Estudios

CIUDAD Y TERRITORIO

ESTUDIOS TERRITORIALES

ISSN(P): 1133-4762; ISSN(E): 2659-3254

Vol. LV, Nº 218, invierno 2023

Págs. 1055-1070

https://doi.org/10.37230/CyTET.2023.218.4

CC BY-NC-ND

Transformaciones en el espacio público frente a la crisis de la COVID-19: aportaciones de algunas experiencias emergentes en Latinoamérica

Rafael Ramón Temes-Cordovez (1)
Juan Manuel
Bueno-Carvajal (2)

(1) Profesor Titular de Universidad. Departamento de Urbanismo

(2) Doctor en Arquitectura, edificación, urbanística, y paisaje

(1) (2) Universidad Politécnica de Valencia

Resumen: Las desigualdades constituyen una característica estructural de las sociedades latinoamericanas, que se han mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento económico. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve una vez más, la fragilidad del sistema y del equilibrio, evidenciándose especialmente en los entornos urbanos con incrementos en la desigualdad y vulnerabilidad. El espacio público ha sido un escenario protagónico en la crisis, pasando de ser una estructura restringida, a la plataforma que alberga transformaciones hacia una “nueva normalidad”, permitiendo la intervención de formas emergentes (D.I.Y. Do It Yourself, Placemaking, y el urbanismo táctico) como métodos transitorios y de adaptación. Con una metodología basada en la revisión documental, reconocimiento de la experiencia y la observación directa, este artículo plantea cómo estas experiencias han sido instrumentos útiles para mediar con la pandemia, considerando su empleo de forma estructural y permanente en el espacio público.

Palabras clave: Espacio público; Urbanismo táctico; Do It Yourself; Placemaking; COVID-19.

Transformations in the public space in the face of the COVID-19 crisis: contributions of some emerging experiences in Latin America

Abstract: The inequality is a structural characteristic of Latin American societies, which have been maintained and reproduced even in periods of economic growth. The COVID–19 pandemic has shown once again the fragility of the system and its balance, especially in urban environments with increases in inequality and vulnerability. The public space has been an important urban scenario in the crisis, going from being a restricted structure, to be the platform that allows the transformations towards a “new normality”, structuring the intervention of emerging forms (D.I.Y. Do It Yourself, Placemaking, and tactical urbanism) as transient and adaptive methods. Implementing a methodology based on documentary review, recognition of experience, and direct observation, this article discusses how these experiences have been useful instruments to mediate with the pandemic, considering their structural and permanent use in public space.

Keywords: Public space; Tactical urbanism; Do It Yourself; Placemaking; COVID-19.

Recibido: 26.09.22 Revisado: 23.03.23

Correo electrónico: rtemesc@urb.upv.es Nº ORCID https://orcid.org/0000-0002-5604-4892

Correo electrónico: juabue@doctor.upv.es Nº ORCID https://orcid.org/0000-0003-4797-7970

Los autores agradecen los comentarios y sugerencias realizados por los evaluadores anónimos, que han contribuido a mejorar y enriquecer el manuscrito original.

1. Introducción

La pandemia de la COVID-19 ha sido un acontecimiento sin precedentes en nuestra historia reciente, tanto en Latinoamérica (Iracheta, 2020; Kephart & al., 2021; Sainz Santamaria & al.,2022) como en Europa (Da Silva & al., 2022; Naudé & al., 2022; Ezquiaga, 2020) que ha agitado no solo nuestras conciencias, valorando especialmente la cotidianidad de nuestro trato y vida en comunidad, sino que ha producido cambios en el uso y diseño de algunas partes de las ciudades (Córdoba Hernández & al., 2020) (Hernández Aja & al., 2021). Además, la pandemia, especialmente en Latinoamérica, ha contribuido a exaltar los procesos de fragmentación en la ciudad, arrebatando de cierta forma el sentido comunitario (Palomino Pichihua, 2021) e incrementando la situación de vulnerabilidad urbana, antesala de la exclusión tanto residencial como social (Alguacil Gómez & al., 2014). Diversos estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestran cómo la COVID-19 no ha hecho más que agravar la desigualdad que ya era estructuralmente alta antes de la crisis (CEPAL, 2016a) (CEPAL, 2016b). La mayor virulencia con la que la pandemia y la crisis económica, previa y posterior, han afectado a Latinoamérica, se puede explicar por el escaso crecimiento de la región desde 2014, y por los rasgos estructurales de producción y distribución que han caracterizado históricamente su disfuncional patrón de desarrollo socio-económico, político y ambiental (Torres, 2020).

En esta situación, el espacio público, al igual que la vivienda, se han convertido en un escenario protagonista de la pandemia al jugar un doble papel. Por un lado, ha sido posiblemente uno de los lugares, fruto de las restricciones y limitaciones, donde más se han evidenciado dichos problemas. Por otro lado, se ha erigido como el lugar clave para afrontar y generar medidas de mejora para la salud pública durante y después de esta emergencia en las ciudades, permitiendo rediseñarlas en función de un entorno más saludable (Moser, Malzieu, & Petkova, 2020).

Esta mayor exigencia al espacio público se ha incrementado desde finales del siglo pasado, apreciándose a través de distintas “experiencias emergentes” que encuentran en lo público oportunidades para revindicar una mayor participación y, sobre todo, nuevas formas de entender la construcción de la ciudad. Se trata de una variedad de prácticas urbanas que están remodelando los espacios urbanos (Iveson, 2013), caracterizadas por la generación de proyectos basados en la participación ciudadana activa (Escobar, 2020); la intervención desde pequeñas escalas (Talen, 2015) involucrando técnicas y materiales locales; que actúan en espacios urbanos abandonados o sin uso; y acuden a las aproximaciones “tácticas” (Rachel, Jones, & Rice, 2020), basadas en proyectos efímeros o como intervenciones que pertenecen a una fase de transición hacia la consolidación del espacio público intervenido.

