RESUMEN

Este trabajo aborda en el caso argentino un problema fundamental en la constitución del socialismo moderno durante la Segunda Internacional: el lugar de la nación y del nacionalismo en los partidos socialistas. Se toman en cuenta una pluralidad de voces e intervenciones que demuestran, a la vez que la temprana presencia de dicho problema en el socialismo local, una constante tensión identitaria dentro del mismo. Las fuentes analizadas evidencian la riqueza que adquirió la intromisión de los motivos nacionales en el Partido Socialista argentino, desde escritos regulares en la prensa partidaria y en órganos de reflexión teórica hasta conferencias a cargo de dirigentes e intelectuales de aquel, pasando por algunas voces críticas de las posiciones socialistas y de referentes internacionales del movimiento. La perspectiva adoptada comprende a los procesos identitarios en sus diferentes dimensiones analíticas y en sucesivos momentos que muestran los cambios operados en la mediana duración histórica. De acuerdo a la hipótesis de un temprano rechazo de las efusiones patrióticas desarrolladas en el país, se sostiene que, a partir de ese fenómeno más general que fue el nacionalismo, la recepción de los debates y resoluciones de la Internacional, así como de querellas internas al socialismo argentino, cobró forma hacia el centenario de 1910 una versión propia del patriotismo, el «buen nacionalismo», que intentó conciliar la base doctrinaria internacionalista con un nuevo contexto que marcará por décadas a esta identidad política.

Palabras clave: Argentina; identidades políticas; nacionalismo; Segunda Internacional; socialismo.

ABSTRACT

This work addresses, in the Argentinian case, a key problem in the constitution of modern socialism during the Second International: the place of the nation and the nationalism in the Socialists Parties. The paper takes into account a plurality of voices and interventions that demonstrate, as well as the early presence of this problem in local socialism, a constant identity tension within it. The sources analysed show the richness acquired by the intrusion of national motives in the Argentine Socialist Party, from regular writings in the party press and in bodies of theoretical reflection, to conferences by the leaders and intellectuals, passing through some critical voices of the socialist positions and international referents of the movement. The adopted perspective takes into consideration the identity processes in their different analytical dimensions and in successive moments that show the changes operated in the median historical duration. According to the hypothesis of an early rejection in the party of the patriotic effusions developed in the country, it is argued that from the more general phenomenon that was nationalism, the reception of the debates and resolutions of the International, as well as internal disputes within the Argentine socialism, took shape towards the 1910 Centenary an own version of patriotism. Thus, this “Good nationalism” tried to reconcile the internationalist doctrinaire base with a new context that will mark for decades this political identity.

Keywords: Argentine; political identities; nationalism; Second International; socialism.

Cómo citar este artículo / Citation: Reyes, F. J. (2018). La patria es el otro, pero no para siempre. La cuestión de la nación en el socialismo de la Argentina finisecular (1894-‍1912). Historia y Política, 39, 203-‍234. doi: https://doi.org/10.18042/hp.39.08

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SUMARIO

  1. Resumen
  2. Abstract
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. Contra la «religión patriótica»
    1. 1. La organización partidaria y la naturalización de los extranjeros
    2. 2. Frente a la pedagogía patriótica: el lugar de las fiestas patrias
    3. 3. El conflicto argentino-chileno: la guerra y las formas del patriotismo
  5. III. Impasse del cambio de siglo
  6. IV. La inflexión nacionalista de la identidad socialista
    1. 1. La querella por los símbolos
    2. 2. Entre Zeballos y Hervé: el «buen nacionalismo» socialista
  7. V. Conclusiones
  8. Notas
  9. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

El aquí analizado constituyó un problema propio del movimiento socialista que coaguló en la experiencia de la Segunda Internacional (1889-‍1914), retomado luego por una amplia historiografía sobre el tema hasta nuestros días. En efecto, la relativa simultaneidad de los procesos de organización de los partidos socialistas con las distintas expresiones de los nacionalismos no ha dejado de llamar la atención a la hora de complejizar el estudio de los procesos de sus construcciones identitarias.

Las décadas del cambio del siglo xix al xx en Argentina constituyen un ejemplo claro de la emergencia de un Partido Socialista (PS) en paralelo a las crecientes manifestaciones políticas, intelectuales y estatales de un patriotismo militante que, de acuerdo a las periodizaciones adoptadas, maduró entre el inicio de la inmigración interoceánica masiva y la celebración del centenario de la Revolución de independencia en 1910

En los estudios recientes sobre la emergencia del nacionalismo, mientras Bertoni (

Bertoni, L. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la identidad nacional en Argentina a fines del siglo xix. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

2001
) ha puesto el foco en la definición de un problema para las élites políticas e importantes sectores de la sociedad argentina en torno a la inmigración, conflictos políticos limítrofes, un sistema de fiestas patrias y una pedagogía patriótica en las escuelas públicas, etc.; Devoto (

Devoto, F. (2002). Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Buenos Aires: Siglo xxi.

2002
) analiza la evolución de los planteos nacionalistas de las élites político-culturales desde finales del siglo xix, para lo cual establece un quiebre hacia el centenario de 1910, cuando tomaría forma un «nacionalismo cultural» esencialista, para dar lugar en la década de 1920 al «nacionalismo de los nacionalistas», autoritario y antidemocrático. Por su parte, Castro (

Castro, M. (2012). El ocaso de la República oligárquica. Poder, política y reforma electoral, 1898-‍1912. Buenos Aires: Edhasa.

2012
) ha demostrado la importancia que ocupó la «cuestión nacional» en las inquietudes y motivos políticos de la oligarquía gobernante de esos años.

‍[2]
. Por supuesto, las periodizaciones propias de cada caso no dejan de revelar una sintonía con el citado problema más general, de forma que puede pensarse en un acompasamiento diferencial de acuerdo a coyunturas y puntos de inflexión específicos.

Resulta comprensible que, tratándose el socialismo de una amplia identidad política que colocaba en su núcleo la «solidaridad internacional de los trabajadores», las obras generales encontraran el quid de la cuestión en la pendiente que llevó a la Primera Guerra Mundial. La supuesta ruptura de esa solidaridad entre los socialistas europeos que apoyaron los esfuerzos bélicos de sus respectivos Estados habría demostrado que la sobredeterminación nacional terminó pesando más que el contenido doctrinario de clase en que se fundaban. De allí el énfasis puesto por el trabajo de Georges Haupt en los dilemas y límites del legado marxista para comprender la esencia del fenómeno de la nación ‍[3]. Caben aquí una serie de aclaraciones.

Por un lado, la mencionada especificidad de este dilema en cada espacio

Desde la cuestión de las nacionalidades en el Imperio austro-húngaro hasta la «cuestión colonial» entre los socialistas británicos, alemanes e italianos. Derfler (

Derfler, L. (1973). Socialism since Marx. New York: Palgrave Macmillan. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-1-349-15510-1.

1973
): 86-‍109.

‍[4]
; y, por otro, la temprana definición de un «nacionalismo socialista» deseado como una conciliación entre nacionalismo e internacionalismo, reconociendo los contextos de desarrollo de cada clase obrera ‍[5], lo cual conllevaba considerar la integración política de aquella a los Estados nación ‍[6]. Aquí resulta sugestiva la interpretación de un especialista en ambos fenómenos como Eric Hobsbawm cuando aseguraba que, si bien resultaría lógico ver como mutuamente excluyentes las atracciones del nacionalismo y el socialismo, los análisis sobre este cruce deben incorporar el supuesto de que los actores históricos siempre sustentan diversos apegos y lealtades simultáneas, apareciendo el conflicto cuando ciertas circunstancias obligan a privilegiar una sobre otras ‍[7]. Por último, como ha planteado Kevin Callahan, la cuestión había sido asumida por la Segunda Internacional al constituir las bases de un «internacionalismo» socialista como parte de su propia cultura política: «Un movimiento socialista está preocupado por sus prerrogativas nacionales y luego entiende el desarrollo de su propio movimiento como contribución a una más amplia causa internacional» ‍[8].

Pertinentes estos argumentos para la Internacional, se vuelve necesario abordar el carácter diferencial que asumió la cuestión de la nación en el caso del socialismo argentino. El mismo no vendría a refutar a aquel, sino, precisamente, a demostrar la amplitud de los debates suscitados en sus filas al verse interpeladas por otro fenómeno igualmente internacional: el nacionalismo. Aquí se sostiene que en Argentina el encuentro del socialismo con la nación dio lugar a una precoz matización de sus planteos internacionalistas, pero también a una profunda desconfianza frente a las efusiones nacionalistas. Este joven socialismo debió lidiar con contenidos ideológicos cada vez más extendidos en el Estado, la política y la sociedad, mientras se compenetraba en las disputas del sistema político. La periodización adoptada refleja las particularidades que asumió ese encuentro a través de sucesivas coyunturas en que distintos vectores jalonaron el debate y las tomas de posición —no siempre homogéneas— de los socialistas.

Las inflexiones significativas operadas en los procesos identitarios se explican mejor en una mediana duración histórica. Al atender a las sucesivas etapas del problema, a la forma en que el PS lidió y se fue introduciendo en esta tensión en torno a la nación, es posible advertir la compenetración de aquel con la misma. En la perspectiva privilegiada, se impone ampliar aquellas interpretaciones que infieren, a partir del análisis de una figura excepcional, una caracterización más o menos homogénea de un fenómeno inherentemente matizado. Es el caso de los trabajos centrados en el principal dirigente del socialismo argentino, Juan B. Justo, y la evolución de sus ideas sobre la cuestión de la nación, que han solido generalizar sus postulados para el conjunto del PS

La obra de síntesis más importante sobre el partido identificó la centralidad del problema hacia el centenario: Walter (

Walter, R. (1977). The Socialist Party of Argentina, 1890-‍1930. Austin: The Univesity of Texas at Austin.

1977
); en tanto ciertas interpretaciones basadas en Justo sostuvieron que a fines del siglo xix el socialismo fue en Argentina la punta de lanza de un «nacionalismo popular» que prolongaba la tradición liberal: Baily (

Baily, S. (1984). Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina. Buenos Aires: Paidós.

1984
): 18 y 26-‍27.

‍[9]
. Fue José Aricó quien se refirió a la «hipótesis de Justo» como el intento por definir al socialismo como un movimiento que tenía su razón de ser en Argentina. Justo habría efectuado una asimilación del movimiento obrero a la realidad nacional al promover un proceso de «nacionalización de masas» para integrar a inmigrantes y criollos en un mismo fenómeno de transformación socialista democrática, aunque no habría advertido el vínculo problemático entre realización nacional e hipótesis socialista ‍[10]. Al igual que trabajos que destacan las gradaciones de la ideología internacionalista en los planteos de Justo (un discurso universalista con una concepción de la nación como momento necesario de la evolución política de la humanidad) ‍[11], se dejan en un cono de sombras otras visiones alternativas a la de aquel. Así, se vuelve fundamental restituir el carácter coral y constantemente tensionado de las solidaridades políticas militantes, siempre expuestas a debates y cambios de rumbo.

Si en toda identidad política se opera una constante reformulación entre la dimensión de la representación (el «nosotros» que pretende construir), la de la alteridad (los «otros» frente a los cuales se recorta) y la de la tradición en la que se filia ‍[12], resulta conducente problematizar y reconstruir la forma en que esta secuencia del cambio de siglo terminó por producir una inflexión fundamental que incluyó en la identidad partidaria del socialismo argentino el tema de la nación, rescatando antecedentes que han sido escasamente atendidos.

