RESUMEN

Me propongo indagar en la atracción que —en el contexto de la emigración liberal en Inglaterra durante la Década Ominosa— generó el líder José María de Torrijos en el grupo de estudiantes de la Universidad de Cambridge conocidos como los Apóstoles. Para ello, estableceré un diálogo entre la bibliografía anglosajona existente sobre dicho grupo con las distintas biografías del conspirador. Enriqueceré mi análisis con las memorias escritas por los hijos de los Apóstoles Alfred Tennyson y Frederick Denison Maurice y los Records of a Girlhood de la actriz Fanny Kemble, hermana del Apóstol John Mitchell Kemble. Incluiré también la correspondencia de los Apóstoles Arthur Hallam y Richard Chenevix Trench, así como la novela de Maurice Eustace Conway, de fuerte contenido autobiográfico e ignorada en los estudios sobre los Apóstoles. Profundizaré así en un aspecto poco conocido de la vida de Torrijos, indagando en los motivos que impulsaron a estos estudiantes a seguirlo en su conspiración, así como a abandonarlo finalmente.

Palabras clave: Emigración liberal; década ominosa; heroísmo; liberalismo; juventud romántica.

ABSTRACT

I intend to investigate the attraction that —in the context of liberal emigration in England during the Ominous Decade— the leader José María de Torrijos generated in the group of students at the University of Cambridge known as the Apostles. To do this, I will establish a dialogue between the existing Anglo-Saxon bibliography on this group with the different biographies of the conspirator. I will enrich my analysis with the memoirs written by children of the Apostles Alfred Tennyson and Frederick Denison Maurice and the Records of a Girlhood by the actress Fanny Kemble, sister of the Apostle John Mitchell Kemble. I will also include the correspondence of the Apostles Arthur Hallam and Richard Chenevix Trench, as well as the novel by Maurice Eustace Conway, with a strong autobiographical content and ignored in studies on the Apostles. I will thus delve into a little-known aspect of Torrijos’ life, investigating the reasons that prompted these students to follow him in his conspiracy, as well as, finally, to abandon him.

Keywords: Liberal emigration; ominous decade; heroism; liberalism; romantic youth.

Cómo citar este artículo / Citation: Alvargonzález Fernández, M. (2022). Los Apóstoles de Cambridge y José María de Torrijos: descubriendo el heroísmo. Historia y Política, 48, 209-‍240. doi: https://doi.org/10.18042/hp.2022.AL.01

SUMARIO
  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. LA CAMBRIDGE CONVERSAZIONE SOCIETY
  5. III. FREDERICK DENISON MAURICE Y JOHN STERLING
  6. IV. ALFRED TENNYSON Y ARTHUR HALLAM
  7. V. RICHARD CHENEVIX TRENCH Y LOS KEMBLE
  8. VI. CONCLUSIONES
  9. NOTAS
  10. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[1][Subir]

El 24 de abril de 1824, José María de Torrijos y Uriarte (1791-‍1831) llegaba a Inglaterra con su esposa Luisa Carlota Sáenz de Viniegra (1792-‍1865). Menos de un año antes, la invasión en España de los Cien Mil Hijos de San Luis había desmantelado el sistema constitucional y devuelto el poder absoluto a Fernando VII, lo que —tras la intensa politización de la población a lo largo del Trienio Liberal (1820-‍1823)— dio lugar al mayor exilio político de la Europa de la Restauración[2]. Estos años de emigración que marcaron la historia del liberalismo español han sido objeto de interesantes monografías por parte de autores como Vicente Llorens (‍1968) y Juan Luis Simal (‍2012).

El personaje en torno a quien gira el presente artículo, Torrijos, se consagraría en esta época como uno de los principales líderes de los liberales españoles en el exilio, hasta el punto de ser considerado por la administración absolutista como el primer enemigo del trono[3].

Nacido en Madrid en 1791, Torrijos había sido paje en la corte de Carlos IV, donde adoptó unas maneras cortesanas que llamaron la atención de quienes le tratarían en el futuro. Se encontraba en la capital española el 2 de mayo de 1808 y participó activamente en la guerra de la Independencia contra la ocupación napoleónica de España (1808-‍1814). Obtuvo numerosas condecoraciones y ascensos, y en 1813 se casó con Luisa Sáenz de Viniegra, quien participaría con él en sus conspiraciones posteriores. Tras la derogación de la Constitución de Cádiz por Fernando VII en mayo de 1814, Torrijos comenzó una actividad conspirativa contra el absolutismo monárquico. Así, colaboró con Juan Van Halen en 1817 y jugó un papel importante en el estallido revolucionario de 1820 en Murcia. A lo largo del Trienio Liberal tuvo responsabilidades públicas y militares y demostró un firme compromiso con la causa constitucional.

En 1824, sin embargo, José María Torrijos era un hombre cansado después de todos sus esfuerzos por la causa liberal. Arrastraba tras de sí la frustración de que el Gobierno de Álvaro Flórez Estrada—del que formó parte como ministro de la Guerra— había sido desarticulado antes incluso de poder tomar posesión en mayo de 1823. Además, después de la caída del régimen constitucional varios compañeros liberales le acusaron de no haber resistido lo suficiente en Cartagena, a pesar de que fue uno de los últimos militares españoles en capitular en toda la guerra.

En estas circunstancias, no debe extrañarnos que Torrijos y Viniegra decidiesen residir fuera de Londres y de su barrio español de Somers Town. El matrimonio comenzó una vida apartada de la mayoría de sus compatriotas en la pequeña ciudad de Blackheath; allí Torrijos se dedicó al estudio y la traducción, vertiendo entonces al castellano los memoriales que Napoleón Bonaparte dictara en Santa Elena a sus generales Montholon y Baron Gourgaud[4]. En esos primeros años de exilio optó por mantener un perfil bajo, aunque siguiese pendiente de los acontecimientos de España y las autoridades diplomáticas de Fernando VII en Inglaterra se decidiesen desde el principio a tenerlo bajo una estrecha vigilancia[5].

El principal objetivo de esta investigación es abordar un aspecto tan poco conocido de este período de su vida y de la emigración liberal en Inglaterra como es la relación que, al menos desde 1827, mantuvo con un grupo de universitarios de Cambridge conocidos como los Apóstoles. Se trataba de unos estudiantes que se reunían en el club de debate de la Cambridge Conversazione Society, caracterizado por la absoluta libertad para hablar sobre todos los temas que quisiesen abordar sus integrantes.

De inicio, conviene plantear el problemático estado de la cuestión existente sobre la relación de estos Apóstoles de Cambridge con la conspiración española. Para empezar, hay dos líneas de investigación que han dialogado muy poco entre ellas. Así, la bibliografía anglosajona que se ha centrado en el grupo por lo general no ha tenido en cuenta las biografías de Torrijos, aquel hombre al que tanto admiraron los Apóstoles. El desconocimiento se extiende también a las particularidades políticas de la España de entonces. Del mismo modo, los biógrafos del español y los investigadores de la emigración liberal tampoco se han detenido debidamente en los estudios ingleses sobre el tema que nos ocupa.

Sin embargo, ambas líneas suelen contar con una referencia común. Me refiero a The Life of John Sterling de Thomas Carlyle, publicada originalmente en 1851. Se trata del primer estudio de esta amistad de Torrijos con los Apóstoles, hasta el punto de que Carlyle le dedica al español un capítulo entero y lo diferencia claramente del resto de liberales exiliados[6]. El autor —que tanto teorizó sobre el heroísmo— no conoció personalmente a nuestro protagonista, aunque pudo reunir mucha información sobre el mismo. Hay que recordar que Carlyle fue miembro del Sterling Club, al cual pertenecían antiguos Apóstoles que habían estado relacionados con la aventura, como Alfred Tennyson y Frederick Denison Maurice[7]. También es posible que Richard Chenevix Trench y la familia del propio Sterling le hablasen extensamente sobre él[8].

Carlyle quedó fascinado con Torrijos, y en ocasiones es difícil saber hasta qué punto pudo confundir sus propias impresiones con las de Sterling[9]. Lo define como un hombre valiente, de inteligencia vivaz, carácter noble y recto y muy buenos modales; lo presenta igualmente como invencible a la adversidad y decidido a mantenerse firme cuando otros desesperaban[10]. Es una descripción no muy distinta de la dada por otros que le conocieron, como Antonio Alcalá Galiano[11]; e incluso alguien tan contrario a Torrijos como Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas, le reconocía un gran valor y «bellas prendas»[12]. Los tres coincidieron también en que Torrijos había sido demasiado obstinado[13], y en esto estuvieron de acuerdo los Apóstoles que colaboraron con él, como iré exponiendo.

La literatura anglosajona que ha estudiado desde entonces a esta generación de la Cambridge Conversazione Society conocería a Torrijos a partir de la narración de Carlyle y repetiría acríticamente algunas afirmaciones erróneas sobre él. Así, por ejemplo, le atribuye una carrera diplomática que nunca tuvo[14]. Aún con esto, resulta innegable que Carlyle pudo investigar sobre el personaje a partir de conversaciones con varias personalidades que le habían tratado directamente y, en consecuencia, el retrato que hace de su carácter es bastante acertado. Las futuras investigaciones inglesas sobre los Apóstoles plantearían reflexiones nuevas e interesantes sobre la relación de Torrijos con el grupo, pero su conocimiento sobre la vida del conspirador quedó subordinado a las páginas dedicadas al mismo en The Life of John Sterling.

Así, son varios los autores anglosajones que se han aproximado al personaje y su relación con este grupo de Apóstoles. Seguramente el caso más antiguo tras Carlyle —y uno de los más notables— sea The Cambridge «Apostles», de Frances M. Brookfield (‍1906), obra que si bien comete imprecisiones, destaca por su capacidad de retratar psicológicamente a los Apóstoles que se reunieron en torno a Torrijos. Por su parte, en 1965, A. J. Sambrook publicó en la English Miscellany el artículo «Cambridge Apostles at a Spanish Tragedy». Expone planteamientos interesantes sobre las motivaciones del grupo y la admiración que sentían hacia el poeta Percy Bysshe Shelley, aunque su desconocimiento de la biografía de Torrijos es palmario.