Estas experiencias urbanas contemporáneas, han tenido un desarrollo significativo en Latinoamérica, en especial en entornos informales y vulnerables, con intervenciones generadas al margen de los procesos de planeación convencional (Beza & Hernández Garcia, 2018), permitiendo avances hacia la mejora de los sectores. Justamente, han generado llamados hacia los gobiernos y administraciones locales, el sector privado, la academia y a la acción de profesionales interdisciplinares, permitiendo una gestión compartida para su desarrollo, que fortalece las acciones ciudadanas desde el espacio público.

A partir de estos antecedentes, con una metodología basada en la revisión documental, reconocimiento de la experiencia y observación directa, el objetivo del artículo es lograr definir y clasificar estas experiencias y urbanismos emergentes como base de un marco teórico que permita comprender su desarrollo en el contexto latinoamericano, como marco de reflexión ante las principales problemáticas urbanas generadas por la crisis de la COVID–19. Como objetivos específicos se plantea en primer lugar, centrarse en el espacio público en Latinoamérica como dimensión de contexto; segundo, proponer una clasificación teórica de dichas experiencias a partir de la relación entre formas, medios y recursos que permiten su desarrollo; tercero, detectar sus diferentes oportunidades y evolución durante los eventos de la COVID–19; y por último, destacar las aportaciones que han dejado estas intervenciones para el espacio público en la región a partir de su evolución y desarrollo desde la reapertura y activación de las ciudades en la transición hacia la pospandemia.

Estos objetivos se desarrollan en los tres apartados que componen el artículo. El inicial, que presenta el marco teórico sobre el contexto general del espacio público en Latinoamérica para luego presentar, en base a una clasificación propia, las modalidades más significativas de las experiencias emergentes, que parten del concepto de D.I.Y. Do It Yourself y la acción de la participación ciudadana, incluyen al placemakig y el urbanismo táctico, y se materializan desde medios como el reciclaje o expresiones como el arte urbano.

El siguiente apartado aborda la discusión sobre las principales aportaciones de estas formas de actuación frente a la crisis de la COVID–19 en la región, destacando su utilidad como método rápido de emergencia, las transformaciones de usos en las calles (reencuentro y reactivación), los cambios de la movilidad y los programas impulsados desde la participación.

El último apartado expone la discusión y las conclusiones, en donde se exponen algunos retos a los que se ha de enfrentar dichas experiencias desde la emergencia, así como su posible evolución en la pospandemia, y con ello, se pretende cuestionar su grado de resiliencia en cuanto a la pertinencia de estas intervenciones, valorando su utilidad frente a una situación coyuntural y su capacidad de adaptación y “conquistas” con vocación de permanencia.

2. Marco teórico: Espacio público y algunas experiencias emergentes

Desarrollamos este apartado presentando un contexto general sobre algunas de las características más comunes en Latinoamérica relacionadas con el espacio público y las que hemos denominado como manifestaciones emergentes. Justamente, se hace notable el interés por este ámbito de estudio en la región a través de varios estudios e investigaciones especialmente intensas en las dos primeras décadas del presente siglo (Egea Rodríguez & al., 2021).

2.1. El espacio público en el contexto Latinoamericano

No es nada nuevo afirmar que las ciudades latinoamericanas poseen características comunes que incluyen algunos aspectos relevantes sobre su estructura, ocupación y morfología urbana y el espacio público. Desde varias posturas, podemos plantear tres ideas que caracterizan una realidad urbana común. Primero, comprendemos la similitud de varios procesos de desarrollo y modernización. Estos procesos, tanto urbanos como sociales, se definen desde la relación entre la modernización y las transformaciones culturales:

“La pluralidad puede explicarse en la medida en que las respuestas producidas han de entenderse como resultado de la confrontación que desarrollaron las diferentes sociedades latinoamericanas con el modelo ofrecido por la modernidad occidental ilustrada a partir de sus propias matrices culturales. Respuestas diversas debido a los diferentes momentos y coyunturas en que se encontraban las nacientes naciones y la herencia resultante de la específica posición que ocuparon en el contexto colonial del que emergían. Respuestas complejas, múltiples y, aun, contradictorias” (Araujo, 2009) p. 20.

Dichas respuestas resultan materializadas en las ciudades. Por definición, son híbridas y poseen una gran complejidad multicultural, la cual da origen a expresiones únicas que dan cuenta de la concentración de esta variedad de procesos (Quesada, 2006).

En segundo lugar, encontramos formas de crecimiento urbano descontrolado y de explosión demográfica que han creado dos maneras o tipos de reconocimiento de ciudad: la formal y la informal (Medellín, 2020), una, que surge desde arriba y la otra desde abajo (Ocupa tu calle & al., 2018), generando un salto de escala que como consecuencia produce un incremento de las desigualdades sociales que desembocan en procesos de tensión entre formas de modernización global y tradición (Segovia & Jord, 2005).

Desde esta perspectiva dual, el espacio público ha sido un elemento urbano que es intervenido, algunas veces, con aportes significativos, pero en otras ocasiones, ha sido reducido, deteriorado o incluso eliminado (Ocupa tu calle & al., 2018). Es frecuente encontrarnos aún hoy en día con varios debates superados en la pos-modernidad, en los que se plantea el predominio del espacio para el vehículo privado frente al de peatones, o la eliminación del espacio público desde su privatización en centros comerciales y urbanizaciones, con la excusa de la pérdida de seguridad en las calles. La proliferación de espacios públicos con restricciones o privados, son una realidad urbana en detrimento del uso como espacio de encuentro y colectivo que debieran caracterizarlos (Huerga Contreras & Martínez Fernández, 2022).

No son menos frecuentes aquellos casos donde la ausencia misma del espacio público es una característica. Así sucede en el caso particular de los asentamientos informales. Por lo general, estos sectores están etiquetados en el debate académico y en las políticas urbanas y de vivienda, por todos los elementos que están ausentes (Beza & Hernández Garcia, 2018). Podemos definir que el espacio público en estos asentamientos, en los puntos en los que existe, ha surgido también de manera informal y autogestionada, a través de espacios singulares que toman formas determinantes para los barrios como escenarios de encuentro. Son espacios que adquieren una dimensión especial, debido a que la construcción de procesos socio-espaciales inicia y termina en el propio espacio público (Hernández García & Sierra, 2020) como escenario dotado de significados y usos que consolidan las características sociales de dichos sectores.

