SUMARIO
  1. NOTAS

La historia del republicanismo —y sus derivaciones democráticas— ha conocido en las últimas décadas un fuerte impulso. Resultado de una historiografía renovada, que se acomoda a las nuevas directrices de la historia cultural, es hoy el republicanismo una experiencia —nacional, local y trasnacional— que ha llevado a tres generaciones de historiadores a desentrañar su riqueza política y cultural como soporte de una concepción progresista de la modernidad política. Ya desde los años sesenta y setenta del pasado siglo, la investigación sobre las experiencias republicanas, de las propias biografías de republicanos como Francisco Pi y Margall o Emilio Castelar, así como la pluralidad y riqueza de sus registros, y no menos, el estrecho vínculo con la democracia, permitió el desarrollo de una historiografía que hizo del republicanismo tanto un territorio de investigación histórica como una directa o solapada vindicación de una democracia que de forma inequívoca se asoció en la historia contemporánea de España con la forma de gobierno republicana.

Sobre ese sustrato de la historiografía clásica del republicanismo se asienta una densa producción que desde los ochenta ha renovado los modos y maneras de ver qué cosa era eso del republicanismo español, de esa propuesta cultural, social, política y territorial que se planteaba como una España alternativa al mundo oficial del liberalismo doctrinario y la monarquía constitucional y parlamentaria. Un contrapunto de la España oficial que lejos de presentarse de una manera uniforme se expresaba a través de registros múltiples, que con muchas dificultades aparecía como una efectiva alternativa a la España oficial. Dos experiencias quebradas en su desarrollo (1873 y 1931) habían dejado un reguero de imágenes y posibilidades que combinando ilusión y frustración mostraron las dificultades del triunfo de la democracia en España. Porque, en efecto, la democracia en España hasta las décadas últimas del siglo xx estuvo vinculada a las aspiraciones políticas de una sociedad que asoció democracia y república. Aunque de forma simplificada, se puede afirmar que a lo largo de más de un siglo, desde la revolución liberal, monarquía y república expresaron concepciones y aspiraciones sociales y políticas potencial y efectivamente antagónicas. La monarquía fue el territorio del liberalismo —preferentemente doctrinario—, en tanto que la república lo fue de la democracia. Es cierto que ni liberalismo ni democracia se agotaron en el monarquismo y el republicanismo, pero la convergencia entre liberalismo y democracia estuvo lejos de ser sencilla entre nosotros. Solo en breves etapas pudo el liberalismo democrático ser acogido por la monarquía, pero eso sí, bajo una dinastía —los Saboya— que estaba muy alejada de los presupuestos políticos de los borbones. Imagen que remite a esa dicotomía central de la España liberal del antagonismo entre Casa Borbón y democracia.

De esa oposición entre liberalismo democrático y monarquía borbónica se nutrió esa rica, y a la vez frustrante, democracia republicana, objeto de una amplia historiografía de la que da cuenta El republicanismo en el espacio ibérico contemporáneo. En su propia trayectoria, el libro es el resultado de la fusión de dos historiografías del republicanismo: la que se suscita a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, y aquella otra que ya en las dos últimas décadas ha vuelto a intensificar el estudio del republicanismo histórico como un instrumento central para una ajustada comprensión de la historia contemporánea de España. En el mismo —con la colaboración de más de una veintena de historiadores— se estudia al fenómeno del republicanismo ibérico en el marco de una triple propuesta. La primera remite a una verificación de los logros de la historiografía en las distintas regiones de España; la segunda indaga en la dimensión plural —local y nacional— de un republicanismo que siempre se identificó con el papel del municipio como entidad básica del orden social y político. Finalmente, y no de menor importancia, se recoge la dimensión transnacional que presenta la propuesta republicana acogida a esa tradición progresista de hermandad de las naciones ibéricas, como antesala de una unidad europea que se vislumbraba como un horizonte utópico del pensamiento republicano español.

Esta tripe dimensión muestra que la nueva historia del republicanismo español, asentada sobre una ya firme tradición historiográfica, ha desenvuelto su tarea en el marco de la nueva historia cultural de la política que funde lenguajes y prácticas en el marco de diversas sociabilidades —preferentemente de clases populares y medias—, en las que movilización social, anticlericalismo, masonería y democracia aparecen y reaparecen como horizontes anejos al republicanismo ibérico.