Peter Allen sería considerablemente más prudente en su acercamiento al conspirador español en The Cambridge Apostles: The Early Years, publicada originalmente en 1978, y no intentó hacer un repaso importante de su vida previa al exilio inglés. Este autor fue también más preciso en sus detalles sobre los orígenes de la sociedad y su historia más temprana, subsanando muchos de los errores de Brookfield al respecto. En su análisis de la aventura española insistió más de lo que lo habían hecho sus predecesores en la enorme frustración que supuso para todos sus participantes.

Posteriormente, otras historias generales de la sociedad de los Apóstoles —cuya existencia se extiende al menos hasta avanzado el siglo xx —como The Cambridge Apostles: A History of University´s Elite Intellectual Secret Society, de Richard Deacon (‍1986), y The Cambridge Apostles: 1820-‍1914, de W. C. Lubenow (2007, primera edición de 1998)— concederían una importancia secundaria a la aventura española de 1830. Así, Lubenow ni siquiera menta a Torrijos, mientras que Richard Deacon en el breve espacio que le dedica repite que había sido diplomático[15]. Ya en el siglo xxi, Marion Shaw continuó con las indagaciones sobre el idealismo que les había movido a arriesgar sus vidas y colaborar en la conspiración en su interesante artículo «Friendship, poetry, and insurrection: the Kemble letters» (2009).

Quien dentro del ámbito anglosajón ha dado un giro al estado de la cuestión ha sido, sin ninguna duda, Eric W. Nye. En 2015 publicó John Kemble´s Gibraltar Journal, en donde transcribe el diario que John Mitchell Kemble escribió en Gibraltar. En dicho texto Kemble se extiende en numerosas ocasiones en Torrijos, por quien sintió un afecto profundo y a quien admiraba. Por su parte, en el estudio introductorio, Nye sí tiene en cuenta la bibliografía española sobre Torrijos y cita a Irene Castells Oliván, la historiadora que sin duda ha dedicado más páginas al personaje. También traduce al inglés fragmentos amplios de la Vida del general D. José María de Torrijos y Uriarte escrita por Luisa Sáenz de Viniegra. El autor incluye numerosas fuentes documentales en el apéndice que permiten un mayor conocimiento no solo de Kemble, sino del grupo de Apóstoles que estuvo involucrado en la conspiración. Mantiene además opiniones contrarias a las planteadas por sus colegas, pues sostiene que el líder español no era ningún don Quijote y considera que Trench, Kemble y Robert Boyd eran más que simples émulos de los poetas románticos ingleses[16].

En cuanto a la bibliografía española, nos encontramos con un vacío en la relación del conspirador con los Apóstoles. Este panorama fue denunciado por Irene Castells en un artículo publicado en Ayer[17]. Así, ni siquiera Luisa Sáenz de Viniegra hizo referencia al grupo como tal, y lo mismo puede decirse del importante opúsculo biográfico que el bibliotecario Luis Cambronero publicó en ‍1931, aunque hagan menciones aisladas de Sterling y Kemble.

Vicente Llorens sí dedicó a este tema un espacio amplio en su clásico Liberales y románticos: una emigración española en Inglaterra, 1823-‍1834, mostrándose al respecto especialmente deudor de la obra de Brookfield. No parece, sin embargo, que esta investigación haya sido tenida en cuenta por estudios más recientes sobre Torrijos. Castells no reparó en este aspecto de su vida en su monumental tesis doctoral La utopía insurreccional: las conspiraciones liberales en el sur de España durante la «ominosa década», 1823-‍1831 (1981). De hecho, al hacer un repaso de los miembros de la Junta de Gibraltar ignoró a John Kemble, que perteneció a la misma desde su llegada al Peñón en julio de 1830[18]. En su biografía de Torrijos atribuyó la fundación de la sociedad a John Sterling y a Alfred Tennyson, lo que es un error[19]. Por su parte, Francisco Javier Salmerón Giménez tampoco ha profundizado en los Apóstoles en su interesante estudio sobre el personaje[20].

La presente investigación es un ejercicio necesario para un mayor conocimiento de José María de Torrijos y su personalidad y, en consecuencia, de la emigración liberal en Inglaterra, pero sobre todo de esa juventud postnapoleónica que se sintió llamada a participar en las conspiraciones de la época, como aquella que tuvo un trágico cierre en la playa de San Andrés el 11 de diciembre de 1831. Para entonces, sin embargo, a Torrijos ya no le acompañaba ninguno de sus amigos de Cambridge; lo habían abandonado y no creían en su éxito.

¿Por qué dejaron de creer en él? Esta es una de las principales preguntas que aquí planteo, pero debe seguir a otra no menos relevante: ¿por qué comenzaron a seguirle? Para responderlas, comenzaré definiendo las particularidades de la Cambridge Conversazione Society, así como la dinámica de sus debates. Continuaré haciendo un repaso de las vidas de estos jóvenes, indagando en sus inquietudes y en lo que cada uno de ellos podía esperar de la aventura española. Concluiré respondiendo a las preguntas principales que justifican este artículo.

II. LA CAMBRIDGE CONVERSAZIONE SOCIETY[Subir]

En 1820, unos estudiantes del St. John´s College, liderados por George Tomlinson, fundaron el club universitario conocido formalmente como la Cambridge Conversazione Society. Estos orígenes han generado un interés escaso dentro de los estudios de dicha sociedad. Además —al contrario que la generación que trataría años después con Torrijos—, sus integrantes fueron de tendencia mayoritariamente tory y favorable a la Iglesia de Inglaterra[21].

En sus comienzos, «The Society» —como se la denominó en ocasiones en esa época— no destacó sobre el resto de sociedades de debate que venían formándose en las universidades de Oxford y Cambridge desde mediados del siglo xviii[22]. De hecho, con la única excepción de George Tomlinson, los primeros integrantes de la misma no fueron estudiantes brillantes[23]. Sin embargo, algunos de los rasgos más característicos del grupo estaban ya presentes en estos primeros momentos. Así, desde el principio se limitaron a doce miembros y estuvieron dominados por unos mismos intereses teológicos y literarios[24].

Contra lo afirmado por Brookfield, e incluso por Peter Allen, parece ser que el famoso apodo de «Apóstoles» sí se retrotrae a la primera generación;[25] al menos eso es lo que uno de ellos —John Punnett— señaló en 1863 en una carta dirigida a la hija de Tomlinson. Punnet afirmaba que había sido una forma que tenían de tratarse entre sí, y de hecho esta primera generación se veía a sí misma como heredera de los padres apostólicos del siglo II[26]. En todo caso, resulta probable que comenzase como una forma de ridiculizarles desde fuera y que fuese asumida rápidamente por ellos; esta es la versión del Apóstol Dean Merivale[27]. La misma parece reforzarse cuando reparamos en la novela de Frederick Denison Maurice Eustace Conway —en cierto sentido, la publicación más temprana sobre la historia del grupo—, en la cual un estudiante alemán llamado Kreutzner afirma haber pertenecido a un club universitario cuyo nombre formal era «Universal Burschenschaft» (Fraternidad Universal), pero cuyos miembros eran ridiculizados por sus compañeros con el nombre «The Patriots» que acabaron asumiendo con orgullo[28].

Poco tuvieron que ver los primeros Apóstoles con aquellos que aquí nos ocupan, hasta el extremo de que en el futuro los integrantes de la Cambridge Conversazione Society no mostrarían ningún interés en el grupo de George Tomlinson, pero considerarían digna de imitar a la reunida en torno a Frederick Denison Maurice y John Sterling[29]. Podemos incluso considerar que Maurice impulsó una refundación de dicha sociedad, a la que consiguió dar un giro decisivo tras su ingreso en noviembre de 1823. La conciencia de que el grupo sufrió entonces una transformación radical está muy presente en toda la bibliografía sobre el mismo[30]. Maurice priorizó la entrada de alumnos con un carácter más inquieto y contrario a las convenciones, a la vez que fue clave para impulsar valores que serían característicos entre los Apóstoles en adelante, como la amistad y la libertad absoluta de pensamiento y debate; valores —sobre todo el de la amistad— que son los pilares emocionales del liberalismo, como ha destacado Lubenow. Su hijo consideró a Maurice un segundo padre de la sociedad, aserto que tendría en cuenta su biógrafo Masterman[31].

Así las cosas, la Cambridge Conversazione Society comenzó a distinguirse notablemente del resto de clubes de debate a la vez que las sesiones comenzaron a celebrarse en el Trinity College, de donde provenía la mayoría de los nuevos miembros[32]. Su dinámica de funcionamiento interno suponía una réplica a los conservadores principios que entonces imperaban en la Universidad de Cambridge y en la sociedad británica, hasta el punto de tener ciertos problemas con las autoridades universitarias[33].

Dicha universidad seguía rigiéndose por los principios del privilegio y la intolerancia religiosa. Tan solo podían optar a la obtención del título universitario aquellos alumnos que una vez finalizasen sus estudios estuviesen convertidos a la fe de la Iglesia de Inglaterra. A la vez, los estudiantes que perteneciesen a la nobleza estaban eximidos de numerosas obligaciones —como la asistencia a la capilla ocho veces por semana—, e incluso para ellos la realización de exámenes era un mero trámite. Su estatus les garantizaba un trato distinguido con respecto al resto de estudiantes; podían, por ejemplo, compartir mesa con los profesores en las comidas mientras que a los becarios se les daban las sobras[34].

Frente a estos excesos estamentales, los Apóstoles reaccionaron dando una prioridad absoluta a la individualidad. Los miembros de la sociedad debían demostrar un talento extraordinario y estar dotados de una personalidad distinguida. Además, el ambiente del grupo fomentó en ellos una gran capacidad de autoconocimiento personal y una conciencia de pertenecer a una élite diferente a la tradicional: la intelectual. En un mundo que se regía por unos valores fundamentados en la exclusión y la genealogía, ellos apostaron por destacar gracias no a sus antepasados, sino a su propio talento, a su caballerosidad, sus buenas maneras, su sensibilidad y su intelecto. No tenían en cuenta la riqueza material cuando escogían a los nuevos miembros, y de hecho muchos de ellos atravesaron dificultades económicas importantes. Como alternativa al noble tradicional, los Apóstoles apostaron por un nuevo ideal de caballero valiente, franco, maduro, serio y tolerante; un hombre para un nuevo mundo liberal[35].