En tercer lugar, destacamos la segregación socio-espacial y sus consecuencias en forma de exclusión, que refleja las asimetrías socio-económicas, haciendo que esta desigualdad quede plasmada en la distribución territorial, en el acceso, así como en el déficit y disfrute de los espacios públicos (Medellín, 2020). Estas realidades reflejan ciudades que replican en sus esquemas urbanos la brecha social. En muchos casos, la presencia del Estado también está sectorizada y este no logra atender todas las problemáticas, dejando que sea la propia comunidad la principal creadora y diseñadora de su entorno (Chaves Vargas, 2021).

2.2. Las experiencias emergentes

Podemos distinguir estas experiencias en el espacio público por su alcance a escala local o de barrio (Iveson, 2013), incluso podría incluirse una escala humana, en el sentido de mayor cercanía y proximidad con las personas; por su carácter que es más participativo y colaborativo que algunos de los planteamientos del urbanismo convencional (Bueno, 2019); por su presencia que puede ser efímera; su diseño sencillo; y porque pueden funcionar como acondicionamientos físicos básicos y simples – no sin polémicas, por la vida y calidad de sus materiales (Padilla Llano & Martinez Palacios, 2021) – que luego serán reemplazados, por una infraestructura mejor lograda (Ocupa tu calle & al., 2018).

Podemos decir que estos modos de actuar han tenido un mayor desarrollo en Europa y Norteamérica, en ciudades y contextos carentes de problemáticas que conocemos en Latinoamérica como la informalidad urbana o las periferias marginales (Contreras Cerón, 2021). La importación de estas experiencias es un hecho que permite cuestionar si en la región estamos preparados para lograr incluir a la ciudadanía en estos ejercicios de transformación de entornos urbanos que no tienen aún resueltas sus necesidades básicas (Beza & Hernández Garcia, 2018), a riesgo de quedar sólo como una práctica de activismo pasajero (Vargas Tovar, 2020).

Podríamos hallar una respuesta en la postura de los autores Sendra & Sennett (2021) para comprender su pertinencia en Latinoamérica. Sostienen que son experimentos y disrupciones en las ciudades que han podido diseñar el “desorden”, el cual es una respuesta dinámica, no estable y que desafía el sistema proponiendo alternativas (Sendra & Sennett, 2021). De esta forma, dichas manifestaciones abanderan la interrupción de la rigidez y previsibilidad, que son factores que en la región no logran ser características constantes de las ciudades y de su planificación. Dicha situación común ha sido un catalizador ideal para que comunidades y otros actores se conviertan en gestoras de la transformación de sus territorios desde estos enfoques (Vargas Tovar, 2020).

Tomado como base este contexto, es posible enunciar una categorización propia de estas manifestaciones, que nos permita desarrollar sus principales características. Para ello hemos estructurado las relaciones desde dos perspectivas. La primera incluye “las formas” D.I.Y., Placemaking, y urbanismo táctico. La segunda se basa en “los medios” (reciclaje y arte urbano). En la Fig. 1 se exponen estas características junto con las esferas, escalas y alcances que poseen.

2.2.1. Formas

Las entendemos como los procesos de intervención que permiten el desarrollo de los proyectos emergentes. Se basan en la idea común de que la actuación a pequeña escala tiene el poder de impactar significativamente en la cotidianidad de la ciudadanía, definida como activistas comunitarios que están tomando la planificación urbana en sus manos (Talen, 2015).

a. D.I.Y. (Do It Yourself)

Las prácticas D.I.Y. Do It Yourself (Iveson, 2013;Finn, 2014;Talen, 2015) pueden ser identificadas bajo diferentes acepciones, como “el urbanismo hecho a mano” (handmade urbanism) (Rosa & Weiland, 2013), o la “ciudadanía de sostenibilidad urbana” (Beza & Hernández Garcia, 2018). Su motor es el movimiento ciudadano, que puede tener diferentes frentes de acción: las comunidades, líderes y representantes, privados –fundaciones, cooperativas, propietarios de solares–, academia y sector público –gobiernos y administraciones locales–, en donde el objetivo de todos los esfuerzos es un entorno urbano más fácil de usar y accesible, logrando una ciudadanía más comprometida (Finn, 2014).

Latinoamérica posee antecedentes importantes de participación desde los movimientos sociales, que han surgido tras diferentes etapas en donde las políticas estatales han excluido a sectores populares negándoles su voz (Chamorro, 2016). Con ello es posible abordar un “urbanismo vigilante” (Iveson, 2013), que es una forma de contestación y de oposición a los procesos impuestos desde arriba proponiendo maneras alternativas de vida comunitaria que surgen desde abajo, apuntando a un equilibrio en la gestión urbana (Sendra & Sennett, 2021).

La participación es un mecanismo que ha demostrado que la ciudadanía puede ver materializadas sus acciones y que a través de ella es posible dar pasos en la dirección de mejorar las condiciones de vida y organización de las comunidades. En los barrios informales, por ejemplo, se evidencia su efecto positivo desde los procesos de autogestión, que avanzan partiendo de un inicio ilegal en la propiedad del suelo, hasta procesos de mejoramiento y formalidad; siendo la participación un mecanismo consciente de las comunidades para lograr resultados en sus barrios (Bueno & Manrique, 2014). Con ello comprendemos que la acción de las comunidades desde la participación no es un mecanismo individual, por el contrario, requiere la intervención de los diferentes frentes, asegurando el desarrollo de las iniciativas en el espacio público.

