecer protección hacia la familia del general (su viuda había fallecido en 1824; en su testamento dejaba su espada «para la nación española» cuando estuviera «debidamente representada»
El General don Rafael del Riego, condenado a muerte ignominiosa en virtud de un decreto posterior al acto de que se le acusó, y por haber emitido su voto como Diputado de la Nación, […] fue una de aquellas víctimas que en los momentos de crisis diose el fanatismo con la segur de la justicia. […]. No debe permitirse que la memoria de aquel general quede mancillada con la nota del crimen ni su familia sumergida en la orfandad y la desventura. […]
Artículo 1º El difunto general don Rafael del Riego es repuesto en su buen nombre, fama y memoria.
Artículo 2º Su familia gozará de la pensión de viudedad que le corresponda según las leyes.
Artículo 3º Esta familia queda bajo la protección especial de mi amada hija Doña Isabel II, y durante su menor edad bajo la mía
Al mes siguiente, Vicente de Santos, el hijo de quien había defendido a Riego en su proceso (Faustino Julián de Santos) publicó las actas de la causa. Esta norma fue el detonante de dicha publicación, ya que al final de la obra aparece el propio decreto de la regente. Indica que los beneficios de dicha publicación irían destinados a cubrir «los gastos de la guerra [carlista], para hacer un obsequio al héroe de las Cabezas»
Así, 1835 fue el primer año en el que las efemérides de los periódicos rescataron la ejecución de Riego, caracterizado en ese momento como «malhadado» o «mártir»
Como consecuencia, el himno de Riego, «por sí solo capaz de resucitar a los muertos», reapareció en la prensa (muy agitada antes y después de la decisión respecto a Riego y sus verdugos, algunos de ellos con cargos oficiales en ese momento)
Poco después de la reposición de su buena reputación, el Congreso aprobaba que el nombre de Rafael del Riego, junto al de otras «víctimas sacrificadas por el despotismo» apareciese en una lápida de las Cortes. El preámbulo del dictamen de la comisión encargada explica el motivo de aquellos cuyo nombre iba a ocuparla, destacando las palabras dedicadas a Riego, el primero que merecía estar presente. Hacen hincapié en el juicio injusto que sufrió por parte de los absolutistas:
Hay una lápida vacía, igual á otra que comprende los nombres ilustres de Daoiz, Velarde, Álvarez, Porlier, Lacy y Álvarez Acevedo, y no parece que deban ser más en número los que se inscriban en aquella.
El primer nombre llamado á ocuparla es, sin duda alguna, el del ilustre y malogrado general D. Rafael del Riego, no solo porque siendo el objeto de la gratitud y estimación del partido nacional, fué la primera víctima sacrificada por el despotismo, sino porque habiendo sido asesinado jurídicamente por un voto que dió como Diputado, y que fué posteriormente declarado criminal, deben las Córtes apresurarse, honrando su memoria, á volver por la inviolabilidad de los representantes de la Nación, conculcada horriblemente en su persona
Los demás personajes incluidos en la misma lápida fueron el Empecinado, Salvador Manzanares, Antonio Miyar, Mariana Pineda y José María de Torrijos. La misma comisión aprobó la búsqueda de los restos mortales de todos ellos y su traslado a la iglesia de San Francisco el Grande, que se convertiría en el panteón nacional español, proyecto que no se llevó a cabo.
