Estudios

CIUDAD Y TERRITORIO

ESTUDIOS TERRITORIALES

ISSN(P): 1133-4762; ISSN(E): 2659-3254

Vol. LIV, Nº 211, primavera 2022

Págs. 37-56

https://doi.org/10.37230/CyTET.2022.211.3

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Las densidades y la forma urbana resultante en el planeamiento urbanístico para la vida e interacción social: el caso de Alicante

Juan López-Jiménez

Departamento Geografía Humana Universidad de Alicante

Resumen: La densidad urbana y poblacional es uno de los factores que definen la calidad de vida de las ciudades porque favorece la vida e interacción social. El planeamiento urbanístico propuso las densidades a través de una forma urbana que intenta alcanzar la compleja disposición colectiva de la vida urbana. El artículo investiga las posibilidades de interacción humana derivadas del desarrollo de los diferentes planes generales en el núcleo urbano de Alicante y más allá de los procesos de suburbanización. El resultado muestra la pérdida y desigual distribución de densidades poblacionales tras el fuerte desarrollo urbanístico que rompe la correlación entre densidad urbana y densidad poblacional. La pérdida de densidades poblacionales, en combinación con una forma urbana que no beneficia la complejización urbana, no garantiza las mayores probabilidades de hacer efectiva la vida e interacción social.

Palabras clave: Densidad de población; Densidad urbana; Interacción social; Vida social; Forma urbana.

Densities and the resulting urban form in urban planning for life and social interaction: the case of Alicante

Abstract: Urban and population density is one of the factors that define the quality of life of cities because it favors life and social interaction. Urban planning sets densities through an urban form that seeks to achieve the complex collective disposition of urban life. The article investigates the possibilities of human interaction derived from the development of the different Master Urban Plans in the urban center of Alicante and beyond suburbanization processes. The result shows the loss and uneven distribution of population densities following strong urban development that breaks the correlation between urban density and population density. The loss of population densities, in combination with an urban form that does not benefit urban complexity, does not guarantee the highest chances of making life and social interaction effective.

Keywords: Population density; Urban density; Social interaction; Social life; Urban form.

Recibido: 07.01.2021; Revisado: 27.09.2021;

Correo electrónico: juan.lopez.j@ua.es ; Nº ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5601-3714

El autor agradece los comentarios y sugerencias realizados por los evaluadores anónimos, que han contribuido a mejorar y enriquecer el manuscrito original

1. Introducción

La densidad urbana puede ser definida como la medida del conjunto de viviendas de una unidad espacial que induce a su relación teórica con la densidad poblacional, o la medida del total de habitantes existentes en dicha unidad. La densidad urbana y la densidad de población se constituyen como componentes de la caracterización de la función social, económica y ambiental de las ciudades. Los efectos de la densidad urbana y poblacional en la interacción social y el fomento de la vida en comunidad han sido campo de estudio por parte de múltiples autores para diferentes disciplinas. Algunos estudios aportan que las densidades más adecuadas, o densidades moderadas, pueden contribuir a unos beneficios psicológicos y sociales porque pueden fomentar una menor tendencia a la única opción de la privacidad de la vida personal y un mayor sentido de comunidad al ofrecer una proximidad física que favorece la interacción humana y social (Newman & Hogan, 1981; Hombrados-Mentieta & Jacinto, 1992; Corraliza & Aragonés, 1993; Corraliza, 2000; Churchman, 1999; Bechtel & Churchman, 2002; Newman, 2005; Brown & Lombard, 2014). La interacción humana y social se exalta como un gozo por la presencia física de otros seres humanos en entornos próximos para ofrecer calor humano o apoyo social (Mitrany, 2005; Gehl, 2006; Bramley & al, 2009). El aumento de la interacción humana genera un beneficio en la salud psicosocial del individuo y en la sociedad, siendo un factor más necesario en la población de mayor edad (Brown & Lombard, 2014), pero también en la de menor edad.

Los estudios urbanos sobre densidades también han analizado el valor mínimo de densidad urbana y poblacional a partir del cual es posible la interacción social y vida en comunidad, así como la compleja disposición colectiva de la vida urbana (GIEDION & SAINZ, 2009; Sert, 2005; Le Corbusier 1971; Gropius, 1949; Jacobs, 1961; Mumford, 2012; Rapoport, 1975; Whyte, 1980; Gehl, 2006; López de Lucio, 2007; Friedman, 2014; De Nadai, Staiano & Larcher, 2016; Rueda, 2002; Leal & al., 2012). En muchos casos, estos estudios concluyen que las adecuadas densidades poblacionales, aquellas con valores mínimos que favorecen las relaciones sociales o interpersonales (Aragonés & Amérigo, 1987; Fassio, Rollero & De Piccoli, 2013; Mouratidis, 2018), no garantizan siempre las necesidades psicosociales y sociales de la población cuando no vienen acompañadas de una forma urbana apropiada. Una forma urbana con diseño urbano apropiado favorece la interacción social al fomentar la mezcla de usos del suelo que permita la complejización del espacio urbano (Jacobs, 1961, Talen, 1999; Bruekner & Largey, 2008; French & al, 2014; Agenda Urbana Europea, 2016) y la disponibilidad de espacios públicos (Jacobs, 1961; Newman, 2005; Borja & Muxi, 2013; Krier, 2013) y de equipamientos colectivos, públicos o privados, como el comercio de proximidad y los “terceros lugares”. Estos “terceros lugares” se definen como los emplazamientos que no representan ni el domicilio (primer lugar) ni el trabajo (segundo lugar), sino otros como son los cafés, bares, restaurantes, lugares de culto, entre otros, cuyo denominador común es el de lugares a los que la gente acude para reunirse y hacer vida social (Oldenburg, 1989; Montgomery, 1997; De Nadai, Staiano & Larcher, 2016).

