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Desde el inicio de su formación como historiador Jorge de Hoyos ha desarrollado diversas líneas de trabajo, aunque existe un eje temático que da coherencia y continuidad a todas sus investigaciones: el estudio del exilio republicano español de la Guerra Civil (1936-1939). De hecho, hasta ahora, ese ha sido su principal campo de especialización. Los temas, los enfoques y las líneas interpretativas han ido variando, enriqueciendo resultados y mejorando aportaciones. Así, entre sus trabajos podemos encontrar desde la monografía La utopía del regreso. Proyectos de Estado y sueños de nación en el exilio republicano en México (Colmex/Universidad de Cantabria, 2012), donde se analiza la transformación de las diferentes tradiciones de la izquierda política española en el ámbito del exilio republicano en México, al capítulo de libro «Catolicismo, laicismo y nación de las dos Españas en México: gachupines frente a refugiados» (Suárez Cortina, M., Trejo Estrada, E. y Cano Andaluz, A. (eds.), Cuestión religiosa. España y México en la época liberal, Universidad de Cantabria, 2013) en el que se afronta el papel jugado por la cuestión religiosa en el establecimiento de relaciones entre la comunidad de emigrantes españoles existente en México antes de la guerra y la conformada por quienes allí se exiliaron como consecuencia de la misma.

La obra objeto de nuestro análisis se inserta temáticamente en el ámbito historiográfico de los estudios del exilio republicano español. Concretamente, en el examen de una serie de cuestiones de carácter político y cultural vinculadas directamente con la experiencia vital de aquellos refugiados relacionados con el proyecto de transformación y modernización de España impulsado por la Institución Libre de Enseñanza (ILE). El marco cronológico del trabajo se concentra en los años que transcurren entre la instauración de la Segunda República, período clave en el desarrollo de actividades y empresas inspiradas en los principios institucionistas, y la desarticulación progresiva del movimiento durante los largos años que duró la posguerra. Bajo una perspectiva comparada, Jorge de Hoyos aborda el estudio del exilio institucionista a partir de los casos mexicano y estadounidense. Mostrando con ello la existencia de diferencias sustanciales tanto en las políticas de acogida puestas en marcha por los gobiernos de México y Estados Unidos como, por ejemplo, en el desarrollo de instituciones y actividades culturales de inspiración institucionistas o en la propia articulación de un ámbito de sociabilidad de la comunidad exiliada.

El libro se estructura en siete capítulos. El primero de ellos estudia el desarrollo de la cultura instuticionista durante la Segunda República y la Guerra Civil, centrándose, fundamentalmente, en lo relacionado con la transformación del sistema educativo que, inspirado en los principios de la ILE, se quiso impulsar desde el Estado durante el primer bienio republicano. Por otro parte, cabe señalar que en este primer capítulo ya se adelanta la que será una de las grandes conclusiones del trabajo, a saber, que el ocaso de la cultura política institucionista se inició como consecuencia de la multiplicidad de posturas adoptadas por sus miembros frente al desarrollo del régimen republicano y la guerra. Actitudes que, como señala el autor, influyeron de manera determinante en la sociabilidad y en el grado de implicación política de los institucionistas exiliados, que divididos a la hora de interpretar y valorar la evolución política española y disgregados geográficamente como resultado del exilio de un alto porcentaje de sus miembros vieron como su capacidad de influencia se vio progresivamente mermada, especialmente en el ámbito político. Resulta también destacable ya en este capítulo inicial el hecho de que el autor presenta el institucionismo como una cultura política y, de hecho, toda su argumentación parte del desarrollo de esta idea. En función de ello, su trabajo se insertaría metodológicamente en la corriente de renovación historiográfica que, en los últimos años, han venido madurando investigadores de diversa filiación institucional y, entre cuyos resultados más notables, se encuentra la colección Historia de las culturas políticas en España y América Latina publicada por la editorial Marcial Pons entre 2014 y 2016. No obstante, frente a la posición del autor, en esa obra el institucionismo no ha sido analizado como una cultura política específica. De hecho, de su lectura podría inferirse, en todo caso, que este podría considerarse como una «subcultural» dentro de la cultura política demoliberal. Un aspecto que nos lleva a preguntarnos hasta qué punto el uso de la noción «cultura política» puede aplicarse como herramienta metodológica para ahondar en el conocimiento y la comprensión del institucionismo. Lo que no impide reconocer que, precisamente, por su novedoso planteamiento este puede representar uno de los elementos más estimulantes del libro.

Por su parte, en el segundo capítulo se estudia la creación de la Universidad Internacional de Verano de Santander como uno de los ejemplos fundamentales de la transformación educativa impulsada desde el institucionismo durante el período republicano. Para ello, el autor se centra en la figura de Pedro Salinas, quien fuera uno de sus principales ideólogos y promotores y, a través del análisis de su correspondencia, va desgranando aspectos esenciales no solo de la gestación del proyecto —para cuyo conocimiento específico se remite a la tesis doctoral de Jesús Ferrer Cayón—, sino a la forma de vivirlos e interpretarlos por el propio Salinas. En el séptimo capítulo, el autor volverá sobre esta cuestión pero para ponderar la importancia que tuvo este intento de transformar e internacionalizar el sistema universitario español como fuente de inspiración y punto de referencia para la creación de otras instituciones y el fomento de iniciativas académicas en el marco del exilio. Y ya en las conclusiones, tras su análisis, el autor negará las posibles equivalencias entre aquel proyecto y la actual Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

El núcleo duro de la obra lo constituyen, no obstante, el segundo, tercero, cuarto y quinto capítulo; es decir, aquellos que analizan el peso de la cultura institucionista en la vida política y cultural del exilio republicano en México y Estados Unidos, ya que, aunque algunos de los aspectos aquí tratados ya han sido abordados por el propio autor en otros trabajos y por otros investigadores —Marta Rey García, Aurora Bosch, Antonio Niño, Aurelio Velázquez, Consuelo Naranjo Orovio o Dolores Pla Brugat entre muchos otros—, el hecho de plantear su análisis de forma comparativa muestra con nitidez las diversas realidades experimentadas por quienes se exiliaron. Por otro lado, permite ahondar en el conocimiento de instituciones como el Colegio de México, iniciativas políticas como la Junta Española de Liberación o los avatares vitales y laborales de personajes tan icónicos y representativos de la cultura institucionista como Fernando de los Ríos.

¡Viva la inteligencia! El legado de la cultura institucionista en el exilio republicano de 1939 se presenta, de esta forma, como un trabajo temáticamente ecléctico aun cuando se enmarca claramente en los estudios del exilio. Siendo, probablemente, esa vocación de conjunto y la capacidad del autor para conciliar enfoques, metodologías y asuntos diversos en lo que resida una de las mayores aportaciones del libro. Una obra que, sin lugar a dudas, clarifica al mismo tiempo que alienta al cuestionamiento y a la discusión sobre la interpretación de cuestiones fundamentales del desarrollo cultural español del siglo xx.