II. Contra la «religión patriótica»[Subir]

La cuestión de la nación jugó un papel significativo desde los prolegómenos de la institucionalización del PS argentino a mediados de la década de 1890. La misma política del país se encontró en esos años teñida por sus tópicos, calando en la constitución de otra importante fuerza opositora a los Gobiernos de entonces, la Unión Cívica Radical (UCR). Asimismo, la naturaleza del vínculo político con la comunidad nacional de la gran cantidad de inmigrantes que arribaban, el protagonismo de las conmemoraciones patrióticas como fenómeno novedoso, así como la toma de posición del conjunto de los actores políticos frente al conflicto limítrofe entre Argentina y Chile ‍[13] contribuyeron a que dicha cuestión deviniera un problema para el socialismo.

La nota distintiva de la lectura socialista consistió, primeramente, en un rechazo de la identificación con los sentimientos patrióticos. Una intervención temprana en el órgano partidario del socialismo argentino —La Vanguardia (en adelante LV)— planteaba que el cuerpo social de toda nación se encontraba escindido entre los propietarios y los trabajadores: una nación «burguesa», sagrada para el ciudadano y que diferenciaba a un pueblo del resto; y la nación de la miseria y las necesidades. Concluyendo que «el proletariado no tiene patria»

«Las dos naciones», LV, 21-‍04-1894.

‍[14]
, consigna célebre para el internacionalismo socialista a partir del Manifiesto comunista, evidenciaba ciertos puntos ciegos en el marxismo vulgar, como lo vinculado a los necesarios espacios de la organización política, aspecto que fuera discutido por los principales teóricos de la Internacional

Por ejemplo, el hecho de que Marx y Engels se habían percatado de que pese a que «los obreros no tienen patria», el proletariado debía no obstante «conquistar el poder político» y convertirse en «clase nacional» en un sentido diferente a la burguesía revolucionaria. Sobre el abordaje de la cuestión de la nación por parte de Marx, el primer marxismo, los debates de la Segunda Internacional y la Revolución rusa existe una amplia bibliografía. Véanse Szporluk (

Szporluk, R. (1988). Communism and Nationalism. New York: Oxford University Press.

1988
) y Nimni (

Nimni, E. (1985). Marxism and Nationalism. En M. Shaw (ed.). Marxist Sociology Revisited (pp. 99-142). London: MacMillan. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-1-349-17912-1_4.

1985
).

‍[15]
. En esta concepción temprana, la nación aparecía como un cuerpo político desgarrado por diferencias de clase que erosionaron una especie de armonía originaria. Para ciertos referentes —algunos inmigrantes— de la incipiente organización partidaria, la evolución del patriotismo lo transformaba en un sentimiento sacralizado. El francés Hipólito Curet estimaba que el «sagrado amor a la patria» promovido por las iniciativas estatales y los «partidos burgueses» (el PAN o la UCR) incitaba el odio a los extranjeros y concluía que «el fanatismo religioso ha sido reemplazado por el fanatismo patriótico»

Hipólito Curet, «El patriotismo», LV, 18-‍04-1896.

‍[16]
.

Los socialistas comenzaban a encontrarse en creciente antagonismo contra un adversario capaz de permear como una cúpula a la ciudadanía de cada país y relegar a un lugar marginal los clivajes que matrizaban a los partidos socialistas pensados como «partidos de clase». Sin embargo, los desafíos no eran los mismos en cada espacio.

1. La organización partidaria y la naturalización de los extranjeros[Subir]

Un punto sensible del proceso formativo del socialismo argentino estribó en la serie de agrupaciones de origen étnico que se autodefinían adherentes a ese ideario en una clave necesariamente internacionalista, ya que entendían que su actividad en el país reportaba una solidaridad con sus conmilitones de otras latitudes. Eran el club alemán Vorwärts (1882), el grupo francés Les Égaux (1891) y el italiano Fascio dei Lavoratori (1894). Su confluencia con otras dos —la Agrupación Socialista y el Centro Socialista Universitario— decantó el camino para la creación del periódico LV (1894) y el primer congreso del Partido Socialista Obrero Argentino (1896) ‍[17].

Su hipótesis respecto de la necesaria ciudadanización de los inmigrantes aseguraba que la mayor parte de ellos eran obreros, por lo cual su toma de conciencia y organización política dependían del movimiento socialista, en cuyo corazón se ubicada el «partido obrero» de clase, y al constituir esos trabajadores la mayor parte de la sociedad, una eficaz propaganda llevaría a que el PS se convirtiera en el representante de las mayorías, siempre y cuando esos trabajadores pudieran votar en elecciones libres. Este era el meollo de la «acción política» y su vínculo con lo que Ricardo Falcón denominó la «cuestión étnica». En este punto, los socialistas argentinos, que hasta 1900 desarrollaron una serie de debates respecto de qué estrategia adoptar ‍[18], siguieron los dictados de los congresos de la Internacional que terminaron por excluir a los «sindicalistas puros» y a los anarquistas

Sobre los debates en la Internacional sobre la «acción política» y la naturalización de los extranjeros en cada país, ver Cole (

Cole, J. (1959). Historia del pensamiento socialista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

1959
): 29-‍42.

‍[19]
. En cuanto a la percepción desde fuera del PS, pesaba la caracterización del socialismo como «planta exótica», formulada prematuramente desde el catolicismo hasta la UCR, pasando por el conservadurismo gobernante. El argumento era que un partido que representara exclusivamente al proletariado no tenía razón de ser en el país debido a que en el mismo no se habrían desarrollado aún conflictos de clases como en Europa

El punto se ilustra en un artículo-debate con El Argentino, órgano de la UCR: «La planta exótica del socialismo», LV, 09-‍06-1894.

‍[20]
.

Este énfasis en la naturalización introdujo una concepción en torno a la nación en los años fundacionales del socialismo que conllevaba, sin embargo, una fuerte crítica tanto de las fuerzas «burguesas» como de la otra tendencia predominante en el movimiento obrero, el anarquismo, quien en sus distintas versiones rechazaba tout court cualquier tipo de transacción con la patria

En este rechazo Ricardo Falcón encontraba el éxito inicial del anarquismo para captar mayores voluntades dentro de unos sectores trabajadores predominantemente inmigrantes. Véase Falcón (

Falcón, R. (2011) [1986/1987]. Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1890-‍1912). Estudios Sociales, 40, 193-‍221. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v40i1.2678.

2011
) [1986/1987]. Para un mayor detalle de la actitud anarquista ante la cuestión de la nación, véase Suriano (

Suriano, J. (2001). Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires (1890-‍1910). Buenos Aires: Manantial.

2001
): 264-‍271.

‍[21]
. El PS decía luchar contra los «prejuicios patrióticos» de los propios trabajadores inmigrados que mantenían un apego nostálgico a sus comunidades de origen, en función de lo cual los mismos debían apelar a un «patriotismo bien entendido» en clave del internacionalismo socialista

«Naturalización de los socialistas extranjeros», LV, 09-‍06-1894.

‍[22]
. Se trataba de abrevar en la «patria universal del proletariado», primera valoración del sentimiento patriótico que se diferenciaba de los sentidos tradicionales asignados al término al entenderlo como parte de la «lucha práctica»

«Naturalización de extranjeros», LV, 10-‍11-1894.

‍[23]
.

En una retrospectiva titulada sugestivamente El socialismo argentino, Juan J. Justo postularía que la labor del partido en esos años había consistido en la «argentinización» de la organización obrera, reconociendo que si tuvo sus precursores en agrupaciones de carácter «extranjero», ello no lo volvía un fenómeno «exótico», al considerar que era desde sus orígenes «un movimiento que tenía su razón de ser en los caracteres fundamentales de la sociedad argentina» ‍[24]. En su concepción, este proceso de «argentinización» socialista se enancaba en un tríptico a la vez político (el paso de las agrupaciones de filiación étnica a la formación partidaria), social (la creciente presencia de argentinos nativos en la conducción partidaria y la asimilación de los extranjeros) y, en última instancia, ideológico-doctrinario (la adaptación de las originales consignas internacionalistas a los problemas de la política argentina, escapando a las rigideces de los constructos teóricos del marxismo). Este proceso se desenvolvió con una cadencia menos armónica que la sugerida por Justo, incluyendo una serie de sucesivos matices y desafíos, debido a la distancia entre los deseos de la dirigencia del PS y los conflictos de la sociedad argentina del cambio de siglo.

2. Frente a la pedagogía patriótica: el lugar de las fiestas patrias[Subir]

Los socialistas invistieron con otras connotaciones las conmemoraciones de fechas ya consagradas en el calendario del Estado: las «fiestas patrias» como el 9 de julio (Día de la Independencia Nacional) y el 25 de mayo (Día de la Revolución de 1810), que habían recibido un vigoroso impulso entre las décadas de 1880 y 1890, cuando para los gobernantes liberal-conservadores el pasado patrio comenzó a vislumbrarse como un reservorio de valores que debían ser exaltados en pos de cohesionar y crear lazos de solidaridad nacional en una población heterogénea. Los desfiles en la capital federal se vieron engalanados de un ceremonial más solemne, donde los símbolos patrios se combinaban con la presencia de instituciones estatales como el Ejército y las escuelas públicas. Se pensaba que existía un espacio público simbólico que estaba implícitamente en disputa ‍[25], por lo que cobró forma un nacionalismo estatal que reinterpretaba el pasado comunitario con el fin de regenerar la sociedad, un llamamiento a la movilización de sus miembros explotando sus emociones colectivas vinculándolas a la patria

Sobre la tarea de regeneración colectiva nacionalista, ver Smith (

Smith, A. (1999). Myths and Memories of the Nation. New York: Oxford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1354-5078.1999.00331.x.

1999
): 177-‍181, quien define la «comunidad étnica» como una población humana que cuenta con un mito de ascendencia y recuerdos comunes, donde juega un rol fundamental el análisis de una «cultura política peculiar» de ceremonias, ritos, símbolos, valores cívicos y tradiciones.

‍[26]
.

Encadenado a ello, es posible advertir una reflexión socialista principalmente en torno al 25 de mayo, en donde, antes que nada, se trata de una combinación de farsa y fanatismo. En determinados momentos, los socialistas parecían no poder tomar totalmente en serio unos rituales conmemorativos que consideraban excesivamente aparatosos; en otras ocasiones, cuando los actos patrios cosechaban éxitos de público, el espectáculo se prestaba a una disquisición más profunda. Luego de que el Centro Socialista Obrero organizara su primera celebración del Primero de Mayo en Buenos Aires, la crónica del desfile de las tropas del Ejército nacional, luego del Te Deum de las autoridades en la catedral metropolitana, enfatizó en las implicancias ideológicas de un «aparato bélico-religioso». La cruz y la espada venían a guardar física y espiritualmente a una celebración que era en esencia de la «clase rica». Para LV, aquella traslucía un contenido clasista, así como el Primero de Mayo el proletariado celebraba anualmente su autoafirmación internacional, ya que si bien la revolución homenajeada refería supuestamente a los derechos políticos conquistados con la independencia, estos eran «puramente nominales»

«25 de Mayo», LV, 26-‍05-1894.

‍[27]
.