En las ciudades con formas y diseños inadecuados se puede reducir la capacidad para generar interacción social ante una sobrecarga informativa que sature el sistema atencional y la propia comodidad del individuo (Rapoport, 1975; Corraliza, 2000). En estos casos surge la proliferación de la individualidad, la reducción del impulso solidario y el miedo. Este hecho pone de manifiesto cómo nos influye la producción y la forma del espacio urbano en nuestro comportamiento individual y social (Wirth, 1938; Lefebvre, 1974; Soja, 1980) y en la capacidad de generar relaciones sociales.

El estudio de la forma urbana en combinación con las densidades más apropiadas para favorecer la interacción social ha sido otra constante en las investigaciones urbanas por la regresión del contacto social y de valores humanos ante la cada vez mayor presencia de nuevas tecnologías, nuevos elementos de ocio y preferencia residencial por las bajas densidades urbanas (Sert, 2005; Gropius, 1949; Mumford, 2012; Gehl, 2006; Jacobs, 1961; Smithson & Smithson, 1967; Whyte, 1980; Krier, 1987; Newman, 2005; Howley, Scott & Redmond, 2009; Boyko & Cooper, 2011; Dempsey, Brown & Bramley, 2012). Esta preocupación aumentó por el fenómeno de la suburbanización en las ciudades medias y grandes que fomentó la pérdida generalizada de densidades de población (Terán, 1982; Vinuesa, 1996; Nel·Lo, 2007, 2011; López de Lucio, 2007; Pujadas, 2009; Santos & García, 2012; Salom & Albertos, 2014; Olazabal & Bellet, 2019). Pero la pérdida de las densidades poblaciones es un proceso que se produce también en los núcleos urbanos compactos, más allá de los espacios suburbanizados. Este proceso genera una merma de la cohesión social y la vitalidad urbana que se erige como preocupante en las ciudades de la Unión Europea (Comisión Europea, 2011). Por tanto, un interrogante planteado es si el planeamiento urbanístico ha alcanzado las densidades poblacionales pretendidas y si estas son las más adecuadas y ajustadas según la literatura para generar vida e interacción social en el núcleo urbano de Alicante.

Las densidades en el plan urbanístico se representan a partir de la proyección de una morfología urbana y una tipología edificatoria concreta. La forma urbana fomenta la existencia de la vida e interacción social cuando la misma favorece los tejidos urbanos polifuncionales en un diseño urbano apropiado que permita densidad social y vida en la calle. Por ello, otra cuestión planteada es si las densidades poblacionales se han acompañado de la forma urbana más adecuada, según lo aportado por la literatura conforme a la densidad y complejización urbana, para favorecer la implantación del comercio minorista y los “terceros lugares” como elementos que ejemplifican las posibilidades de vida en interacción social en la ciudad.

El artículo está estructurado con un primer capítulo introductorio y otro sobre la secuencia metodológica de investigación. En el tercer capítulo se realiza una revisión de la literatura para entrever las ventajas de la vida e interacción social en la ciudad, los valores de densidades adecuadas para fomentarla, así como el análisis de las formas urbanas favorecedoras o contrarias para lograr este objetivo. En los dos siguientes capítulos se realiza el análisis del planeamiento urbanístico a través de los modelos urbanos fijados por los planes generales de Alicante, pero también por el planeamiento de desarrollo de estos, para entrever el modelo sustentado en unas densidades y en una forma urbana para la vida e interrelación social.

2. Secuencia metodológica de investigación

El análisis de la densidad urbana y poblacional a través del planeamiento urbanístico y su influencia en la vida e interacción social se realiza teniendo en cuenta una secuencia metodológica adaptada a unos objetivos para la presente investigación. La definición y el cálculo de las densidades suponen una complejidad manifiesta por la búsqueda y selección del método más apropiado. La elección del método no solo ha de depender del factor cuantitativo, sino de otras cualidades territoriales, socioeconómicas y organizativas dentro de la ciudad (Churchman, 1999; Boyko & Cooper, 2011) que hacen dificultosa esta elección desde la variedad de posibilidades y la falta de concreción precisa de un método mayormente utilizado por los matices y discontinuidades de los diferentes métodos y objetivos de cálculo según el análisis de las diferentes fuentes (Rueda, 2012; Navarro & Ortuño, 2011; Goerlich & Cantarino, 2012; De Nadai, Staiano & Larcher, 2016; García, 2016). En este sentido, el método para la estimación de las densidades poblacionales netas en la presente investigación se realiza a partir de su cálculo en unas unidades urbanas concretas. Los subdistritos urbanos del proyecto Urban Audit se han seleccionado pero ajustados al suelo urbano y suelo urbanizable ejecutado residencial según la clasificación y calificación urbanística del planeamiento y el análisis de los usos del suelo en la actualidad. La menor escala de estas unidades es la adecuada para la presente investigación porque permite un análisis espacial que pueda representar y comparar a escala los límites y extensión de los sectores del planeamiento urbanístico en unas unidades urbanas con patrones homogéneos en cuanto a su morfología y características sociodemográficas y origen urbanístico (López-Jiménez, 2020). Este tipo de análisis permite una cartografía que compara áreas intraurbanas que han evolucionado de forma diferente en cuanto a densidad y forma urbana para mostrar la concordancia entre las propuestas de densidades poblacionales de los sectores urbanísticos de los últimos años y la densidad poblacional actual. Además, este método permite el análisis de las densidades poblacionales con analogía a la densidad urbana para ejemplificar el resultado de una forma urbana más adecuada para la vida e interacción social cuando permite la expansión de los comercios minoristas y las posibilidades de los “terceros lugares”.