Fig. 1 / Esquema conceptual de las experiencias emergentes

Fuente: Elaboración propia

b. Placemaking

El placemaking logra crear, adaptar y transformar espacios públicos para generar proyectos activos que benefician a comunidades locales y al público en general. Es un proceso que incluye un carácter de resistencia y de cuestionamiento a las formas convencionales de la planeación (Lozano Paredes, 2016). Esto se debe a que tiene un alto potencial de gestión, ya que se mantiene a partir de la creación de procesos colaborativos entre diferentes personas y ámbitos de manera eficiente:

“...el placemaking está vinculado a una ciudadanía sostenible. Está impulsado por el proceso, para hacer realidad los lugares y su uso con el fin de promulgar el cambio. El placemaking se caracteriza por ser un trabajo continuo. Así se asegura la sostenibilidad con diferentes eventos o capacitaciones que se organizan también después de la ejecución del proyecto” (Schroeder & Coello-Torres, 2019) p.17.

Su carácter reivindicativo y de “lucha” es compartido con otros movimientos emergentes como los denominados guerrilla gardening, acciones voluntarias que operan de forma individual o colectiva en espacios públicos y privados en situación de abandono, para transformar el entorno mediante la plantación de flora sin el consentimiento de propietarios (Adams & Hardman, 2014).

Es posible hallar esta diversidad conceptual puesto que promueve procesos que permiten la generación colectiva y participativa de espacios públicos, en los escenarios en donde son inexistentes, o en donde se modifican e intervienen.

c. Urbanismo táctico

El urbanismo táctico representa una alternativa inmediata y posiblemente más grata para la ciudadanía implicada (Campo, 2016), ya que gracias al desarrollo de tácticas – que son temporales, improvisadas y oportunistas – basadas en prácticas cotidianas de vivir y habitar (Rachel & al., 2020), es posible activar un barrio, implementar políticas de corto plazo y bajo costo para recuperar, rediseñar o programar de forma inmediata el espacio público, apuntando a transformaciones futuras (Sansão-Fontes & al., 2019).

Propone una manera de intervenir en la ciudad desde proyectos efímeros, permitiendo implementar planes estratégicos urbanos de forma progresiva y ágil (Leku Estudio, 2020), reivindicando un espacio de participación desde acciones autoconstruidas, que generan pertenencia y apropiación (Mozas, 2011). Permite crear y fortalecer redes (Escobar, 2020), integrando a las administraciones locales, ya que requiere en gran medida de recursos que provienen de lo público, como los espacios físicos, permisos, o incluso apoyos de entidades públicas que coordinen los procesos.

Es relevante comprender que a través del urbanismo táctico se generan proyectos que hacen parte de una fase de transición, o como pasos intermedios para que pasen y evolucionen a una siguiente etapa próxima. No son un resultado final ni definitivo, por el contrario, las tácticas determinan según las circunstancias propias de cada proyecto y la materialidad elegida para su diseño y construcción, una planificación flexible, diseñada para un plazo corto en el tiempo. Con ello, es posible verificar y evaluar los alcances de los proyectos para fortalecerse en su desarrollo, o intentar nuevos caminos para redefinir funciones.

2.2.2. Medios y recursos

En este contexto los medios y recursos son algunas de las vías más sobresalientes de materializar, ejecutar y concebir las formas emergentes. Han permitido explorar habilidades de materialización que hemos concebido a través de dos frentes: el reciclaje y las expresiones del arte urbano.

d. Reciclaje

Posee un alto valor sostenible, el cual podemos identificar desde la perspectiva del reciclaje urbano, que permite rehabilitar lugares que se encuentran desocupados, sin uso o en estado de abandono. Su importancia se debe a que atiende lugares urbanos conflictivos por el desuso, para transformarlos y darles una utilidad y ofrecerlos a la comunidad; incluso desde el movimiento guerrilla gardening (Adams & al., 2015).

Una de sus expresiones más interesantes es “la ocupación de solares”. Son actuaciones en propiedades sin uso, que han llegado a este estado porque desde el planeamiento no se han adelantado trámites de permisos o licencias, son fragmentos que quedan a la espera de desarrollos, o poseen obras sin acabar (Berruete Martínez, 2017). Personas vecinas de estos lugares acceden y se apropian del espacio para desarrollar proyectos y diversas actividades para el barrio. Este acceso a la propiedad suele ser sin consentimiento de los propietarios, por lo que su carácter alegal es parte de su definición. Las dinámicas de reactivación suelen ser oportunas, por lo que es posible lograr acuerdos con los propietarios (sean privados o público) para lograr la permanencia de las actividades mientras se soluciona la situación del solar.

Por otro lado, se encuentra el reciclaje desde la materialidad, que acude a cualquier habilidad de gestión de recursos físicos para desarrollar los proyectos logrando una rápida construcción y la reducción de costos (Bueno, 2019). Recurre a materias primas sobrantes de otras obras, o de elementos ajenos a la construcción que pueden servir de forma transitoria. El reciclaje asume una lógica circular, que requiere un especial manejo de los “Residuos de Construcción y Demolición” (RDC), impulsando su preparación para la reutilización y la creación de acuerdos de donación y compromisos de gestión entre industrias (donantes) y grupos beneficiados (donatarios) (Recetas Urbanas, 2019).

e. Expresiones de arte urbano

La contribución del arte en la ciudad se entiende desde un sentido estético, puesto que genera mejorías en el contexto urbano equilibrando procesos – como la contaminación publicitaria, sonora o atmosférica –, comprendiendo que dicha contribución no es más que un proceso de estetización urbana que mantiene una gran importancia para el desarrollo del territorio en la valorización y resignificación artístico – cultural del espacio público (Klein, 2015).

El arte urbano se despliega a través de performances, instalaciones o eventos que despiertan la conciencia pública y expresen la crítica social. También incluyen al grafiti, el mural, la escultura, los monumentos, el mapping, y los medios de comunicación digital (Raussert, 2020). Latinoamérica ha generado una reflexión estética constante como laboratorio (Barriendos Rodríguez, 2007), en donde se puede destacar la acción del mural, que ha logrado reconfigurar espacios públicos para la contemplación de imágenes, otorgándoles una función comunicativa, desde una serie de interacciones estéticas que intermedian en el territorio trayendo mecanismos individuales y sociales de aproximación del espacio, que como resultado producen un sentido al lugar (Sáenz, 2016).

