VIOLENCIA Y ASESINATO DE LOS ESPAÑOLES DEPORTADOS A MAUTHAUSEN. UNA MIRADA CUANTITATIVA
Violence and murder of Spaniards deported to Mauthausen. A quantitative analysis
RESUMEN
La recuperación, acceso, recopilación y abordaje de las complejidades metodológicas derivadas del estudio de la mortalidad registrada por el campo de concentración nazi de Mauthausen ha permitido a la historiografía realizar balances globales muy precisos acerca de los altos niveles de violencia que se dieron y trataron de ocultar en el recinto. El caso español, no obstante, estaba pendiente de una necesaria revisión que permitiera situarlo dentro de la discusión europea sobre la deportación nazi. Continuando con los esfuerzos ya en marcha y tras un análisis minucioso de la documentación salvada del propio campo, los listados elaborados por las autoridades norteamericanas responsables de la investigación de crímenes de guerra en el campo tras la Liberación, los volúmenes editados por el Ministerio de Antiguos Combatientes y Víctimas de Guerra francés, los listados existentes y accesibles de supervivientes, documentación elaborada durante la posguerra y las más de veinte bases de datos de proyectos tan ambiciosos como el del Memorial austriaco de Mauthausen, se ha podido elaborar un nuevo análisis de la mortalidad española en el recinto austriaco sobre la base de una contabilidad esencialmente definitiva. Los resultados obtenidos permiten detectar patrones relevantes en el asesinato de los españoles, una operación que se concentró entre 1941 y 1942 y que alcanzó un carácter especialmente sistemático en el subcampo de Gusen y en el castillo de Hartheim. El resultado final de la actuación sería la elevadísima tasa de mortalidad del colectivo, la cual se situó quince puntos por encima de la media del campo.
Palabras clave: Mauthausen; campos de concentración nazis; españoles deportados; listados; mortalidad.
ABSTRACT
The recovery, access, collection, and addressing of the methodological complexities arising from the study of the mortality recorded at the Nazi concentration camp at Mauthausen have enabled historiography to produce highly precise overall assessments regarding the elevated levels of violence that occurred and were deliberately concealed within the facility. However, the Spanish case remained pending a necessary revision that would situate it within the European debate on Nazi deportation. Building on the ongoing efforts and following a meticulous analysis of the documentation salvaged from the camp; the listings compiled by the American authorities responsible for investigating war crimes in the camp after Liberation; the volumes published by the French Ministry for Veterans and War Victims; the existing and accessible lists of survivors; documentation produced during the post-war period; and the more than twenty databases from projects as ambitious as that of the Austrian Mauthausen Memorial, it has been possible to develop a new analysis of Spanish mortality in the Austrian camp based on an essentially definitive accounting. The results obtained allow for the identification of significant patterns in the murder of Spaniards, an operation concentrated between 1941 and 1942 that became particularly systematic in the Gusen subcamp and in Hartheim Castle. The final outcome of these measures was an extremely high mortality rate among this cohort, which stood at fifteen percentage points above the camp’s average.
Keywords: Mauthausen; Nazi concentration camps; Spanish deportees; listings; mortality.
I. INTRODUCCIÓN[Subir]
El 5 de mayo de 1945, una pequeña escuadra de reconocimiento perteneciente a la 11.ª División Acorazada del ejército estadounidense y liderada por el sargento norteamericano Albert J. Kosiek, puso fin a lo poco que quedaba del reinado del terror de la SS en el campo de concentración austriaco de Mauthausen. Para entonces, la realidad es que todos los miembros de la organización liderada por un ya caído en desgracia Heinrich Himmler habían abandonado el recinto, dejando con sus uniformes y al mando de la situación a los hombres del Cuerpo de Policía de Bomberos de Viena, incorporados como refuerzo a la custodia del campo principal los días 13 y 14 de abril. Su autoridad, apenas nominal, se desmoronó de manera instantánea tan pronto establecieron contacto con los soldados norteamericanos. La escena se había repetido ya con anterioridad en los subcampos de Gusen, a donde habían sido guiados por Louis Haefliger, controvertido representante del Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR), que había logrado acceso al recinto durante los últimos días previos al desplome[1].
La situación encontrada en los distintos recintos, no obstante, era dantesca y difícilmente descriptible por los propios protagonistas[2]. A la masa de prisioneros desnutridos y a la sempiterna presencia de la muerte se sumaba el colapso de todos los servicios básicos, la falta de alimentos y un miedo atroz que se apoderaba de las hasta entonces autoridades de los campos y que llevó a los escasos guardias que permanecieron en la red de campos a negarse a entregar sus armas hasta que la situación estuviera controlada. A pesar de la ayuda brindada por una segunda patrulla de reconocimiento, lo cierto es que las unidades aliadas no tuvieron más remedio que aceptar que no disponían de fuerzas suficientes para controlar de manera efectiva ninguno de los recintos que acababan de liberar, por lo que a la tarde del 5 de mayo, la Unidad de Kosiek hubo de abandonar el campo con un contingente de 1800 guardias desarmados y tres prisioneros estadounidenses, dejando a su suerte a la masa reclusa bajo la promesa de su pronto regreso[3].
Inmediatamente tras la partida de las fuerzas aliadas, fueron los prisioneros ya liberados los que quedaron a cargo de autoorganizarse. A fin de evitar el caos, fue un Comité Internacional formado el 29 de abril por representantes de cada una de las nacionalidades presentes entre los reclusos los que trataron de imponerse como órgano rector, acordando una serie de reglas básicas, así como la creación de reducidos comités nacionales que se encargasen del control de los colectivos. Aunque se trató de evitar por todos los medios que se produjesen accesos descontrolados de violencia y que se tuviese un acceso equitativo a los escasos recursos disponibles, muchos kapos —prisioneros funcionarios sin cuya participación no habría podido sostenerse el funcionamiento de la de red de campos nazi— fueron asesinados con la misma brutalidad con la que ellos habían sometido a sus compañeros durante el periodo de funcionamiento de los recintos[4]. De igual forma, muchos prisioneros abrazaron su recién recuperada libertad y se abalanzaron sobre los pueblos cercanos, destrozando cultivos y asaltando a los habitantes[5].
En torno al mediodía del día 6, las fuerzas estadounidenses regresaron a los campos liberados para, esta vez sí, hacerse cargo de la situación y de los prisioneros. Lo que encontraron a su llegada era difícilmente esperable. Los presos comunistas, liderados por un comandante ruso, se habían alzado con el dominio del recinto principal. Las ansias de justicia y venganza los habían impulsado además a organizar una suerte de juicios con capacidad para sentenciar a muerte a los encausados, de forma más que una docena de alemanes habían sido ya asesinados[6]. Fue necesaria la intervención de las fuerzas norteamericanas y la puesta bajo las órdenes del recinto principal del coronel Richard R. Seibel para que se pudiese desarmar a todos los prisioneros y comenzar a abordar una tarea de salvamento titánica que, a pesar, y en ocasiones a consecuencia de, la actuación médica, siguió siendo incapaz de impedir la muerte de decenas de prisioneros de manera diaria durante las semanas posteriores a la Liberación[7].
A pesar de lo dicho, la acuciante falta de personal obligó a las autoridades norteamericanas a mantener una colaboración estrecha con los precarios sistemas autoorganizativos de los reclusos, especialmente el Comité Internacional, para acometer todas las tareas indispensables para restablecer los suministros, cuidar de los enfermos y comenzar el enterramiento de las decenas de cadáveres que se apilaban en los rincones de las barracas, pero también para esclarecer qué es lo que realmente había ocurrido allí y todos los crímenes que se habían perpetrado. Fruto de esta investigación se elaboraría un informe que serviría de base de acusación durante los juicios de posguerra. En el citado informe, se dejó constancia de la contabilidad de la mortalidad oficial recogida en los libros de fallecidos del campo, además de llevar a cabo un amplio proceso de recopilación que permitió elaborar listados individuales del número aproximado de muertos por nacionalidad que permitían comprobar los distintos registros disponibles y que hablaban de la masacre que allí había acontecido. Este recuento, en el que destaca el caso español como el 5.º con mayor mortalidad de los 33 consignados, fue el primer compendio oficial de fallecidos españoles en la red de campos de Mauthausen que se elaboró, lo cual no lo ha librado de ser el que más desapercibido ha pasado por la historiografía, especialmente la española[8]. Lejos de ser el único listado disponible, el mismo fue acompañado de otro de carácter menos formal elaborado de manera directa por reclusos españoles supervivientes con cifras y contenido igualmente diferenciados[9].