Para la determinación de la densidad se utiliza el número de viviendas y el número de habitantes por unidad de superficie (García, 2016) y se desestima, dados los citados objetivos de la presente investigación, aquellos que miden la compacidad, es decir, el porcentaje de superficie del terreno ocupada por la edificación respecto al suelo urbano o construido (Rueda, 2012; López de Lucio, 2007; Fariña & Naredo, 2010; Ministerio de Medio Ambiente y medio rural y marino y ministerio de fomento, 2010; Ministerio de agricultura, alimentación y Medio Ambiente, 2012; Goerlich & Cantarino, 2012; García 2016). Por tanto, la elección de estas unidades se aleja de la mayor escala de trabajo de estudios urbanos recientes para el cálculo de la densidad neta (Goerlich & Cantarino, 2012; García, 2016; Reig & al., 2016; Olazabal & Bellet, 2019) dados dichos objetivos de la presente investigación.

La idiosincrasia cultural, el grado de desarrollo económico, los diferenciados grupos sociales, el entorno geográfico, los tipos de uso del suelo, las características del crecimiento urbanístico y la densidad percibida por la población determinan una diferente valoración de cual debe ser la densidad óptima o mínima para garantizar la vida e interrelación social en las ciudades (Jacobs, 1961; Gehl, 2006; Leal & al., 2012; Churchman, 1999; Dempsey, Brown, & Bramley, 2012; Boyko & Cooper, 2011) sea cual fuere el método de cálculo. Aun así, y a partir del análisis de los valores representativos analizados en la revisión de la literatura sobre estudios precedentes, se determinará una franja de valor o gradiente comúnmente utilizado a partir del cual se pueda distinguir la densidad óptima para caracterizar las posibilidades de mayor vida e interacción social en la ciudad.

Por último, el vínculo entre la forma y la densidad urbana y poblacional reflejada en los planes urbanísticos se entrevé como fundamental por cuanto la forma urbana determina más allá de las densidades, los comportamientos sociales de los residentes al reflejar las características del espacio público, la configuración de las viviendas respecto al espacio público, la mayor o menor posibilidad de fomentar tejidos polifuncionales, entre otros. El análisis del planeamiento urbanístico a través de la propuesta morfológica y edificatoria de los planes generales determinará si la forma urbana ha favorecido las posibilidades y el fomento de la vida e interacción social. En este análisis se incorpora la ubicación del comercio minorista y se adopta el concepto de los “terceros lugares” para entrever la complejización y mezcla de usos que favorezcan la vida social y que han sido facilitados por la forma urbana. La correlación de datos espaciales a través de técnicas de covarianza permitirá comparar la relación de la densidad urbana derivada del planeamiento urbanístico con la densidad del comercio de proximidad como elemento indispensable, junto a los “terceros lugares”, para favorecer la vida e interacción social en la calle.

Para alcanzar el resultado de investigación se propone como estudio de caso el núcleo urbano de Alicante por haberse desarrollado dentro de su contexto metropolitano y comarcal de manera desestructurada en el pasado (Pillet, 1975, 1979; Bevià & Varela, 1994; Terán, 1982, 2009; Martí & Navarro & Quesada, 2000; Molares, 2005; Ponce, 2006). Este caso de estudio es básico para el debate sobre el marco teórico porque presenta en la actualidad una segregación residencial y socioeconómica que ha generado un menor dinamismo residencial y social en unas áreas urbanas frente a otras (López-Jiménez, 2020) como factor previo a la pérdida de compacidad social por una desigual distribución de las densidades urbanas y poblacionales.

3. El valor de la vida e interacción social en las ciudades a través de las densidades y de la forma urbana

3.1. Las densidades urbanas y poblacionales para la vida e interacción social en la ciudad

La ciudad es una estructura espacial con flujo de actividades que van desde las económicas a las sociales y que incluye como parte de sus rasgos definitorios la densidad y la interacción social (Capel, 1975; Corraliza & Aragonés, 1993). La adecuada densidad poblacional de las ciudades favorece las relaciones sociales o interpersonales (Aragonés & Amérigo, 1987; Fassio, Rollero & De Piccoli, 2013; Mouratidis, 2018) más y cuando existe una proliferación del uso de las redes sociales como alternativa a la interacción social desde la presencia física (Van Den Berg, Arentze & Timmermans, 2015). El sentido de comunidad que surge de la interacción social fluida también es un atributo asociado a la salud y a la calidad de vida en las ciudades, además de un factor que favorece el sentido de identidad (Fassio, Rollero & De Piccoli, 2013). En este sentido, las ciudades se erigen como espacios claves para la vida social en el futuro de la humanidad (Capel, 2002, 2009) y deben tener propuestas de densidades poblacionales adecuadas para el futuro (ONU, 2017).