Para conocer mejor las ambiciones del grupo tras el paso de Maurice conviene acudir de nuevo a su novela Eustace Conway y reparar en Kreutzner, el estudiante alemán. Él mismo es en gran parte un reflejo del propio Maurice. Al igual que Maurice, Kreutzner cuenta que ingresó en la universidad después del fin de las guerras napoleónicas y que, como muchos reformadores, aspiraba a cambiar la sociedad. Sin embargo, Kreutzner consideraba fundamental que dicha regeneración comenzase en los propios individuos. El alemán comenzó su particular revolución en la universidad, donde quiso hacer conscientes a sus compañeros de su dignidad como hombres y sus obligaciones como ciudadanos, en lo que suponía un cambio de los comportamientos imperantes en los centros de enseñanza alemanes. Tras este primer paso podría purificar Alemania entera y crear así un nuevo país para todos. La revolución, por tanto, debía ser fundamentalmente espiritual y producir un nuevo tipo de hombre que derribase las viejas instituciones sociales[36].

En la novela se aprecia también una fuerte conciencia de ruptura generacional, de entrada en un tiempo nuevo. Las instituciones del pasado eran contrarias a las aspiraciones de los Apóstoles, su espiritualidad era abierta y tolerante y muchos de ellos se negaron a acatar las autoridades tradicionales. Sería el caso de Maurice y de Sterling, que abandonaron la universidad sin recibir su título para no tener que convertirse a la Iglesia de Inglaterra. Así, tanto en Eustace Conway como entre los Apóstoles había un sentimiento de enfrentamiento a un mundo que consideraban corrupto. Por ello era tan relevante la preparación de unos individuos lo suficientemente fuertes como para resistir las tentaciones que presentaba la sociedad. Los nuevos individuos debían ser heroicos y generosos[37].

Indudablemente, dentro de esta regeneración espiritual jugó un papel central la literatura en general y la poesía en particular[38]. En mayor o menor grado, todos ellos fueron poetas y tuvieron como referentes a los grandes del romanticismo inglés. Como ellos, estos poetas estaban obsesionados con el autoconocimiento y fueron portadores de ideas políticas contrarias al orden vigente[39]. De hecho, la adhesión a la aventura española debió mucho a la admiración que sentían hacia Shelley y Byron, que habían participado en procesos revolucionarios en el continente y habían puesto en práctica una nueva moral enérgica que pretendía regenerar el mundo[40]. La experiencia sería poéticamente estimulante para los Apóstoles, quienes escribieron versos a lo largo de la misma, algunos de muy alta calidad, como los de Tennyson. De hecho, el propio Torrijos se haría poeta en Inglaterra y cabe preguntarse hasta qué punto su amistad con los Apóstoles le pudo animar a componer algunos versos, como el soneto recogido en el archivo malagueño Legado Díaz Escovar[41].

No extraña, por tanto, que Torrijos sorprendiese notablemente a estos Apóstoles. Tal y como ha planteado Raquel Sánchez, el general se amoldaba perfectamente al ideal de héroe romántico, decidido como estaba a afrontar la adversidad y a renunciar a su elevada posición social y riquezas en su lucha por los nuevos valores de libertad y patriotismo[42]. Su trato con los Apóstoles de Cambridge se retrotrae al menos a 1827[43]. Para esa época Torrijos empezaba a estar de manera continuada en Londres e iniciaba una incansable actividad conspirativa, animado como estaba por las noticias revolucionarias que llegaban entonces de Portugal tras la muerte el año anterior de Juan VI. Era entonces un hombre diferente a aquel que había llegado agotado a Inglaterra en 1824. En los años anteriores, el general, provisto de una gran cantidad de tiempo libre, se había dedicado a estudiar mucho, así como a reflexionar sobre sí mismo[44]. Dedicó además ese tiempo a traducir a Napoleón Bonaparte e incluso a preparar una biografía sobre el desaparecido emperador. Casi con total seguridad, la suya es la primera traducción al español de las Mémoirs pour servir à l`histoire de France sous Napoléon dictadas por el corso a sus generales, el barón Gourgaud y el conde de Montholon durante su exilio en la isla de Santa Elena, aunque no pudo publicar estos trabajos.

En dicha biografía, así como en una carta en la que Torrijos pedía ayuda a su amigo el general William Miller para editar su traducción y sacarla a la venta, el español expuso sus ideas sobre el carácter heroico de que debían estar dotados aquellos líderes que, como él, buscaban restablecer el orden liberal en sus países. Al respecto, las aspiraciones de Torrijos tenían similitudes importantes con las que expondría poco después Maurice en Eustace Conway a través del estudiante Kreutzner. Consideraba que un gran hombre dotado de valor y virtud cívica podría hacer frente a la adversidad y regenerar su patria[45]. Dicha patria, España, era objeto además de gran interés y simpatía por parte de la opinión pública británica después de la irrupción revolucionaria de 1820 y su espectacular aborto en 1823[46].

Los Apóstoles encontraron más fácil posicionarse políticamente en los asuntos de España que en los de Gran Bretaña. No les gustaban las políticas que se tomaban en su propio país, pero tampoco les resultaba fácil formarse un criterio sobre las crecientes contestaciones internas que se estaban dando y que acabarían desembocando en una importante revuelta campesina a finales de 1830[47]. Sin embargo, hay que recalcar que no toda aquella generación de Apóstoles se sumó a la aventura y que algunos como William Blakesley, Richard Monckton Milnes y George Stovin Venables la miraron con especial recelo desde el principio[48].

Pero una parte importante de los Apóstoles sí quedaron fascinados con el español y decidieron colaborar con él. Como ya señaló Brookfield, Torrijos se amoldaba perfectamente al ideal de heroísmo que tenían y se dejaron seducir por la causa en pro de la libertad que representaba[49]. Además, la personalidad del conspirador era magnética y sus modales cortesanos resultaron irresistibles para unos estudiantes que apenas rondaban los veinte años y tenían una limitada experiencia del mundo. Como bien apreció Carlyle, se trataba de jóvenes fervientes dirigidos por un hombre ya curtido[50]. Téngase en cuenta que Maurice, el mayor de ellos, tenía veintiseís años cuando terminó la aventura el 11 de diciembre de 1831.

Como tiempo después enfatizaría Irene Castells, Torrijos estaba decidido a enfrentarse al absolutismo de Fernando VII se presentasen las dificultades que se presentasen, lo que le llevó a sobresalir por encima del resto de líderes de la emigración liberal[51]. Era el héroe que ofrecía a los Apóstoles la oportunidad de convertirse ellos mismos en héroes. En medio de aquella Inglaterra conservadora, Torrijos era la personificación de ese espíritu renovado que ayudaría a destruir las instituciones tradicionales que evitaban el despliegue del talento individual.

III. FREDERICK DENISON MAURICE Y JOHN STERLING[Subir]

Finalmente no participó en la aventura española, pero resulta imposible entender la colaboración de los Apóstoles de Cambridge con José María Torrijos sin Frederick Denison Maurice, quien, como ya he expuesto, puede considerarse el padre moral del grupo.

Brookfield lo definió como un pensador profundo e infatigable, dotado de una personalidad rara de encanto ascético y amplia cultura filosófica[52]. La complejidad de su carácter y sus ideas ha llevado a distintos autores a darle las definiciones más contradictorias. Así, Brookfield sostuvo que había sido un firme defensor del sufragio femenino y Peter Allen lo considera un político de izquierdas y un reformista radical, muy preocupado por los excluidos[53]. En cambio, su hijo negó que su padre hubiese sido afín a las posturas del radicalismo inglés, como había sostenido Thomas Carlyle[54]. En la misma línea, su biógrafo Masterman afirmó que sus simpatías hacia los liberales se habían debido al trato injusto que entonces sufrían, no a ninguna reciprocidad de ideas. Maurice habría sido fundamentalmente un místico y en su vida madura sus propuestas irían por derroteros muy distintos a los señalados por el liberalismo y la democracia[55].

Nació en 1805 en Normanstone, hijo de Michael Maurice, clérigo unitario que había celebrado la caída de la Bastilla en julio de 1789 y que simpatizó con el proceso revolucionario francés. La infancia del joven Frederick fue difícil: leyó la Biblia con asiduidad, pero creció en un ambiente rígido y austero. En el futuro, lamentaría que nunca pudo ser un niño y le escribió a su hijo que en sus primeros años careció de libertad[56]. De hecho, su llegada a la Universidad de Cambridge en 1823 fue difícil y le costó adaptarse, pues hasta ese momento había vivido en un entorno especialmente cerrado[57].

Ya demostró preocupación por los acontecimientos de España en su primer año en la universidad, que coincidió con la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis. Su simpatía por la causa constitucional queda bastante clara, pues se refirió a aquel acontecimiento como «the fall of Spain»[58]. Este interés se retrotraía a 1822, ya que había tenido ocasión de conocer a liberales españoles que eran pupilos de su padre[59].

En la universidad se mostró como un joven tímido, pero supo rodearse de un pequeño círculo de amistades[60]. Particularmente estrecha fue su relación con el irlandés John Sterling, con quien iría a Londres en 1827 tras concluir sus estudios. Ninguno de los dos quiso recibir su título, pues ello les habría exigido convertirse a la Iglesia de Inglaterra. Ya en la capital, ambos se embarcaron en el proyecto de editar la revista Athenaeum, la cual les sirvió para dar publicidad a la causa de los emigrados españoles. Según su hijo, todos los artículos que publicaron sobre la causa española en 1828 se deben a Maurice. Son textos en los que insiste en que el liberalismo español no difería especialmente de las principales corrientes inglesas whig y tory, y que suponía una garantía frente a la arbitrariedad, la anarquía y la democracia[61].