En 1898, el joven militante José Ingenieros se refería a un desfile patriótico con un matiz evolucionista que implicaba el reconocimiento de la necesidad histórica de las naciones como etapa inevitable en el camino hacia el socialismo, pero denunciaba el carácter farsesco del sentimiento patrio:

Otro punto nodal era la crítica a la sacralización de la patria, su fetichización, según la vulgata socialista. Irrumpía aquí la novedad que descubrían los socialistas en las intenciones de los promotores de los festejos. Pero estos no dejaban de apelar a motivos anclados en un pasado considerado glorioso: la celebración de «algunos militares, supuestos semidioses» (José de San Martín, Manuel Belgrano) erigidos en héroes nacionales. Culto que proyectaba el «fanatismo de los que […] queman incienso sobre el altar de la ignorancia»

«El 25 de Mayo. Su apreciación histórica», LV, 26-‍05-1900.

‍[29]
, al apelar a una emotividad irracional, todo lo contrario a la ilustración de las masas propuesta por «el advenimiento de la ciencia a la política». En la más difundida lectura del pasado nacional ensayada por el PS, La teoría científica de la historia y la política argentina de Justo ( ‍Justo, J. B. (1920a) [1898]. La teoría científica de la historia y la política argentina. En Socialismo (pp. 5-34). Buenos Aires: La Vanguardia.1898), la revaloración de ese devenir no tenía nada de entusiasmo patriótico: era el progresivo desarrollo de la lucha de clases en el seno de los procesos políticos y económicos más generales, o sea, un objetivismo historicista despojado de criterios culturales como la lengua o la religión, ya que Argentina era considerada entonces un «país nuevo», en donde los elementos que singularizaban a toda nacionalidad aún no estaban desarrollados

Justo (

Justo, J. B. (1920a) [1898]. La teoría científica de la historia y la política argentina. En Socialismo (pp. 5-34). Buenos Aires: La Vanguardia.

1920a
) [1898]: 31. Así y todo, el autor iniciaba el escrito afirmando: «Amo al país en que vivo […] a todos los que aquí trabajan y luchan […] me llamo argentino». Justo pretendía demostrar que el socialismo tenía una razón de ser en Argentina al continuar las luchas populares entabladas a inicios del siglo xix.

‍[30]
.

Las opciones celebratorias del «proletariado consciente» remitían a un contraejemplo: las conmemoraciones del Primero de Mayo llevadas a cabo por el PS. Pensado como una celebración política que miraba hacia el porvenir, mientras las «fiestas retrospectivas» que enfatizaban en «la leyenda religiosa o patriótica» remitían al conservadurismo de un pasado anquilosado, asegurando además que «el pueblo argentino no tiene glorias. La independencia fue una gloria burguesa»

Los discursos se transcriben en Juan B. Justo, «La Fiesta del Trabajo», LV, 01-‍05-1896 y «¿Por qué somos fuertes?», LV, 09-‍05-1897.

‍[31]
. Otros postulaban que los trabajadores no podían confiar en la patria, porque la «idea antigua», donde el territorio de una nación era patrimonio de todo el pueblo, conllevaba ahora tomar las armas para defender los intereses burgueses

Transcrito en LV, 01-‍05-1897.

‍[32]
.

No obstante esta comparación entre las fiestas patrias y las socialistas como opuestos equivalentes (pasado vs. futuro, burguesía vs. proletariado, irracionalidad vs. conciencia)

Para un análisis centrado en un estudio de caso, véase Becerra (

Becerra, M. (2005). ¿Fiestas patrias o fiestas socialistas? Rituales escolares e identidad socialista a principios del siglo xx. En H. Camarero y C. Herrera (eds.). El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo (pp. 97-119). Buenos Aires: Prometeo.

2005
), quien aborda la tensión entre los criterios de clase de la identidad socialista y la cuestión nacional desde la perspectiva de las políticas educativas del PS.

‍[33]
, los miembros del PS no dejaban de auscultar que las formas de movilización y hasta las estéticas políticas de ambas compartían un cierto paralelismo, esto es, nacionalismo y socialismo formaban parte de un mismo clima de época. Pese al carácter de «otro» con que definían a las efusiones patrióticas, un cierto élan fin-de-siècle común recorría las impresiones de aquellos que estaban atentos a movimientos más profundos que los de las disputas políticas cotidianas: demostraban el poder de pasiones que remitían al pasado, pero también de su manipulación para calar en las emociones de las masas ‍[34].

3. El conflicto argentino-chileno: la guerra y las formas del patriotismo[Subir]

Se ha hecho mención al conflicto con Chile como telón de fondo del fenómeno analizado, agudización desde 1894 de un viejo diferendo limítrofe entre los dos países antes de su resolución en 1902, desarrollándose en Argentina un clima de agitación denominado el «gran movimiento patriótico». Una de las medidas gubernamentales ante la posibilidad de una guerra fue la reactualización en 1894 de la Guardia Nacional, que convocaba a los ciudadanos a ejercicios regulares con armas, decisión que se profundizó hacia 1901 con la Ley de Servicio Militar Obligatorio. Además de medidas de parte del Estado, el conflicto derivó también en la movilización de importantes sectores de la sociedad civil, destacándose la creación de las primeras Ligas Patrióticas (1898 y 1901), que pretendían encuadrar actividades como la instrucción militar o colectas para armamentos ‍[35].

Las implicancias de este movimiento se desenvolvieron en paralelo a la consolidación partidaria del socialismo, el cual respondió desde sus primeros congresos mediante una fuerte crítica al cariz militarista que adquirió buena parte de la opinión pública. Por ello muchos de los planteos del PS se vieron recalibrados ante la interpelación nacionalista generada por el conflicto argentino-chileno, al exacerbar muchas de sus posiciones incluso antes de que el tema adquiriera centralidad en los debates de la Internacional

La evolución de las discusiones sobre el antimilitarismo en la Internacional, en Callahan (

Callahan, K. (2010). Demonstration culture. European Socialism & the Second International, 1889-‍1914. Leicester: Troubabor.

2010
).

‍[36]
. Los socialistas argentinos adoptaron así las consignas pacifistas de «guerra a la guerra» y «solidaridad socialista internacional» para evitar todo tipo de conflagración. Sin embargo, las intervenciones más elaboradas sobre la cuestión se encargaron de vincularla con la movilización nacionalista. Esto es: ¿cómo debían concebirse esas manifestaciones de un patriotismo militante y belicoso desde el Estado y la sociedad?, ¿qué actitud debían tomar los trabajadores?

Dos de los más activos propagandistas, Adrián Patroni e Ingenieros, definieron claramente quiénes eran sus adversarios: la «gran prensa burguesa», que planteaba la consigna de la «patria en peligro»; la «reacción clérico-militar» que se experimentaba en la Francia del affaire Dreyfus

«Decadencia de un pueblo. A propósito de la cuestión Dreyfus», LV, 26/02/1898. Se explicaba que el «descenso nacional» de Francia se habría iniciado con el movimiento del general Boulanger y la «adoración de la espada» en nombre de la patria.

‍[37]
; los «políticos oportunistas» y los «traficantes del patriotismo», en donde ubicaban a los ministros de Guerra y Marina, los parlamentarios que agitaban el fantasma del avance chileno sobre las fronteras y las ligas patrióticas. Mientras Patroni se centraba en lo que percibía como «candidez popular» ante las consignas patrióticas

Adrián Patroni, «Los trabajadores y la cuestión chilena», LV, 12-‍02-1898.

‍[38]
, el universitario Ingenieros se explayó en un registro más intelectual, al afirmar que ese patriotismo que hablaba de la integridad nacional no era un sentimiento genuino, sino producto de la manipulación de la prensa y los políticos belicistas. Existía, sin embargo, un dato a tener en cuenta: aquel sí era un sentimiento entendible —citaba a Émile Durkheim y su noción de «solidaridad»— en tanto amor al sitio donde se nace y vive, pero el problema radicaba en los «fetiches del culto patriótico», en la pedagogía promovida por las escuelas al cantar sistemáticamente el himno nacional, el culto a los héroes patrios, etc. En suma, «la religión de la patria» ‍[39].

Ante la sedimentación de una educación patriótica en las escuelas públicas, sumada a los desfiles de tropas y la exaltación del pasado, desde el PS se fue desarrollando una profunda desconfianza frente a casi cualquier expresión realizada en nombre de la patria. En la concepción socialista de una progresiva toma de conciencia (obrera, en particular, ciudadana, en general), la sacralización de dicha entidad se revelaba como un sucedáneo moderno de la religión tradicional, por lo que se imponía la desmitificación de lo que se repetía como «mentira patriótica».

No obstante, para 1900 los socialistas operarán un sensible viraje en sus concepciones. En una conferencia pensada para el Primero de Mayo Ingenieros refirió las clásicas consignas de la fecha; pero en lo que hace al patriotismo —que consideraba «cosa ya juzgada por los socialistas»— afirmó que «las condiciones del ambiente y oportunidad política hacen que algunos socialistas afirmen ser patriotas»

José Ingenieros, «1° de Mayo», LV, 01-‍05-1899. Ingenieros citaba un intercambio epistolar con el francés Gabriel Deville como disparador del posible reconocimiento de un «patriotismo socialista». Sobre esto último, véase Winock (

Winock, M. (1992). Le socialisme en France et en Europe, XIX°-XX° siecle. Paris: Seuil.

1992
): 366-‍374. Sobre la evolución de la idea de nación en la obra de Ingenieros, ver Terán (

Terán, O. (2001). Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo. Derivas de la «cultura científica» (1880-‍1910). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

2001
): 293-‍297.

‍[40]
. Esta referencia, que podía expresarse en sentido amplio mediante la idea de «patria universal del proletariado», no era extraña en los miembros del PS para referirse a la necesidad de la nacionalización de los extranjeros. Otro dirigente, Alfredo Pasqualetti, aseguraba que en el debate doctrinario no debía confundirse la lucha contra el «nacionalismo» —una de las primeras menciones del término en Argentina— con «antipatriotismo», ya que «no sería más que nacionalismo al revés»

Alfredo Pasqualetti, «Internacionalismo y sentimentalismo», LV, 18-‍06-1898. Pasqualetti también citaba a Deville, de forma que es posible asegurar que dichas ideas sobre la no incompatibilidad del socialismo con cierto patriotismo ya estaban en circulación.

‍[41]
. Más explícito fue Justo en el apartado dedicado al internacionalismo en un escrito clave: El Socialismo. Allí intentaba convencer tanto a los trabajadores cosmopolitas como a los «hombres sinceros, apegados a la tradición y los símbolos, para quienes nada es tan precioso como su bandera», de que el socialismo entendido como «buen nacionalismo» era la mejor defensa posible para toda nación debido a que promovía la «solidaridad obrera», la «equidad económica», la «asimilación de la población inmigrada» y la «independencia política» ‍[42].

Para inicios del siglo xx los socialistas argentinos, sin sustentar posiciones homogéneas, comenzaron a incorporar algunos de los motivos esgrimidos por un sentimiento nacionalista más amplio. Sin embargo, este gesto tenía mucho de reacción defensiva ante lo que consideraban un nacionalismo beligerante. No había una reivindicación nacionalista de los socialistas, de forma que antes que instalarse en una tradición patriótica, desde el PS se ampliaba cautelosamente su espectro de interpelación promoviendo una forma particular de dicha representación nacional conciliada con su propia doctrina como movimiento internacional.

III. Impasse del cambio de siglo[Subir]

Una serie de cambios institucionales a comienzos del siglo xx así como el aumento de la conflictividad obrera trajeron aparejado un nuevo clima para el desenvolvimiento de la estrategia socialista. Esto se cruzaba en las inquietudes de la dirigencia conservadora que había instalado la necesidad de hacer frente a lo que entendían como una agitación social producida por la presencia extranjera en el país. Este cruce entre la «cuestión social» y la «cuestión étnica», sumado a una ola de impugnación política más general, trajo aparejada una doble respuesta de las autoridades.