En general, cuando mayor es la densidad de población, mayor es el sentido de comunidad y menor el deseo de privacidad y aislamiento (Hombrados-Mendieta & Jacinto, 1992; Corraliza & Aragonés, 1993; Talen, 1999, Sato & Zenou, 2015; Fassio, Rollero & De Piccoli, 2013). Aun así, las ventajas sociales de las mayores densidades poblacionales no siempre aparecen, sobre todo cuando aumentan o sobrepasan determinados umbrales. Un exceso de densidad urbana y poblacional puede provocar efectos negativos a los individuos y a la propia sociedad con la pérdida de identidad, la alienación y la desorganización humana y mental (Corraliza & Aragonés, 1993; Bayés, 1971), con estrés (Fleming, Baum & Weiss, 1987), además de masificación social que influya en una vida social desmoralizada (Mumford, 2012). En tal sentido, múltiples ejemplos e investigaciones empíricas muestran que el mayor número de personas desconocidas en ambientes urbanos masificados o hacinados reduce las interacciones sociales (Wirth, 1938; Talen, 1999; Churchman, 1999; Boyko & Cooper, 2011) y minimiza la calidad de estas (Bruekner & Largey, 2008; Yang, 2008). Este hecho apunta a que no siempre se cumple la correlación positiva de a mayor densidad poblacional, mayor sentido de comunidad y vida social, sobre todo a partir de determinados valores máximos. En general, hay poco consenso sobre como de denso debería ser el desarrollo residencial de “alta densidad” y también que en el concepto de densidad está el factor de la percepción de esta por parte de la población (Churchman, 1999; Boyko & Cooper, 2011)

A partir de otros estudios urbanos se ha analizado el rechazo de la población a residir en las áreas urbanas de mayor densidad frente a las de menor densidad. Aun así, una vez que estos residentes se ubican en las áreas de mayor densidad, estos muestran una satisfacción residencial positiva por las ventajas que ofrece la interacción social y el calor humano o apoyo social (Mitrany, 2005; Bramley & al. 2009). Por otro lado, los frecuentes desplazamientos de los residentes de los espacios urbanos en bajas densidades generan una menor estancia y permanencia de calidad en el espacio residencial. La cada vez más rápida vida contemporánea permite un menor tiempo para las relaciones personales y los encuentros sociales (Glaeser & Gottlieb, 2006) a pesar del mayor número de contactos, pero efímeros y de baja calidad.

3.2. La forma urbana para la vida e interacción social en la ciudad

Las posibilidades de fomento de la vida en comunidad y de la interacción social se producen más allá de las densidades. La creación del “lugar” (Corraliza, 2000) se erige como fundamental para dotar de un espacio amoldado a las necesidades sociales, pero también individuales. En este sentido es importante la planificación urbanística y el diseño urbano por cuanto pueden generar espacios que favorezcan la creación de fuertes redes sociales de confianza, que requieran de la necesidad de acumular gente en la calle, en espacios urbanos diseñados dentro de un criterio humanista (Gehl, 2006).

En general, la estrecha relación entre la forma física, la estructura social y las dinámicas personales de cada uno de los individuos que habitan el espacio urbano fomenta el atractivo del lugar para la vida en la calle y en el espacio público (Soja, 1980; Corraliza, 2000; French & al, 2014), si bien, la forma urbana no garantiza siempre la capacidad de interacción social y el sentido de comunidad de un vecindario porque existen variables asociadas al contexto territorial y social para determinar que una forma urbana no es siempre la más idónea en todos los lugares (Yang, 2008). Lo que sí se determina como fundamental para la vida social en la calle es que más allá de las densidades, debe existir un tejido urbano que favorezca la mezcla de usos del suelo. El comercio de proximidad y los “terceros lugares” son un ejemplo de dotaciones colectivas que insertados en el tejido urbano favorecen la mezcla de usos para fomentar la interacción social y la vida en la calle (Hickman, 2013; Van Den Berg, Arentze & Timmermans, 2015; Williams & Hipp, 2018).

En algunos casos, el diseño y forma urbana en tejidos urbanos con mayores densidades poblacionales permite la mayor felicidad de la población residente donde el menor aislamiento social genera un beneficio representado en el grado de satisfacción y vínculo con la salud, con especial incidencia en la de la población de mayor edad (Brown & Lombard, 2014). Este caso se produce siempre y cuando no se altere por factores como el ruido, la contaminación, el tráfico y la falta de servicios e instalaciones (Howley, Scott & Redmond, 2009) y teniendo en cuenta que la satisfacción residencial, con la vivienda y con el barrio, es fundamental para generar un sentimiento de comunidad e interés por la vida social (Bramley & Power, 2009). En otros casos, el diseño y forma urbana junto a las menores densidades motivan el grado de insatisfacción residencial por las menores posibilidades de interrelación social (Kearney, 2006) pero teniendo en cuenta también el elevado grado de satisfacción residencial de muchos habitantes de zonas residenciales con baja densidad (Boyko & Cooper, 2011; Pfeiffer & Cloutier, 2016).