Estas expresiones artísticas, en relación con la noción del espacio público contemporáneo, sobreponen lo vivido y practicado a lo concebido para ser valorado en el espacio, no únicamente como un hecho tangible y medible, sino como un hecho simbólico e intangible (Marulanda Montes & al., 2022). Es por ello que su contribución y relación directa con el espacio público se vincula a un componente social y territorial de la ciudad, en donde la identidad y la percepción del espacio son definidos también por el arte urbano.

3. Metodología

La metodología empleada en esta investigación reúne recursos como la revisión documental, el reconocimiento de la experiencia y la observación directa; que hacen parte de su definición cualitativa. Hemos partido como recurso inicial, del trabajo de investigación doctoral desarrollado por los autores, y luego se han diversificado a través de diferentes fuentes bibliográficas como recursos de evidencias derivadas de la pandemia.

Se han diseñado tres etapas. La etapa inicial, se define como de indagación y búsqueda, y consiste en la selección de las fuentes primarias – libros y artículos especializados – que permiten concretar los fundamentos conceptuales de la investigación, relativos a las nociones que definen las experiencias emergentes. Dichos recursos proceden de estudios desarrollados en América y Europa.

La segunda etapa es de comprobación. A través de la exploración de fuentes auxiliares y secundarias –artículos científicos, manuales de actuación, cartillas, reportes, noticias, blogs y sitios web de colectivos– hemos localizado aquellas referidas a la incidencia de la pandemia de la COVID–19 y su evolución y afectación urbana en Latinoamérica. A partir de estas se han encontrado varios ejemplos de proyectos emergentes en el espacio público que se han llevado a cabo en la región durante la emergencia sanitaria.

La tercera etapa ha sido de evaluación y valoración final. Por medio de la comparación entre los recursos obtenidos y los referentes teóricos de los que derivan, se ha logrado construir y definir propiamente los aportes de dichas experiencias emergentes y los efectos que la pandemia ha podido ejercer en ellos.

4. Resultados

4.1. Oportunidades y evolución de estas manifestaciones durante la crisis de la COVID-19

Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), desde el año 2020 cuando inicia la pandemia, en la región, el 84% de la población habitaba en las ciudades (Carrión Mena & Cepeda, 2021). Se trata de un porcentaje elevado si lo comparamos a nivel mundial donde cerca del 55% de la población mundial vive en ciudades –unos 4200 millones de habitantes– (Banco Mundial BIRF AIF, 2020). La pandemia llegó en un momento en la que la humanidad habitaba en su mayoría en las áreas urbanas.

Una vez es declarada la pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de 2020 (Organización Mundial de la Salud, 2020), como primera iniciativa, se optó por los confinamientos en varios países de Latinoamérica1. Como efecto colateral de dicha acción, se agudizaron varias dificultades estructurales que ya existían en la región, en especial la alta desigualdad, la informalidad –económica y territorial– y la baja productividad (Busso & Messina, 2020).

Por un lado, el cumplimiento del confinamiento en los hogares, evidenció que en Latinoamérica solo un 55% de la población aproximadamente (Africano Cruz, 2020) disponía de unas condiciones de vivienda adecuadas. Por su parte, las restricciones en el espacio público afectaron de forma especialmente drástica a la economía informal, dependiente de la calle como medio de acceso diario al sustento de muchas personas (Sierra Romero, 2020).

De esta manera, el espacio público fue una de las estructuras urbanas más castigadas por la pandemia. Pasó a convertirse en un espacio “perjudicial” que alentó otros escenarios, como el resultante de la masificación de las tecnologías de la comunicación en torno a las redes sociales, convertidas en espacios públicos virtuales (Carrión Mena & Cepeda, 2021).

Durante el primer año de pandemia, las medidas y restricciones comenzaron a flexibilizarse para dar paso a la reactivación económica de los países y tratar de volver a una “nueva normalidad” que asumiera la convivencia con el virus. Entre estas medias se ha confirmado como útil el distanciamiento social, evitando los espacios cerrados, concurridos, y con poca o mala ventilación (Ministerio de Sanidad, 2021). Dicho distanciamiento que puede establecerse hasta el año 2025, incluso tiempo después de haberse eliminado la transmisión (Kissler, & al., 2020), se establece como una medida espacial de clara influencia en el diseño del espacio público.

Con ello, la transición hacia la llamada “nueva normalidad” ha generado problemas en las ciudades de la región, sobre todo en los sectores más vulnerables, donde el espacio público no resulta ser suficiente para para cubrir las necesidades sanitarias y menos con medidas restrictivas de distanciamiento (Tarducci & al., 2021).

4.2. Las aportaciones de las formas emergentes

Estos eventos causados por la pandemia pueden ser contemplados a partir de una perspectiva de oportunidad. Ha sido un evento prioritario para los gobiernos en Latinoamérica que ha posibilitado retomar las perspectivas medioambientales y económicas entorno a la salud de la ciudadanía. Justamente, el espacio público ha sido sin lugar a duda un lugar representativo, pues ha sido receptor de muchas transformaciones y cambios, de los que podemos resaltar aquellas que incluyen a las manifestaciones emergentes.

El espacio público ha acogido con flexibilidad las intervenciones transitorias y rápidas, para generar oportunidades de convivencia y reactivación desde lo público (Sendra & Sennett, 2021) a partir del contexto de la pandemia. Con esta perspectiva hemos logrado distinguir cinco enfoques como aportaciones de estas experiencias emergentes:

4.2.1. El urbanismo táctico como un método de urgencia

En los momentos de crisis donde es necesario replantear diversos esquemas, políticas y formas de desarrollo del espacio público, la lógica de las formas emergentes aparece como alternativa de transición, mientras se generan progresivamente la reapertura de los diferentes sistemas y dinámicas en las ciudades. Su característica de actuación rápida, encajando cambios producidos por la COVID-19, ha permitido comprender su capacidad de transformación (Naciones Unidas, 2020).