En ese momento se popularizaron dichos como «ser más liberal/más valiente que Riego», al tiempo que surgía una vertiente religiosa en torno al uso del militar asturiano como símbolo, ya que existieron otros elementos útiles como coordenadas para situar la posición de la figura de Riego, como el santoral o las recreaciones: el día de san Rafael se celebró en su memoria durante años después de su muerte, en un sentido similar al san Napoleón (15 de agosto) en Francia
La primera guerra carlista (1833-1840) incrementó la importancia política de los militares, como muestra el ejemplo de Espartero y su ascenso posterior como contrapoder, pero también hasta su llegada a la regencia. Fue comparado con Riego y el primero sirvió de referente para la publicación de una serie de biografías de generales liberales «víctimas de atroz perfidia y que perecieron en defensa de la libertad», iniciada, evidentemente, por la de Riego
Con el himno incluso se celebraban en el madrileño Teatro del Príncipe acontecimientos como el Abrazo de Vergara
Durante los homenajes a Espartero en el otoño de 1840, al iniciarse su regencia provisional, el simbolismo liberal hizo acto de presencia en la escenografía de las calles de Madrid con Riego y otras referencias históricas comunes que conectaban ambos eventos. Los elementos son esclarecedores: el atrezo de la celebración estaba formado por los lemas «Libertad, Independencia Nacional, Constitución y Trono Constitucional» junto a los de «Heroísmo y Patriotismo.» Se hacía directa la vinculación entre las trayectorias individuales de los héroes y las libertades patrias. Por otro lado se encontraban los retratos colocados en transparentes de Isabel II y Espartero junto a los nombres de los héroes por la libertad, muchos de ellos ya nombrados, y lugares de la memoria liberal (Empecinado, Riego, Torrijos, Maldonado, Daoíz…; Bilbao, Luchana, Zaragoza…)
Un ejemplo de acto que condensa algunos de los términos centrales de la mitificación de Riego se halla en un discurso en un homenaje en Madrid en el decimoséptimo aniversario de su muerte (7 de noviembre de 1840), convertido en un acto en memoria de los «mártires sacrificados por la libertad y la independencia nacional». En él, el regente provisional intervino con unas breves palabras. Su mensaje es esclarecedor acerca de la importante existencia de un conjunto de héroes que inspiraban a la nación en su «búsqueda de libertad» (las mayúsculas figuran así en la fuente original)
Los monumentos que se erijen á la memoria de los hombres ilustres sacrificados por la LIBERTAD é independencia de su Patria, si ofrecen un digno ejemplo que seguir á las generaciones presente y futuras, son tambien el tributo mas glorioso para los héroes, cuyas virtudes cívicas los colocan en el templo de la inmortalidad. […]
Ellos regaron con su sangre el árbol de la LIBERTAD, haciendo que […] cobijase bajo su sombra, á la noble y honrada progenie de Pelayo.
Hoy, Señores, nos toca honrar las cenizas del inmortal RIEGO, del héroe que (…) hizo resonar el grito eléctrico de LIBERTAD. Pero […] el caudillo fue presa del voraz encono de los tiranos, y en este sitio y en dia que, hoy es aniversario, sufrió el terrible sacrificio con otros mártires de la LIBERTAD.
En este fragmento aparecen varios elementos recurrentes en el imaginario liberal a la hora de construir el relato sobre los mártires que habían dado su vida por la causa de la libertad. El primero de ellos es la constante repetición del vocablo «libertad», dándole un valor central en el discurso político. Además, el hecho de transcribirlo en mayúsculas dirige la atención hacia el término. Un segundo componente se halla en el vínculo entre libertad e independencia de la patria, que lleva directamente a su felicidad. La libertad funcionaba como credo supremo en un sentido casi religioso, al tiempo que ejercía una protección sobre los españoles. Además, era el eje central del sistema y Riego, al sacrificarse por ella, mostró la más alta de las virtudes cívicas y realizó la máxima ofrenda posible a ese culto. Finalmente, siempre que se habla de héroes modélicos a los que imitar aparecen ídolos previos que sirven como precedente, formando una especie de saga prolongada desde muy atrás. En la alocución de Espartero, el elegido es Pelayo, uno de los símbolos fundacionales del nacionalismo español.
Relacionado con esta
El hecho de que esta obra anónima fuese publicada originariamente en francés indica el interés que había en el país vecino por la figura de Rafael del Riego. Es más, en ella Riego era divinizado como «un nuevo
Poemas, romances, canciones… Riego quedó fijado en obras literarias de todo tipo, aunque con menor intensidad en comparación con el período anterior. Existieron excepciones, como la litografía de Carlos Múgica dentro de la serie
El auténtico regreso se produjo con la Revolución de 1854, cuando el himno, «que tan vivo entusiasmo despierta entre los buenos liberales»
El teatro de ese momento también recuperó la figura del militar de Tuña. En 1854 apareció
Una religión sin mártires es un sol sin rayos […]. A la voz de Riego, no habrá enemigos que no se rindan, esclavos que no rompan sus cadenas, pueblos que no se levanten contra sus tiranos! La memoria de Riego será la espresion (sic) mas exacta del partido que encierra el porvenir;
[Cuando Riego abandona la escena camino del cadalso, su confidente Torbellino concluye:]
Por otro lado, en enero de 1856 se estrenó en Madrid la obra
Así pues, su recuerdo pervivía y continuaba funcionando como símbolo de determinados valores casi medio siglo después de morir. Por otro lado, aunque su relevancia política no era precisamente patente en los años finales del reinado de Isabel II, tampoco fue olvidado en la política activa. Es llamativo que Narváez lo nombrase explícitamente y se mostrase en 1864 dispuesto a «ser más liberal de Riego», retirando para su provecho el elemento progresista del capital simbólico del asturiano
Su figura reapareció como referencia política movilizadora durante la Revolución de 1868, ya en la proclama del 23 de septiembre. En ella, los revolucionarios se dirigían a los gaditanos como «¡Pueblo de Muñoz Torrero, de Riego y de Argüelles!»