4. Las densidades para la vida e interacción social en el planeamiento urbanístico de Alicante

El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1958 fue el primer plan general de Alicante. Este plan recogió el objetivo social de crear un modelo urbano que satisficiera las exigencias materiales, sentimentales y espirituales de la vida como influencia de los postulados del urbanismo del Movimiento Moderno a través de determinadas densidades y propuestas urbanísticas racionalizadas. Este plan propuso paliar la excesiva masificación del centro urbano y la tendente dispersión de la urbanización en la periferia. Durante estas décadas, las densidades poblacionales que se plantearon en los planes urbanísticos racionalistas oscilaron entre los 250 y 300 habitantes por hectárea (Le Corbusier, 1971), a los 300 y 350 habitantes por hectárea (Sert, 2005; Gropius, 1949). Hasta este momento y al igual que en el resto de España, había existido una etapa de concentración de la urbanización (Terán, 1982; Nel·Lo, 2007, 2011) y los espacios céntricos presentaban un modelo de ensanche tradicional en manzana cerrada con unas densidades brutas de 125 viviendas por hectárea y alrededor de 500 habitantes por hectárea de densidad poblacional.

A partir de este periodo de las décadas de los años de 1950 y 1960 y a pesar del intento de evitar la masificación poblacional a partir de propuestas con densidades medias, muchos sectores urbanísticos de las ciudades españolas se diseñaron para albergar densidades poblacionales similares al centro urbano. La instrucción del Plan Nacional de la Vivienda de 1961 planteó densidades que se orientaban a 500 habitantes por hectárea para diferentes unidades urbanas de vecindad en las primeras edificaciones en bloque abierto (Teran, 1982; López de Lucio, 2007). En el caso de Alicante tales densidades planteadas y ejecutadas en la década de los años de 1950 y 1960 resultaron perjudiciales porque presentaron problemas de masificación (Gozálvez, 1987).

Con la aprobación del PGOU de 1973 se recrea de nuevo el intento de fomentar el interés colectivo del plan, pero a través de unir este propósito social con el factor humanístico en un intento de convertir al ser humano en el centro de los objetivos de la planificación urbana. El propósito era el de alcanzar la permanencia de los valores sociales y de la interacción humana más tradicional en el conjunto de la ciudad. Las primeras aproximaciones a la posmodernidad en el urbanismo se fomentaron desde la crítica a las experiencias urbanísticas modernas fallidas, sin la consideración de la escala humana adecuada, la polifuncionalidad y las densidades óptimas, pero también debido a la creciente preocupación por la vida urbana y en comunidad en las ciudades (Jacobs, 1961; Smithson & Smithson, 1967; Whyte, 1980; Krier, 1987). Las densidades de población posmodernas escogidas como más adecuadas debían variar en función del contexto urbano donde se debían insertar, porque las densidades debían amoldarse a la unidad urbana según cada caso de estudio (Jacobs, 1961; Smithson & Smithson, 1967). Las propuestas de densidades podían oscilar desde los 200 habitantes por hectárea de densidad poblacional neta (Mumford, 2012) a unas mínimas densidades brutas de 250 viviendas por hectárea, o equivalentes de aproximadamente 1.000 habitantes por hectárea (Jacobs, 1961) para garantizar la escala humana en el urbanismo. El intento de humanización del plan general de 1973 de Alicante planteó en un primer objetivo expuesto en su memoria urbanística el de limitar el aumento de densidades en el centro urbano, tratando de crear unos focos de atracción de población en la periferia. La diferencia de densidad de población existente entre el centro y la periferia de la ciudad no se había logrado evitar y representaba una pronunciada dualidad en actividades económicas, vida urbana, y también en densidades sociales para la interacción y vida en comunidad. Esta periferia estaba sujeta a una descontrolada y desestructurada transformación que provocó un tejido residencial con escasas dotaciones (Teran, 1982), aspecto común y generalizado en otros contextos urbanos del momento (Vinuesa, 1996; Nel·Lo, 2007, 2011; Martori, 2010). En este plan el modelo edificatorio residencial propuesto ratificaba una densidad poblacional tendente hacia las densidades medio-altas de más de 300 habitantes por hectárea a través del desarrollo del suelo urbanizable, con una media de 332 habitantes por hectárea y un techo máximo admisible de 500 habitantes por hectárea, para alcanzar una masa social suficiente, pero que al mismo tiempo no implicara una masificación. La propuesta de densidades se materializaría mediante el diseño de los centros cívicos y unidades vecinales que garantizarían también un tejido urbano polifuncional cuando más al centro de los citados núcleos, es decir, entorno a la plaza pública. Las densidades y la forma urbana proyectada avalarían la limitación de las distancias máximas a recorrer por los residentes en sus desplazamientos cotidianos a unos trayectos de entre 500 y 1000 metros. Este factor respondía a las posibilidades de desplazamiento peatonal y a la vida social sin necesidad de utilizar el vehículo privado, sin duda un elemento contrario a la interacción humana.