Desde los sectores más reaccionarios se apeló a una legislación represiva plasmada en la Ley de Residencia de Extranjeros (1902), que imponía la deportación de aquellos extranjeros que hubieran participado en alguna protesta social y limitaba las garantías constitucionales. Mientras que desde los círculos reformistas, en parte para canalizar la protesta político/social y regenerar las instituciones representativas, en 1902 se promovió una ley electoral que terminó permitiendo la promoción en 1904 del primer diputado socialista, Alfredo Palacios. Este nuevo contexto tendía a profundizar la integración del socialismo reformista, pero también obligaba a tomar una postura crítica frente al carácter xenófobo de las medidas gubernamentales ‍[43]. Afloraba nuevamente la problemática de la nación y su carácter inclusivo o exclusivo.

Considerando los matices de las opiniones socialistas, la actitud del PS impondría límites al antipatriotismo. La llegada de Palacios al Parlamento redimensionaba la significación del partido y sumaba una nueva tribuna. La singularidad de su personalidad estribaba en el énfasis en una profesión de fe patriótica mayor a la media socialista, interpretando LV su juramento en la Cámara —por la Patria, pero no por Dios y los Santos Evangelios— como una redefinición de la «noción de patria», «amplia y generosa como nuestros ideales»

«El primer paso», LV, 15-‍04-1904.

‍[44]
. Palacios instaló una crítica a la draconiana Ley de Residencia, al solicitar su derogación, que recibió una invectiva del diputado Belisario Roldán. Este asoció las protestas obreras a los extranjeros, poniendo así en cuestión las distintas tendencias de izquierdas al afirmar que «el socialismo y el anarquismo son seres extraviados e intrusos» y proponer la prohibición de la bandera roja

«La derogación de la ley de Residencia», LV, 23-‍07-1904.

‍[45]
.

El motivo nacionalista de la «planta exótica» generaría reflejos internacionalistas dentro del PS. Fue el caso de Gabriela Laperrière de Coni, para quien la bandera roja sintetizaba los valores socialistas, así como una defensa contra el particularismo nacionalista: «Resume y funde a todas las naciones en una sola […] representa la patria de los que poseen todas»

Gabriela Laperrière, «¿Trapo rojo intruso?», LV, 23-‍07-1904.

‍[46]
. A partir de entonces, la referencia a las banderas y la posibilidad o no de su combinación adquirirá el tono de adhesiones fuertemente interiorizadas en torno a las causas defendidas. Condensación en los símbolos que remitía a una concepción sacra de dichas causas, deviniendo en casos irreductibles frente a la controversia ‍[47]. Esta intervención permite profundizar además en otra de las tensiones que atravesó al PS al evolucionar su perfil reformista: el surgimiento de un sector crítico que abogó por profundizar el carácter «obrerista» de la práctica y la identidad socialistas, en donde se ubicó Laperrière.

Si bien existieron disidencias previas, esta tendencia cristalizó con la creación de una central sindical asociada al partido en 1903, la Unión General de Trabajadores (UGT). La disputa se operó primero dentro de los órganos partidarios, para materializarse en la creación de un nuevo periódico en 1905 (La Acción Socialista, en adelante LAS) que se identificó con las ideas del sindicalismo revolucionario, en auge en Francia e Italia, y la virtual expulsión del grupo en el VII Congreso del PS (1906), para crear inmediatamente la Agrupación Socialista Sindicalista ‍[48]. Durante esa década de 1900 el sindicalismo revolucionario se ubicará como parte de la más amplia familia socialista, al ofrecer una alternativa a la que se consolidaba con centro en el partido —siguiendo al intelectual francés Édouard Berth se hablará de «los dos socialismos»

Estos «dos socialismos» eran: «el socialismo de Estado, reformista, democrático, pacifista, parlamentario» y «el socialismo obrero, que no es necesario calificar de otra manera»; Édouard Berth, «Los dos socialismos», LAS, 21-‍09-1905.

‍[49]
—. Por otro lado, radicalizará los planteos en torno al antipatriotismo, obligando a la corriente principal del PS a diferenciarse y definir una estrategia al respecto.

A poco de instalarse la voz de prensa del sindicalismo, las críticas al parlamentarismo en general y a la democracia en particular, juzgada como transacción con las instituciones burguesas, se combinaron con una (des)calificación del diputado Palacios como «socialista patriota». Un contrasentido para quienes se definían como el «verdadero socialismo», obrerista e internacionalista, lo que era decir —a su entender— antipatriota

Bartolomé Bossio recordaba el juramento de Palacios por la Patria y que se autoconcibiera «patriota» («La lucha de clases en el Parlamento», LAS, 11-‍09-1905).

‍[50]
. La cuña sindicalista se vuelve significativa para la evolución de la identidad socialista porque contaba con una base doctrinaria lo suficientemente fundada como para forzar los términos del debate. No solo en lo que refería al papel de los sindicatos y del partido, sino también porque efectuaba una recepción de las formulaciones del socialismo internacional bastante bien ajustada a las disputas políticas locales. En el congreso del PS que finalmente los expulsaría, los sindicalistas se encolumnaron detrás de un antipatriotismo y un antimilitarismo sin fisuras, lo que dio lugar a un acalorado debate

«Proposiciones al VII Congreso» y «Antimilitarismo y antipatriotismo», LAS, 01 y 16-‍04-1906.

‍[51]
. La figura internacional clave era Gustave Hervé, ubicado en el ala izquierda del socialismo francés con un furibundo antipatriotismo como única postura posible ante la «reacción nacionalista»

La primera mención a Hervé es «Patriotismo y socialismo», LAS, 21-‍09-1905.

‍[52]
, que tensionaba frente al patriotismo socialista de Jean Jaurès fundado en la tradición revolucionaria francesa ‍[53].

El herveísmo se constituyó en un elemento doctrinario explícito en la conferencia de Emilio Troise para el Primero de Mayo de 1906

Emilio Troise, «Antimilitarismo y antipatriotismo», LAS, 01-‍05-1906.

‍[54]
, con referencias a la reciente obra de Hervé Leur Patrie ( ‍Hervé, G. (1905). Leur Patrie. Paris: Librairie de Propagande Socialiste.1905), donde este condenaba al patriotismo como una religión fanática sintetizada en el «culto a la bandera» ‍[55] y que Troise calificaba de «sentimiento estúpido». Otros ejemplos fueron la traducción del artículo «Socialismo antipatriótico» de Hervé

«Socialismo antipatriótico», LAS, 11-‍01-1906.

‍[56]
, la publicación de las encuestas de revistas francesas como Le Mouvement Socialiste y Vie Socialiste en torno al patriotismo en que se criticaba a los «socialistas patriotas»

«Antipatriotismo y antimilitarismo», LAS, 01-‍08 y 16-‍09-1906.

‍[57]
, y el saludo al Congreso de la CGT en Amiens que declaró al antipatriotismo como postura oficial

«Los dos Congresos», LAS, 16-‍10-1906.

‍[58]
. Algunos meses después, la UGT local, en manos sindicalistas, se declaraba también por la propaganda antimilitarista y antipatriótica

«El IV Congreso de la Unión General de Trabajadores», LAS, 01/01/1907.

‍[59]
.

Al impugnar convicciones como la posibilidad de un patriotismo socialista y al arraigar en el movimiento obrero, el desafío al PS se volvió mayúsculo porque afectaba a las perspectivas de crecimiento de una fuerza ahora integrada al juego de las instituciones representativas. Si esa tímida primera identificación del socialismo con la nación no generaba mayores entusiasmos, un nuevo clima de agitación patriótica —personificado en la agresiva política armamentista del canciller Estanislao Zeballos

Esta agitación nacionalista dio lugar a expresiones similares a las del conflicto con Chile, pero la agresividad partía del mismo gobierno; Castro (

Castro, M. (2014). Estanislao Zeballos: sensibilidad diletante, nacionalismo y estado, 1906-‍1912. Anuario del Centro de Estudios Históricos, 14, 183-‍201.

2014
).

‍[60]
— encerró progresivamente al PS entre dos fuegos: el antipatriotismo de buena parte de la familia socialista y un ascendente chauvinismo vectorizado por la cercana celebración del centenario de 1910.

Una respuesta fue distinguir «dos patriotismos»: la «patria burguesa» y la «patria socialista» y definir al patriotismo como un «sentimiento innato», estribando la cuestión en qué contenido sustentaba y hacia dónde dirigirlo. Uno miraba hacia el pasado (el burgués) y otro hacia el futuro (el socialista); el primero consistía en «una serie de sacrificios ininterrumpidos sin motivos», mientras el segundo «no pide sacrificios en nombre de una abstracción mentirosa […] Para él las fronteras desaparecen»

Eliseo Ibáñez, «La patria burguesa y la patria socialista», LV, 30-‍07-1904; Esteban Dagnino, «Los dos patriotismos», LV, 13-‍05-1905.

‍[61]
. ¿Qué hacer, en el otro frente, ante la propaganda antipatriótica, cercana a posiciones anarquistas? Otra respuesta, enmarcada en una campaña de «paz armada», puso límites al antipatriotismo socialista. Por eso antes del VII Congreso Justo expresó la inconveniencia de dicha empresa al considerarla «extravagante e insensata», excusa perfecta para los «patrioteros de profesión». Proponía, en cambio, «cultivar lo bueno y corregir lo malo», hacer «buen patriotismo» ‍[62], continuar la tolerancia con los extranjeros y su nacionalización.

A la postre, este momento constituiría un impasse para una fuerza que se filiaba en una tradición internacionalista pero que a partir de su progresivo involucramiento con los problemas de la política nacional debía demostrar su arraigo. Esta situación dilemática no era privativa del caso argentino, pero una nueva oleada de «chauvinismo delirante»

«La paz armada», LV, 03/04-09-1906.

‍[63]
motivó una resolución del PS en su VIII Congreso (1908): en vista de que «la clase dominante explota la falsa idea de patria que tiene la masa del pueblo», era preciso reconocer «como necesaria hoy la existencia de las naciones en el actual momento histórico, con sus particulares costumbres, idioma, tradición», pero se «condena ese patrioterismo estrecho de la clase dominante que procura levantar barreras infranqueables para la fraternidad de los pueblos» ‍[64]. Se conjugaba un triple fenómeno: la inevitabilidad de un sentimiento patriótico en el pueblo, la evolución de las formaciones sociales con caracteres nacionales distintivos y, finalmente, un principio de manipulación de parte de la burguesía que hacía jugar aquel sentimiento a favor de sus intereses de clase. Es posible constatar entonces un cambio respecto de 1900: en la aceptación definitiva del fenómeno nacional se revalorizaba la síntesis de un internacionalismo como conciliación de la pertenencia nacional y la voluntad internacionalista de los distintos partidos socialistas.