A partir de entonces y a lo largo de las distintas décadas tras la liberación del recinto, han proliferado nuevos volúmenes de listas y de cifras, en su mayoría sin respaldo documental o de acceso limitado por encontrarse las evidencias en poder de los archivos privados de los supervivientes, que han complicado y limitado la realización de estudios científicos sistemáticos sobre el caso español[10]. La aparición en el año 2019 de una serie de diez volúmenes elaborados por el Ministerio de Antiguos Combatientes y Víctimas de Guerra francés (MACVG) ha permitido presentar una serie de resultados preliminares que se suman a otros esfuerzos cuantitativos ya precedidos en España por los trabajos de recopilación realizados por Benito Bermejo y Sandra Checa y, especialmente, por el Banco de Memoria del Memorial Democràtic de Catalunya que ahora[11], tras el acceso a fuentes poco conocidas como los balances norteamericanos ya citados y con el impulso dado por estudios de referencia internacional, como los de Andreas Krannebitter y Florian Freund[12], elaborados al calor de iniciativas monumentales de compilado lideradas por el Memorial de Mauthausen en Austria (KZ-Gedenkstätte Mauthausen)[13], permiten ofrecer un balance esencialmente definitivo acerca la mortalidad española en el recinto austriaco. Para ello se procederá a realizar una exposición crítica acerca de la labor desempeñada durante la investigación por crímenes de guerra en 1945 por las autoridades norteamericanas. Seguidamente, se presentará un apartado dedicado a las fuentes de información de las que se tiene constancia y de las distintas iniciativas de recopilación y de tratamiento cuantitativo de los datos de mortalidad producida por el campo y, finalmente, se abordará la problemática española acompañada de los nuevos resultados de investigación obtenidos a partir de la ampliación de los registros ofrecidos por los volúmenes de la MACVG.
II. INFORME COHEN[Subir]
Al igual que les había sucedido a los hombres de Kosiek, las fuerzas norteamericanas que llegaron a Mauthausen el 6 de mayo quedaron perplejos ante el drama que encontraron y, de forma similar, debió de apoderarse de ellos una primera sensación de impotencia ante la ingente tarea que quedaba por delante. La falta de personal, además, no hizo más que complicar las cosas y obligar a hacer uso del Comité Internacional al que habían dado forma los reclusos, de manera que los distintos comités nacionales se convirtieron en los brazos ejecutores de las órdenes transmitidas por las nuevas autoridades. En lo que concierne a la investigación por crímenes de guerra, los primeros investigadores llegaron de la mano junto con los hombres de Seibel y llevaron a cabo su misión bajo las órdenes dictadas por el juez militar Telford Taylor. La operación, sin embargo, estuvo liderada sobre el terreno por el comandante Eugene S. Cohen y contó con la presencia de un por entonces joven abogado llamado Benjamin Ferencz, famoso fiscal en Núremberg en el caso de los Einsatzgruppen y único miembro del equipo con alguna experiencia previa[14], pues ya había tenido la oportunidad de foguearse en el también campo-cantera de Flossenbürg[15].
Las circunstancias en las que Cohen debió de desempeñar su labor de investigación no distaron mucho de las generales ya descritas por lo que, de nuevo, la falta de personal obligó a reclutar para la ocasión a todo tipo de colaboradores no especializados dispuestos a contribuir a la trascendental tarea. Así, el papel de la masa de antiguos prisioneros y de los distintos comités, incluidos los líderes de los mismos que formaban parte del Comité Internacional, se probó fundamental para movilizar a cientos de individuos que fueron empleados en tareas esenciales como eran la recopilación de información, incluidos testimonios de asesinatos, experimentos y torturas, y la elaboración de listados[16]. Más trascendental que todo ello si cabe fueron las aportaciones documentales e interpretativas facilitadas por algunos reclusos que habían desempeñado labores en puestos privilegiados y que, arriesgando sus vidas, habían logrado preservar algunos materiales incriminatorios de valor incalculable de la destrucción ordenada por las autoridades SS durante las semanas previas al colapso definitivo del campo. Tal fue el caso del austriaco Ernst Martin, empleado en la oficina del médico jefe de Mauthausen. Allí, una vez puesta en marcha la operación de eliminación de todo material comprometedor, logró salvar junto con la colaboración del checo Josef Ulbecht nada menos que trece libros de registro de fallecidos: siete darían cuenta de la matanza llevada a cabo en el recinto principal de Mauthausen; cinco en su anexo mortal, Gusen, y uno específico dedicado al asesinato sistemático al que fueron sometidos los prisioneros de guerra soviéticos[17]. El balance general ofrecía las siguientes cifras:
Tabla
Totales de fallecidos recogidos por los libros de los muertos salvados por Ernst Martin y Josef Ulbrecht
| Mauthausen | Gusen | Prisioneros de guerra | Total |
|---|---|---|---|
| 38.250 | 28.316 | 5.288 | 71.854 |
Fuente: NARA, RG: 549, Box 334, Folder 5. Elaboración propia.
Como se puede comprobar, la contabilidad de mortalidad ofrecida por los registros oficiales del campo habla de una realidad atroz marcada por la muerte constante y sistemática de los reclusos. No obstante, ni la información que ofrecen es completa ni su contenido puede aceptarse sin tener presentes algunas consideraciones. En esencia, los libros presentan un listado numerado y consecutivo de decesos registrados y consignan: la nacionalidad del fallecido; su categoría[18]; número de identificación; lugar de fallecimiento; el nombre; fecha y lugar de nacimiento según constase en los archivos de la Oficina Política del campo; la causa del fallecimiento; fecha y hora del fallecimiento, y, en el caso de que la muerte hubiese sido registrada como «no natural», se añadía una nota adicional que especificaba si se trataba de una ejecución legal, un suicidio o un intento de fuga. Este último tipo de registro ponía en marcha un complejo proceso burocrático del que se dará cuenta a continuación.
Conviene tener todos estos detalles en cuenta para comprender la complejidad de tratar con este tipo de fuente, pues primeramente las grafías, en numerosas ocasiones germanizadas, impiden la identificación del prisionero registrado. De igual forma, dado que los encargados de realizar las inscripciones eran también prisioneros, no es raro encontrar modificaciones intencionales realizadas con el objetivo de salvar la vida de algún afín o de tratar de aumentar las posibilidades de pervivencia de algunos grupos recién llegados. Otra de las grandes limitaciones que presentan los libros son los vacíos registrales de cientos de presos que, o bien fueron asesinados a su llegada al campo o perecieron en operaciones de exterminio como la conocida Kugel Erlass, reservada para prisioneros de guerra que no fuesen británicos o norteamericanos y que hubiesen tratado de escapar de sus captores. Igualmente, destacan por su ausencia los reclusos enviados al castillo de Hartheim como inválidos para ser asesinados[19]. De esta última cuestión se hablará con detenimiento a lo largo del artículo, por lo que no se profundizará ahora en la cuestión. Finalmente, cabe precisar que las causas y horas de la muerte recogidas en cada registro tampoco pueden ser tomadas como certeras en la gran mayoría de los casos. En este sentido, es sabido que en lugares como Auschwitz los administrativos no disponían más que de dos minutos para realizar cada inscripción, por lo que cada recluso empleado en la tarea podía escoger un momento y una causa de fallecimiento de un listado de hasta 34 enfermedades, lo que hacía que en múltiples ocasiones se escogiese el fallo cardiaco por la facilidad para escribirlo en alemán[20].