Esta actividad parece contradecir el aserto de Brookfield de que Maurice, aunque había conocido bien a los emigrados, nunca les había tenido simpatía, probablemente porque su padre se había arruinado comprando bonos españoles[62]. La realidad de por qué Maurice no se sumó a la conspiración es, sin embargo, bastante más compleja. Aquellos primeros años en que se encontraba en Londres, Maurice estuvo imbuido de un fuerte entusiasmo, de un desprecio por la sociedad en que le había tocado vivir y un deseo de hazañas heroicas. Pero en 1828 Maurice se hundió en una depresión por toda una serie de desventuras personales, de las cuales la ruina económica de su padre quizá no era la más grave. La revista Athenaeum resultaba un fracaso absoluto y, además, su hermana Emma se estaba muriendo. Llegó a considerar que toda su vida era un fracaso, hasta el punto de optar por ordenarse sacerdote de la misma Iglesia de Inglaterra que hasta ese momento había rechazado[63]. Es posible que en otras circunstancias se hubiese decidido a participar en la conspiración. Quien sí se comprometió plenamente fue su amigo John Sterling.

Este joven irlandés impresionaba a cuantos le trataban. La actriz Frances Anne Kemble, hermana de John Mitchell, lo recordaba como el Apóstol de conversación más brillante, dotado de un espíritu vivaz que contrastaba con su pobre salud[64]. Por su parte, Thomas Carlyle anotó que fue un hombre activo, rápido de palabra, impulsivo y ágil de pensamiento, aunque también remarcaba su mala salud y su poca constancia[65]. Brookfield resaltó que su elocuencia era hipnótica y que demostró una gran capacidad para encontrar apoyos a la causa de Torrijos[66].

No hay ningún gran logro en toda la vida de John Sterling. Fracasó como poeta, fracasó como conspirador y fracasó como reformista en sus intentos de establecer un sistema de enseñanza para los esclavos de la isla de St. Vicent. Con 38 años falleció de una tuberculosis. Y, sin embargo, es cierto que causó una enorme impresión en cuantos lo conocieron. Su temprana muerte desencadenó una sensación de desasosiego entre sus amigos, que consideraban que esta le había impedido hacer grandes cosas. Ello explica el ansia de preparar una biografía sobre el personaje, tarea que quisieron emprender personalidades de la talla de Ralph Waldo Emerson y John Stuart Mill. Una primera vida de Sterling vio la luz en 1848, firmada por Julius Hare; el resultado no fue del gusto de Thomas Carlyle, que tenía la suya preparada ya para 1851 y fue muy bien recibida por la crítica. En 1941, Anne Kimball Tuell preparó una nueva biografía a partir de un material inédito que le había procurado una nieta de Sterling. En 1966 Alex R. Vidler denunció una necesidad de nuevas obras sobre su vida que no tengo constancia de que se haya cubierto[67].

Nació en 1806 en Kaimes Castle en un entorno familiar especialmente religioso que le inculcó un firme sentido del deber[68]. Comenzó sus estudios en la Universidad de Glasgow en 1822, pero en 1824 ingresó en Cambridge, residiendo en el Trinity College, donde por entonces la sociedad de los Apóstoles se estaba renovando[69]. Sterling entró en la Conversazione Society en noviembre de 1825, recomendado por Maurice[70].

La universidad le decepcionó profundamente, lamentaba el bajo nivel de las lecciones teológicas, así como las obligaciones de asistencia constante a capilla; las consideraba contraproducentes a un nivel espiritual[71]. Al igual que Maurice, Sterling jugó un papel importante en la renovación el grupo. Destacó también por un espíritu místico fuertemente influido por las ideas del poeta Coleridge, a quien conoció en 1828. El mismo año conoció a Wordsworth, el otro gigante del lakismo inglés[72].

Tras concluir sus estudios en 1827, partió a Londres en compañía de su amigo Maurice. Comenzó una carrera profesional como periodista —hijo como era de Edward Sterling, un articulista del Times—. Expuso entonces ideas especialmente exaltadas que clamaban por el fin de los tronos obsoletos y la Iglesia y colaboró con revistas importantes[73]. Se embarcó también con su colega en el proyecto editorial del Atheneaum y en otras aventuras literarias que tuvieron el mismo escaso éxito. Esta es la época en que se afianza su compromiso con los emigrados españoles y especialmente con Torrijos, que, como ya he señalado, empezaba entonces a alzarse como un líder conspirador en la capital británica. Sterling llevaba tratando con liberales refugiados al menos desde 1825, pero la primera prueba de su colaboración activa con ellos es una carta dirigida a su padre y fechada el 2 de mayo de 1827[74].

Todas estas actividades, llevadas a cabo con ahínco a pesar de su salud —que se fue resintiendo considerablemente— llevaron a Hallam Tennyson, el hijo de Alfred Tennyson, a sostener que Sterling había instituido una cruzada contra el frío egoísmo de su tiempo[75]. Con ese espíritu, decidió comprometerse plenamente con Torrijos, de quien llegó a hacerse íntimo en un momento en que se hallaba personalmente desorientado y sin ideas muy claras sobre su propio futuro[76]. Ciertos autores anglosajones han señalado que Torrijos era amigo de Edward Sterling y que era invitado frecuente en su casa de South Place, donde habría conocido al joven John. Kimball Tuell no fue tan categórica ni precisa, aunque sí estipuló como probable que se conociesen gracias al padre[77].

Peter Allen considera que Sterling era una persona muy insegura emocionalmente cuando se convirtió en conspirador[78]. Este aserto parece confirmarse cuando apreciamos que cierta correspondencia de esos momentos le muestra agotado y harto de Inglaterra[79]. Ya en 1830 Richard Trench le explicaría al Apóstol William Donne que Sterling era el más comprometido de todos con la causa española, pero que en el fondo estaba desesperado y no tenía verdadera fe en el éxito[80]. Sea como fuere, Sterling resultó fundamental para conseguir fondos y promocionar al liberalismo español. De hecho, consiguió llamar la atención de figuras célebres como el poeta Thomas Campbell y el filósofo John Stuart Mill. También puso su casa en Knigtsbridge a disposición de los conspiradores para que celebrasen allí reuniones. Tanto en esta promoción de la causa como en la búsqueda de fondos sí contó con la ayuda de Maurice, además de otros Apóstoles como Arthur Hallam, John Kemble y James Spedding[81].

Dentro de esta incansable actividad de proselitismo y búsqueda de apoyo financiero, John Sterling ganó un adepto más: su primo Robert Boyd. Provenía este de una acaudalada familia del Ulster y había estado destinado como alférez en el 65.º Regimiento del Ejército de Bengala desde el 5 de abril de 1825, y al año siguiente fue ascendido al puesto de teniente[82]. Carlyle señaló que había abandonado el Ejército de la India por una afrenta o algún otro disgusto. Había heredado entonces una pequeña fortuna y estaba ansioso de aventuras, y su primo le dijo que si buscaba una, quien podía ofrecérsela era Torrijos. Este le impresionó como había impresionado a los Apóstoles y Boyd donó la herencia íntegra a los revolucionarios, acontecimiento que también recoge Sáenz de Viniegra, autora que añadía que Boyd había combatido además en Grecia y le recordaba con cariño como un «generoso amigo de la libertad». La viuda de Torrijos recoge documentación en la que se señala explícitamente que Boyd donó toda su herencia, la cual sumaba 4000 libras —no 5000, como anotó Carlyle erróneamente—. Esta donación tuvo lugar en una sesión de la Junta de Londres a comienzos de 1830 en la que Boyd estaba acompañado de Sterling[83].

Estos años en que se involucró plenamente en la conspiración de Torrijos supusieron un gran estrés para Sterling, hasta el punto de que Brookfield considera que fueron los años más infelices de su vida[84]. La correspondencia recogida de Richard Trench parece avalar esa impresión, y Arthur Hallam también indicó a Tennyson en octubre de 1830 que el estado de Sterling no era bueno[85]. Del mismo modo, Fanny Kemble señaló en una carta del 9 de enero de 1831 que llegaron a temer por su vida por el considerable resentimiento de su salud. En la misma carta, la actriz cuenta el incidente de la fragata Mary, que guardaba las armas y fondos reunidos para los revolucionarios españoles[86]. Dicha fragata había sido alquilada con el dinero aportado por Robert Boyd a la firma Gerard and Hutt y debía haber llevado a Torrijos a Gibraltar, pero el 29 de julio de 1830 fue requisada por las autoridades británicas[87].

Se desmantelaba así prácticamente toda la ayuda de John Sterling a su amigo español. El irlandés siguió colaborando en la medida de sus fuerzas. Asumió toda responsabilidad legal por la intercepción de la fragata y llevó en bote a Torrijos a Francia, donde acababa de triunfar la revolución de 1830; nunca volverían a verse. Sin embargo, emocionalmente Sterling se encontraba cada vez más desesperado y, en consecuencia, su salud se agravó[88].

Los revolucionarios llegaron a Gibraltar sin armas, lo que seguramente supuso un motivo serio de ansiedad para Sterling, quien sintió una inmensa culpa por los fusilamientos del 11 de diciembre de 1831. En una carta a Richard Trench, fechada en febrero de 1832, señaló explícitamente que Robert Boyd era su víctima[89]. De esos momentos es otra carta a su hermano Anthony citada por Carlyle, en la que apunta: «I hear the sound of that musketry; it is as if the bullets were tearing my own brain»[90]. El desenlace de una aventura de la que no volvería a hacer mención le llevó a considerar toda su juventud como un completo fracaso[91].

IV. ALFRED TENNYSON Y ARTHUR HALLAM [Subir]

La participación en la aventura española de uno de los poetas ingleses más notables de todo el siglo xix y su mejor amigo no fue, desde luego, tan intensa ni relevante, pero nos puede ayudar a comprender mejor la impresión que causaron Torrijos y la causa liberal española dentro del grupo de los Apóstoles.

Hijo de un reverendo de Somersby especialmente culto, imaginativo hasta la demencia y peligrosamente alcohólico, Alfred Tennyson en absoluto tuvo una infancia fácil. Creció en un entorno familiar fuertemente dominado por los demonios internos de su padre, George Clayton, que arrastraba la humillación de haberse visto apartado desde niño, y sin motivo aparente, de la riqueza familiar. Esto había sido así a pesar de ser el primogénito; además, George se había visto forzado a seguir una carrera eclesiástica que nunca le satisfizo.

Sobre estos primeros años es sumamente relevante la información aportada por Hallam Tennyson, quien señaló que de niño Alfred firmaba cartas como don Quijote dirigidas a Dulcinea y que a los catorce años ya estaba escribiendo un drama cuya acción transcurría en España[92]. El interés de Tennyson por lo español se extendía a otras facetas, pues muy joven adoptó como vestimenta habitual el sombrero de ala ancha y la capa negra típicas del país ibérico. Esta última prenda sería habitual en él el resto de su vida[93].