Una posición singular como la del escritor modernista Manuel Ugarte, delegado del PS argentino en la Internacional, ofrece un matiz, mas no un contrapunto. Presente en las discusiones de Stuttgart (1907) sobre el antimilitarismo y el colonialismo, a su entender las distintas posiciones habían definido una «pretendida incompatibilidad entre socialismo y patria» —aunque se evidenciaron disonancias—, lo cual Ugarte consideraba un error. Sin desentonar con la idea de los «dos patriotismos», se declaraba «enemigo del patriotismo brutal y egoísta que arrastra las multitudes a la frontera para sojuzgar a otros pueblos […] del patriotismo ancestral». En cambio, rescataba «otro patriotismo superior, más conforme con los ideales modernos […] que nos hace defender contra las intervenciones extranjeras», ejemplificando el caso de América Latina frente al «imperialismo anglosajón» de los Estados Unidos

Manuel Ugarte, «Socialismo y patria», LV, 02-‍07-1908.

‍[65]
.

Para este intelectual de estilo independiente, existía una nación latinoamericana fundada en una «unidad moral» entre pueblos que habían sido separados por vicisitudes políticas y ahora se veían amenazados. Asignaba en esta tarea un lugar central a «la parte más ilustrada» de cada uno de esos países como vanguardia esclarecida

Manuel Ugarte, «La defensa latina», El País, 05-‍10-1901. En su doble faceta como «artista» y «ciudadano de partido» se descubre el conflicto entre lugares de enunciación y legitimación de este socialista latinoamericanista. Véase Ehrlich (

Ehrlich, L. (2006/2007). Manuel Ugarte entre el modernismo latinoamericano y el socialismo. Una convivencia difícil. Políticas de la Memoria, 6/7, 105-‍118.

2006/2007
): 105-‍106.

‍[66]
, lo cual generaría su futura salida del PS. El de Ugarte era un caso más en una miríada de voces que desde el socialismo reclamaban la necesidad de conciliar sentidos con la patria, ya antes de que en 1908 se suscitara un célebre debate entre Justo y el socialista italiano Enrico Ferri respecto de las condiciones necesarias para el desarrollo del socialismo como movimiento histórico en los países periféricos del sistema capitalista ‍[67].

IV. La inflexión nacionalista de la identidad socialista[Subir]

Si un tema sensible para los socialistas fue cómo posicionarse ante la importancia adquirida por los símbolos nacionales, la pedagogía patriótica encarada por el presidente del Consejo Nacional de Educación, José María Ramos Mejía, vino a confirmar los temores de una «religión de la patria». Lo que se denominará aquí la «querella de los símbolos» estuvo así condicionada por una vigorosa política oficial de nacionalización de masas ‍[68]. Un segundo frente estuvo constituido por la faz más conflictiva del momento del centenario, en que las izquierdas y el PS, en particular, experimentaron la polarización en un antagonismo creciente. No casualmente los momentos de mayor algidez se experimentaron en los meses de mayo de 1909 y 1910, cuando las conmemoraciones del Primero de Mayo coincidieron con los festejos por el centenario de 1810, considerado el nacimiento de la nación argentina.

La llamada «semana sangrienta» de mayo de 1909 marcará el devenir de los acontecimientos y las valoraciones del socialismo en torno al nacionalismo. La represión oficial desatada el Día de los Trabajadores contra la manifestación anarquista generó una acción de solidaridad poco antes impensada, al declararse ese día una huelga general por iniciativa del PS con apoyo del sindicalismo revolucionario. El reflejo socialista fue ambiguo ante lo que concebía como una campaña antiextranjera del Gobierno nacional: por un lado, reafirmó su pertenencia a un movimiento internacional de trabajadores —si bien dividido por tendencias—; pero, por otro, denostó en un manifiesto partidario la impostura de los «patrioteros» que apelaban a «la obra sanguinaria de sus jenízaros» como «procedimiento de argentinización». En un giro que demostraba un sentimiento de pertenencia nacional, el texto aseguraba que los socialistas eran «continuadores de la obra de la independencia» y cifraban sus esperanzas en «la hora del Centenario» ‍[69].

Esto inició un debate al interior del socialismo sobre qué posición tomar ante la violencia nacionalista, pero también ante la celebración de una nación que se quería democrática. La evolución de la coyuntura confirmará los diagnósticos más pesimistas, aunque comenzará a visibilizar mejor aquellas posturas que intentaban conciliar al socialismo con aquella. Si el foco se coloca en los temores oficiales por la llamada «huelga general del Centenario» proclamada por anarquistas y sindicalistas revolucionarios, en la ola de violencia desatada sobre las izquierdas en mayo de 1910 y en la sanción ese año de la denominada Ley de Defensa Social ‍[70], la patria aparecía efectivamente como un «otro». En medio del choque entre la revolución social y las expresiones del nacionalismo xenófobo, la mayor parte de la dirigencia del PS entendía que, sin embargo, existían motivos para celebrar el centenario, aunque por fuera de los actos oficiales

Así lo demuestran los artículos sobre los festejos aparecidos en LV y las declaraciones de Justo y Enrique Dickmann aparecidas en La Argentina, «Opiniones y pronósticos sobre la huelga general», 28 y 29-‍04-1910.

‍[71]
. El dilema fundamental de 1910 estribaba en si era posible conciliar los términos de ese aparente antagonismo irreductible, si la bandera roja y la nacional podían expresar una misma causa.

1. La querella por los símbolos[Subir]

La forma en que los socialistas lidiaron con esta coyuntura vino a interpelar convicciones profundas de su identidad política: dejaba en evidencia una orfandad en la tradición en que se filiaba PS respecto de posibles antecedentes que otorgaran sentido al socialismo en Argentina. Los símbolos, como las banderas, condensaban y podían expresar convicciones y valores, pero también arrastraban sentidos sedimentados que podían reformularse en un presente de cambio. Poco después de la «semana sangrienta» el PS organizaría una conferencia sobre la «Revolución de 1810» con intervenciones de Nicolás Repetto y Alfredo Palacios. Lo importante del caso estriba menos en la originalidad de ambas interpretaciones acerca del gran mito nacional —ambos abrevaban en la consagrada idea de la independencia como una «revolución de la clase burguesa»— que en sus matices y las consecuencias que éstos trajeron aparejadas.

Ni uno ni otro establecieron un claro antagonismo entre nacionalismo e internacionalismo, sino que se encargaron de reivindicarse, a la vez, como socialistas y argentinos. Repetto dirigió su crítica al «exceso de símbolos y cánticos patrióticos» con que los nacionalistas mistificaban a la revolución, apelando en cambio el socialismo al esfuerzo mancomunado de los «trabajadores conscientes argentinos y extranjeros» para concretar el «progreso político» del país. De forma implícita, se reconocía el parteaguas histórico de 1810, pero la polémica se dio a partir de las afirmaciones de Palacios. No necesariamente por sostener que el movimiento socialista se presentaba «como continuador de la obra iniciada antemano» —algo ya presente en el manifiesto—, sino porque esbozó una definición simple del «concepto de patria» según la cual los socialistas no eran antipatriotas por formar parte de un movimiento internacional que aspiraba como «ideal lejano» a la supresión de las fronteras, ya que todas las nacionalidades cabrían en la «sociedad del futuro». Pero, como contracara, no creía que «la bandera roja excluyera a la bandera argentina» y consideraba «una repudiable locura la afirmación de Hervé cuando dice que la bandera de Francia débese colocar sobre un estercolero. Somos patriotas en el sentido amplísimo de la palabra», terminaba por asegurar

Los discursos en: «La conferencia del domingo. La revolución de 1810», LV, 24/25-05-1909.

‍[72]
.

Los motivos podían responder a la desconfianza de la coyuntura frente a las efusiones patrióticas, así como a la progresiva reformulación de una identidad partidaria en la cual el internacionalismo había sido importante en sus orígenes, pero que ahora debía matizarse, de allí el entredicho con el antipatriotismo de Hervé

La frase de Hervé databa de un artículo en clave antipatriótica ante los avances del nacionalismo francés.

‍[73]
. A partir de entonces, la referencia a las banderas y la posibilidad de su combinación adquirirá el sentido antes referido de convicciones cuasi religiosas, al desatar un debate que tuvo a LV y la Revista Socialista Internacional —(en adelante RSI), órgano teórico del PS creado en 1908 y dirigido por el abogado de origen español Enrique Del Valle Iberlucea— como cajas de resonancia. En tren de una clasificación general, se fueron definiendo un ala imbuida de un antipatriotismo radical, apegada al internacionalismo; otra que aceptaba con cierto escepticismo la idea de «patria», como una instancia necesaria; y finalmente un pequeño sector «patriota»

La voz de Ugarte no estuvo representada, al encontrarse de gira por América Latina, pero continuará postulando que todo el continente constituía una nación.

‍[74]
.

Para la posición intermedia, lo fundamental era despejar tanto los prejuicios nacionalistas como los internacionalistas, en función de continuar la labor de nacionalización de los inmigrantes, pero también de evitar el «fanatismo» de los símbolos con que se asociaba al nacionalismo

Juan B. Justo, «La Patria»; Carlos N. Caminos, «De la patria al patriotismo»; y Basilio Vidal, «Todavía sobre la patria»; en: LV, 26 y 28-‍05-1909 y 02-‍06-1909.

‍[75]
. El escaso entusiasmo de este grupo, compuesto por voces experimentadas dentro de las filas partidarias, se fundaba tanto en su rechazo del nacionalismo exacerbado como en el temor a que los socialistas cayeran en la trampa del anarquismo, que se autoexcluía de la comunidad nacional y atraía acciones represivas, por lo que reconocer la entidad de la patria como necesaria a la acción socialista no podía constituir una «herejía» doctrinaria

Francisco Dagnino, RSI, núm. 7, 25-‍05-1909.

‍[76]
. Asimismo, se destacaban convencidos internacionalistas que reconocían en la «tradición de Mayo» de 1810 el camino legítimo para la construcción de una nación libre e igualitaria. Ello se expresaba en la senda coherente de una filosofía de la historia de inspiración marxista, filiada en un imaginario utópico y humanista típico de la Segunda Internacional, que ubicaba en el futuro el momento de unión de todas las naciones, como lo expresara Del Valle Iberlucea en sendos editoriales que abrían una encuesta sobre «Socialismo y Patriotismo»

Enrique Del Valle Iberlucea, «Pasado y presente» y «La “Internacional”», RSI, núm. 7/8, 25-‍05 y 14/15-07-1909. Sobre el marxismo de esta emergente figura del socialismo argentino, véase Tarcus (

Tarcus, H. (2013). Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, científicos e intelectuales. Buenos Aires: Siglo xxi.

2013
): 448-‍459.

‍[77]
.

Para aquellos embanderados en el internacionalismo combativo este era el fundamento de una identidad sin fisuras que no debía reconocer fronteras. Si algunos consideraban a Hervé un «socialista admirable», en este grupo el componente generacional jugaba sin lugar a dudas un papel importante, como radicalización de aquellas posturas que los dirigentes más experimentados matizaban. Así, para Martín Casaretto y José Penelón el antagonismo de los símbolos nacionales y socialistas implicaba que no podía haber socialistas patriotas como no existían socialistas católicos

Respuestas de Martín Casaretto y José Penelón, RSI, núm. 8, 14/15-07-1909.

‍[78]
. En el secretario general del PS, Mario Bravo, la dicotomía era más patente aún porque las banderas operaban de forma transparente como íconos: la celeste y blanca era «el símbolo de la clase constituida que gobierna», mientras la roja representaba «acción, transformación, revolución»

Mario Bravo, «Melancólica imagen de la patria», LV, 05-‍06-1909; Alejandro Comolli, «Patrias y banderas»; José Muzzilli, «El concepto de “patria”»; Martín Casaretto, «El patriotismo ante el criterio obrero», LV, 26, 29 y 30-‍05-1909.