La nuclearización del ámbito urbano de Alicante no se alcanzó por la acción especulativa que posibilitó el desarrollo ilegal y desestructurado de sectores urbanísticos con cambios en el volumen y densidad (Terán, 1982, 2009; Bevià & Varela, 1994) y por la pronta irrupción e influencia del modelo urbano de crecimiento estructuralista del nuevo Plan General Municipal de Ordenación de Alicante (PGMOA) de 1987. Anterior a este plan general de 1987 se había aprobado el Real Decreto 1346/1976, de 9 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana que fijaba para los nuevos crecimientos urbanísticos a través del desarrollo del suelo urbanizable con una densidad urbana bruta de 75 viviendas por hectárea. Esta densidad urbana equivaldría a los aproximadamente 300 habitantes por hectárea de densidad poblacional en la proyección de miembros por hogar o vivienda del momento, es decir, 4 miembros por hogar o vivienda.

En general, los valores de densidades poblacionales a la baja son un fenómeno común y tendente que de manera generalizada se está produciendo en España a través de la aplicación de la legislación urbanística y el planeamiento actual (Moliní & Salgado, 2010; Lamela, Moliní & Salgado, 2011). Las densidades poblacionales actuales se alejan progresivamente de las densidades recomendadas para garantizar una masa social crítica que permita condiciones de mínima de urbanidad. Un ejemplo de ello son las más de 75 viviendas por hectárea y las 80 a 100 viviendas por hectárea que se recomiendan a través del Libro Verde de Sostenibilidad Urbana y Local y del Sistema de Indicadores y condicionantes para ciudades grandes y medianas del Ministerio de Medio Ambiente. En este sentido, la densidad poblacional mínima y cercana a las propuestas de 250-300 habitantes por hectárea se erige como valor mínimo para las mayores posibilidades de vida e interacción social a partir de la revisión de la literatura. En el caso de Alicante, el resultado de la propuesta de las densidades en el planeamiento urbanístico a través de los sectores urbanísticos dentro, o al margen, de los planes generales es el de la progresiva pérdida de densidad poblacional (Fig.1).

Nombre sector

Década de

ejecución

Superficie

(en ha.)

POBLACIÓN

MÁXIMA

prevista

Densidad Población

prevista

(habitante/hectárea)

Sectores urbanísticos anteriores al PGOU 1973

Mil Viviendas

1950

6

4.000

666,67

Sindical del Metal

1950

1,76

2.100

1.193,18

Sagrada Familia

1950

5

2.396

479,20

División Azul

1950

5,76

2.528

438,89

San Fco. De Asís

1950

11

4.200

381,81

Virgen del Remedio

1960

23,2

22.000

927,24

Colonia Requena

1960

7,7

4.400

945,45

Ciudad Elegida Juan XXIII

1960

40,5

15.490

382,46

San Gabriel

1960

2,3

1.280

556,52

400 viviendas

1960

6

1.600

266,67

Complejo Vistahermosa

1960

4.4

1.900

431,81

Nombre sector

Década de

ejecución

Superficie

(en ha.)

POBLACIÓN

MÁXIMA

prevista

Densidad Población

prevista

(habitante/hectárea)

Sectores durante el PGOU 1973

Polígono San Blas (Plan Parcial)

1970/1980

44,9

16.224

328

Polígono Babel (Plan Parcial)

1970/1980

34,9

19.848

568

San Juan (diferentes Planes Parciales)

1970/1980

--

--

--

Alipark

1970/1980

--

--

--

Sectores del PGOU 1973 desarrollados después de la aprobación del PGMOA 1987

Plan Parcial Pol. Cros

1990

27,2

4.772

175,44

PE/APA 6 Santo Domingo (parte del PP homónino)

1990

21

200

227,24

PE/APA 7 Bon Hivern (PP Bon Hivern)

2000

9,2

19.024

21,74

PE/APA 8 Garbinet (PP Garbinet)

1990

64

4.976

297,25

PE/APA 9Vistahermosa (PP Vistahermosa-Orgegia)

--

88

2.948

56,55

PE/APA 10 Vistahermosa-Goteta

2000

37

4.772

79,68

Sectores en suelo urbano(planes de reforma interior) en PGMOA 1987

APD 1 Fábrica de Gomas

1990

5,8

1.200

206,90

APD 2 Cerámica Santo Tomás

1990

7,6

1.720

226,32

APD3 Tómbola

1990

9,45

2.260

239,15

APD4 Barrio Rabasa

1990

26,2

3.140

119,85

APD5 Calle Diagonal

2000

2,9

2.000

689,66

APD6 Cornisa San Agustín

2010

5,5

660

120,00

APD7 Cerámica Los Ángeles

2000

10,4

2.800

269,23

APD12 Palmeral

2000

3,38

2.304

681,66

APD13 Avda. De Oscar Esplá

1990

0,68

912

1.341,18

APD22 Babel Sur

1990

7,3

2.160

295,89

Sectores en suelo urbanizable (planes parciales) en PGMOA 1987

PP I/1 Fábrica de Sacos

2000

10,8

3.240

300,00

PP I/2 Benalúa Sur

--

9,8

2.940

300,00

PP I/4 Albufereta

--

19,32

5.800

300,21

PP I/5 Castillo de Ansaldo

1990

28,87

6.920

239,70

PP I/6 Playa de San Juan

2000

52,8

12.640

239,39

PP II/7 San Gabriel

2000

8,6

2.060

239,53

PP II/8 Los Ángeles

1990

8,27

1.400

169,29

PP II/9 Benisaudet

2000

18,2

5.460

300,00

PP II/10 Garbinet Norte

2000

21

6.300

300,00

Sectores suelo urbanizable no programado (planes de actuación urbanística) PGMOA1987