Tennyson también demostraría en sus primeros años una ferviente admiración hacia Lord Byron y Percy Shelley, tanto por su lírica como por su osadía política[94].Así, los poemas más tempranos de Tennyson están dominados por la exaltación política que había caracterizado a sus referentes. Un ejemplo es Written During the Convulsions in Spain, escrito en torno a 1820 con motivo de la revolución española[95]. Esta temprana faceta poética le haría resaltar desde el principio en la Universidad de Cambridge, adonde llegó en noviembre de 1827 como autor publicado, pues para entonces había visto ya la luz los Poems by Two Brothers[96].

Más que ninguno de los Apóstoles, Tennyson labraría su imagen poética en la universidad. Consiguió ser premiado por su Tombuctú, y los versos que preparó en esa época se ganaron la admiración de la unanimidad de sus compañeros de la Cambridge Conversazione Society[97]. Continuó también dando muestras de un entusiasmo político que no empezaría a remitir hasta 1830. Su hijo recordaría que Alfred fue entonces favorable a la convención contra la esclavitud y contrario a las políticas conservadoras, aunque sentía a la vez una admiración sincera hacia lord Wellington que mantuvo el resto de su vida[98].

Tennyson estaba comenzando entonces una carrera poética por la que no sería verdaderamente reconocido hasta 1850, y hasta ese momento pasaría por fases de verdadera precariedad económica. Pero, fiel al espíritu de los Apóstoles, estaba decidido a ser poeta y a soportar el clasismo despreciativo de la sociedad británica. Como bellamente apuntó sobre él Brookfield, habría sido un gran hombre aunque no hubiera escrito un solo verso. Tenía la nobleza, la fuerza, la individualidad y la complacencia de la grandeza[99].

Tennyson ingresó en la Cambridge Conversazione Society en octubre de 1829, aunque la abandonó en febrero de 1830 por haber sido incapaz de entregar sus ensayos a tiempo. En los apenas cinco meses en que fue miembro parece ser que sus intervenciones fueron escasas y breves[100]. Sin embargo, dentro de la misma pudo haber afianzado su amistad con John Kemble, que también participaría en la aventura española. En el futuro tendría una relación estrecha con Richard Trench, que acompañaría a Kemble y a Torrijos en Gibraltar. Sin embargo, el amigo que le impulsó decisivamente a sumarse a la conspiración fue Arthur Hallam, quien había sido aceptado entre los Apóstoles en mayo de 1829[101].

Efectivamente, Arthur Henry Hallam fue decisivo a la hora de encartar a Tennyson entre la Conversazione Society, primero, y en la aventura española después[102]. Su amistad —especialmente relevante para las letras inglesas— iba a ser una experiencia que Christopher Ricks ha definido como monumental en la vida de ambos[103].

Arthur Hallam fue el más joven de los Apóstoles aquí estudiados —había nacido en 1811—, y sería también el primero en morir, pues un inesperado derrame cerebral puso fin a su existencia un día de septiembre de 1833 en Viena. En esos 22 años estuvo sometido a la firme autoridad de su padre, el historiador Henry Hallam.

Efectivamente, este impuso a Arthur una educación tan intensa como agobiante desde su más tierna infancia. Así, el joven tenía ya a los siete años un correcto nivel de francés y latín. También consiguió alcanzar, al igual que Tennyson, un buen nivel de español. Y dominó el italiano: era capaz de componer correctos sonetos en ese idioma e incluso hizo traducciones de fragmentos de Dante al griego. Desde los dieciséis años comenzó a mostrar síntomas de depresión, la cual incluso le obligaría a detener temporalmente sus estudios en Cambridge[104].

Antes de acudir a dicha universidad, Arthur había estudiado en Eton, donde mostró simpatías políticas de tendencia whig. En 1827, en un viaje con su padre por Italia, dejó ya constancia de su rechazo a los sistemas absolutistas restablecidos tras la revolución de 1820, así como de su repulsa al papel que la connivencia británica había jugado en el fin de dicha experiencia revolucionaria[105].

La aspiración de Henry Hallam a tener un control absoluto sobre su hijo está detrás de que este se inscribiese en Cambridge. Todos sus amigos continuaron su formación en Oxford, pero Henry recelaba de estas relaciones y quiso cortarlas mandándole a otra universidad. También desaprobaría en los años siguientes el interés que su hijo mostró en la metafísica y la poesía,[106] impidió que colaborase en un libro de versos con Tennyson y tampoco aprobó el noviazgo que en esos años comenzó con Emily, la hermana de Alfred.

No resulta sorprendente, por tanto, la sospecha de su biógrafo Martin Blocksidge de que Arthur Hallam decidió sumarse a la conspiración de Torrijos interesado principalmente en contrariar la voluntad de su padre —que de haberlo sabido lo habría prohibido—[107]. Seguramente fue introducido en la causa por John Sterling[108], y asumió un papel en la aventura que él mismo reconoció que fue menor[109]. Debía acudir al Pirineo a pasar fondos y noticias a los revolucionarios que entonces se reunían en la frontera española con el beneplácito de la nueva monarquía francesa de Luis Felipe de Orleans. Convenció a Tennyson —que nunca había salido de Inglaterra— para que le acompañara. Partieron al continente el 2 de julio de 1830[110].

Parece ser que vivieron la experiencia fundamentalmente como unas vacaciones, e incluso algunos autores han querido ver en el viaje una finalidad homosexual[111]. De hecho, aprovecharon la oportunidad para ir a París y a la costa mediterránea. Poéticamente fue muy provechosa, y Tennyson sacó inspiración para componer piezas importantes como CEnone y Mariana in the South[112].

Desde un punto de vista político, se ha recalcado que ambos Apóstoles quedaron especialmente horrorizados con un revolucionario que conocieron en el Pirineo llamado Ojeda, que lo único que quería era matar sacerdotes. De hecho, ambos dejaron de creer en las posibilidades de éxito de la aventura una vez volvieron a Inglaterra en septiembre[113].

No significa esto que no hubiesen prestado atención a los problemas internos de la conspiración. En una carta fechada el 2 de diciembre de 1830 y dirigida a Richard Trench[114], Hallam afirma haber tratado con hombres de Francisco Valdés y supo apreciar las envidias que imperaban entonces entre los conspiradores españoles. Al respecto, encuentro verdaderamente sugerente la siguiente afirmación: «A certain friend of yours was looked upon with no very amicable eyes»[115]. Muy probablemente se está refiriendo a Torrijos, a quien Trench tenía como amigo y quien se había ganado la animadversión y recelo de emigrados importantes. Su enemistad con Espoz y Mina, uno de los principales líderes entonces en el Pirineo, es bien conocida.

Pero, además, al regresar a casa tomaron verdadera conciencia del riesgo que suponía para sus vidas seguir a Torrijos. Para cuando alcanzaron de nuevo Inglaterra, sus compañeros Richard Trench y John Kemble estaban en Gibraltar. Tennyson y Hallam se asustaron cuando llegaron noticias falsas de que Kemble había sido capturado y Tennyson inició incluso gestiones para contactar con el cónsul inglés en Cádiz para intentar liberarle[116]. Hallam escribió a Trench con ansiedad pidiéndoles que volviesen y mostrando horror y desconcierto ante el empeño de Torrijos, así como sorpresa por el hecho de que aún tuviese seguidores[117]. La prolongada negativa de regresar por parte de Kemble fue un motivo de angustia para sus amigos y para su familia, pero John en esos días finales de 1830 estaba completamente seducido por el heroísmo de Torrijos.

V. RICHARD CHENEVIX TRENCH Y LOS KEMBLE[Subir]

Richard Chenevix Trench fue el Apóstol con mayor conocimiento de la realidad española contemporánea. Tenía un buen nivel de español que aprendió tomando como profesor a un emigrado y había estudiado literatura castellana. En sus años en Cambridge llegó a ser muy amigo de John Sterling, quien le emabarcaría en la conspiración poco después de que concluyese sus estudios universitarios[118].

Especialmente observador, a finales de 1829 inició un viaje de ocio por España y demostró una gran capacidad de análisis en su correspondencia de esos días, la cual fue editada por Maria Trench en 1888.

Quien llegaría a ser arzobispo de Dublín en 1863 apreció el peso que tenía entonces la oposición más reaccionaria, a la que define ya como carlista[119]; y fue incluso capaz de predecir la revolución y la guerra civil que seguirían a la muerte de Fernando VII[120]. Aprovechó también para reflexionar sobre los planes de Torrijos, que consideró inviables antes incluso de seguirlo a Gibraltar. En una carta a su padre de septiembre de 1829 dio cuenta de la existencia del Cuerpo de Voluntarios Realistas y señaló que Torrijos solo debería intentar adentrarse en el país si lo hacía bien armado[121]. En su opinión, España no estaba preparada para un régimen liberal[122].

Y, sin embargo, al volver a Inglaterra en junio de 1830 decidió ir a Gibraltar y sumarse a los revolucionarios de Torrijos. No lo hizo por convencimiento político, sino para combatir al hastío y al aburrimiento. Según esperaba en el puerto de Southampton para abandonar de nuevo Inglaterra le explicó al Apóstol William Donne que lo único que quería era acción, acción y acción[123]. No avisó a su padre sobre adonde se dirigía[124].

En aquella Europa postnapoleónica, dominada por regímenes conservadores, la realidad cotidiana se hacía insoportable para cierta juventud que había crecido oyendo las historias de las gestas y aventuras propias del período inmediatamente anterior. Las conspiraciones y proyectos revolucionarios parecían ofrecer una alternativa para esta generación frustrada y desorientada de la que Trench era un ejemplo excesivo. Se trataba de una generación que había tomado conciencia de sí misma en el grisáceo y aburrido mundo de la Restauración y que estaba ansiosa de heroísmo y de una individualidad sublime y dotada de grandeza. Estos rasgos parecían no tener cabida en aquella sociedad que condenaba a la amargura, la soledad y la incomprensión a los espíritus más inquietos[125]. El contenido político de los proyectos que animasen actitudes románticas y desafiantes era, en última instancia, secundario. Trench permaneció en Gibraltar hasta febrero de 1831, allí estaría acompañado del Apóstol John Mitchell Kemble, de una personalidad muy distinta a la suya.