No es el papel de estas líneas sintéticas recoger todas y cada uno de las aportaciones del libro, pero resulta oportuno señalar que combina de forma oportuna las reflexiones generales de Ángel Duarte con los estudios regionales: Andalucía (Santiago Jaén), Aragón (Pilar Salomón), Asturias (Sergio Sánchez Collantes), Islas Baleares (A. Miramón), Canarias (Jesús de Felipe), Cantabria (Jesús Movellán y Noelia Solana), las dos Castillas y Madrid (Eduardo Higueras), Cataluña (Lluis Ferrán Toledano, Gemma Rubí y Enric Pujol), Extremadura (César Rina Simón), Galicia (Antonio Míguez), Rioja (Rebeca Viguera), Baleares (Antoni Miramón), Murcia (Carmen González), Navarra (María del Mar Larraza), País Vasco (Unai Belaustegui y Jon Penche) y Valencia (Rosa Ana Gutiérrez Lloret y Sergio Valero).

Esta mirada a la historiografía de las distintas zonas de España se ve acompañada de una pequeña síntesis sobre el alcance de la historiografía portuguesa, a través de la cual María Fernanda Rollo y Teresa Nunes se acercan a la experiencia republicana, al modo que en cada momento la historiografía ha caracterizado un proceso que desde el positivismo ha ido conformando un movimiento republicano —de preferente influencia francesa— en la que el municipio emerge como el verdadero protagonista de la afirmación republicana en la periferia de las ciudades —Lisboa, Oporto, Coimbra—.

Al igual que en España, la historiografía portuguesa ha conocido una fuerte renovación desde finales de los setenta, cuando tras la revolución de abril de 1974 el republicanismo y el régimen republicano se vieron estimulados no solo por razones políticas, sino por la fuerza adquirida por la nueva historia. En ella, el peso de los estudios locales facilitó una mejor comprensión de la historia nacional y de la diversidad política y cultural de sus regiones.

Este calidoscopio territorial ha permitido a los autores establecer en ambos países una taxonomía detallada tanto del estado de cada historiografía como una evaluación del alcance y características que el republicanismo adoptó en cada lugar, acogiéndose a tradiciones sociales, políticas y culturales diversas, como se muestra en el caso catalán con la presencia de nacionalismos subestatales de diverso cuño —en el vasco, la debilidad republicana frente al nacionalismo estuvo mediada por el alcance y su lectura singular del fuerismo— o con el peso que la cuestión agraria tuvo en el sur o, de no menor alcance, la competencia que el republicanismo tuvo entre las clases populares por la emergencia y competencia de socialismo y anarquismo. El resultado es un actualizado estado de la cuestión que facilita la programación de líneas de investigación de futuro, toda vez que, como bien se señala en el libro, existen desequilibrios y territorios aún oscuros en la configuración y desarrollo de los diversos republicanismos en la España contemporánea.

Más allá de este análisis de las historiografías regionales del republicanismo, el segundo bloque de ensayos remite a aspectos diversos. Así, en el caso portugués Teresa Nunes nos acerca al republicanismo en las provincias a partir de una aproximación a la prensa y las elites republicanas. De otro lado, Óscar Anchorena nos muestra las diversas sociabilidades y el crisol de culturas políticas que acoje el republicanismo en Madrid, donde el solapamiento de las dimensiones nacional y local adquiere todo su relieve. También el impacto del republicanismo en sociedades agrarias (Higueras Castañeda), la difusión de símbolos republicanos (Sánchez Collantes), el feminismo a través de Belén Sárraga (Dolores Ramos) o el papel de los republicanos en los municipios andaluces (Francisco Acosta) han sido objeto de tratamiento particular, del mismo modo que Antoni Marimón ha estudiado la relación entre prensa y republicanismo a través del semanario La Justicia y la figura del periodista radical Manuel Jiménez Moya.

Como corolario de esta rica aproximación a la historiografía del republicanismo y a sus principales manifestaciones históricas, Eduardo Higueras cierra el volumen con una reflexión sobre el papel y alcance del republicanismo en la historiografía hispano-portuguesa, de sus itinerarios y perspectivas, que facilita una síntesis final de un libro colectivo que expresa muy bien los avances y las tareas de futuro de la historiografía española sobre el republicanismo como proyecto sociopolítico, de sus límites y posibilidades, en un momento histórico en que el horizonte republicano aparece como una posibilidad de «superación» de las «deficiencias» atribuidas a la transición democrática.