Fig. 2 / LEGO Parklets, prototipo multiprogramático flexible; e Instalación Activación Vertical plaza de Mercado de La Perseverancia

Fuente: Elaboración propia

Desde el urbanismo táctico se han realizado acciones ágiles en el espacio público usando elementos que se pueden superponer y mover en el espacio (vallados, plantas, cintas, señales, etc,); la delimitación de áreas con pintura y elementos adhesivos; o la implementación de estructuras simples para crear actividades al aire libre. Un aspecto valioso de estas acciones es que han permitido ver y experimentar cambios que en algunas ocasiones parecerían imposibles, permitiendo que las personas se apropiaran, redescubrieran y transformaran lugares con usos nuevos (Paisaje Transversal, 2020). También, resaltamos la participación de entidades y administraciones locales, que han permitido la flexibilización de normativas para otorgar permisos y excepciones de usos dando cabida a estas actividades, que previamente eran exclusivas de espacios interiores o privados.

Como ejemplo de aplicación práctica podemos mencionar al proyecto Lego Parklet, incluido en la convocatoria del año 2020 “Ideatón: Volver a la Calle” como una de las mejores iniciativas para Latinoamérica y el Caribe (Fig. 2). Este proyecto es la aplicación del concepto de parklet, que son ocupaciones de áreas de estacionamiento de vehículos para aumentar el espacio para peatones, a través de una gran variedad de propuestas de usos y diseños (City of Atlanta Department of City Planning & City of Atlanta Department of Transportation, 2020).

En el caso de la pintura, a modo de mural o diseño gráfico, se ha integrado de manera artística y pedagógica, con un lenguaje visual, en el espacio público a través del uso de colores, símbolos y líneas que crean y delimitan recorridos y zonas de permanencia. Es una interesante forma táctica de incluir el arte urbano como medida que favorece el distanciamiento y la salud de la ciudadanía. El mural también es una expresión que se ha integrado en estos proyectos para complementar el lenguaje visual.

Otro sistema interesante ha sido la incorporación de estructuras móviles en espacios abiertos o como extensiones de edificios logrando integrar el interior con el exterior desde la función del edificio. Estas estructuras se realizan con elementos que son utilizados por lo general como andamios para obras de rehabilitación o limpieza de fachadas, usándose en estos casos como arquitectura efímera. Un buen ejemplo lo podemos ver en la fachada de la plaza de Mercado de la Perseverancia en Bogotá (Fig. 2), con una estructura de acero y materiales reciclados, en donde se alojaron 18 mesas, para que las personas puedan consumir en los restaurantes de la plaza (Africano Cruz, 2020).

4.2.2. Las calles como escenario de encuentro y reactivación

Se ha ofrecido una mirada de las calles más centrada en su oportunidad como “lugar” y no solo como espacio para el desplazamiento y la movilidad (Monteys, 2017). En este sentido ha sido posible hacer cambios favorables para comercios locales, peatones, e incluso a las formas características de economía informal de la región. En el caso de los contextos más vulnerables, estas modificaciones son una respuesta de adaptación del espacio público, para dar lugar al desarrollo de las actividades diarias indispensables en estas comunidades (Sierra Romero, 2020). La pandemia ha sido vehículo también para visualizar con mayor nitidez las condiciones del espacio público tanto en lo que respecta a su precariedad como escasez, mostrando por otro lado, su capacidad dinamizadora y de construcción de comunidad.

Dos ejemplos representativos se ilustran en la Fig. 3. El primero, las “Ferias de la Ciudad en Buenos Aires”, que trata de espacios comerciales itinerantes que se instalan en varios sectores para que las personas tengan acceso a productos locales esenciales, a precios más económicos (Buenos Aires Ciudad, 2022) y eviten desplazarse fuera de sus barrios. Y el segundo, el programa “Plan Piloto Bogotá a Cielo Abierto” (Secretaría de Desarrollo Económico, 2020), consistente en intervenciones tácticas para adecuar calles de uso peatonal, como expansión de restaurantes. En este proyecto es posible destacar el uso de la pintura para delimitar espacios y distancias, así como murales en medianeras que visibilizan estos espacios.

4.2.3. Los cambios que ha supuesto la movilidad urbana

La movilidad sostenible que ha tenido avances en las ciudades con anterioridad a la pandemia, pone en evidencia su necesidad como un componente urbano que incentiva buenas prácticas a favor de la salud de las personas en las ciudades. Si lo miramos desde la perspectiva del placemaking se pueden generar transformaciones progresivas para reducir carriles para los coches y ganar área para la movilidad en medios como la bicicleta o caminando. En Latinoamérica no es equilibrada la repartición del espacio para la movilidad, puesto que el 70% de este es para el uso de los coches (Paisaje Transversal, 2020).

Varios cambios se han evidenciado desde la pandemia en algunas ciudades de la región, poniendo en marcha intervenciones para acondicionar y ampliar carriles para bicicletas utilizando el urbanismo táctico como herramienta: en Quito se implementó el proyecto de “Ciclovías Emergentes” en el centro histórico; Lima adicionó 300 kilómetros de ciclovías (Moser & al., 2020), y Bogotá sumó 22 y 99 kilómetros en dos etapas de corredores de carriles bici temporales (Secretaría Distrital de Movilidad, 2020), consiguiendo hacer permanente el de la Avenida Carrera Séptima, que ha tenido un mayor uso.

Sin embargo, estas acciones deben complementarse con una mayor ayuda desde los gobiernos locales al transporte púbico, que, por otro lado, se ha visto seriamente dañado en su sostenibilidad económica como consecuencia de la pandemia (Ortiz, 2022) (Redacción Gestión, 2022).

4.2.4. Programas y proyectos impulsados a partir de la participación ciudadana

Las actuaciones participativas en esta emergencia han permitido orientar enfoques para facilitar ayudas en favor de las economías locales, fortaleciendo los procesos democráticos alcanzados en la región. Se han implementado vías de acción para la comunicación continua y abierta para coordinar junto con las comunidades la oportuna implementación de proyectos y acciones (National Association of City Transportation Officials, NACTO, 2020) en respuesta a la pandemia.

