SUMARIO
  1. NOTAS

Universidad de Valladolid

Hojeando atentamente en las páginas de la RAE, al hablar de culto nos referimos a un «conjunto de ritos y ceremonias litúrgicas con que se tributa homenaje», o también al «honor que se tributa religiosamente a lo que se considera divino o sagrado». El fascismo supo apropiarse con rapidez de ese lenguaje litúrgico y celebrativo, utilizando expresiones como las apenas mencionadas para su propio beneficio. La llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania a finales de enero de 1933 supuso un paso adicional, con la definitiva ideologización de la sociedad alemana y la apropiación de una retórica cargada de ritualidad. La nazificación del culto convertía el mero acto conmemorativo en un momento único e irrepetible: el impacto de las palabras, la ejemplaridad del mártir, el vínculo con lo sagrado. Se trataba, en definitiva, de un gesto que «daba sentido a la existencia individual y grupal» de toda la nación alemana seducida por la elocuencia de su inquebrantable líder.

Ese sentimiento de comunidad y unión del pueblo germano —llevado a la más alta exaltación y popularidad durante los años del régimen— tuvo sus inicios en la etapa de la República de Weimar y es allí donde hay que reconducir el punto de partida de este estudio. Gracias a una larga experiencia y numerosas publicaciones a sus espaldas, Jesús Casquete, profesor titular de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales en la UPV/EHU, nos brinda la oportunidad de seguir reflexionando sobre el nacionalsocialismo y su legado histórico. En esta última obra, El culto a los mártires nazi, nos encontramos ante la continuidad de un estudio empezando hace ya varios años, al publicarse Nazis a pie de calle (Madrid, Alianza, 2017), ya reseñado en esta revista. En aquel volumen, el profesor Casquete compartía con el lector la reconstrucción —podríamos decir casi quirúrgica— de las primeras unidades de asalto del movimiento nazi, las SturmAbteilung (SA), cuyo mito había surgido alrededor del «espíritu de la dedicación absoluta a la causa de la nación rediviva»[1]. Entre las principales características de las «tropas de asalto» de Hitler, el autor destacó su total sumisión ideológica, el recurso a la violencia como principal arma de combate o su exacerbado antisemitismo, entre otros aspectos. Sin embargo, no faltó una alusión al universo nazi como un proceso de elaboración de una «religión política», en el cual el concepto de martirio asumía un valor añadido. La conmemoración de los caídos y su sacrificio implicaba la formulación de una «memoria colectiva» y según el autor, ese recuerdo «nunca es un acto inocente, siempre tiene una intención pedagógica, y los nazis lo sabían a la perfección»[2].

En el caso de El culto a los mártires nazis nos encontramos precisamente ante esa épica sacrificial, donde la imitatio heroica acabó por convertirse en el leitmotiv del régimen hitleriano. El libro se estructura en tres partes bien organizadas, llenas de sugerencias y algún que otro guiño al volumen anterior arriba mencionado. El primer bloque enfoca la vertiente formativa del nacionalsocialismo y su lucha para identificar entre sus filas la modernidad representada por el «hombre nuevo». Aunque las teorías nietzscheanas fueron utilizadas por los ideólogos del movimiento nazi, el concepto de hombre nuevo difiere del Übermensch de Niestche sobre todo por su deriva racial. No obstante, la visión organicista de esa nueva sociedad le sirvió a Hitler para la subordinación del individuo ante la nación y al mismo tiempo la lealtad hacia el movimiento (p. 31). El nacionalsocialismo planteó, por tanto, la forja del hombre nuevo a través de un proceso que pretendía transformar la naturaleza humana, cumpliendo así con su proyecto totalitario. Una aspiración que tenía en la «comunidad nacional» su mayor logro, pero al mismo tiempo presumía de haberse autoproclamado como la «raza elegida» destinada a cambiar el mundo.

El segundo bloque transfiere esa condición de hombre nuevo hacia el brazo armado del nacionalsocialismo, por lo menos en sus inicios y consolidación, centrando la atención en el caso de las SA. Aunque, según Casquete, en sus inicios los nazis no fueron otra cosa que un grupo Völkisch más empapado de ultranacionalismo, antisemitismo y darwinismo social (p. 111), con el pasar del tiempo encontraron su dimensión y protagonismo en los actos o allá donde se exponían ante la opinión pública los fundamentos de la ideología nazi. Al estar en estrecho contacto con los espontáneos que iban a escuchar las hipnóticas oraciones de Hitler, Goebbels, Rosenberg y otros dirigentes, se convirtieron en sus más firmes defensores, identificándose no solo como arma política, sino también propagandística. Fue por esta razón que su presencia acabó siendo utilizada como un elemento simbólico pensado para estimular la participación y fomentar la movilización de la sociedad hacia el ideal nazi (p. 169).