El extendido y consentido fraude administrativo del que se ha dado cuenta superó con creces la inventiva y relativa libertad de los prisioneros empleados en tareas administrativas y, en contra de lo pretendido, acabó por convertirse en material probatorio de muchos asesinatos masivos. Así, el registro de decenas de muertos en horas consecutivas y en orden alfabético habla a las claras de operaciones de asesinato sistemático repetidas a lo largo del tiempo[21], pero el asunto no queda ahí. Tal y como se ha enunciado, existían ocasiones en donde el fallecimiento podía ser registrado como «no natural», algo que implicaba un largo proceso burocrático que muchas veces trataba de ser soslayado y que llevaba a la inscripción del fallecimiento como «natural» bajo fórmulas tales como «suicidio por ahorcamiento» o «salto por el barranco de la cantera». En tales ocasiones, el ya mencionado Ernst Martin marcó con un punto todos aquellos casos de asesinato falsamente contabilizados[22].
En caso de que la SS no recurriesen a la farsa y, de manera efectiva, se registrase una muerte como «no natural», el registro se realizaba en un libro aparte y ponía en marcha un tortuoso proceso[23]. Al respecto, cabe decir que la fórmula eufemística empleada de manera más habitual era el de «disparado en intento de fuga», una fórmula que estuvo ligada a la red de campos alemana desde el comienzo y que se mantuvo en el funcionamiento de los campos una vez este quedó totalmente burocratizado para crear una ficción de operatividad respetable y civilizada[24]. Lo que es importante señalar aquí es que este tipo de registros implicaban el reconocimiento y firma del guardia SS ejecutor y que el uso de eufemismos como los señalados fueron el método empleado más habitual para enmascarar los asesinatos, algo que condiciona la interpretación de los libros de registro oficiales del campo[25].
Los libros de fallecidos, no obstante, no fueron las únicas piezas de singular valor recogidas por Cohen y su particular equipo. El segundo gran elemento que, además, fue compilado y salvado por prisioneros españoles, fue el ya conocido y estudiado archivo fotográfico del campo. En esta tarea destacaron sin duda las aportaciones de Antonio García y Francesc Boix, quienes aprovecharon su trabajo en el laboratorio fotográfico para escamotear y salvar una colección de aproximadamente 2000 negativos que resultó decisiva también durante los juicios de posguerra. Algo menos conocido fue el papel de Casimir Climent Sarrión, empleado en la Oficina Política del campo, quien también logró salvar un juego de fotografías de los guardias de la SS que entregó directamente a Ferencz, aunque este posteriormente no fuera capaz de identificar a quien había logrado la hazaña. Por el contrario, el papel por el que Climent Sarrión ha sido recordado y citado por la historiografía es por haber logrado, junto con los también españoles Juan de Diego y José Bailina, haber salvado un registro de fichas y nombres completo de los españoles y que ha servido para dar forma a distintas listas y estudios de los que se hablará a continuación[26].
En global, el conocido como Informe Cohen, elaborado entre el 6 de mayo y el 15 de junio de 1945, contó con cerca de trescientas páginas, numerosas fotografías y material probatorio entre el que se incluyeron hasta 143 declaraciones de testigos. Sus conclusiones, no obstante, han sido duramente criticadas por su incomprensión del funcionamiento de la red de campos alemana y lo descabellado de sus cifras, que apuntaban a los dos millones de presos políticos encarcelados[27].
III. DE LA DISPERSIÓN DE POSGUERRA A LOS ESFUERZOS DE RECOPILACIÓN[Subir]
Tras la Liberación y el fin del proceso de investigación de crímenes de guerra, hubo un amplísimo volumen de documentación que permaneció en el campo y que acabó dispersándose por distintos rincones del planeta. Por desgracia, no existe constancia del volumen total de documentación existente ni del paradero de toda ella, aunque a lo largo de las décadas se han realizado importantes esfuerzos tanto por recuperar el material existente como por estudiar de manera científica y sistemática el drama acontecido en el recinto austriaco. Fue el superviviente del campo, Hans Marsàlek, quien a mediados de los años sesenta inició un viaje por toda Europa que le llevó a localizar decenas de materiales que no solo acabarían constituyendo la base documental del actual archivo del Memorial de Mauthausen, sino que le permitirían realizar un estudio pionero acerca de la historia del recinto[28].
Hubo que esperar hasta mediados de los años 1990 para que la actividad del Archivo del Memorial de Mauthausen resurgiera y pusiese en marcha nuevas iniciativas enfocadas a la recopilación de listados. El objetivo último era claro: lograr dar forma a una base de datos que contuviera los nombres de todos aquellos que fueron deportados a Mauthausen. El proceso se comenzó por las mujeres que durante los últimos años de existencia del recinto fueron transferidas al recinto austriaco[29], para ser seguidamente ampliado con distintas fuentes referentes a la llegada y registro de los reclusos. El estudio sistemático de este tipo de fuentes pronto arrojó otro de los grandes problemas derivados del estudio directo de las fuentes registrales oficiales del campo, que no es otro que la reutilización de los números de registro y la identificación de un mismo individuo con varios números diferentes. El fenómeno responde a dos cuestiones. La primera es que hasta 1942 todo número que quedaba libre por fallecimiento, liberación o transferencia a otro recinto era empleado para inscribir a los nuevos convoyes. La segunda, derivada de la anterior, es que si un prisionero era transferido este era matriculado en el campo de destino con un nuevo número y reidentificado bajo otra nueva matrícula si era devuelto en algún punto al campo principal. El trabajo metódico sobre este tipo de fuentes reveló igualmente que, a pesar de contar con más de 136 000 entradas y constar en los libros de fallecidos ya comentados más de 71 000 defunciones, apenas 43 000 muertes habían sido efectivamente anotadas en los libros de entradas e información de los prisioneros, lo cual habla de la arbitrariedad oculta dentro del minucioso trabajo burocrático que fue llevado a cabo en los campos de concentración nazis, pero también de la existencia de una mortalidad rampante que no quedó documentada y que dificulta los trabajos de investigación por parte de la historiografía. En global, los esfuerzos por construir esta base de datos han permitido a su vez la elaboración de un conjunto de más de veinte sub-bases, con más de medio millón de entradas, así como el esclarecimiento de los nombres de más de 167 522 deportados, de los cuales más de 84 000 fueron asesinados[30].
Las problemáticas para contabilizar el número de fallecidos están lejos de acabar con los fraudes e inconsistencias burocráticas señaladas. Para empezar, hay que tener en cuenta que, durante los compases finales, los guardias de la SS perdieron el habitual celo con el que habían mantenido hasta el momento los registros, por lo que varios miles de muertes quedaron sin inscribir. Lo mismo se puede decir acerca de los fallecidos en las evacuaciones que motivaron las conocidas como «marchas de la muerte», pues no solo no fueron oficialmente registradas, sino que al producirse en muchos casos en caminos y quedar los cuerpos o bien en zanjas o a la intemperie, resulta complicado, si no imposible, esclarecer tanto la identificación como la fecha de la muerte[31]. En segundo lugar, conviene no perder de vista que la Liberación no supuso el fin del drama en Mauthausen. La debilidad generalizada de los reclusos, muchos de los cuales apenas habían ingerido quinientas kilocalorías diarias durante los últimos estertores del campo, morirían a consecuencia de las secuelas infligidas por sus días de reclusión bajo el mando de la SS sin remedio. Otros, sin embargo, lo harían a consecuencia de las pobres decisiones sanitarias tomadas por sus liberadores, quienes no tuvieron en cuenta la necesidad de incrementar paulatinamente la ingesta de alimentos y calorías y acabaron provocando el colapso de los ya exprisioneros por excesos en la ingesta.