Desde la participación, es posible involucrar a las comunidades (en especial las más vulnerables) en la caracterización y en la priorización de medidas; es en ello que reside su importancia como herramienta para dar respuesta a crisis como la sanitaria (Vera & Mashini, 2020). Los cambios, a menudo, tienen mayor valor si son ejecutados conjuntamente con las comunidades, puesto que se continúa incentivando la importancia de la ciudadanía en el centro de la gestión y gobernanza.

Como ejemplos de participación se puede nombrar el Proyecto de “Reapertura del sector de Rumba en Cali”, donde se ha logrado determinar parámetros entre comercios y residentes para el uso responsable de las calles en franjas horarias (Redacción de El País, 2020). Y el “Programa de Revitalización de Barrios e Infraestructura Patrimonial Emblemática” de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo y el Banco Interamericano de Desarrollo BID en Santiago, en el barrio Yungay, que ha creado un fondo de desarrollo comunitario que permite financiar iniciativas participativas con prioridad a la crisis sanitaria.

Fig. 3 / Proyecto “Ferias de la Ciudad de Buenos Aires”; y programa “Plan Piloto Bogotá a Cielo Abierto”

Fuente: Elaboración propia

4.2.5. Oportunidad para conocer la capacidad resiliente de los entornos urbanos

El espacio público, desde la acción de las manifestaciones emergentes, ha sido una plataforma de apoyo para responder a la situación sanitaria demostrando con ello su capacidad de adaptación y resiliencia frente a los cambios (Naciones Unidas, 2020). Una resiliencia que entendemos como la capacidad de un sistema urbano para continuar funcionando como tal tras las incidencias externas, gracias a la reorganización interna de estructuras, redes y subsistemas, por medio de procesos de transformación y cambios en sus elementos (González García, 2021). Justamente las formas emergentes han puesto de relieve su perfil resiliente ayudando a adaptar a las ciudades frente a los cambios sobrevenidos por la pandemia.

Es importante comprender que esta situación de alteración urbana ante una emergencia provoca cambios que modifican las ciudades, y en muchos casos, no será posible retornar al estado previo. Es un efecto ilusorio considerar el retorno al inicio, ya que todo el sistema urbano se encuentra en un equilibrio continuo (Aurrekoetxea Casaus, 2018), y cualquier afectación tendrá repercusiones en diferentes estructuras. Por lo tanto, desde la lógica de las prácticas D.I.Y. podemos comprender que más que la búsqueda de caminos que retornen a tiempos pre-pandémicos, su aporte va en dirección a la evolución del espacio público.

4.3. Cuestionamientos, retos y oportunidades desde estas experiencias

La evolución de estas experiencias emergentes en la región plantea diversas inquietudes, ya que podemos preguntarnos sobre la propia base de estas formas de intervención, en donde es posible plantar una visión crítica de ellas desde una posición previa a la pandemia. Y por otro lado, surgen aquellas cuestiones tras su aprovechamiento y puesta en práctica precipitada adaptándose a las contingencias de la COVID–19.

Partimos de las cinco ideas principales que definen las aportaciones de las experiencias emergentes durante la emergencia, para recopilar, las principales operaciones desarrolladas, las posibles dificultades que han tenido y algunas recomendaciones para su desarrollo. Con ello podemos comprender las principales cuestiones entorno a estas como ámbito de estudio y desarrollo en nuestras ciudades (Fig. 4).

Desde la primera perspectiva –de definición y conceptualización– es posible cuestionar los lugares en donde se desarrollan estas actuaciones, pues en ocasiones son espacios que no requieren realmente de este tipo de intervenciones y han sido seleccionados porque son representativos y singulares. Serían más bien instrumentos que aparentan beneficios para toda la comunidad, cuando en realidad se benefician solo ciertos sectores mejor situados de la misma, produciendo un efecto rebote que aumenta el valor de la propiedad y como consecuencia, precipita procesos de gentrificación (López Lambas, 2021).

También se puede poner en duda su real contribución como elemento emergente y necesario en contextos más necesitados, como los asentamientos informales. Puede tratarse de una herramienta superficial aplicada en estos contextos con propósitos de propaganda de las administraciones, o de organismos privados, que las usan como catalizador para otros fines y que con frecuencia no abordan los problemas reales.

Por otro lado, son discutibles los contenidos participativos de estas manifestaciones, pues resulta paradójico empoderar a las comunidades con los beneficios de proyectos en el espacio público si dichas iniciativas son creadas desde la autoridad en un proceso top-down que no contempla el involucramiento de las personas (Araneda, 2018). Con frecuencia estas manifestaciones, amparadas en la urgencia y excepcionalidad, han evitado los cauces convencionales de gestión e intervención en los que están pensados los procesos participativos.

Fig. 4 / Operaciones, dificultades de implementación y recomendaciones de las aportaciones de las experiencias emergentes durante la emergencia sanitaria

Fuente: Elaboración propia

Por último, dichos procesos se pueden desprestigiar si se valoran únicamente desde lo efímero. Sobre todo por el uso del reciclaje como recurso material, o la mano de obra por parte de las mismas comunidades, puesto estas formas de construcción no aseguran la misma durabilidad, resistencia o calidad que un proyecto convencional (Bueno, 2019).

Desde la segunda perspectiva –de puesta a prueba ante la emergencia– podemos resaltar la resignificación del espacio público como una plataforma de bienestar y salud compartida que no puede distanciase de los objetivos medioambientales y de salud, a riesgo de su ineficacia (Chinchilla, 2020).

También nos preguntamos si estos cambios serán permanentes y en qué medida llegarán a ser realmente transformadores (Honey Rosés & al., 2020), ya que es un asunto que depende no solo de la voluntad de las administraciones y gobiernos, sino de la ciudadanía en general. Es un objetivo desafiante que requiere de un diálogo con la sociedad, en donde se deje claro los beneficios de estas transformaciones en el espacio público que implican nuevas formas de verlo y usarlo (Sansão-Fontes & al., 2019).