El tercer bloque, quizás el más original y sugerente de todo el volumen, el autor entra más en profundidad en el llamado «troquel martirial nazi». En este apartado se identifican los principales protagonistas de la omnipresente retorica celebrativa del régimen, los mártires nazis, ensalzados hasta la saciedad por su sacrificio, pero al mismo tiempo —como si de un escenario se tratara— expresamente colocados a los pies del «sumo sacerdote», Adolf Hitler (pp. 210-‍211). Se introducen aquí los desencadenantes del troquel martirial que, hay que decir con gran solvencia y claridad, Casquete elabora a través de aspectos fundamentales como fueron la violencia, el sacrificio, la victimización o la misma domesticación de la muerte. Entre lo más destacable e innovativo de este análisis encontramos los resultados de un intento de cuantificación de la violencia política ejercida por los nazis antes y después de su llegada al poder, así como los lugares más emblemáticos de su actuación (los enclaves industriales como la Ruhr o el Rin, o las áreas urbanas como Berlín). Igualmente, considero importante insistir en la retórica de la victimización, al ser el mismo autor quién pone énfasis en ese «modelo ejemplar» que, parafraseando material periodístico de la época (los necrológicos del Völkischer Beobachter y Der Angriff o afines), permite «medir el valor moral de una idea, de un movimiento, en la manera que rinde homenaje a sus mártires» (p. 237). Un papel, el de la «víctima», relacionado no solo con la narrativa del movimiento, sino también como arquetipo de superación de lo personal —se define aquí la cuestión del conflicto intrafamiliar— y la total y exclusiva dedicación a la causa suprema: la nación. Después de ahondar en varios casos concretos, cierra el estudio una reflexión sobre la normalización del concepto de muerte, empezando por el compromiso que los integrantes del movimiento nazi hacían y que solo era equiparable al juramento de lealtad al Führer. La propaganda presentó en más de una ocasión a sus mártires como individuos que habían conseguido, gracias a la ideología que representaban y defendían, domesticar su «miedo a la muerte»; nada más lejos de la realidad. Contrariamente a lo predicado, la exaltación del sacrificio —y por lo tanto del mártir— no era ninguna novedad, sino más bien una práctica muy consolidada en la cultura nacional alemana (p. 297). A pesar de ello, el autor insiste en poner el foco de la atención en la instrumentalización de la muerte, entendida como «agente movilizador» de la sociedad alemana; al fin y al cabo, puede considerarse uno de los ejes para la consolidación del culto político que representaba y por ende de la nazificación de la sociedad.

En suma, el estudio que nos presenta Jesús Casquete cumple con las expectativas y aunque esté destinado a un público especializado, no deja de sorprender por la eficacia de su análisis y la precisión de sus palabras. Según avanzamos en la lectura, no pasa desapercibida esa ponderada medición de los contenidos y el no siempre fácil trabajo de recopilación del material y su ordenación. Está claro que con esta obra el autor ha dado un paso decisivo hacia el reconocimiento que se merece, aunque no queremos perder la ocasión de apuntar alguna sugerencia. El lector más experimentado con las obras de este autor no tardará en darse cuenta de que la descripción del sistema paramilitar nazi ocupa un espacio central del libro. Y aunque las tropas de asalto representen el eje central del troquel martirial sobre el que es importante insistir, su origen y características principales han sido ampliamente tratadas en la otra obra ya mencionada (Nazis a pie de calle). Por otro lado, se ha echado en falta la inclusión de algún otro dato sobre la dimensión sagrada del acto supremo, la muerte, según la visión palingenésica nazi. Quizás, la documentación hallada no ha sido suficiente para tratar temáticas científicamente menos conocidas como son la mística, el esoterismo o el ocultismo nazi, que tuvo en las figuras de Heinrich Himmler, Rudolf Hess, Richard Walther Darré y Alfred Rosenberg, algunos de sus más representativos exponentes. Sean estas últimas simples sugerencias que no quieren bajo ningún pretexto minimizar la labor realizada por el profesor Casquete, sino más bien todo lo contrario. Una vez más, al acabar el libro, el lector experimentará una sensación de agradecimiento y sobre todo gratitud ante su magnífico y necesario trabajo. Como no puede ser de otra forma, estaremos pendientes de tener cuanto antes entre nuestras manos las nuevas propuestas que están por llegar.

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[1]

Jesús Casquete, Nazis a pie de calle Una historia de las SA en la República de Weimar, Madrid, Alianza, 2017, p. 61.

[2]

Ibid., p. 216.