De manera similar a lo apuntado en el párrafo superior, hay que considerar también cuestiones tales como que el éxtasis provocado por la llegada de las fuerzas Aliadas provocó que algunos prisioneros muriesen pisoteados y aplastados por una masa bajo cuya furia también perecerían numerosos kapos, como ya se ha señalado. Aquellos severamente enfermos que lograron sobrevivir a los primeros compases de la recién recuperada libertad fueron ingresados en hospitales de la región y en hospitales de campaña improvisados, en donde varios cientos acabarían pereciendo. Los registros de todos estos recintos, no obstante, han sido recuperados y consultados por los distintos proyectos de contabilización, incluido el recuento realizado por las propias autoridades norteamericanas, pero, a nivel metodológico, hay que considerar también a todos aquellos que partieron de los recintos y murieron en zonas desconocidas o en las que no se dejó constancia alguna que permita vincular la muerte con las secuelas provocadas por el internamiento en Mauthausen. Finalmente, cabe reseñar aquellos que, como Prisciliano García Gaitero o el más famoso Francesc Boix, murieron algunos años después de abandonar el campo a consecuencia de enfermedades contraídas a lo largo de su cautiverio. Todo ello, en definitiva, genera incógnitas, vacíos y problemáticas cuya derivada más evidente es el establecimiento del propio límite cronológico al recuento[32].
Los listados más comprensivos de fallecidos, elaborados precisamente al calor de la Liberación y que tienen en cuenta los fallecimientos que siguieron a las semanas posteriores a la toma de control por parte de las autoridades norteamericanas, son precisamente los 33 listados ordenados por nacionalidad que componen el informe suplementario n.º 2 anexo al expediente de investigaciones por crímenes de guerra elaborado por el Ejército norteamericano. El informe está fechado el 20 de julio de 1945 y está sancionado por el teniente coronel Raymond Givens, investigador forense de la Judge-advocate Section del Tercer Ejército de Estados Unidos[33]. Para su elaboración se llevó a cabo el estudio de dieciséis libros con más de 7000 certificados de defunción conservados en el Ayuntamiento del pueblo de Mauthausen; aproximadamente 9500 notificaciones de fallecimiento encontradas en las dependencias del juez de paz de la villa austriaca; dos libros de fallecidos; registros del hospital de campo n.º 59; aproximadamente 14 000 copias de los certificados de defunción expedidos en el propio campo de concentración junto a otras 15 000 tarjetas que contenían los nombres de fallecidos registrados en los años 1941-1943, y cuatro de los cinco volúmenes de los libros de los muertos conservados[34]. El balance ofrecido era el siguiente:
Tabla 2.
Fallecidos en el complejo de Mauthausen de acuerdo con el recuento realizado por las autoridades norteamericanas como parte de la investigación por crímenes de guerra
| País | N.º muertos |
|---|---|
| Albania | 167 |
| Argentina | 1 |
| Bélgica | 703 |
| Bulgaria | 6 |
| China | 3 |
| Cuba | 1 |
| Chequia | 2444 |
| Inglaterra | 9 |
| Estonia | 17 |
| Finlandia | 7 |
| Francia | 3797 |
| Alemania | 9160 |
| Grecia | 441 |
| Países Bajos | 1512 |
| Hungría | 6702 |
| Italia | 3939 |
| Letonia | 543 |
| Lituania | 54 |
| Luxemburgo | 54 |
| Noruega | 34 |
| Polonia | 21.280 |
| Portugal | 2 |
| Rumanía | 59 |
| Rusia | 8192 |
| España | 4972 |
| Suecia | 5 |
| Suiza | 5 |
| Turquía | 8 |
| Uruguay | 1 |
| Estados Unidos | 6 |
| Yugoslavia | 3488 |
| Dudosos | 1021 |
| Apátridas | 162 |
| Total | 68.694 |
Fuente:elaboración propia[35].
Como se puede comprobar, y como se especifica en el informe que antecede a los listados, los recuentos son incompletos e imperfectos, por lo que la cifra total de fallecidos se sitúa por debajo del total ofrecido por los libros de muertos oficiales del campo. En cualquier caso, suponen un gran punto de partida como fuentes de información valiosas que apuntan a cifras de fallecidos muy elevadas en ratio, como la española, como se tendrá ocasión de ver en profundidad, así como a nombres desconocidos que no figuran en ninguna otra fuente como es el caso de algunos reclusos checos y el de, al menos, un español. Los proyectos historiográficos, no obstante, han logrado superar ampliamente lo apuntado gracias a la incorporación de nuevas fuentes, como las listas de los 130 y 131 hospitales de evacuación estadounidenses, listados elaborados a consecuencia de exhumaciones y enterramientos llevados a cabo en las décadas posteriores a la guerra o documentos específicos que han aflorado gracias a los esfuerzos de investigación de subcampos específicos. El esfuerzo más amplio llevado a cabo hasta ahora responde al proyecto puesto en marcha por el Memorial de Mauthausen, el cual, además de generar una publicación con más 80 000 nombres, mantiene operativa una web en permanente actualización a la que cualquiera puede aportar información[36]. Asimismo, ha contribuido a fijar el 30 de junio de 1945 como el límite cronológico para registrar las defunciones, lo cual supone un compromiso metodológico coherente y operativo.
Adicionalmente, hay que resaltar los esfuerzos de Florian Freund para el caso del subcampo de Ebensee y, especialmente, los de Andreas Krannebitter, responsable del estudio sistemático de todas las bases de datos disponibles acerca del campo de Mauthausen. Gracias a él se ha podido estimar que tras la liberación murieron entre 4667 y 5994 individuos, así como que las muertes de prisioneros entre la caída en los registros oficiales de la SS y la llegada de las autoridades norteamericanas ha de situarse entre 5318 y 10 076 personas[37]. En el caso de los españoles, los estudios de Krannebitter y Freund, quienes han trabajado conjuntamente para ofrecer una versión casi definitiva de las cifras globales de mortalidad, han evolucionado desde los 4663 Rotspanier fallecidos hasta los 4761, 4750 de los cuales habrían sido de manera efectiva de nacionalidad española[38]. Los balances arrojados, pues, por la historiografía dejan las cifras de fallecidos de la siguiente forma:
Tabla 3.
Balance y estimaciones de fallecidos en el campo de Mauthausen con atención al caso español
| Estimaciones | N.º de deportados | N.º de muertos | Tasa de mortalidad |
|---|---|---|---|
| Mayor | 195.474 | 98.453 | 50,36% |
| Menor | 184.891 | 89.160 | 48,22% |
| Nombres conocidos | 168.942 | 84.270 | 49,88% |
| N.º de españoles | 7251 | 4750 | 65,2% |
Fuente:elaboración propia[39].
Sobre estas bases y sobre las especificidades del caso español se ha construido el análisis de la mortalidad española en la red de campos de Mauthausen que se presentará y discutirá en detalle a continuación.
IV. ROTSPANIER. EL CASO ESPAÑOL[Subir]
Como ya se ha tenido ocasión de apuntar a lo largo del escrito, el caso español ha recibido ya algunos estudios cuantitativos que han sido también incorporados a los esfuerzos internacionales. Al respecto, cabe resaltar una vez más la contabilidad realizada por Benito Bermejo y Sandra Checa, la cual sirvió para aportar una base de datos de 4776 deportados y que ha sido incorporada a los esfuerzos del Memorial de Mauthausen[40]. Sin embargo, no fue hasta el año 2019, con la aparición de los ya citados volúmenes de la Ministerio de Antiguos Combatientes, cuando se ha devuelto el impulso investigador al caso español, comenzando con un análisis preliminar de los resultados obtenidos a partir de su estudio y que dieron origen a la inscripción de 4427 fallecidos deportados en el Registro Civil español[41]. Hasta la fecha, las cifras e interpretación del caso español han resultado problemáticas por la inexistencia de medios de verificación de los números ofrecidos por los supervivientes y por la inexistencia de estudios que insertasen de manera específica el caso español en la discusión europea[42]. Los avances realizados de manera reciente, no obstante, permiten ya realizar una revisión y discusión clara de la cuestión.