No pretende el libro ser una enciclopedia del republicanismo, y aspectos como la relación entre masonería y librepensamiento ibérico y republicanismo peninsular han quedado al margen. Cabe recordar, como hicieran en su momento Fernando Catroga y Amadeu Carvalho Homem[1], las dificultades de convergencia entre los dos republicanismos peninsulares, dada la posición «antiespañola» del nacionalismo republicano portugués de fin de siglo. Por más que en el interior de ese republicanismo el sector asociado a Magalhanes Lima viera una vía de iberismo en su convergencia con Nicolás Salmerón y el librepensamiento, que representaban Fernando Lozano, Ramón Chíes y Las Domicales del Libre Pensamiento. Esta divergencia entre dos corrientes republicanas pone de manifiesto que, al igual que en España, el republicanismo portugués mostró singularidades y corrientes que compitieron de forma casi permanente con el ideal de un único movimiento o subcultura republicana, y más aún, del potencial iberismo republicano. Este iberismo, con sus limitaciones y contradicciones, expresaba esa dualidad que, como nos ha recordado Rina Simón[2], experimentaron muy bien las comunidades locales fronterizas en ese proceso de doble dirección que, por lo demás, respondieron a contextos históricos de acercamiento y enfrentamiento entre España y Portugal.

Como tarea de un futuro no muy lejano se presenta igualmente la tarea de un análisis comparativo de los dos republicanismos: el peso del federalismo en España frente al componente unitario de un republicanismo portugués que, si bien presenta exponentes federales de gran interés —como en el caso de Henriques Nogueira— muestra tanto la común herencia francesa de los dos republicanismos como el peso singular que una concepción organicista e historicista tuvo en el débil federalismo portugués. El republicanismo en el espacio ibérico contemporáneo se inclina abiertamente a esa tarea futura de estudiar la península ibérica, la trayectoria histórica de los dos países, sin el peso de una mediación nacionalista que hasta ahora ha pesado en ambas historiografías. A buen seguro que entonces la trayectoria histórica de la península— con sus singularidades locales, regionales y nacionales— proporcionará nuevos modos de mirar tanto el pasado nacional —republicano o no— como las virtualidades de un pasado común que tuvo defensores y detractores entre monárquicos y republicanos de ambos paises.

Un balance final nos permite resaltar la vitalidad de la historiografía republicana que queda al descubierto en todos y cada uno de los trabajos aquí recogidos y, no menos, el ya amplio recorrido que expresan los más de mil títulos que quedan registrados en la bibliografía final que cierra el libro. Una lectura, en definitiva, muy provechosa para quienes desde hace décadas hemos tenido interés por el proyecto republicano como una alternativa democrática a la España liberal a lo largo de más de un siglo. Pero resulta de especial relevancia para quienes hayan visto en la tradición republicana una curiosidad del pasado español. Como se puede observar, la tradición republicana, su propuesta política y registros culturales, constituyen un bagaje fundamental de la historia española contemporánea. La nueva generación de historiadores del republicanismo ibérico ofrece una garantía de calidad, por vocación y oficio, de una propuesta analítica de una cultura y tradición republicanas que está lejos de haber desaparecido en la sociedad y política española actuales.

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[1]

Véase el ya clásico Fernando Catroga (1991), O republicanismo em Portugal da formaçâoao 5 de Outubro de 1910 (Lisboa, Noticias Editorial); del mismo autor (2017), «Centralismo y federalismo en Portugal (siglos xix y xx)», en Federalismos. Europa del sur y América latina en perspectiva histórica (Granada, Comares, pp. 239-270), y Amadeu Carvalho Homem (2000), «El antiiberismo de los republicanos radicales portugueses, 1870-‍1910» (Alcores, 8, pp. 187-‍204).

[2]

César Rina Simón (2017), «Contextos y transdisciplinariedad en la renovación de los estudios ibéricos», en César Rina Simón (ed.), Procesos de nacionalización e identidades en la península ibérica (Cáceres, Universidad de Extremadura, pág. 13).