Para conocer a John Mitchell Kemble, su carácter y sus orígenes, se hace del todo necesario comenzar con una presentación de su hermana Frances Anne Kemble. Esto es así por varios motivos, siendo el más importante el hecho de que cuenta con un gran número de biografías debido a la relevancia que alcanzaría en el futuro como destacada antiesclavista en los Estados Unidos. Dichos estudios biográficos aportan información muy interesante sobre la familia Kemble y sobre la adolescencia de John.

Pero Fanny, como la llamaban, tuvo también una relación muy estrecha con aquella generación de Apóstoles, con quienes compartía un mismo interés por la poesía y con quienes mantuvo largas conversaciones[126]. La hermana de John Mitchell dejó buena constancia de la creciente politización de su hermano mayor y de sus impresiones sobre la aventura española en la correspondencia que por esos años mandaba a su amiga irlandesa Harriet St. Leger. Dicha correspondencia está recogida en los Records of a Girlhood que publicó muchas décadas después.

Los Kemble provenían de una familia de actores y empresarios del espectáculo. Aunque eran especialmente importantes dentro del teatro inglés, no dejaban de tener un cierto desprecio por su propia profesión, la cual carecía entonces de respetabilidad. Por tanto, Charles, el padre de los Kemble que aquí tratamos, dirigió la educación de sus hijos con una mentalidad clara de ascenso social[127].

Probablemente jugó un papel relevante en la exaltación política de John Kemble esta problemática relación con sus orígenes. Su familia había optado por cubrir con un velo muchos aspectos de su pasado llevados por el deseo de medrar. Al respecto, es notable que su madre, Marie-Thérèse Decamp, dijese ser hija de un aventurero francés que habría participado en la invasión de Suiza para irse después a Inglaterra con un noble inglés del que se había hecho amigo íntimo. En realidad, era hija de un flautista. Por su parte, Charles Kemble ocultaba el origen católico de la familia, así como cualquier otra singularidad que le pudiese procurar algún problema[128].

En esos primeros años de su vida, Fanny mantuvo una relación estrecha con su hermano mayor, hacia quien sentía verdadera admiración[129]. Este era tímido, pero también exuberante y excesivo en todo cuanto hacía. Se quitaba el sombrero siempre que pasaba delante de la casa de sus vecinos Jeremy Bentham y John Stuart Mill y admiraba profundamente las teorías utilitaristas del primero de ellos, que perseguían una consecución progresiva y racional de reformas que acabasen con el sistema de privilegios, pero evitando riesgos revolucionarios. En el momento de ir a Cambridge aspiraba a ser abogado. Acudió a dicha universidad con una sólida formación clásica adquirida en el Grammar School of Bury St. Edmund[130].

Kemble ingresó en los Apóstoles recomendado por John Sterling. En dicha sociedad comenzó a destacar por su capacidad para la oratoria, por su pasión por el idealismo alemán y por sus intereses en la política, siendo muy crítico con el sistema de privilegios y el poder de la Iglesia, pero también con los excesivos gastos en la armada y el ejército. Tal era su ímpetu político, que Arthur Hallam se quejaría de su carácter impulsivo[131]; y no fue el único de sus compañeros que lo vio como un demagogo[132].

En el verano de 1827, John comenzó a dar motivos de preocupación a sus padres y hermana por su radicalismo político[133]. Cabe preguntarse si ya para entonces John había conocido a Torrijos; a fin de cuentas, por esas fechas Sterling —que le había patrocinado para entrar en la Conversazione Society y lo incluiría posteriormente en la conspiración— estaba animando a sus amigos a colaborar con los emigrados españoles.

Al igual que John Sterling, Kemble estaba especialmente desorientado cuando concluyó sus estudios en Cambridge. La obtención definitiva de su título se vio retrasada por la irreverencia de este hijo de actores, ya que en sus exámenes finales criticó con temeridad principios políticos y teológicos que las autoridades universitarias consideraban incuestionables. Viajó entonces por Alemania, de donde volvió con varias canciones revolucionarias de aquel país[134].

En mayo de 1830, Kemble partió a Londres animado por Sterling; este también terminó de convencerlo de que debía unirse a la aventura española. En la capital británica trató directamente con Torrijos, quien le dio instrucciones y le preparó cartas de recomendación para que pudiese presentar en la Junta de Gibraltar una vez llegase al Peñón. Partió de Falmouth el 9 de julio y llegó a su destino una semana después. En casa dijo que se iba a Norfolk a estudiar teología[135].

No me propongo en este artículo reconstruir el paso de John Kemble por Gibraltar, sino dar cuenta de sus impresiones sobre Torrijos, acerca del que escribió extensamente en el diario que llevaba entonces y que ha recuperado Eric W. Nye. Por su parte, Fanny también se fue formando en esos meses una idea de este conspirador español al que no conoció nunca, pero sobre quien mantuvo conversaciones con varios Apóstoles y de quien le llegaban noticias de Gibraltar.

Entre los expedientes policiales de la Administración absolutista, se recoge el informe de un espía que reparaba en que algunos líderes liberales de la emigración —concretamente Javier Istúriz y Antonio Alcalá Galiano— consideraban que la mayor debilidad de Torrijos era su gusto por los aduladores[136]. Sería más preciso señalar que lo que caracterizaba al general era un convencimiento pleno de que tendría éxito, así como una gran capacidad para transmitir esta fe en la victoria final a un pequeño grupo de leales que le consideraban un hombre extraordinario. Es importante entender esto para comprender su relación con John Kemble, cuyo diario es una fuente muy útil para conocer cómo Torrijos era capaz de mantener elevado el ánimo de sus compañeros a pesar de los constantes fracasos que se irían sucediendo hasta diciembre de 1831.

A lo largo de estas páginas, John deja claro que considera a Torrijos como alguien muy diferente del resto de conspiradores españoles, a quienes define como egoístas. De hecho, la tardanza en llegar del general (no alcanzó el Peñón hasta septiembre) fue para él un motivo de desesperación. El 28 de agosto anotó: «Since the moment that I have engaged with these people, I have never seen a man: all but Torrijos are mere eunuchs»[137].

Una vez Torrijos estuvo presente, Kemble fue haciendo una descripción de un personaje por el que sentía auténtica admiración. Así, el 7 de septiembre anotó que le impresionaba la vasta cultura del español, así como la calidez que en su trato manifestaba hacia él y hacia Richard Trench, en contraste con el desdén con que les miraban el resto de revolucionarios[138]. El 2 de octubre añadió, aún más admirado, que se comprometería con Torrijos antes que con cualquier otra persona y que diez minutos de conversación con el mismo animaban el espíritu de todos; tenía una capacidad extraordinaria para mantener la esperanza alta y muchos iban a él en busca de consuelo[139].

Sin embargo, la fe de Kemble en las posibilidades de un éxito revolucionario en España empezó a dar muestras de inconstancia. El 22 de noviembre anotó que no creía que el país estuviese preparado para albergar instituciones constitucionales[140]. Pero a la vez, su confianza personal en Torrijos aumentaba: en cada conversación el general alimentaba los sueños de glorias de su amigo inglés y de llevar la revolución a todos los rincones de Europa[141]. Directamente, Torrijos era para Kemble un hombre extraordinario, imposible de desanimar y de desconcertar, tal y como recogió en las entradas del 2 y el 7 de diciembre de 1830[142]. Pero según se fueron sucediendo los desastres, la firmeza de Torrijos comenzó a preocupar a Kemble. El 23 de enero de 1831 varios compañeros insistieron al general en que no podían conseguir absolutamente nada[143]. Las descripciones que le dedicaba John comenzaron a ser más amargas. Frustrado políticamente y desengañado por una tormentosa relación sentimental con una chica del lugar, John Kemble decidió abandonar Gibraltar el 9 de mayo de 1831.

Por su parte, en la correspondencia reunida en los Records of a Girlhood Fanny no ve en Torrijos a un héroe, sino a un peligro para la reputación y la propia vida de su hermano, así como un motivo más de preocupación para sus padres, que entonces atravesaban por dificultades económicas verdaderamente acuciantes. Como ya he expuesto, el temor era compartido por Arthur Hallam y Alfred Tennyson; también por Richard Trench, que hizo todo lo posible por convencer a Kemble de abandonar Gibraltar con él en febrero[144]. Seguramente, Sterling también estuvo angustiado por él. De repente, Torrijos les daba miedo.

VI. CONCLUSIONES[Subir]

La confirmación en Inglaterra a finales de diciembre de 1831 del fusilamiento de Torrijos y Robert Boyd supuso un duro golpe para los Apóstoles. Lo lamentaron sinceramente, pero a la vez coincidían en que España no estaba preparada para el cambio político. Al respecto, Fanny Kemble anotó que quizás era lo mejor: Torrijos solo habría vivido para convencerse de la amarga realidad de que sus compatriotas no querían la revolución[145]. Poco después, Maurice haría decir a un liberal español de su novela Eustace Conway que su país estaba condenado, y solo un loco pensaría que podría salvarlo[146]. El loco era Torrijos.

Y, sin embargo, habían llegado a creer fervientemente en él. Torrijos personificaba el ideal de nuevo caballero por el que habían clamado en sus debates en la Conversazione Society. También correspondía a aquel modelo de hombre que resistía las tentaciones de una sociedad corrupta y decadente a la que se proponía dar una nueva forma. Era, además, un héroe de la libertad, dispuesto a renunciar a toda comodidad y bienestar y a abrirse paso por sus propios méritos personales, no por los de sus antepasados. Pero, por encima de todo, el líder liberal español les ofrecía la oportunidad de evadirse de sus ásperas realidades. Al seguirle, contrariaron la voluntad de sus padres —con quienes en la mayoría de los casos no habían tenido una relación fácil— y rechazaron los mediocres valores que habían querido inculcarles en la universidad. Desorientados ante unas oportunidades profesionales que no despertaban su interés, decidieron pensar en términos de gloria y seguir los pasos de un conspirador que les convenció de que existía una alternativa a sus poco estimulantes perspectivas y a su aburrida juventud.