El primer paso ineludible precisa de situar los nombres de aquellos españoles que, dada su presencia en el aparato administrativo de Mauthausen y su actuación, estuvieron en disposición de obtener, manipular y salvar tanto información como documentación decisiva para poder estudiar la mortalidad española con precisión. Al respecto, destacan sin duda las figuras de Casimir Climent Sarrión, José Bailina y Juan de Diego Herranz. En lo que respecta a Climent Sarrión, se tiene constancia de que fue deportado a Mauthausen el 23 de diciembre de 1940 y destinado a trabajar en la cantera. Sus conocimientos de alemán, sin embargo, debieron de salvarle de una muerte segura, pues el 16 de marzo de 1941 acabó siendo incorporado como nuevo asistente en la Oficina Política del campo. Allí quedó a cargo de la gestión de todos los asuntos relacionados con los españoles, del ordenamiento de la cartoteca, de la elaboración de fichas de los guardias de la SS que pasaron por el recinto y, a partir de 1944, del registro de mujeres que comenzaron a llegar a Mauthausen[43]. Fruto de ello es que pudo acabar rescatando la mencionada colección de retratos que entregó a Ferencz y a manejar un juego de más de 180 000 fichas que, a su vez, le permitió llevar a cabo una contabilidad paralela y precisa acerca del número de españoles fallecidos. En esta tarea, habría estado asistido por Bailina, quien acabaría presentando un listado y balance propios, y Juan de Diego[44].
En el caso de este último, llegó a Mauthausen en el convoy del 6 de agosto de 1940, primer tren cargado de españoles que desembarcaría en el infierno austriaco, y que quedó asignado igualmente a la cantera como primer destino. A pesar de ello, De Diego logró sobrevivir hasta que, por recomendación, acabó siendo aceptado el 1 de marzo de 1941 en la Oficina de Administración Central del recinto. Una vez en su nuevo puesto, quedó al mando de la censura de la correspondencia de los españoles cuando esta finalmente se autorizó[45], y del registro de defunciones, lo cual le permitió corregir algunos de los errores que se habían estado cometiendo hasta el momento con los españoles, así como obtener acceso a los listados de prisioneros que debían de ser ejecutados. Gracias a él, en principio, se conoce que los primeros españoles destinados a morir en el castillo de Hartheim como parte de la conocida como Operación 14f13 fueron listados el 14 de agosto de 1941, aunque, curiosamente, no procedería de él el único listado conocido de españoles asesinados en el mencionado centro de experimentación. No obstante, tras la guerra, sí que llegó a mostrar que conservaba la orden original que probaba que el envío a Hartheim se disimulaba en las órdenes de traslado haciendo mención al campo de Dachau, marcando en verde los nombres de quienes acabarían siendo ejecutados[46]. Por su importancia, el caso de Hartheim se abordará el siguiente epígrafe del texto.
Llegado el momento de la Liberación, la aportación inmediata y directa de Climent ya ha sido enunciada y ha quedado constatada. El caso de De Diego, al margen de lo señalado, presenta algunas lagunas. Según su testimonio, fue él el encargado de entregar a las autoridades norteamericanas el libro de registro que contenía las ya explicadas «muertes no naturales». Al parecer, habría sido otro prisionero, Gerhard Kanthack, empleado en la Oficina Política, quien habría logrado salvar el libro y se lo habría dado De Diego para que lo ocultase en la Oficina de Administración, desde donde lo recuperaría tras la Liberación. El hecho de que en el Informe Cohen no se deje constancia de este hecho, sino de que el volumen fue encontrado en el campo el día 9, siembra la duda sobre la veracidad del relato de De Diego en este extremo, pues ni parece claro que él lo entregara ni lo hizo de manera inmediata[47].
El papel de Bailina, por su parte, ha pasado algo más desapercibido en general por la historiografía. Sin embargo, fue él el que durante el mes de diciembre de 1945 hizo llegar a la Agencia Central de Prisioneros de Guerra del Comité Internacional de la Cruz Roja un breve informe acerca de la deportación española, una lista de españoles y españolas presentes en Mauthausen el 5 de mayo de 1945 y un balance de fallecidos con los datos siguientes:
Tabla 4.
Balance de la deportación española a Mauthausen ofrecido por el superviviente José Bailina
| Españoles supervivientes (5/05/1945) | 2183 |
| Españoles fallecidos | 4813 |
| Desaparecidos a causa de un bombardeo en el campo subsidiario de Linz | 2 |
| Evadidos | 1 |
| Liberados desde 1942 | 110 |
| Transferidos a otros campos | 132 |
| Total | 7241 |
Fuente:elaboración propia[48].
Como se puede comprobar, el balance difiere de las cifras aportadas por los informes norteamericanos, pero cabe poca duda de que Bailina debió o bien de participar en el proceso de recuento y elaboración de los listados puestos en marcha tras la Liberación o tuvo contacto estrecho con la documentación interna del recinto. Lo que se ha señalado hasta ahora por la historiografía y que está demostrado es que Climent Sarrión se llevó del campo un juego propio a partir del cual, parece ser que también con ayuda de de Diego, se elaboraron una serie de listados propios que sirvieron de base a la publicación de Montserrat Roig[49]. Mucho más valiosos a nivel académico serían los resultados presentados por Michel Fabréguet, quien tuvo la suerte de poder acceder al archivo privado de Climent[50].
Según el relato clásico se habrían producido hasta siete copias de los listados señalados, los cuales se habrían repartido junto con la original entre los dirigentes de los partidos y sindicatos españoles representados en el comité español de Mauthausen, el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Ministerio de Antiguos Combatientes y Víctimas de Guerra y la Asociación de Deportados Españoles Antifascistas[51]. El discurso, no obstante, no parece sostenerse dada la amplia disparidad de cifras ofrecidas por cada uno de esos actores y por la propia sucesión de hechos. Como acaba de comentarse, fue Bailina el que en diciembre de 1945 hizo llegar al CICR un listado de supervivientes y una contabilidad detallada tanto de los deportados como de los fallecidos en el campo, ofreciendo totales que se separan del balance arrojado por las investigaciones sobre crímenes de guerra y de lo ofrecido por la historiografía, la cual ha recogido igualmente los listados manejados por el mencionado CICR, más conocidos como «listas Watson», que vieron la luz a finales de los años 1940[52]. Lo mismo sucede con las cifras ofrecidas por los volúmenes del Ministerio francés de Antiguos Combatientes, elaboradas de manera declarada por el Ministerio en el prefacio por supervivientes que habían trabajado en una de las oficinas administrativas del campo (Arbeitstatistik) a partir de archivos originales alemanes. Por último, en lo que respecta a los propios supervivientes españoles, estos nunca ofrecieron balances consistentes, ni siquiera el propio Manuel Razola, representante español en el Comité Internacional del campo[53]. Así, se puede decir que los números más plausibles siempre han sido los obtenidos a partir de los difícilmente verificables registros de Climent Sarrión, pudiendo situarse el número de fallecidos españoles entre 4676 y 4765, incluidos 449 asesinados en el castillo de Hartheim[54].
Partiendo de esta base, y tras revisar los ya citados volúmenes elaborados por el Ministerio de Antiguos Combatientes francés, los listados resultado de la investigación sobre crímenes de guerra, documentación original del campo de Mauthausen, los listados presentados por los supervivientes, la base de datos elaborada por el Memorial de Mauthausen y la bibliografía específica referente a la mortalidad registrada en su red de campos que se ha ido citando a lo largo del escrito, ha sido posible elaborar una nueva contabilidad cuyos resultados y conclusiones pasarán a discutirse a continuación.
En primer lugar, cabe decir que los totales alcanzados se sitúan en total sintonía con las cifras dadas por la historiografía internacional y por el Memorial del campo, de forma que se ha podido contabilizar y validar un total de 4747 registros, entre los que no se ha hallado presencia femenina, referentes a fallecidos en los siguientes recintos de la red de Mauthausen:
Tabla 5.