PAU 1 Puente Rojo

2000

72,32

14.508

200,61

PAU 2 Nuevo San Blas

2000

27,5

5.688

206,84

PAU 3 Jesús María

--

66,5

6.640

99,85

PAU 4 La Condomina

2000

110

24.688

224,44

PAU 5 Playa San Juan Norte

2000

104

15.532

149,35

Fig. 1/ Principales sectores urbanísticos ejecutados dentro y fuera de los planes generales.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ayuntamiento de Alicante

La densidad de población media propuesta en los principales sectores urbanísticos disminuye progresivamente a medida que pasan los años (Fig.2).

Fig. 2/ Evolución de las densidades poblacionales medias propuestas por los principales sectores urbanísticos de Alicante.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ayuntamiento de Alicante

Las características de los sectores urbanísticos en estos años presentan una disminución de las densidades poblacionales propuestas, al contrario que el total de población a albergar y la extensión superficial de cada uno de estos sectores que aumenta paulatinamente (Fig.3).

Fig. 3/ Gráfica de burbuja que relaciona los valores de población proyectada, densidad de población proyectada y hectáreas o extensión de los sectores urbanísticos propuestos entre el PGOU de 1973 y el PGMO de 1987, siendo el tercer valor (el número de hectáreas) el que decide el tamaño relativo de la burbuja.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ayuntamiento de Alicante

El resultado es la desdensificación generalizada del núcleo urbano de Alicante. Después de un periodo de densificación, según se recoge en los primeros planes generales, la tendencia se invierte. En este tiempo los sectores urbanísticos no presentan siempre propuestas que incorporen densidades poblacionales de más de 250 habitantes por hectárea, y cuando lo hacen, estas densidades finalmente no se materializan. El resultado actual muestra que la densidad poblacional en los subdistritos urbanos donde se insertan está por debajo de las previsiones (Fig.4).

Fig. 4/ Distribución de las densidades de población por subdistrito urbano según el referente de 250 habitantes por hectárea y ubicación de los sectores urbanísticos desarrollados en la ciudad en el periodo comprendido entre los años 1990 y 2020.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística, D.G. Catastro y del Ayuntamiento de Alicante

La desdensificación del núcleo urbano se produce coincidiendo con un gran crecimiento urbanístico y de dotación de nuevas viviendas que aumentó el parque inmobiliario en Alicante en un 25,69% en el periodo intercensal comprendido entre los años 2001 y 2011. Este aumento influyó en una diferente tasa de ocupación de viviendas para uso principal en el total del núcleo urbano que se representó en un valor del 74,5%, frente al 89,93% en este periodo para el total de España, y según datos del Instituto Nacional de Estadística. A este factor explicativo de la pérdida de densidades poblacionales se le une el descenso paulatino y no previsto en el planeamiento urbanístico del número de miembros por hogar. Las densidades urbanas proyectadas de 75 viviendas por hectárea se amparaban para el cálculo de la densidad poblacional de los 4 miembros por hogar de media utilizados en el momento de redacción del PGMOA 1987, pero también de los desarrollos anteriores como los proyectados después del PGOU de 1973. Para el año 2001 la cifra descendía a 2,9, habiendo sido previamente 3,2, según el Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística para el año 1991. En la actualidad el número de miembros por hogar ha descendido a 2,5. La reducción del número de miembros del hogar es paralela al crecimiento de los hogares unipersonales. El cambio latente de la estructura del hogar dos décadas después proyecta una pérdida de población y de densidad de población en el tejido urbano. A este factor se le une el sobredimensionamiento del parque inmobiliario, por fuerte crecimiento del número de viviendas y la proliferación de la vivienda como objeto de inversión, con valores de viviendas de uso principal que no suelen superan el 80 % sobre el total.

En este contexto urbano de ausencia generalizada de densidades de población adecuadas para lograr con mayor garantía las posibilidades de vida e interacción social, el aumento exponencial de la oferta inmobiliaria en unos subdistritos urbanos en los últimos años ha mejorado sus características sociodemográficas en detrimento de otros subdistritos, que carecen de crecimiento residencial relevante. Los cambios sociodemográficos en los subdistritos sin crecimiento residencial destacado son principalmente la pérdida de población y de densidad de población (Fig.5).

Fig. 5/ Evolución de las densidades poblacionales por subdistritos urbanos en el periodo comprendido entre los años 2000 y 2020.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística, D.G. Catastro y del Ayuntamiento de Alicante

La población, en la medida de sus posibilidades, selecciona para vivir preferentemente los nuevos hábitats residenciales en detrimento de los más antiguos. El centro urbano pierde población y mantiene una línea tendente negativa al perder valores de densidad poblacional que hasta ahora se consideraban suficientes.

En definitiva, la cada vez menor densidad poblacional en el núcleo urbano de Alicante coincide con el aumento considerable del número de viviendas, con el cambio de las características de los sectores urbanísticos de las últimas décadas, con el diferente grado de ocupación y uso de las viviendas en la actualidad y, finalmente, con la pérdida de población en aquellos espacios sin desarrollos urbanísticos en los últimos años. En la actualidad no se alcanza en gran parte del núcleo urbano el grado de densidad poblacional necesaria para fomentar con garantías las mejores condiciones para generar compacidad social, vida e interacción social a partir de los valores mínimos recogidos en la literatura y más allá de otros factores que determinen la compacidad social como son los culturales, de renta, sociales y de percepción.