En plena resaca del triunfo de la Gloriosa, Riego fue recordado por el diario demócrata
En cuanto al himno, fue interpretado desde el primer momento en la capital gaditana y en numerosas ciudades como Madrid, Málaga o Reinosa. Ante la posibilidad de que se quedase como un símbolo
Joaquín Costa lo comparaba en la década de 1870 con «antiguas víctimas de la tiranía española» como Padilla, junto a aquellos que habían participado en revueltas en Nápoles, Piamonte, Portugal, Brasil y Grecia, incidiendo en la transnacionalidad del movimiento de 1820. Bolívar aparecía junto a Riego como una de las «dos grandes figuras de nuestra historia» en su
Con la Restauración fueron mayoritarios los juicios no tan positivos hacia Riego. El contexto político marginaba su figura; si bien su efigie reaparecía en momentos puntuales
Uno de los elementos que diferencian a Riego de otros héroes mitificados españoles fue su posteridad internacional, con la que ninguno de ellos ha contado
En el Reino Unido se había exiliado su ya mencionado hermano Miguel y llegó a plantearse la erección de una estatua en su honor
El Gobierno británico también fue criticado por el London Spanish Committee por no haber apoyado a España
Por su parte, la publicación radical
En 1825 se estrenó en el Royal Coburg Theatre la obra
Muestra del elevado interés que generaba la figura de Riego es el éxito de la publicación, por parte de su compañero de detención y prisión George Matthewes tan pronto como llegó a Londres tras su liberación en abril de 1824, de sus recuerdos de esa etapa junto a una carta a la viuda del «virtuoso Riego», al que calificó como «mártir desinteresado que luchó por la causa de la patria y por sus libertades»
El mito de Riego reapareció en 1830, cuando el periodista político William Carpenter sacó a la luz al «asesinado Riego» al suponer que España invocaría pronto su espíritu ante el éxito de la revolución que había llevado a Luis Felipe al trono de Francia. Es decir, en una nueva interconexión de héroes individuales, el nuevo rey francés servía de acicate para que los españoles, considerados como herederos de Riego, tomasen el ejemplo de este para llevar a España un sistema como el recién instaurado en París. Esa dinámica de heroísmos cruzados incluyó en ese caso a Polonia, país que «señalaría la tumba» de otro militar carismático, Kościuszko, que había luchado por un sistema constitucional
Por tanto, los liberales del Reino Unido no eran ajenos a lo que sucedía en España, sin duda en parte gracias a la labor de los exiliados españoles allí. Las publicaciones relativas a la revolución española también contribuyeron a difundir la imagen del Riego héroe y asociarla a la lucha por la libertad en España.
En el país que había enviado a los Cien Mil Hijos de San Luis, y en el mismo año 1823, se publicó anónimamente un
Por otro lado, el general de Vaudoncourt tuvo un rol destacado en este proceso de alimentación del mito de Riego. Veterano de guerra, había combatido bajo las órdenes de Napoleón en la campaña de Rusia, había emigrado a España y era conocido de Riego, a quien de hecho propuso una campaña francoespañola para «liberar» el país vecino
El
Avanzado el siglo, cuando el sitio prusiano sobre París era ya inminente tras su victoria en Sedán, Víctor Hugo, que por entonces se situaba en posiciones políticas próximas al liberalismo avanzado,
Aún fue rescatado en un acalorado debate de la Cámara municipal parisina en torno a eliminar o no la denominación de Trocadero (así llamada por la batalla de tal nombre contra los liberales españoles en 1823) y cambiarla por la de Riego para una plaza de la ciudad en los años ochenta del siglo
En suma, si bien en Francia sus menciones fueron más longevas que en Reino Unido debido sin duda a la apelación al mito en los momentos de inestabilidad política del período en el país galo, su figura no se libró de caer en un definitivo declive.
El tercer y último caso internacional tratado es el de Rusia. La decisión de incluirlo, aparte de su relevancia por sí mismo, está basada en que dicho país ha sido menos estudiado por la historiografía en castellano.