Distribución de españoles fallecidos en la red de campos de Mauthausen
| Campo | Nº de fallecidos |
| Gusen | 3869 |
| Hartheim | 445 |
| Mauthausen | 367 |
| Steyr | 31 |
| Melk | 10 |
| Ternberg | 8 |
| Bretstein | 5 |
| Linz | 3 |
| Ebensee | 2 |
| Florisdorf | 2 |
| Gross Raming | 1 |
| Schvechc | 1 |
| Schwechat | 1 |
| Wien | 1 |
| Desconocido | 1 |
| Total | 4747 |
Fuente:elaboración propia[55].
Ante estos primeros datos cabe aclarar varias cuestiones. La primera es que la base potencial de nombres arrojaba un total superior de 4754 nombres, de los cuales, como se ve, se han descartado siete, bien por haberse podido confirmar que los mismos no eran de nacionalidad española, bien porque existen dudas razonables acerca de este mismo extremo que no han podido ser despejadas ni con la documentación del campo ni con ninguna otra fuente disponible. En esta última situación se encontrarían los casos de: Pascual Franqueza Adelantado y Jesús González Fernández, registrados ambos como nacidos en Argentina; Vicente Ferre Juan, nacido en Argelia, y Emilio Casellas Falco, nacido en Francia. En segundo lugar, cabe resaltar la relativamente amplia disparidad con las cifras ofrecidas por los listados norteamericanos, de los cuales han sido descartados más de dos centenares de nombres por encontrase varias decenas duplicados y por la presencia corroborada de decenas de individuos extranjeros. Antes de profundizar en esta cuestión, cabe reseñar la inclusión y validación de algunos casos singulares que requieren justificación. Un caso claro sería el de Mariano Tost Planet, registrado como nacido en Marruecos, pero que ha sido validado por haberse podido comprobar en los registros del campo que fue nacido en 1920 en la provincia de Nador, importante centro minero localizado dentro de la zona española del protectorado[56]. Otros, más dudosos en principio, como Juan Ribera Solsa, registrado incluso en la documentación interna del campo como nacido en Portugal, han sido validados por ser recogidos de manera explícita por la misma documentación como individuos de nacionalidad española. En este sentido, y a fin de aclarar tanto el criterio metodológico seguido como la particularidad del caso español y los registros existentes, cabe llamar la atención por un caso similar como sería el del citado Emilio Casellas, nacido en principio en Mirepoix, Francia, pero que ha sido descartado. La piedra de toque que separa ambos casos es precisamente que la nacionalidad del segundo no es reconocida como española, lo que obliga a explicar que lo que hace que ambos nombres aparezcan ligados en los listados disponibles no es el carácter hispano de los nombres, sino su categorización como Rotspanier.
No es desconocido por la historiografía que el término Rotspanier fue empleado por las autoridades alemanas para categorizar tanto a los prisioneros españoles como a aquellos que habían combatido como parte de la Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española del lado republicano[57]. Lo que no estaba tan claro y conviene subrayar aquí es que, a pesar de que la gran mayoría de reclusos comprendidos bajo esta categoría fueron españoles, ni se trató de una categoría inicialmente creada para ellos ni su aplicación supuso la pérdida de la nacionalidad de los prisioneros. Más bien al contrario. El término surgió al calor de la guerra española y fue incorporado al sistema alemán para castigar, en primer lugar, a los alemanes que hubieran osado sumarse a la causa republicana. El inicio de la expansión territorial del Reich en 1938, especialmente acelerado tras el inicio de la guerra, llevaría a su vez a la aplicación del sistema punitivo y represivo alemán a la práctica totalidad del continente. En este sentido, destaca el empleo de la herramienta legal conocida como custodia protectora, un instrumento ya presente en el ordenamiento alemán desde el siglo xix que fue recuperado por el nazismo desde los primeros compases de su ascenso en 1933 y que, en esencia, permitía detener extralegal e indefinidamente a cuantos individuos considerase el Estado[58].
En lo que concierne al caso español, como es bien sabido, fue la derrota francesa en los frentes de la Segunda Guerra Mundial la que resultó decisiva, pues supondría no solo la detención de miles de españoles exiliados en el frente, los cuales comenzaron a llegar a Mauthausen tan pronto como el 6 de agosto de 1940, sino la introducción de Francia en una dinámica que ya se había ensayado de manera previa con el resto de los países ocupados. Para los Rotspanier del país galo, incluidos los de nacionalidad española, la orden oficial se emitió el 27 de septiembre. El contenido era inequívoco. Todos los prisioneros de guerra que pudieran ser englobados dentro de la categoría de Rotspanier debían de abandonar las prisiones de guerra y ser puestos en régimen de custodia protectora, momento a partir del cual pasarían en masa a engrosar las poblaciones de los campos de concentración del Reich. El proceso sería idéntico para los no apresados en combate, aunque en su caso serían las autoridades policiales las encargadas de practicar la detención[59].
La falta de consideración de esta problemática y particularidad del caso español es la que permite explicar la presencia múltiple de individuos de nacionalidad extranjera en los listados de fallecidos españoles, pues lo que se constata en los mismos es un proceso de igualación y confusión de la nacionalidad con la categoría de prisionero aplicada por las autoridades de los campos. Este importante matiz sí ha sido tenido en cuenta por los ya citados trabajos de Freund y Kranebitter, aunque en estos no se realiza ni un desglose pormenorizado ni una discusión específica del caso español.
En otro orden de cosas, hay que llamar la atención sobre el hecho de que la tabla presentada solo recoge fallecidos españoles en catorce espacios diferentes, lo cual puede resultar llamativo si se tiene en cuenta que Mauthausen llegó a contar con cerca de cincuenta centros subsidiarios[60]. Esto es así porque, tal y como ya enunciaron las propias autoridades norteamericanas en su investigación, la mayor parte de los recintos de la red permanecieron bajo área de control soviético, por lo que la documentación o pruebas que en ellos pudiera existir ha resultado hasta el presente de difícil conocimiento. El hecho de que el campo principal, del que dependían administrativamente el resto de los campos, no fuese liberado por el Ejército Rojo, no obstante, permite aseverar que el grueso de la documentación e información existente fue salvada, aunque existe un innegable potencial de nuevos hallazgos en el futuro.
Dicho lo anterior, con las fuentes disponibles hasta la fecha, se puede confirmar que fue en el subcampo de Gusen donde se registró el mayor número de muertes españolas con diferencia dentro de la red del horror de Mauthausen, seguido del centro de experimentación y exterminio de Hartheim, del que se dará cuenta en el último epígrafe de este escrito, y del propio campo principal[61]. Si se atiende a la propia naturaleza del recinto de Mauthausen y a cómo se articuló tanto en él como en su principal campo anexo su actividad diaria, se podrá dar una explicación a los porqués detrás de esas cifras. El relato es bien conocido, por lo que no se abundará en demasiados detalles aquí. Baste decir que los orígenes del campo se remontan a 1938, cuando el Reichsführer-SS Heinrich Himmler y su acólito Oswald Pohl se decidieron por el bucólico pueblo austriaco para dar forma a un nuevo recinto concentracionario. El elemento que los sedujo fue la presencia de una cantera de granito que debía de servir para dar forma a los delirios constructivos del Führer y, fruto del espíritu de autosuficiencia en que se basaría la gestión de la red concentracionaria a partir de 1936, a erigir la estructura del propio recinto. Además de la cantera, elemento que compartía con el recinto hermano de Flossenbürg, lo que hizo único a estos nuevos campos fue el interés de las autoridades por trasladar a estos espacios a los elementos sociales que consideraban más despreciables a excepción de los judíos. Así, se consideraba que los «elementos antisociales» y los «criminales reincidentes» eran gérmenes sociales absolutamente temibles e indeseables que debían de ser confinados allí donde el trabajo fuese más penoso y agotador. Se estaba asistiendo, por tanto, a un proceso de jerarquización de los recintos que acabaría oficializándose el 2 de enero de 1941, cuando Reinhard Heydrich, líder de la Oficina de Seguridad del Reich (RSHA) y al mando de la custodia protectora, firmase una circular secreta en la que se establecía una estratificación de la red de campos existentes en torno a tres niveles. Mauthausen fue el único considerado de categoría 3, reservado para aquellos individuos «fuertemente perturbados» que se pensaba poco reformables. La dureza del trabajo en Mauthausen, especialmente en su cantera, pues, está lejos de toda duda, algo que junto a los malos tratos sistemáticos y a la alimentación insuficiente convirtió al campo en un auténtico infierno terrenal[62].