‍[79]
. Si se tiene en cuenta el manifiesto de la «semana sangrienta», se comprende que la de la «fracción juvenil» era una opinión defensiva y cada vez más minoritaria, pero para nada inaudible dentro del PS. Cabe referirse a las consecuencias que conllevó la Ley de Defensa Social, al prohibir la bandera roja y cualquier otro símbolo del movimiento obrero para manifestaciones públicas e instalar —esta vez hacia afuera del partido— un clivaje entre lo nacional y lo antinacional, entre el orden y la subversión, entre la comunidad política legítima y quienes quedaban fuera de ella.

Esta conflictividad de la coyuntura permite comprender la opinión paradigmática de Justo. En su informe para el PS sobre el Congreso de la Internacional de Copenhague (1910), al que asistiera como delegado, además de reportar la denuncia contra la oligarquía gobernante en Argentina y el voto de solidaridad de las distintas legaciones, se detuvo en la estética de la sala europea: «La bandera roja acogía allí a las banderas nacionales que, como símbolos de los diferentes países, pueden subsistir sin peligro». Para los socialistas que aceptaban la idea de patria era la capacidad inclusiva de su causa —esa «obra de paz y solidaridad humana»— la que permitía el internacionalismo de Copenhague, forma de sintetizar y conjurar las implicancias negativas de la «cuestión nacional» en tiempos del centenario

Juan B. Justo, «El Partido Socialista de la Argentina en el Congreso Internacional de Copenhague», LV, 10-‍11-1910.

‍[80]
. Pero ante la propuesta formulada por Mario Bravo en el IX Congreso de que los grupos parlamentarios de los partidos nucleados en la Internacional explicitaran su protesta ante la Ley de Defensa Social, no solo se opuso la voz de Alfredo Palacios (la calificó de «extemporánea y perjudicial»)

«IXº Congreso del Partido Socialista», LV, 26/27-12-1910.

‍[81]
, sino que se hizo eco uno de los más importantes periódicos «burgueses», instalando la cuestión de la nación en un primer plano:

Lo que siempre hemos reprochado al socialismo es, en efecto, su falta de comprensión del fenómeno argentino […] se ha limitado a aplicar las recetas de los partidos congéneres del viejo mundo […] su única probabilidad de éxito, aquí como en todas partes, está en convertirse en un partido argentino […] animado por el anhelo de lograr a la par que el mejoramiento de las clases obreras, el progreso superior de la patria

«El congreso socialista», La Nación, 28-‍12-1910.

‍[82]
.

2. Entre Zeballos y Hervé: el «buen nacionalismo» socialista[Subir]

Como consecuencia del debate y producto asimismo de la avanzada nacionalista, ciertos representantes del partido comenzaron a plantear que su misión histórica implicaba la construcción de una «nueva patria». Esta suerte de reflejo socialista del centenario frente a la consigna de una «restauración nacionalista» —título de la célebre obra del escritor Ricardo Rojas (1909)— traía consigo, a la vez, algunos aportes doctrinarios a tono con las formulaciones más generales dentro de la Segunda Internacional.

Esta posición se personifica en el joven Antonio De Tomaso al asegurar que el internacionalismo no significaba un antipatriotismo à—la—Hervé, en tanto a su entender los socialistas otorgaban un verdadero sentido práctico a la idea de patria. Afirmaba que tanto esta como la democracia debían ser firmemente sostenidas por la clase trabajadora, negando que fuesen un «invento burgués». La figura del socialismo que citaba y resultaba paradigmáticamente socialista y patriota era Jaurès, pero seguía también al teórico revisionista de la socialdemocracia alemana Eduard Bernstein —protagonista de una famosa querella teórica— para refutar la consigna del Manifiesto comunista. Destacaba: la misma «ha perdido en nuestros días mucho de su valor y se irá perdiendo cada vez más y más, a medida que por la influencia creciente de la democracia socialista el obrero sea cada vez más ciudadano»; finalizando: «Siendo socialistas somos patriotas» y, en tanto tales, «buenos nacionalistas» y no «chauvnistas», incorporando así una carga positiva al patriotismo de los socialistas

Antonio De Tomaso, «Patria y socialismo», LV, 27-‍05-05-1909 y RSI, núm. 7, 25-‍05-1909. El texto de Bernstein era Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Sobre Bernstein y el debate sobre la «cuestión nacional» en la socialdemocracia alemana, véase Krumeich (

Krumeich, G. (2014). Internationalisme, patriotisme et Social-Démocratie Allemande. Cahiers Jaurès, 212/213, 53-‍63.

2014
).

‍[83]
. Al igual que Palacios en su fundamentada respuesta a la encuesta de la RSI, en la cual apelaba tanto a Marx y Engels como a Jaurès y Deville para reconocer al internacionalismo como fundamento doctrinario del movimiento socialista y al patriotismo como un «sentimiento natural» compuesto de impresiones y recuerdos inevitables

Alfredo Palacios, RSI, núm. 7, 25-‍05-1909.

‍[84]
.

La alternativa de un «buen nacionalismo» socialista que no traicionara sus fundamentos como partido del proletariado permitía redimensionar la alteridad que se había instalado en el clima del centenario. En consonancia, fue nuevamente Justo el que en su citado El socialismo argentino destacaba el carácter nacional del PS, ya que si este venía a acelerar y encauzar en un sentido progresivo el desarrollo histórico nacional, la exégesis de Justo reconocía unos pocos referentes que podían ser reivindicados: el proyecto de «reforma intelectual y moral» del Dogma Socialista de Esteban Echeverría (1837); un Juan Bautista Alberdi que adquiría, a ojos de su evolucionismo, un perfil más moderno que aquel al proponer el progreso material del país. Dos figuras que desde las décadas anteriores venían siendo erigidas en los ideólogos de la gran transformación que venía haciendo de la Argentina una nación moderna. Al evaluar en concreto la evolución de las agrupaciones socialistas desde la década de 1880, Justo se esmeró por afirmar que este movimiento tenía en sus precursores un carácter «extranjero» pero no «exótico», mientras que en el cambio de siglo la «organización obrera, al desarrollarse, se ha argentinizado» ‍[85].

Para De Tomaso, la concepción «sana del patriotismo» socialista tenía su núcleo en la lucha contra todos los tipos de injusticias, completando así la promesa realizada en la independencia, y sostenía: «Nuestra labor tiende a organizar definitivamente la nacionalidad argentina»

Antonio De Tomaso, «Sobre patriotismo», LV, 30-‍05-1909.

‍[86]
. Al iniciarse la campaña electoral de 1910, contrapuso en una conferencia ante un público obrero el «nacionalismo inteligente» de un socialismo que propugnaba por una reforma intelectual y moral por la «elevación humana» de las masas trabajadoras, a un «nacionalismo patriotero», quintaesencialmente condensado en el chauvinismo de Zeballos

«Discursos de Cúneo y De Tomaso», LV, 29-‍01-1910.

‍[87]
. El acompasamiento de estos postulados con algunas de las discusiones suscitadas en el socialismo internacional se evidenciaba en las citas de autoridad. No sorprende entonces que los referidos Bernstein y Jaurès se erigieran en paradigmas de un combate que tenía un doble frente.

A principios de 1910 aparecía en LV la entrevista que Repetto realizara a Jaurès en París, un año antes de su visita a Argentina. Este focalizó en la propaganda antipatriótica al afirmar que el mismo herveísmo era un «movimiento tan patriotero como el nacionalismo francés», porque había sido creado exclusivamente para las disputas político-ideológicas dentro de Francia. Según afirmaba, «la patria representa un hecho real y de más alto interés, circunstancia que no excluye la amplísima idea del internacionalismo y que no se oponen, en manera alguna, a la lucha que la clase trabajadora realiza para obtener su emancipación integral»

Nicolás Repetto, «Una entrevista con Jaurès», LV, 02-‍02-1910.

‍[88]
. En ese momento Jaurès se disponía a publicar en Francia L’Armée Nouvelle, su obra sobre la cuestión de la nación, el internacionalismo y el antimilitarismo. Esta posición, que reivindicaba un «nacionalismo sano», no dejará de ser recepcionada con ciertas notas aclaratorias por aquellos identificados con las posturas internacionalistas, caso de la revista Humanidad Nueva. Así, Fernando De Andreis se preguntaba en su elogioso comentario: «¿Cómo contrarrestar el concepto heroico de Hervé que proclama el odio implacable contra el ejército y vivificar ese nacionalismo amplio que Jaurès pregona como única solución […]?»

Fernando De Andreis, «La organización socialista francesa y el Ejército Nuevo», Humanidad Nueva, n° 4, 01-‍05-1911. Sobre la visita de Jaurès a Argentina, sus opiniones sobre el país y el lugar de la nación en el proyecto socialista, ver Herrera (

Herrera, C. (2016). Jaurès en Argentine — L’Argentine de Jaurès. Cahiers Jaurès, 221, 109-‍130.

2016
).

‍[89]
.

La respuesta fue propinada por el mismo Jaurès en sus conferencias en Buenos Aires, en especial en la titulada «Nacionalidad, democracia y clase obrera». Allí intentó enhebrar las ideas que venía sosteniendo en el debate político de la III República francesa, sus posiciones en los congresos de la Internacional y los dilemas del socialismo local al explicar cómo el proletariado, sujeto político fundamental del PS, se erigía no solo en el pilar fundamental de la democracia que se buscaba construir, sino también en el cimiento social de una nacionalidad joven como la argentina a través de la idea de «crisol». De esta forma, esbozaba una interpretación que conciliaba las convicciones de las distintas posturas del PS —en privilegio de los «patriotas»— con las inquietudes de sus interlocutores de las élites del centenario, al instalar en el espacio de representación identitaria del socialismo a la clase obrera como «factor nacionalista» ‍[90].

Finalmente, es posible efectuar una última referencia significativa sobre los usos del pasado nacional que el emergente nacionalismo socialista estaba dispuesto a realizar. Una vez más, existía una versión matizada y no necesariamente entusiasta de las connotaciones patrióticas que ello implicaba, y otra en donde la asociación aparecía de forma explícita. El centenario del nacimiento de Alberdi oficiará como excusa para la singular apropiación socialista de un panteón nacional donde, a ojos del PS, predominaban los «héroes del sable» antes que los políticos o pensadores civiles

«Restauración nacionalista», LV, 12-‍03-1910.

‍[91]
. En la conferencia de homenaje, Justo comenzó afirmando que los socialistas «[s]omos discípulos de Alberdi […] por su actitud moderna y progresiva». La reivindicación de Palacios reveló mucho más su enrolamiento en la «fracción patriota» del PS. Al referirse al pedido de derogación del servicio militar obligatorio, estableció primeramente la necesidad de poner límites al antipatriotismo: la «milicia ciudadana» era para él —siguiendo a Jaurès— la mejor forma de «defender la patria con convicción». En este sentido, el ejemplo de Alberdi y su El crimen de la guerra servía para combatir el «nacionalismo impulsivo», apelando al «buen nacionalismo socialista», fundado en «prosperidad, engrandecimiento y paz»

«La conferencia de anoche en Unione e Benevolenza», LV, 17-‍02-1910.

‍[92]
.