El país de los zares no escapó a la tendencia de Riego de convertirse en un personaje de fama internacional. Su ejecución causó un gran impacto en los liberales rusos, tanto por el sufrimiento padecido como por el cambio de criterio que había demostrado Fernando VII en el proceso, considerado como cobarde incluso por algunos moderados
El interés ruso hacia Riego, el ejército español y la revolución alcanzó su máximo en diciembre de 1825, en una situación de vacío de poder generado tras la muerte del zar Alejandro I, sin descendencia masculina, el primer día de ese mes y la primaria proclamación del teóricamente legítimo Constantino, de pensamiento liberal, como nuevo zar, sucesión que no llegó a formalizarse.
Se había ocultado a la población el casamiento de Constantino con una condesa polaca, que lo excluía de la línea de sucesión, situación refrendada por un manifiesto del propio Constantino de 1822 que, además, iba firmado por el difunto Alejandro. Ante las dudas de la sucesión, mediante carta oficial reiteró tal posición, considerándose súbdito de su hermano menor, el autócrata Nicolás
El nombre del militar asturiano servía de clara inspiración para los conspiradores rusos y aparecía en las reuniones preparatorias de los miembros de la Sociedad del Norte como «algo sagrado, profundamente venerado y reverenciado, que solamente algún desequilibrado era capaz de ofender»
En cuanto a las referencias expresas hacia Riego, fueron diversas. Uno de los soldados, Aleksandr Bulatov, alardeó en aquellos días ante su hermano, defendiendo que si no participaba él en la revuelta «podrían aparecer otros Riegos»
En conclusión, la perspectiva de una constricción de las libertades en el país y el ejemplo que aportaban el éxito inicial de Riego y sus penosas circunstancias finales generaron una estrategia de actuación que encendió los ánimos y las acciones de los revolucionarios, además de inspirar obras de todo tipo en Rusia, con el general asturiano y el mito de 1820-1823 como referentes a los que aspirar.
Antes de desaparecer públicamente en la última centuria, con la excepción del himno que lleva su nombre, tras su muerte Rafael del Riego alcanzó un nivel de mitificación política desconocido hasta entonces en España. Más allá de la actividad política civil que desarrolló, verdaderamente escasa, fueron las consecuencias políticas de su comportamiento público lo que lo mantuvo en el recuerdo. Su papel simbólico fue crucial en la España del primer tercio del siglo, alzándose como el personaje con más carisma del país hasta el ascenso político de Baldomero Espartero, con el que fue comparado y quien perduró más (a nivel nacional) porque los efectos del triunfo de este en la guerra fueron más duraderos y él mismo los sobrevivió.
El papel de la prensa, de especial relevancia en este artículo para el caso español, recoge las manifestaciones más populares del culto a Riego. Los textos periodísticos, a través de crónicas de los periodos estudiados, aportan luz sobre proclamas, discursos o marchas, enriqueciendo el corpus de información para comprender la evolución del mito, así como la apelación al mismo en la Regencia de Espartero, el Bienio Progresista o los meses inmediatamente posteriores a la Septembrina.
El sufrimiento padecido en la ejecución que terminó con su vida contribuyó a que este
De ese modo, distintos focos de la
Desaparecido el invasor francés, la lucha por la libertad se convirtió para muchos europeos en un culto cívico, si bien el uso concreto que se hacía de Riego se adaptaba en cada caso a las necesidades propias de cada contexto nacional y de cada momento político específico. Sus miembros sintieron de forma directa la pérdida del héroe de Las Cabezas de San Juan, ya que Riego era un referente central de legitimidad de acción para sus miembros. Constituía un ejemplo muy valioso para una situación aún frágil para el liberalismo europeo.
Con independencia del grado de implicación de cada país estudiado en las revoluciones de 1820, la figura de Riego estuvo presente de forma directa en ellos especialmente a través de biografías, pero también en obras de ficción de todo tipo. No obstante, desde poco después de los acontecimientos de 1823 el interés por él fue declinando.
Por otro lado, la diferencia más importante entre las vertientes interna e internacional del mito de Riego se situó en que mientras persistía como ejemplo para el liberalismo en España durante las décadas posteriores a su muerte, si bien intermitentemente en función de las circunstancias políticas, en el resto del mundo su recuerdo se diluyó gradualmente a partir de la década de 1830 hasta casi desaparecer, salvo las muy contadas excepciones vistas.
En suma, puede afirmarse que Rafael del Riego sirve como figura de referencia a la hora de estudiar cómo eran ensalzados los militares
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