El caso de Gusen, primer y principal subcampo con el que contó Mauthausen, no fue muy distinto. Establecido a apenas 6 km del campo principal, su construcción se inició con prisioneros de Mauthausen a finales de 1939[63]. El objetivo era el mismo: alumbrar un nuevo recinto que sirviera para explotar nuevos yacimientos de granito similares a los del campo principal. La rutina era igual de despiadada que en Mauthausen, pero el trato dispensado por la SS aún más letal si cabe. Tanto fue así que, en apenas catorce días, Gusen superó el número de muertos producido por el campo principal en sus primeros seis meses de existencia[64]. Esta especial dureza fue bien aprovechada por las autoridades de los campos para librarse de los reclusos menos productivos. Así, los españoles entrarían en contacto por primera vez con el tormento de Gusen el 24 de enero de 1941, apenas seis meses tras su ingreso en la red de campos alemana. Los elegidos fueron 833 individuos, debilitados en su mayoría a consecuencia del trabajo en las canteras, entre los que en menos de 48 horas se produjo la primera baja, la correspondiente a Acacio Blas Almeida, oficialmente a causa del frío. Se trataba de la muerte número 60 dentro del colectivo español, una trágica cuenta que había sido inaugurada el 14 de agosto del año anterior por José Marfil Escalona, muerto a consecuencia de una perforación pulmonar ocasionada por una de sus costillas en lo que, más que probablemente, se trató de una brutal paliza a poco más de una semana de llegar a Mauthausen. La omisión del caso de Marfil Escalona en los volúmenes del Ministerio de Antiguos Combatientes habla, una vez más, no solo de las limitaciones de la fuente, sino de la complejidad de manejar este tipo de documentación. Para el mes de noviembre, la cifra de españoles enviados a Gusen alcanzó los 4993, lo cual significa que, si tomamos como referencia los 7251 deportados manejados por la historiografía, aproximadamente un 70 % de todos los españoles deportados a Mauthausen pasó por el infierno de Gusen[65].
Otros casos notables que resulta necesario reseñar son el de Steyr, Bretstein y, especialmente, Ebensee. En lo que respecta al primero, se trató del primer recinto secundario de importancia creado en Mauthausen tras Gusen. Se inauguró durante la primavera de 1942 y estuvo ligado a la explotación de la mano de obra de los campos por parte de una empresa privada. En su mayoría, la erección del recinto fue llevada a cabo por varias decenas de españoles, pero esclarecer el número de fallecimientos de los mismos hasta ahora había resultado imposible. Las estimaciones globales realizadas por la historiografía hablan de un mínimo de novecientos reclusos fallecidos hasta 1945. Gracias a los registros del Ministerio de Antiguos Combatientes es posible confirmar que al menos 31 de esas muertes correspondieron a españoles[66]. Con anterioridad a la construcción de Steyr, no obstante, existieron otros subcampos en los que la presencia de españoles tuvo especial relevancia. Uno de ellos fue Bretstein, localizado en el estado federado de Estiria y centrado en operaciones agrícolas llevadas a cabo desde 1939 por el Instituto Alemán de Investigación sobre Nutrición y Alimentación, una empresa de la SS. En junio de 1941 se trasladó desde el campo principal un grupo de trabajo compuesto por cuarenta españoles y un alemán para que iniciasen las tareas constructivas de un nuevo recinto. Su actividad fue reducida y, ante las habituales tentativas de huida, los reclusos fueron enviados en bloque a Steyr, dejando tras de sí al menos siete fallecidos. Cinco de ellos fueron españoles y, gracias a un listado de posguerra, es posible comprobar no solo que sus restos descansan en el cementerio local, sino que Wenceslao Sánchez González, Celedonio Gallardo Pérez, Pedro Noda de la Cruz, Antonio Castro Mariñoso y Manuel Quintana Pérez no fallecieron en Mauthausen como se creía, sino en este pequeño subcampo de Estiria[67].
Finalmente, hay que resaltar el caso excepcional de Ebensee, un subcampo nacido a finales de 1943 en donde la presencia española ha podido fijarse en un pico de doscientos viente individuos. Lo llamativo del caso es la inusualmente baja tasa de mortalidad de los españoles, pudiendo constatarse apenas dos fallecimientos: el de Miguel Costa Salo, a consecuencia de una enfermedad desconocida el 27 de marzo de 1944, y la de Baudilio Ventura, asesinado por uno de los primeros comandantes del campo durante una borrachera el 23 de mayo de 1944. Este hecho absolutamente insólito sirve igualmente para constatar un claro cambio de tendencia en la mortalidad de los españoles que puede explicarse gracias al giro radical que sufrió la gestión de los campos a partir de 1942, cuando pasaron a ser gestionados por la Oficina Económica de la SS (WVHA)[68], y que, a su vez, permitió a los españoles asentarse dentro de la jerarquía interna de los campos, evitando así, en buena medida, los trabajos más duros[69].
En global, el trágico balance español arroja las siguientes distribuciones:
Tabla 6.
Distribución de la mortalidad española por meses
| Años | Enero | Febrero | Marzo | Abril | Mayo | Junio | Julio | Agosto | Septiembre | Octubre | Noviembre | Diciembre | Total |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| 1940 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 2 | 2 | 0 | 12 | 19 | 35 |
| 1941 | 38 | 35 | 48 | 80 | 54 | 61 | 139 | 208 | 465 | 283 | 955 | 778 | 3144 |
| 1942 | 545 | 199 | 75 | 56 | 52 | 35 | 88 | 52 | 30 | 87 | 52 | 39 | 1310 |
| 1943 | 23 | 21 | 35 | 25 | 16 | 6 | 5 | 4 | 1 | 5 | 2 | 4 | 147 |
| 1944 | 7 | 3 | 13 | 11 | 8 | 4 | 5 | 5 | 9 | 5 | 6 | 7 | 83 |
| 1945 | 6 | 3 | 9 | 6 | 4 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 28 |
| Total | 619 | 261 | 180 | 178 | 134 | 106 | 237 | 271 | 507 | 380 | 1027 | 847 | 4747 |
Fuente:elaboración propia[70].
Como se aprecia, el año 1941 fue absolutamente dramático, y cabe destacar el periodo que va desde julio de 1941 hasta febrero de 1942 como el periodo más mortífero. En global, entre 1941 y 1942 se produjeron prácticamente el 94 % (93,83 %) de todas las muertes de españoles registradas hasta 1945, concentrándose 3572 de los 4454 fallecimientos de esos dos años en el fatídico período de ocho meses señalado (80,2 %). Se asiste, pues, a una operación de asesinato sistemático al que sin duda colaboró la crudeza del invierno austriaco y que solo amainó cuando Alemania, fruto de los reveses recibidos en el frente del Este, buscó sumar a la población concentracionaria presa en su red de campos al esfuerzo de guerra[71]. Para ello jamás estuvo dispuesta a dispensar un trato humano a los prisioneros, pero sí a poner fin a proyectos de exterminio como la ya mencionada Operación 14f13.
V. HARTHEIM[Subir]
El caso particular de Hartheim resulta muy complicado de valorar debido a la destrucción prácticamente absoluta de la documentación realizada por los nazis antes de ser derrotados. Las estimaciones historiográficas existentes hablan de entre 5500 y más de 10 000 asesinados no contabilizados en los registros oficiales del campo[72]. Como ya se ha tenido ocasión de señalar, Hartheim era un castillo renacentista situado a 30 km del campo que formó parte de la Aktion 14f13, una operación que suponía extender el Programa Eutanasia a los campos y estaba destinado a limpiar la red de presos inválidos de los que resultaba imposible extraer nada provechoso para el Reich[73]. La operación trató de ser llevada a cabo con el máximo secreto posible, por lo que las autoridades se cuidaron de hacer mención expresa de las instalaciones de Hartheim en la documentación interna, enmascarando el verdadero destino de todos aquellos seleccionados bajo eufemismos tales como «campo de convalecencia» o «sanatorio Dachau». A este tipo de estratagemas se suman complicaciones adicionales tales como que el fallecimiento de los distintos prisioneros se registraba como producido dentro del complejo de Mauthausen, inventando una hora y causa de la muerte y espaciando las distintas entradas en el tiempo para evitar concentraciones sospechosas que pudiesen apuntar hacia el asesinato masivo que, en efecto, se estaba llevando a cabo. La operación se mantuvo en activa para los presos de los campos desde 1941 hasta 1943, a excepción de Mauthausen, que continuó enviando reclusos durante 1944[74].