Pero la experiencia fue decepcionante y traumática. La mayoría de conspiradores no era como Torrijos, un hombre culto con quien podían entenderse. Tomaron contacto directo con los entresijos y envidias internas de la causa constitucional española y la repudiaron.

He de insistir, sin embargo, en que el contenido político de la conspiración nunca fue de su interés. Su participación en la aventura respondió fundamentalmente a un ímpetu juvenil, a un ansia de vivencias románticas, de emular a sus admirados Byron y Shelley. Eran jóvenes recién graduados, embelesados por la idea del viaje y por palabras políticas abstractas poco concretas, como libertad o revolución.

El heroísmo, llevado a sus últimas consecuencias, tampoco era lo que habían pensado. Torrijos nunca se rindió a sus propias dudas o a la adversidad; para vencer necesitaba ser constante y disciplinado. Era el espíritu de militar que compartía con Robert Boyd, quien sí permaneció hasta el final. El heroísmo impone el sacrificio de todo —incluida la vida— en aras de una causa justa, pero los Apóstoles no creyeron en dicha causa. El estudio del grupo es importante para un mayor conocimiento de Torrijos no por su papel en la conspiración —el cual, como he expuesto, fue muy limitado—, sino para conocer la capacidad del español para entusiasmar a esa juventud que no se sentía realizada en la Europa de la Restauración. Es también fundamental para conocer el heroísmo de Torrijos. Ante la evidente falta de medios de los que dispuso en su lucha contra el absolutismo de Fernando VII, una determinación heroica fue su principal arma para amedrentar a sus enemigos. Pero esta exigencia también intimidó a sus compañeros Apóstoles. En verdad, el héroe fue temible.

NOTAS[Subir]

[1]

Este artículo ha sido realizado en el marco del proyecto PGC2018-093778-B-I00 «Espacios emocionales: los lugares de la utopía en la Historia Contemporánea: HISTOPIA II», del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica e Innovación del Gobierno de España (AEI-MICINN).

[2]

Simal (‍2012): 124 y 181.

[3]

Salmerón Giménez (‍2018): 375.

[4]

Alvargonzález Fernández (‍2018).

[5]

Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Estado, leg. 2824. Estado, leg. 3075, «Policía. Expediente de Torrijos, Manzanares, etc. Bazán, Selles y otros, n.º 24».

[6]

Carlyle (‍1897): 66-‍73.

[7]

Allen (‍2010): 182-‍197.

[8]

Keith Miller (‍1987): 60; Nye (‍2015): 343.

[9]

Keith Miller (‍1987): 64.

[10]

Carlyle (‍1897): 66-‍67.

[11]

Alcalá Galiano (‍1913): 468.

[12]

Girón (‍1978): 118.

[13]

Carlyle (‍1897): 87.

[14]

Ibid.: 66.

[15]

Deacon (‍1986): 24

[16]

Nye (‍2015): 4-‍5.

[17]

Castells Oliván (‍2001): 60-‍61.

[18]

Castells Oliván (‍1981): 326.

[19]

Castells Oliván (‍2000): 90.

[20]

Salmerón Giménez (‍2018): 226-‍229.

[21]

Allen (‍2010): 1; Deacon (‍1986): 1; Lubenow (‍2007): 27.

[22]

Allen (‍2010): 1.

[23]

Deacon (‍1986): 1.

[24]

Deacon (‍1986): 1; Lubenow (‍2007): 27.

[25]

Brookfield (‍1906): 4-‍5; Allen (‍2010): 1.

[26]

Deacon (‍1986): 3 y 5.

[27]

Nicholson (‍1925): 73-‍74.

[28]

Maurice (‍1834): 286.

[29]

Allen (‍2010): 57; Deacon (‍1986): 2.

[30]

Allen (‍2010): 27; Brookfield (‍1906): 4-‍5; Deacon (‍1986): 7-‍8; Lubenow (‍2007): 38-‍39.

[31]

Allen (‍2010): 27; Deacon (‍1986): 7-‍8; Lubenow (‍2007): 25-‍26; Masterman (‍1907): 12; Maurice (‍1885): 56.

[32]

Brookfield (‍1906): 4-‍5.

[33]

Allen (‍2010): 20; Brookfield (‍1906): 13-‍14; Lubenow (‍2007): 34.

[34]

Allen (‍2010): 11-‍16 y 202.

[35]

Ibid.: 8, 10, 17, 199 y 210-‍211; Brookfield (‍1906): 4-‍5, 11 y 87; Lubenow (‍2007): 13, 21, 43 y 131; Shaw (‍2009): 213.

[36]

Maurice (‍1834): 172-‍173, 265-‍266 y 273.

[37]

Allen (‍2010): 17 y 199; Lubenow (‍2007): 5-‍6; Maurice (‍1834); Shaw (‍2009): 213.

[38]

Blocksidge (‍2011): 119.

[39]

Allen (‍2010): 36; 77; Brookfield (‍1906): 7; 332-‍333.

[40]

Sambrook (‍1965): 186.

[41]

Salmerón Giménez (‍2018): 172-‍173.

[42]

Sánchez (‍2018).

[43]

Kimball Tuell (‍1941): 100.

[44]

Sáenz de Viniegra (‍1960): 290.

[45]

Alvargonzález Fernández (‍2018).

[46]

Brenecke (‍2002): 461.

[47]

Nye (‍2015): 15-‍16; Shaw (‍2009): 229.

[48]

Brookfield (‍1906): 89.

[49]

Ibid.: 289.

[50]

Carlyle (‍1897): 68.

[51]

Castells Oliván (‍1981): 775.

[52]

Brookfield (‍1906): 209-‍210.

[53]

Ibid.: 225; Allen (‍2010): 73 y 206.

[54]

Maurice (‍1885): 79-‍80.

[55]

Masterman (‍1907): 4-‍5 y 37.

[56]

Maurice (‍1885): 21; Masterman (‍1907): 8-‍10.

[57]

Masterman (‍1907): 12.

[58]

Maurice (‍1885): 50.

[59]

Ibid.: 85.

[60]

Ibid.: 72.

[61]

Ibid.: 85.

[62]

Brookfield (‍1906): 210-‍211.

[63]

Masterman (‍1907): 15-‍16.

[64]

Kemble (‍1878a): 3-‍4.

[65]

Carlyle (‍1897): 5-‍6 y 42-‍43.

[66]

Brookfield (‍1906): 283-‍289.

[67]

Keith Miller (‍1987): 4 y 22-‍23; Kimball Tuall (‍1941): V; Vidler (‍1966): 204.

[68]

Allen (‍2010): 88.

[69]

Carlyle (‍1897): 32.

[70]

Allen (‍2010): 74.

[71]

Ibid.: 15-16

[72]

Allen (‍2010): 36-‍37; Carlyle (‍1897): 47; Trench (‍1888): 8-‍9.

[73]

Allen (‍2010): 75-‍77; Carlyle (‍1897): 51.

[74]

Allen (‍2010): 76-‍77 y 105; Brookfield (‍1906): 210; Kimball Tuell (‍1941): 100.

[75]

Tennyson Tennyson (‍1897): 66.

[76]

Keith Miller (‍1987): 27; Nicholson (‍1925): 79.

[77]

Kimball Tuell (‍1941): 100; Nicholson (‍1925): 78-‍79; Blocksidge (‍2011): 141.

[78]

Allen (‍2010): 88 y 104.

[79]

John Sterling to Richard Trench. London, July 24, 1829. En Trench (‍1888): 28-‍29.

[80]

Richard Trench to W.B. Donne. Southampton. June 23, 1830. En Trench (‍1888): 72-‍74.

[81]

Brookfield (‍1906): 290-‍291; Kimball Tuell (‍1941): 100-‍106.

[82]

Nye (‍2015): 5.

[83]

Carlyle (‍1897): 70; Sáenz de Viniegra (‍1860): 325-‍329.

[84]

Brookfield (‍1906): 295-‍296.

[85]

Arthur Hallam to Alfred Tennyson. October 4, 1830. En Tennyson Tennyson (1897): 69-‍71.

[86]

Kemble (‍1878a): 234.

[87]

Nye (‍2015): 54-‍55 y 345.

[88]

Carlyle (‍1897): 72-‍73; Kimball Tuell (‍1941): 108; Sambrook (‍1965): 188.

[89]

John Sterling to Richard Trench. St. Vicent. February 19, 1832, en Trench (‍1888): 109-‍111.

[90]

«Oigo el sonido de los mosquetes, como si las balas estuviesen rasgando mi cerebro» (‍Carlyle, 1897): 89.

[91]

Kimball Tuell (‍1941): 111.

[92]

Tennyson Tennyson (‍1897): 10 y 23-‍25.

[93]

Batchelor (‍2013): 46.

[94]

Ibid.: 9.

[95]

Shaw (‍2009): 218.

[96]

Batchelor (‍2013): 24; 37.

[97]

Lyall (‍1902): 9-‍10 y 17.

[98]

Ibid.: 5-6; Tennyson Tennyson (‍1897): 41.

[99]

Brookfield (‍1906): 308.

[100]

Batchelor (‍2013): 35; Brookfield (‍1906): 10 y 49; Lyall (‍1902): 7-‍8.

[101]

Batchelor (‍2013): 33; Brookfield (‍1906): 49.

[102]

Deacon (‍1986): 23; Nicholson (‍1925): 67.

[103]

Ricks (‍2007): XXIV.

[104]

Blocksidge (‍2011): 3 y 62-‍63; Tennyson Tennyson (‍1897): 47; Brookfield (‍1906): 123-‍124.

[105]

Blocksidge (‍2011): 60.

[106]

Batchelor (‍2013): 29-‍30; Blocksidge (‍2011): 60.

[107]

Blocksidge (‍2011): 142.

[108]

Brookfield (‍1906): 289.

[109]

Arthur Hallam to Richard Chenevix Trench. Trinity College. December 2, 1830. En Kolb (‍1981): 387-‍389.

[110]

Shaw (‍2009): 226.

[111]

Allen (‍2010): 157; Deacon (‍1986): 17.

[112]

Blocksidge (‍2011): 143; Ricks (‍1989): 52; Sambrook (‍1965): 187.

[113]

Allen (‍2010): 108 y 111; Blocksidge (‍2011): 143; Batchelor (‍2013): 56.