Estas inquietudes se juntan con otros retos en el espacio público en la pospandemia. Primero, se requiere que desde lo táctico se puedan desarrollar proyectos dadas las condiciones físicas y sociales de los contextos, respaldados con pedagogía que permita socializar estas acciones, y concebir la oportunidad de verlas con mayor proyección.

Segundo, dependen de un soporte en políticas públicas e instrumentos de gestión en las agendas de los gobiernos locales, para que, de la mano de la ciudadanía, se logre consolidar un sistema que incluya tanto el soporte público de los gobiernos como las iniciativas originales que provienen de las comunidades. Se requiere de la sincronización de tácticas (que vienen de abajo y emprenden la visión colectiva y local), maniobras (que permiten negociar y explotar procesos para desbloquear procesos formales para realizar los proyectos), y estrategias, (vienen de arriba de forma positiva como subvenciones o incitativas para ventaja del proyecto) (Rachel & al., 2020).

Y tercero, la incertidumbre ha sido un factor continuo a lo largo de la emergencia. Incluso, hoy en día en un escenario más “normalizado”, por la acción de las vacunas, tratamientos, pasarán años para poder determinar cómo la pandemia ha cambiado la planificación y el diseño del espacio público (Honey Rosés & al., 2020) y las ciudades en general. Ir a la “nueva normalidad” podría llevarnos a un camino de olvido de las ganancias en materia de recuperación de espacios para el uso peatonal y la importancia de enfocar la gestión y planeación tomando como centro a las personas. Podría pensarse incluso, que el relieve adquirido por estas actuaciones emergentes ha sido fruto de la emergencia y de la incertidumbre que rodeaban el futuro pospandemia.

5. Conclusión

Con la incidencia de la pandemia de la COVID–19, hemos visto que el escenario urbano y social de la región puso en evidencia las grandes debilidades de las ciudades. A pesar de que en el tiempo transcurrido desde el año 2020 se ha superado en cierta medida los efectos de la COVID–19 en la salud de las personas, dichas dificultades urbanas aún continúan, e incluso se han agudizado. Esto lleva a plantear que aquella ciudad “normal”, pre – pandémica, claramente insostenible y desigual, no estaba funcionando, siendo esta etapa de transición en la que nos hallamos hoy en día, un momento de inflexión que abre oportunidades para introducir algunos cambios.

La pertinencia de las formas de actuación de las experiencias emergentes en el espacio público de nuestras ciudades ha sido evidente frente a la pandemia. Se demuestra su utilidad basada en la flexibilidad de sus acciones, y su efecto catalizador frente a una ciudad limitada. El espacio público en la crisis sanitaria ha adquirido un protagonismo especial al concurrir en él los problemas y las soluciones.

También hemos expuesto en este estudio, algunos cuestionamientos y retos que deben afrontar estas formas alternativas de actuación, debido a su reciente aparición en el contexto urbano y su necesidad de un mayor desarrollo, estudio y vinculación a la planeación de las ciudades. Desde la propia naturaleza de estas formas, que tienden a la experimentación, al trabajo con lo efímero y lo transitorio, se requiere ahora de un enfoque más evolutivo, en el que se evidencie la recepción de las comunidades, de profesionales, gobiernos, y academia, para valorar su consolidación o “formalización”, y desde allí construir y también “formalizar” su cabida en la gestión y sus procesos.

Podemos preguntarnos si el escenario eventual de la pandemia, ha sido una oportunidad más para poner en práctica estas intervenciones, una ocasión para su consolidación, o solamente ha sido un escenario momentáneo que se llevará consigo también esta oportunidad de valoración de formas alternativas. Es necesario valorar si su procedencia solo se justifica en una situación de amenaza sanitaria, o adquiere y consolida su significación cuando la pandemia deje de ser una justificación.

Durante el primer año de la pandemia, a lo largo de los procesos de reapertura de los sectores y dinámicas nos preguntábamos si los cambios realizados a partir de estas manifestaciones serían permanentes, o hasta cuándo estarían en el tiempo y si habría oportunidad de pasar a otra fase en la que se formalizaran. Hoy en día, en el escenario propio del espacio público, como en muchos otros, se tiende a la “normalización”. Sin embargo, no cabe duda de que la pandemia ha sido un episodio decisivo que ha dotado de visibilidad e impulso a las manifestaciones emergentes, colocándolas en las agendas urbanas de las administraciones y reconociéndolas como fórmulas que contribuyen a conseguir ciudades más sostenibles, inclusivas y resilientes.

Finalmente, podemos indicar, que los cambios y resultados obtenidos con la aplicación de estas formas pueden llegar a ser realmente transformadores para las ciudades en Latinoamérica. De las experiencias estudiadas se puede derivar un conjunto de recomendaciones dirigidas a este fin: que logren ser impulsadas e integradas desde las estructuras de gestión, sin olvidar el carácter participativo; las iniciativas deben venir de la mano de los movimientos de la ciudadanía; que se desarrollen programas pedagógicos para socializar estas acciones, desde una labor conjunta entre administraciones, academia y organizaciones vecinales, para que la ciudadanía comprenda y valore el potencial de estas intervenciones; asesoramiento técnico y acompañamiento en las iniciativas, ya que muchas comunidades están organizadas pero no pueden o no saben cómo materializar sus acciones; flexibilidad y adaptación de la normativa para acoger estos procesos y valorar su capacidad evolutiva y trasformación en el tiempo, partiendo de estas aportaciones como punto de partida.

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6. Lista de Acrónimos/ Siglas

CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe

D.I.Y. Do It Yourself

OMS Organización Mundial de la Salud


1 En 2020, en el transcurso del mes de marzo, se declaran los confinamientos en la región: Honduras cierra fronteras el día 16; Ecuador el 16 decreta estado de excepción; Argentina decreta la cuarentena el 20; Colombia, el 24 inicia la cuarentena; Bolivia aplica el estado de emergencia el 25; y Chile el día 28 decreta el estado de excepción (British Broadcasting Corporation BBC, 2020).