En el caso español, destaca la existencia de un listado con 449 nombres que fue elaborada por el ya mencionado Climent Sarrión y que fue enviada en 1972 por Pierre Choumouff, otro superviviente del campo, a la sección francesa de lo que es hoy el Archivo de Arolsen, heredero del International Tracing Service de posguerra[75]. El listado, que incorpora una hoja fechada en Gusen en 1942 y mezcla la mecanografía con la elaboración manual, recoge nombres y apellidos, fecha y lugar de nacimiento, números de identificación de Gusen y Mauthausen, número asignado en las prisiones de guerra de procedencia de la mayoría (Stalag), fecha de llegada a Mauthausen y procedencia del transporte, fechas de transferencia a Gusen o Mauthausen, traslado a Hartheim y fecha de defunción de los individuos consignados. Se trata de un documento único que recoge en su mayoría los asesinados españoles en el centro de Hartheim entre 1941 y 1942, con una única muerte registrada en un momento tan tardío como el 6 de octubre de 1944, pero que no puede ser manejada acríticamente, pues presenta el problema de que tampoco distingue entre individuos de nacionalidad española y reclusos clasificados como Rotspanier. El análisis minucioso de la misma ha permitido concluir que solo son cuatro los casos que han de ser descartados, lo cual arroja un balance final de 445 nombres que se distribuyen, de manera muy reveladora, de la siguiente forma:
Ilustración 1 y 2.
Distribución de muertes de españoles en Hartheim en 1941 y 1942


Fuente:ITS, OCC 15/205, Carpeta 284. Elaboración propia.
Tabla 7.
Distribución de muertes de españoles en Hartheim
| Años | Enero | Febrero | Marzo | Abril | Mayo | Junio | Julio | Agosto | Septiembre | Octubre | Noviembre | Diciembre | Total |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| 1941 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 240 | 0 | 0 | 86 | 328 |
| 1942 | 0 | 94 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 21 | 0 | 0 | 116 |
| 1944 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 1 |
Fuente:ITS, OCC 15/205, Carpeta 284. Elaboración propia.
Como se puede apreciar, las muertes se concentran en tres momentos clave: septiembre y diciembre de 1941 y febrero de 1942, fechas que coinciden a su vez con los meses más fatídicos en términos de mortalidad para el colectivo español. A su vez, la amplia concentración de las muertes habla a las claras de una operación planificada y sistemática que cobra especial relieve cuando se presta atención a las fechas concretas de los envíos. Así, tomando como referencia el mes de septiembre de 1941, aunque se puede decir que los envíos se mantuvieron constantes a lo largo de todo el mes, destaca el periodo que va desde el día 22 hasta el 30 de septiembre, un plazo de poco más de una semana en la que, de manera diaria y constante, salvo el último día, se trasladaron a Hartheim para su asesinato a más de veinte españoles, llegándose a sumar 210 de los 240 exterminados en todo el mes. Igualmente, cabe subrayar que, aunque la sistematicidad se observa en todos los meses registrados, no se repitió algo similar al mes de septiembre de 1941 en toda la existencia del campo.
Por último, cabe decir que este listado permite no solo corregir las fechas de defunción de decenas de muertos españoles, sino que permite deducir un método de actuación por parte de las autoridades nazis que se basaba, en general, en el traslado de los prisioneros al campo principal desde Gusen para en plazos breves de entre tres días y una semana enviarlos en masa al centro de Hartheim, en donde serían exterminados.
VI. CONCLUSIÓN[Subir]
A lo largo del artículo se ha presentado una discusión detallada e inexistente en castellano acerca tanto de la documentación primaria disponible como de los distintos proyectos que, desde 1945, han ido encaminados a esclarecer la elevada mortalidad producida por el campo de concentración nazi de Mauthausen. Los avances de las últimas décadas en lo que se refiere a recuperación, acceso, recopilación y tratamiento metodológico de las fuentes y las cifras disponibles han permitido realizar balances globales muy precisos y que superan ampliamente todos los esfuerzos realizados durante la inmediata posguerra. El caso español, no obstante, había permanecido en un estado de olvido hasta el cambio de siglo, momento en que distintos proyectos, con especial mención al reciente estudio realizado sobre los volúmenes editados por el Ministerio de Antiguos Combatientes y Víctimas de Guerra francés llevado a cabo en el año 2019, han permitido ofrecer tanto cifras como aproximaciones científicas que han perseguido introducir la problemática española en la narrativa europea. Haciendo uso de estas nuevas perspectivas y tras un análisis minucioso que ha incluido los listados elaborados por las autoridades norteamericanas responsables de la Liberación e investigación de crímenes de guerra cometidos en el campo, los listados existentes y accesibles de supervivientes -con especial mención a los registros de Climent Sarrión-, documentación de posguerra que buscaba localizar enterramientos de fallecidos en campos de la red de Mauthausen y las bases de datos de proyectos tan ambiciosos como el del Memorial de Mauthausen, se ha podido elaborar una base de datos propia que ha permitido ofrecer por primera vez un análisis cuantitativo pormenorizado y específico de la mortalidad española en el campo de concentración nazi de Mauthausen sobre la base de una contabilidad esencialmente definitiva a falta de la aparición y consulta de la documentación existente en los subcampos que quedaron bajo control soviético en 1945.
Los balances presentados han hecho posible la corrección de fechas, nombres y lugares de defunción, así como corroborar hipótesis ya manejadas por la historiografía que señalaban el subcampo de Gusen, el centro de experimentación y asesinato sistemático de Hartheim y el propio recinto principal de Mauthausen como los principales lugares en los que se llevó a cabo la matanza de prisioneros españoles, una sangría que, como se ha podido demostrar, estuvo concentrada entre 1941 y 1942 y que solo disminuyó cuando las necesidades bélicas de Alemania obligaron a cambiar de rumbo la gestión de su red de campos. Fruto de ello se produjo la proliferación de subcampos como Ebensee, en donde los prisioneros españoles registrarían una insólitamente baja tasa de mortalidad que contrasta duramente con los cómputos globales no solo del colectivo, sino del resto de nacionalidades.
La inclusión en el análisis expuesto de las listas manejadas por el superviviente Climent Sarrión para el caso específico de Hartheim ha permitido igualmente no solo corregir decenas de fechas de defunción, sino apreciar de manera inequívoca la existencia de patrones de actuación concretos correspondientes a una operación masiva de exterminio que se concentró en los meses de septiembre, octubre, diciembre de 1941 y febrero de 1942, coincidiendo no por casualidad con la ya mencionada Aktion 14f13. El fin de esta, sin embargo, no supuso el desmantelamiento de las instalaciones del castillo de Hartheim, en donde se retomaron las actividades de aniquilación durante 1944. Las listas de Climent permiten indicar la presencia de españoles también entre los presos exterminados durante este periodo tardío, por lo que ofrecen de manera global una precisión fáctica y contrastada inédita hasta la fecha y cuyo análisis crítico se ha abordado por primera vez en este escrito.
El trágico resultado final del paso de los españoles por la red concentracionaria nazi no fue otro que la elevadísima tasa de mortalidad general del colectivo, la cual, siguiendo los hallazgos presentados en este escrito, superó ampliamente la media del campo hasta situarse en el entorno del 65 %, quince puntos por encima del resto.