El advenimiento de la guerra total entre el último tercio del siglo xix y la primera mitad del siglo xx confirió un nuevo significado y dotó de una enorme relevancia a las retaguardias. Estos espacios fueron el escenario de buena parte de los procesos que caracterizaron los conflictos de la época, como la movilización de decenas de miles de ciudadanos para el frente, el desarrollo de la propaganda de masas o la implantación de la denominada economía de guerra. Pero también de las violencias consustanciales a la progresiva y exponencial radicalización de las guerras contemporáneas: ataques masivos e indiscriminados contra objetivos civiles, señalamiento de grupos sociales, expulsión, expolio o genocidio. De este modo, la guerra total adquiere su sentido mediante la totalización que implica la integración absoluta de las retaguardias en el esquema bélico, desde la conformación y sostenimiento del esfuerzo de guerra hasta la extensión de los frentes miles de kilómetros más allá de donde combaten los ejércitos.

En zona roja. La quinta columna en la guerra civil española tiene en las retaguardias su principal escenario. El libro de Carlos Píriz aborda el fenómeno de la Quinta Columna tras las líneas republicanas durante la Guerra Civil, es decir, las distintas organizaciones creadas como consecuencia del fracaso del golpe de Estado de julio de 1936 y cuya importancia en la victoria sublevada fue crucial. Estas estuvieron mayoritariamente integradas por falangistas, carlistas, conservadores, militares y otros personajes implicados en las tramas golpistas que se desarrollaron durante los años previos al estallido de la guerra, lo cual constituye una interpretación novedosa, pues hasta ahora los trabajos que habían abordado la Quinta Columna vinculaban su surgimiento a la violencia revolucionaria desatada en el verano-otoño de 1936 (pp. 53, 321). Se formaron redes en las principales ciudades de la geografía republicana. En este sentido, como señala Píriz, la Quinta Columna fue un fenómeno eminentemente urbano, pues la ciudad ofrecía las condiciones adecuadas para el desarrollo de su actividad: un entorno que favorecía el ejercicio de la clandestinidad y, por supuesto, la concentración de los centros de poder político y militar (p. xviii). Dicha actividad se centró fundamentalmente en la realización de sabotajes, la recogida de información, el establecimiento de rutas de escape para partidarios de la insurrección, la captación de importantes figuras para la causa rebelde y la desestabilización de la retaguardia enemiga. Así, a partir de un minucioso trabajo con documentación procedente de diferentes archivos que no había sido sistemáticamente analizada hasta ahora, En zona roja se adentra en los detalles de esa guerra lejos del frente —redes, actores, praxis y episodios más significativos— y en cómo el esfuerzo de quienes la libraron contribuyó a que el conflicto de 1936-‍1939 terminase cómo y cuando lo hizo.

Sin embargo, la trascendencia de la obra no se limita únicamente al estudio del impacto que la Quinta Columna tuvo en la guerra, sino que va más allá al abordar las relaciones entre esta y los servicios de información e inteligencia militar creados por el bando rebelde. Estos organismos, primero el SIFNE y luego el SIPM, fueron actores esenciales en el despliegue de lo que la historiografía ha definido recientemente como la «guerra de ocupación», un proceso en el que las redes quintacolumnistas ejercieron el rol de cooperadoras necesarias. Esa guerra de ocupación no alude únicamente a la conquista y toma de posesión efectiva del territorio, sino a la articulación toda una serie de instrumentos de control, vigilancia e información que conformaron la base de la maquinaria represiva franquista. En este sentido, En zona roja realiza una contribución novedosa a nuestra comprensión de los procesos constructivos de la dictadura. Fue a través del contacto permanente con el SIFNE y el SIPM como la Quinta Columna adquirió verdadera relevancia durante la guerra, ejerciendo como conexión entre ambas retaguardias (p. 321); pero fue igualmente mediante la cooperación con el entramado de información construido por el bando rebelde como los quintacolumnistas extendieron su impacto más allá de abril de 1939. Sin ir más lejos, el modo en que se ocuparon ciudades clave como Madrid o Valencia, pacíficamente entregadas por los integrantes de la Quinta Columna, refleja muy bien de la labor de estas redes clandestinas (capítulo 10). Una labor que sería igualmente fundamental para perseguir, encarcelar y eliminar a los enemigos del régimen.

En un artículo de 2009, Javier Rodrigo apuntaba la idea de que la Guerra Civil fue una contienda «combatida en los frentes, pero vencida en las retaguardias». La obra de Carlos Píriz, más de una década después, sostiene esa misma interpretación desde su análisis de la Quinta Columna. Las agrupaciones clandestinas conformadas por los partidarios de la insurrección fueron un elemento clave para la victoria del fascismo en España, entendida desde dos puntos de vista: la que se produjo en los campos de batalla, gracias en parte a toda la labor de espionaje y vigilancia realizada por los quintacolumnistas; y la que se consolidó en las retaguardias a través de la depuración de la anti-España, con la necesaria colaboración de una Quinta Columna que recopiló y sistematizó la información de decenas de miles de enemigos políticos. Eso nos habla de un fenómeno plenamente integrado en las dinámicas de la época, donde los conflictos armados pasaron a ser marcos propiciatorios para eliminar tanto al enemigo externo como al interno. A esa tarea se dedicaron con ahínco quienes integraron las redes clandestinas creadas a lo largo y ancho de la retaguardia republicana, un compromiso que el régimen franquista recompensó generosamente través de la integración de miles de estos individuos en los aparatos de seguridad de la dictadura y la concesión de medallas, prebendas y puestos que marcaron las carreras posteriores de no pocos de ellos.

En última instancia, lo que En zona roja pone de manifiesto a través de sus páginas son las enormes continuidades entre guerra y posguerra en la España franquista. Esto subraya la necesidad de integrar la contienda y sus dinámicas, incluyendo frente y retaguardia como un todo en constante retroalimentación, en nuestros análisis sobre la dictadura, algo que refleja la importancia que la obra tiene no solo para entender la Guerra Civil y el proceso constructivo del régimen nacido de la Victoria, sino también para pulsar la evolución de un campo en pleno auge en la historiografía española y del que En zona roja es un ya un referente imprescindible: la historia sociocultural de la guerra.