A su manera, los socialistas argentinos emprendían el desafío de encontrar lo que podía haber de «verdad» en el nacionalismo, filiándose en una tradición progresista (la liberal) al proponer una versión pacifista y democrática frente a otra más extendida, por momentos autoritaria y de pretensiones homogeneizantes, tal como los distintos grupos del socialismo británico lo hicieran con la tradición radical decimonónica frente al jingoísmo imperialista ‍[93] y como los socialistas franceses se identificaran con la tradición revolucionaria y patriótica frente a la «reacción nacionalista» de corte militarista y revanchista que madurara con el affaire Dreyfus. En esta encrucijada en torno al centenario, podría pensarse que el contenido cívico y democrático del nacionalismo de los socialistas encontraba puntos de contacto con la también opositora UCR, pero aquí vuelve a adquirir peso el recorrido previo de cada una de estas fuerzas y cómo eso se conjugó con los posicionamientos de la hora. Si el proceso de democratización encontró en las demandas del radicalismo por el sufragio libre un motivo de su nuevo protagonismo, el apoyo de la UCR a las campañas de «paz armada» a fines del siglo xix e inicios del xx, la constante presencia de militares en sus filas, su exacerbado culto a los símbolos patrios y una retórica partidaria que asociaba una autoasignada misión histórica de regeneración moral con una «causa nacional» sin fisuras ‍[94] evidenciaban, por otro lado, todo lo que seguía separando —y de hecho separará en los años siguientes— a radicales y socialistas en cuanto a la cuestión aquí abordada.

V. Conclusiones[Subir]

Si la experiencia del socialismo argentino puede pensarse, desde una perspectiva más abarcativa, como un capítulo —periférico— del desafío que enfrentaron las fuerzas que se referenciaban en la Segunda Internacional frente a la cuestión de la nación, antes de la Primera Guerra Mundial, es posible vislumbrar lógicas comunes vinculadas a la recepción y tramitación particular de ciertos debates cada vez más acuciantes desde 1900. De ello no se infiere, no obstante, una causalidad que permita explicar la inflexión operada en el PS en la coyuntura crítica que discurre entre el clima del centenario y la reforma política de 1912. Antes bien, es este conflictivo momento local el que vino a explicitar y, de alguna manera, a resolver una tensión existente en la identidad socialista que fue tomando forma en el cambio de siglo.

Por otro lado, el internacionalismo nunca pasó de ser una convicción que vinculaba al socialismo argentino con procesos más amplios del mundo occidental: organización de los movimientos obreros, optimismo y fe en el progreso, la concreción de una instancia como la Internacional que aportaba un paraguas identitario. En tanto, lo que mutó fue un arraigado antipatriotismo inicial que, ante el avance del nacionalismo, devino en un patriotismo socialista que pretendía conjugar la causa de los trabajadores y de la civilización con las promesas exaltadas en la causa nacional del centenario, traducida por la perspectiva de una democratización política que los socialistas concibieron como llave maestra de su proyecto de sociedad, sus valores e, incluso, sus tradiciones.

La querella por los símbolos expresó, de alguna manera, la forma en que la arraigada creencia de los socialistas en su causa particular —sintetizada en la bandera roja o el Primero de Mayo— transitó una crisis tamizada por los motivos nacionales, desde lo que expresaba la bandera argentina en las celebraciones patrias (una tradición de sistematización reciente) hasta la promesa de un destino de grandeza. Pero aunque la desconfianza frente al patriotismo exaltado no desaparecerá, como ocurrirá en los posteriores affaires Ugarte (1913) y Palacios (1915) —dos socialistas «patriotas»—, la mirada de los «otros» sedimentada por el estigma de la «planta exótica» consolidará la convicción de que en Argentina el socialismo debía expresar su identificación con el pasado, el presente y el futuro de la nación, aunque no en un sentido chauvinista.

Basta pensar en las respuestas dadas por Justo en la Cámara de Diputados (1912) o por el senador electo Del Valle Iberlucea (1913), en la clave de un «nacionalismo sano», para constatar cuánto había cambiado respecto de 1900, o incluso de 1909, pese a que esos «otros» (conservadores en el primer caso, radicales en el segundo) no necesariamente le reconocieran sus credenciales patrióticas. Así puede comprenderse que Mario Bravo, internacionalista durante la querella de 1909, expresara un año después en su «Canción a la República» el mito integracionista del «crisol de razas», el de Argentina como nación progresista que ejemplificaba la patria universal propugnada por los socialistas:

Será himno colectivo y a la vez exclusivo,

será canción del mundo y a la vez argentina

Hombres pide esta tierra a todo el mundo,

Igualdad piden sus trabajadores,

Ellos tienen derecho de ser cumbre,

Si ellos dan a la patria su energía… ‍[95]

La inflexión nacionalista de la identidad socialista remite entonces al planteo inicial, a la necesidad de pensar los jalones de aquella, a la vez dentro y fuera de cada coyuntura, en la mediana duración, una decantación que termina por colmar y hacer patente un nuevo componente del «nosotros» reivindicado por los socialistas. Desde la temprana inclusión de la nación como problema y la desconfianza frente a los sentimientos patrióticos en la última década del siglo xix, hasta la formulación —como respuesta hacia 1900— de una concepción «sana» del emergente fenómeno nacionalista y la comprensión de aquella entidad entendida como instancia «necesaria» del devenir hacia la sociedad socialista; y, finalmente, la incorporación por la virtual generalidad profesión de fe política.

Con todo, este análisis de una identidad político-partidaria necesariamente coral abre otros frentes más generales a indagar: por un lado, el de las modalidades y variantes que adoptó el nacionalismo a inicios del siglo xx, trascendiendo el «nacionalismo de los nacionalistas» (de derecha) ‍[96], escasamente vinculado por la historiografía a la evolución de las principales fuerzas gestadas entonces; por otro, al largo devenir de las tensiones internas que se operarán en el socialismo (y el espectro más amplio de las izquierdas) y en las que jugará un papel no menor la capacidad o no de representar un espacio identitario que se quiera fiel a las tradiciones más arraigadas de dicho movimiento, a la par de la mayor centralidad que adquirirá aún la cuestión de la nación en la política argentina durante las décadas centrales del siglo xx.

Notas[Subir]

[1]

El autor agradece la lectura de Fernando Suárez y Natacha Bacolla, la generosidad de Carlos Herrera, los comentarios a una parte del texto por Hernán Díaz y las valiosas sugerencias de los evaluadores anónimos de la revista, eximiendo a todos ellos de posibles errores.

[2]

En los estudios recientes sobre la emergencia del nacionalismo, mientras Bertoni ( ‍Bertoni, L. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la identidad nacional en Argentina a fines del siglo xix. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2001) ha puesto el foco en la definición de un problema para las élites políticas e importantes sectores de la sociedad argentina en torno a la inmigración, conflictos políticos limítrofes, un sistema de fiestas patrias y una pedagogía patriótica en las escuelas públicas, etc.; Devoto ( ‍Devoto, F. (2002). Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Buenos Aires: Siglo xxi.2002) analiza la evolución de los planteos nacionalistas de las élites político-culturales desde finales del siglo xix, para lo cual establece un quiebre hacia el centenario de 1910, cuando tomaría forma un «nacionalismo cultural» esencialista, para dar lugar en la década de 1920 al «nacionalismo de los nacionalistas», autoritario y antidemocrático. Por su parte, Castro ( ‍Castro, M. (2012). El ocaso de la República oligárquica. Poder, política y reforma electoral, 1898-‍1912. Buenos Aires: Edhasa.2012) ha demostrado la importancia que ocupó la «cuestión nacional» en las inquietudes y motivos políticos de la oligarquía gobernante de esos años.

[3]

Haupt ( ‍Haupt, G. (1982). Los marxistas frente a la cuestión nacional. La historia del problema. En M. Lowy, G. Haupt y C. Weil (eds.). Los marxistas y la cuestión nacional (pp. 10-82). Barcelona: Fontamara.1982).

[4]

Desde la cuestión de las nacionalidades en el Imperio austro-húngaro hasta la «cuestión colonial» entre los socialistas británicos, alemanes e italianos. Derfler ( ‍Derfler, L. (1973). Socialism since Marx. New York: Palgrave Macmillan. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-1-349-15510-1.1973): 86-‍109.

[5]

La noción de «nacionalismo socialista» pertenece a Schwarzmantel ( ‍Schwarzmantel, J. (1987). Class and Nation: Problems of Socialist Nationalism. Political Studies, 35, 239-‍255. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1467-9248.1987.tb01886.x.1987).

[6]

Berger ( ‍Berger, S. (1999). British and German Socialist Between Class and National Solidarity. En S. Berger y A. Smith (comps.). Nationalism, Labour and Ethnicity, 1870-‍1939 (pp. 31-63). Manchester: Manchester University Press.1999).

[7]

Hobsbawm ( ‍Hobsbawm, E. (2012) [1990]. Naciones y nacionalismo desde 1780. Buenos Aires: Crítica.2012) [1990]: 132-‍134.

[8]

Callahan ( ‍Callahan, K. (2010). Demonstration culture. European Socialism & the Second International, 1889-‍1914. Leicester: Troubabor.2010): XVIII (traducción propia).

[9]

La obra de síntesis más importante sobre el partido identificó la centralidad del problema hacia el centenario: Walter ( ‍Walter, R. (1977). The Socialist Party of Argentina, 1890-‍1930. Austin: The Univesity of Texas at Austin.1977); en tanto ciertas interpretaciones basadas en Justo sostuvieron que a fines del siglo xix el socialismo fue en Argentina la punta de lanza de un «nacionalismo popular» que prolongaba la tradición liberal: Baily ( ‍Baily, S. (1984). Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina. Buenos Aires: Paidós.1984): 18 y 26-‍27.

[10]

Aricó ( ‍Aricó, J. (1999). La hipótesis de Justo. Buenos Aires: Sudamericana.1999): 72-‍74, 79 y 85.

[11]

Da Orden ( ‍Da Orden, M. L. (1994). Entre internacionalismo y nacionalismo. El enfoque de la nación en Juan B. Justo. Estudios Sociales, 6, 55-‍72. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v6i1.2311. 1994): 62 y 66.

[12]

Aboy Carlés ( ‍Aboy Carlés, G. (2001). Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem. Rosario: Homo Sapiens.2001): 42-‍68.

[13]

Sin referencias al PS, estos fenómenos han sido analizados por Bertoni ( ‍Bertoni, L. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la identidad nacional en Argentina a fines del siglo xix. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2001).

[14]

«Las dos naciones», LV, 21-‍04-1894.

[15]

Por ejemplo, el hecho de que Marx y Engels se habían percatado de que pese a que «los obreros no tienen patria», el proletariado debía no obstante «conquistar el poder político» y convertirse en «clase nacional» en un sentido diferente a la burguesía revolucionaria. Sobre el abordaje de la cuestión de la nación por parte de Marx, el primer marxismo, los debates de la Segunda Internacional y la Revolución rusa existe una amplia bibliografía. Véanse Szporluk ( ‍Szporluk, R. (1988). Communism and Nationalism. New York: Oxford University Press.1988) y Nimni ( ‍Nimni, E. (1985). Marxism and Nationalism. En M. Shaw (ed.). Marxist Sociology Revisited (pp. 99-142). London: MacMillan. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-1-349-17912-1_4.1985).

[16]

Hipólito Curet, «El patriotismo», LV, 18-‍04-1896.

[17]

Para la secuencia formativa del PS ver Tarcus ( ‍Tarcus, H. (2013). Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, científicos e intelectuales. Buenos Aires: Siglo xxi.2013): 129-‍176 y 276-‍363; y Martínez Mazzola ( ‍Martínez Mazzola, R. (2008). El Partido Socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino (1890-‍1930) [tesis doctoral]. Buenos Aires: FFyL-UBA. Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/1879.2008): 67-‍78.