[114]

Arthur Hallam to Richard Chenevix Trench. Trinity College. December 2, 1830. En Kolb (‍1981): 387-‍389.

[115]

«Un cierto amigo tuyo era visto con ojos no muy amistosos».

[116]

Tennyson Tennyson (‍1897): 54.

[117]

Arthur Hallam to Richard Chenevix Trench. Trinity College. March 6, 1831. En Kolb (‍1981): 411-‍412.

[118]

Allen (‍2010): 93-‍94; Blocksidge (‍2011): 142; Brookfield (‍1906): 333-‍335; Trench (‍1888): 65

[119]

Richard Trench to Francis Trench. Granada, August 31, 1829. En Trench (‍1888): 32.

[120]

Richard Trench to William Donne. Escorial, October 18, 1829. En Trench (‍1888): 36-‍38.

[121]

Richard Trench to his father. Valencia, September 22, 1829. En Trench (‍1888): 35-‍36.

[122]

Richard Trench to his father. Gibraltar, July 27, 1829. En Trench (‍1888): 29-‍30.

[123]

Richard Trench to W. B Donne. Southampton, June 23, 1830. En Trench (‍1888): 72-‍74.

[124]

Trench (‍1888): 65.

[125]

Castells Oliván y Roca Vernet (‍2004): 73-‍77; Lyons (‍2006): 57-‍58.

[126]

Jenkins (‍2005): 231-‍237.

[127]

David (‍2007): 14 y 21; Jenkins (‍2005): 3-‍6.

[128]

Jenkins (‍2005): 48-‍49; 112-‍113.

[129]

Armstrong (‍1938): 74; Jenkins (‍2005): 103.

[130]

Armstrong (‍1938): 71-‍74; Jenkins (‍2005): 123, 149-‍150 y 157.

[131]

Arthur Hallam to Willam Bodham Donne. Trinity. November 3, 1830. En Kolb (1981): 382-‍386.

[132]

Brookfield (‍1906): 60 y 160-‍161; Allen (‍2010): 97-‍99; Lubenow (‍2007): 38; Jenkins (‍2005): 149.

[133]

Kemble (‍1880): 89.

[134]

Jenkins (‍2005): 189-‍190 y 235.

[135]

Kemble (‍2015): 31-‍32; Allen (‍2010): 106; Blocksidge (‍2011): 142.

[136]

AHN, Estado, leg. 3075, «Policía. Expedientes de Torrijos, Manzanares, etc. Bazán, Selles y otros, n.º 567». Oficio de un confidente a Manuel Cea Bermúdez, Londres, 31 mayo 1830.

[137]

«Desde que he empezado a relacionarme con esta gente nunca he visto a un hombre. Son todos eunucos menos Torrijos» Kemble (‍2015): 56.

[138]

Ibid.: 60.

[139]

Ibid.: 64.

[140]

Ibid.: 93-94.

[141]

Ibid.: 95.

[142]

Ibid.: 99-100.

[143]

Ibid.: 116-119.

[144]

Kemble (‍1878a): 281.

[145]

Kemble (‍1878b): 145.

[146]

Maurice (‍1834): 43.

Bibliografía[Subir]

[1] 

Alcalá Galiano, A. (1913). Recuerdos de un anciano. Madrid: Imprenta de los Sucesores de Hernando.

[2] 

Allen, P. (2010) [1978]. The Cambridge Apostles. Cambridge: Cambridge University Press.

[3] 

Alvargonzález Fernández, M. (2018). José María de Torrijos y la definición del político romántico a través de Napoleón Bonaparte. Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 24, 701-‍721. Disponible en: https://doi.org/10.25267/Cuad_Ilus_romant.2018.i24.31.

[4] 

Armstrong, M. (1938). Fanny Kemble: A Passionate Victorian. New York: The Macmillan Company.

[5] 

Batchelor, J. (2013). Tennyson. New York: Pegasus Books.

[6] 

Blocksidge, M. (2011). The life lived quickly. Eastbourne: Sussex Academy Press.

[7] 

Brenecke, C. (2002). Internacionalismo liberal, romanticismo y sed de aventura. La oposición inglesa y la causa de España en los años veinte del siglo xix. En Segón Congrès Recerques. Enfrontaments civils: postguerres i reconstruccions (vol. 1) (pp. 459-‍474). Lleida: Associació Recerques; Pagès Editors.

[8] 

Brookfield, F. M. (1906). The Cambridge «Apostles». London: Butler and Tanner.

[9] 

Cambronero, L. (1931). Torrijos, Opúsculo biográfico de este preclaro mártir de la patria, Don José María de Torrijos y Uriarte, sacrificado el día 11 de Diciembre de 1831: Escrito en el primer centenario de esta tragedia nacional. Málaga: [s. n.].

[10] 

Carlyle, T. (1897) [1851]. The Life of John Sterling. New York: Charles Scribner´s Sons.

[11] 

Castells Oliván, I. (1981). La utopía insurreccional: las conspiraciones liberales en el sur de España durante la «ominosa década», 1823-‍1831 [tesis doctoral inédita]. Universidad Autónoma de Barcelona.

[12] 

Castells Oliván, I. (2000). José María Torrijos (1791-‍1831). Conspirador romántico. En I. Burdiel y M. P. Ledesma (cords.). Liberales, agitadores y conspiradores (pp. 73-‍98). Madrid: Espasa Calpe.

[13] 

Castells Oliván, I. (2001). La resistencia liberal contra el absolutismo fernandino (1814-‍1833). Ayer, 41, 43-‍62.

[14] 

Castells Oliván, I. y Roca Vernet, J. (2004). Napoleón y el mito del héroe romántico. Su proyección en España (1815-‍1831). Hispania Nova, 4, 62-‍80.

[15] 

David, D. (2007). Fanny Kemble: A Performed Life. Philadelphia: University of Pennsylvania Press. Disponible en: https://doi.org/10.9783/9780812201741.

[16] 

Deacon, R. (1986). The Cambridge Apostles: A History of Cambridge University´s Elite Intellectual Secret Society. New York: Farrar, Straus and Giroux.

[17] 

Girón, P. A. (1978). Recuerdos (1778-‍1837) (vol. 2). Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.

[18] 

Jenkins, R. (2005). Fanny Kemble: A Reluctant Celebrity. London: Simon and Schuster.

[19] 

Keith Miller, R. (1987). Carlyle´s Life of John Sterling: A Study in Victorian Biography. Ann Arbor: UMI Research Press.

[20] 

Kemble, F. A. (1878a). Records of a Girlhood (vol. 2). London: Richard Bentley and Son.

[21] 

Kemble, F. A. (1878b). Records of a Girlhood (vol. 3). London: Richard Bentley and Son.

[22] 

Kemble, F. A. (1880). Records of a Girlhood. New York: Henry Holt and Company.

[23] 

Kemble, J. M. (2015). John Kemble´s Gibraltar Journal. En E. W. Nye (ed.). John Kemble´s Gibraltar Journal (pp. 31-‍206). London: Palgrave Macmillan.

[24] 

Kimball Tuell, A. (1941). John Sterling: a representative Victorian. New York: The Macmillan Company.

[25] 

Kolb, J. (ed.) (1981). The Letters of Arthur Hallam. Ohio: Ohio State University Press.

[26] 

Llorens, V. (1968). Liberales y románticos: una emigración española en Inglaterra (1823-‍1834). Madrid: Castalia.

[27] 

Lubenow, W. C. (2007) [1998]. The Cambridge Apostles. 1820-‍1914. New York: Cambridge University Press.

[28] 

Lyall, A. (1902). Tennyson. London: Macmillan and Co. Limited.

[29] 

Lyons, M. (2006). Post-revolutionary Europe, 1815-‍1856. London: Palgrave Macmillan.

[30] 

Masterman, C. F. G. (1907). Frederick Denison Maurice. London: A. R. Mowbary and Co. Limited.

[31] 

Maurice, F. D. (1834). Eustace Conway: Or, The Brother and Sister. A Novel (vol. 2). London: Richard Bentley.

[32] 

Maurice, J. F. (1885). The Life of Frederick Denison Maurice: Chiefly Told in his Own Letters (vol. 1). London: William Clows and Sons.

[33] 

Nicholson, H. (1925). Tennyson: Aspects of his Life, Character and Poetry. London: Constable and Company.

[34] 

Nye, E. W. (2015). John Kemble´s Gibraltar Journal. The Spanish Expedition of the Cambridge Apostles, 1830-‍1831. London: Palgrave Macmillan.

[35] 

Ricks, C. (1989). Tennyson. London: Macmillan Press LTD. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-1-349-20233-1.

[36] 

Ricks, C. (2007). Introduction. En C. Ricks (ed.). Alfred Lord Tennyson. Selected poems (pp. 1-‍37). London: Penguin Classics.

[37] 

Sáenz de Viniegra, L. (1860). Vida del general don José María de Torrijos y Uriarte. Tomo I. Madrid: Imprenta de Manuel Minuesa.

[38] 

Salmerón Giménez, F. J. (2018). Torrijos, primer enemigo del Trono. Quince años de lucha por la libertad (1817-‍1831). Murcia: Ediciones de la Universidad de Murcia.

[39] 

Sambrook, A. J. (1965). Cambridge Apostles at a Spanish Tragedy. English Miscellany, 16, 183-‍194.

[40] 

Sánchez, R. (2018). El héroe romántico y el mártir de la libertad: los mitos de la revolución en la España del siglo xix. La Albolafia: Revista de Humanidades y Cultura, 13, 45-‍66.

[41] 

Simal, J. L (2012). Emigrados. España y el exilio internacional, 1814-‍1834. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

[42] 

Shaw, M. (2009). Friendship, Poetry and Insurrection: the Kemble Letters. En R. Douglas-Fairhust y S. Perry (eds.). Tennyson among the poets (pp. 213-‍230). Oxford: Oxford University Press.

[43] 

Tennyson Tennyson, H. (1897). Alfred Lord Tennyson. A memoir by his son (vol. 1). New York: The Macmillan Company.

[44] 

Trench, M. (1888). Richard Chenevix Trench, Archbishop. Letters and memorials (vol. 1). London: Kegan Paul, Trench and Co.

[45] 

Vidler, A. R. (1966). F. D. Maurice and Company. London: SCM Press Ltd.