[18]

Falcón ( ‍Falcón, R. (2011) [1986/1987]. Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1890-‍1912). Estudios Sociales, 40, 193-‍221. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v40i1.2678.2011) [1986/1987]. Lucas Poy siguió los planteos del PS donde se cruzan el problema de la ciudadanía y los derechos políticos de los trabajadores inmigrantes con la delimitación de una conciencia de clase. Véase Poy ( ‍Poy, L. (2015). Ciudadanía, derechos políticos y conciencia de clase. La cuestión de la naturalización de los extranjeros en los orígenes del socialismo argentino. Diálogos, 16 (2), 3-‍29. Disponible en: https://doi.org/10.15517/dre.v16i2.16026.2015).

[19]

Sobre los debates en la Internacional sobre la «acción política» y la naturalización de los extranjeros en cada país, ver Cole ( ‍Cole, J. (1959). Historia del pensamiento socialista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.1959): 29-‍42.

[20]

El punto se ilustra en un artículo-debate con El Argentino, órgano de la UCR: «La planta exótica del socialismo», LV, 09-‍06-1894.

[21]

En este rechazo Ricardo Falcón encontraba el éxito inicial del anarquismo para captar mayores voluntades dentro de unos sectores trabajadores predominantemente inmigrantes. Véase Falcón ( ‍Falcón, R. (2011) [1986/1987]. Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1890-‍1912). Estudios Sociales, 40, 193-‍221. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v40i1.2678.2011) [1986/1987]. Para un mayor detalle de la actitud anarquista ante la cuestión de la nación, véase Suriano ( ‍Suriano, J. (2001). Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires (1890-‍1910). Buenos Aires: Manantial.2001): 264-‍271.

[22]

«Naturalización de los socialistas extranjeros», LV, 09-‍06-1894.

[23]

«Naturalización de extranjeros», LV, 10-‍11-1894.

[24]

Justo ( ‍Justo, J. B. (1920c) [1910]. El socialismo argentino. En Socialismo (pp. 81-119). Buenos Aires: La Vanguardia.1920c) [1910]: 117.

[25]

Bertoni ( ‍Bertoni, L. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la identidad nacional en Argentina a fines del siglo xix. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2001): 79-‍120.

[26]

Sobre la tarea de regeneración colectiva nacionalista, ver Smith ( ‍Smith, A. (1999). Myths and Memories of the Nation. New York: Oxford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1354-5078.1999.00331.x.1999): 177-‍181, quien define la «comunidad étnica» como una población humana que cuenta con un mito de ascendencia y recuerdos comunes, donde juega un rol fundamental el análisis de una «cultura política peculiar» de ceremonias, ritos, símbolos, valores cívicos y tradiciones.

[27]

«25 de Mayo», LV, 26-‍05-1894.

[28]

José Ingenieros, «La comedia de la libertad y el 25 de Mayo», LV, 21-‍05-1898. Si bien este intelectual socialista mostraba una mirada algo comprehensiva del fenómeno, el doctrinarismo economicista de la vulgata segundointernacionalista imponía sus límites. Haupt ( ‍Haupt, G. (1982). Los marxistas frente a la cuestión nacional. La historia del problema. En M. Lowy, G. Haupt y C. Weil (eds.). Los marxistas y la cuestión nacional (pp. 10-82). Barcelona: Fontamara.1982): 34-‍37.

[29]

«El 25 de Mayo. Su apreciación histórica», LV, 26-‍05-1900.

[30]

Justo ( ‍Justo, J. B. (1920a) [1898]. La teoría científica de la historia y la política argentina. En Socialismo (pp. 5-34). Buenos Aires: La Vanguardia.1920a) [1898]: 31. Así y todo, el autor iniciaba el escrito afirmando: «Amo al país en que vivo […] a todos los que aquí trabajan y luchan […] me llamo argentino». Justo pretendía demostrar que el socialismo tenía una razón de ser en Argentina al continuar las luchas populares entabladas a inicios del siglo xix.

[31]

Los discursos se transcriben en Juan B. Justo, «La Fiesta del Trabajo», LV, 01-‍05-1896 y «¿Por qué somos fuertes?», LV, 09-‍05-1897.

[32]

Transcrito en LV, 01-‍05-1897.

[33]

Para un análisis centrado en un estudio de caso, véase Becerra ( ‍Becerra, M. (2005). ¿Fiestas patrias o fiestas socialistas? Rituales escolares e identidad socialista a principios del siglo xx. En H. Camarero y C. Herrera (eds.). El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo (pp. 97-119). Buenos Aires: Prometeo.2005), quien aborda la tensión entre los criterios de clase de la identidad socialista y la cuestión nacional desde la perspectiva de las políticas educativas del PS.

[34]

Sobre las fiestas patrias como ejemplo para el ritual socialista del Primero de Mayo, ver Reyes ( ‍Reyes, F. (2016a). De la velada de club a la estética de los cortejos. La construcción del 1.º de Mayo socialista en la Argentina finisecular (1894-‍1900). Boletín Ravignani, 44, 42-‍77.2016a): 65-‍71.

[35]

Bertoni ( ‍Bertoni, L. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la identidad nacional en Argentina a fines del siglo xix. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2001).

[36]

La evolución de las discusiones sobre el antimilitarismo en la Internacional, en Callahan ( ‍Callahan, K. (2010). Demonstration culture. European Socialism & the Second International, 1889-‍1914. Leicester: Troubabor.2010).

[37]

«Decadencia de un pueblo. A propósito de la cuestión Dreyfus», LV, 26/02/1898. Se explicaba que el «descenso nacional» de Francia se habría iniciado con el movimiento del general Boulanger y la «adoración de la espada» en nombre de la patria.

[38]

Adrián Patroni, «Los trabajadores y la cuestión chilena», LV, 12-‍02-1898.

[39]

Ingenieros ( ‍Ingenieros, J. (1898). La mentira patriótica, el militarismo y la guerra. Buenos Aires: Biblioteca Obrera.1898): 13 y 19.

[40]

José Ingenieros, «1° de Mayo», LV, 01-‍05-1899. Ingenieros citaba un intercambio epistolar con el francés Gabriel Deville como disparador del posible reconocimiento de un «patriotismo socialista». Sobre esto último, véase Winock ( ‍Winock, M. (1992). Le socialisme en France et en Europe, XIX°-XX° siecle. Paris: Seuil.1992): 366-‍374. Sobre la evolución de la idea de nación en la obra de Ingenieros, ver Terán ( ‍Terán, O. (2001). Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo. Derivas de la «cultura científica» (1880-‍1910). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2001): 293-‍297.

[41]

Alfredo Pasqualetti, «Internacionalismo y sentimentalismo», LV, 18-‍06-1898. Pasqualetti también citaba a Deville, de forma que es posible asegurar que dichas ideas sobre la no incompatibilidad del socialismo con cierto patriotismo ya estaban en circulación.

[42]

Justo ( ‍Justo, J. B. (1920b) [1902]. El Socialismo. En Socialismo (pp. 37-77). Buenos Aires: La Vanguardia.1920b) [1902]: 71-‍72.

[43]

Sobre el cruce entre «cuestión social» y «cuestión étnica», véase Falcón ( ‍Falcón, R. (2011) [1986/1987]. Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1890-‍1912). Estudios Sociales, 40, 193-‍221. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v40i1.2678.2011) [1986/1987]; en cuanto a la reforma política de 1902 y la elección de Palacios como consolidación del perfil reformista del PS, véanse Walter ( ‍Walter, R. (1977). The Socialist Party of Argentina, 1890-‍1930. Austin: The Univesity of Texas at Austin.1977) y Martínez Mazzola ( ‍Martínez Mazzola, R. (2008). El Partido Socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino (1890-‍1930) [tesis doctoral]. Buenos Aires: FFyL-UBA. Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/1879.2008).

[44]

«El primer paso», LV, 15-‍04-1904.

[45]

«La derogación de la ley de Residencia», LV, 23-‍07-1904.

[46]

Gabriela Laperrière, «¿Trapo rojo intruso?», LV, 23-‍07-1904.

[47]

Sobre los símbolos políticos y sus connotaciones sacras, Berstein ( ‍Berstein, S. (2006). Symbolique et politique: nature et fonction des symbols partisans. En M. Agulhon y A. Becquer (eds.). La République en répresentations (pp. 43-47). Paris: Publications de la Sorbonne.2006).

[48]

Esta disputa intrapartidaria y la tendencia obrerista que ubicaba al sindicato como la institución básica de organización ha sido analizada por Falcón ( ‍Falcón, R. (2011) [1986/1987]. Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1890-‍1912). Estudios Sociales, 40, 193-‍221. Disponible en: https://doi.org/10.14409/es.v40i1.2678.2011) [1986/1987]; Martínez Mazzola ( ‍Martínez Mazzola, R. (2008). El Partido Socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino (1890-‍1930) [tesis doctoral]. Buenos Aires: FFyL-UBA. Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/1879.2008): 135-‍145, y Belkin ( ‍Belkin, A. (2007). Sobre los orígenes del sindicalismo revolucionario en Argentina. Buenos Aires: Ediciones del CCC.2007). Ninguna de estas importantes contribuciones analizó los posicionamientos del sindicalismo revolucionario respecto del patriotismo.

[49]

Estos «dos socialismos» eran: «el socialismo de Estado, reformista, democrático, pacifista, parlamentario» y «el socialismo obrero, que no es necesario calificar de otra manera»; Édouard Berth, «Los dos socialismos», LAS, 21-‍09-1905.

[50]

Bartolomé Bossio recordaba el juramento de Palacios por la Patria y que se autoconcibiera «patriota» («La lucha de clases en el Parlamento», LAS, 11-‍09-1905).

[51]

«Proposiciones al VII Congreso» y «Antimilitarismo y antipatriotismo», LAS, 01 y 16-‍04-1906.

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La primera mención a Hervé es «Patriotismo y socialismo», LAS, 21-‍09-1905.

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Esta agitación nacionalista dio lugar a expresiones similares a las del conflicto con Chile, pero la agresividad partía del mismo gobierno; Castro ( ‍Castro, M. (2014). Estanislao Zeballos: sensibilidad diletante, nacionalismo y estado, 1906-‍1912. Anuario del Centro de Estudios Históricos, 14, 183-‍201.2014).

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El debate entre Justo y Ferri, que lateralmente refiere al vínculo entre socialismo y nación, excede los límites de este trabajo. Ver Aricó ( ‍Aricó, J. (1999). La hipótesis de Justo. Buenos Aires: Sudamericana.1999): 112-‍114 y Martínez Mazzola ( ‍Martínez Mazzola, R. (2008). El Partido Socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino (1890-‍1930) [tesis doctoral]. Buenos Aires: FFyL-UBA. Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/1879.2008): 160-‍167.

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Así lo demuestran los artículos sobre los festejos aparecidos en LV y las declaraciones de Justo y Enrique Dickmann aparecidas en La Argentina, «Opiniones y pronósticos sobre la huelga general», 28 y 29-‍04-1910.

[72]

Los discursos en: «La conferencia del domingo. La revolución de 1810», LV, 24/25-05-1909.

[73]

La frase de Hervé databa de un artículo en clave antipatriótica ante los avances del nacionalismo francés.

[74]

La voz de Ugarte no estuvo representada, al encontrarse de gira por América Latina, pero continuará postulando que todo el continente constituía una nación.

[75]

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