5. La relación entre densidades y forma urbana en el planeamiento urbanístico de Alicante para la vida e interacción social

5.1. La analogía entre densidades y forma urbana en la propuesta del planeamiento urbanístico

En el ámbito urbano y más allá de la densidad poblacional existen factores culturales, individuales, socioeconómicos, sociodemográficos que igualmente influyen en la capacidad de interacción social, así como también el tamaño, la forma urbana y la presencia de usos del suelo variados en el entorno residencial (Churchman, 1999; Boyko & Cooper, 2011; Van Den Berg, Arentze & Timmermans, 2015). Las densidades urbanas del planeamiento urbanístico mantienen una relación directa con la forma urbana y esta puede suponer un elemento igualmente influyente en el comportamiento social.

La morfología urbana utilizada para plasmar las densidades en los planes generales de Alicante se sustentó principalmente en un modelo donde dominaba el bloque de vivienda en edificación abierta. Esta propuesta se estableció como más ventajosa que la unifamiliar de baja densidad o ciudad jardín en el urbanismo racionalista, por sus ventajas respecto a la organización colectiva, en donde la escala humana era posible para poder garantizar al ser humano el bienestar para los actos de su vida. Este modelo de hábitat residencial también se utilizó en el urbanismo posmoderno con el objetivo de alcanzar el humanismo, vitalidad y sentido de relación social en la ciudad a partir de diseños urbanos que permitieran conectar en una misma estructura el espacio privado de la vivienda con el espacio privado común y este, a su vez, con el espacio público exterior. El plan general de 1973 utiliza este modelo, si bien, pronto se desvirtuó por la inclusión de un cerramiento de la parcela y de la separación física de los espacios libres existentes entre edificaciones respecto al exterior. Aun así, este plan propone para los nuevos crecimientos de la ciudad el diseño a escala humana y plantea la creación de centros cívicos y unidades vecinales con tejidos polifuncionales con densidades medio-altas con el objetivo de garantizar la interacción social y la vida en comunidad, así como también el del propósito de alcanzar la armonía social.

La principal opción edificatoria elegida por el planeamiento urbanístico de Alicante de 1987 es igualmente aquella representada por la edificación abierta en bloque exento. El 73,6% de la edificación propuesta a través de los planes de desarrollo de los sectores urbanísticos de este plan general presentan esta tipología edificatoria (Fig. 6).

Fig. 6/ Tipología Edificatoria propuesta en el PGMOA 1987 (en hectáreas).

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ayuntamiento de Alicante

Este plan general utiliza preferentemente esta tipología edificatoria dentro de un modelo urbano que se apoya en el proyecto urbano como herramienta de intervención urbanística, al igual que otras muchas otras ciudades en la década de los años de 1980 (Solá-Morales, 1997, 1999; Terán, 2009). El proyecto urbano en Alicante estuvo basado en numerosos planes de desarrollo sobre suelo urbano y urbanizable que intervinieron de manera estructural en diferentes partes de la ciudad para garantizar densidades medias y tejidos urbanos polifuncionales.

El resultado del actual y extendido modelo de edificación abierta sobre parcelas o manzanas catastrales extensas y cerradas perimetralmente resta fluidez y permeabilidad peatonal en la conexión entre el espacio privado y el espacio público (López de Lucio, 2007). En torno a este modelo se expandió la urbanización privada con elementos de exclusión como la valla o el muro son contrarios a la vida urbana (Lefebvre, 1968; Hidalgo, 2004; Janoschka & Glasze, 2003; Le Goix & Webster, 2008). La proliferación de las manzanas urbanas catastrales extensas genera escasa densidad de manzanas urbanas por hectárea que se establecen además como un indicador válido para la estimación de las mayores o menores posibilidades de encuentro social y vitalización urbana (Jacobs, 1961; Gehl, 2006; López de Lucio, 2007; De Nadai, Staiano & Larcher, 2016). La densidad de manzanas influye en una mayor o menor prolongación de las calles, longitud de los bloques de edificaciones y número de intersecciones de calles que repercute en las posibilidades de encuentro social casual. Cuando menor es la densidad de manzanas urbanas, mayores distancias medidas a recorrer y menores posibilidades de que el desplazamiento a pie se convierta en una alternativa real en la movilidad.

En el núcleo urbano de Alicante la pérdida paulatina de densidad de manzanas urbanas en el modelo resultante es un factor contrario al fomento de las posibilidades de vida e interacción social. Las posibilidades de interacción social asociadas a la forma del parcelario se hacen efectivas cuando la densidad de manzanas urbanas es mayor de 1 y 2 por hectárea (López de Lucio, 2007) en donde es más fácil la elección del desplazamiento a pie por parte del ciudadano al poder asumir distancias que oscilan entre los 400 y los 800 metros (Sert, 2005; Gropius, 1949; Molina & San Alduan, 1980; Gehl, 2006) o incluso 1.000 metros y/o 15 minutos de tiempo (Córdoba-Hernández & al., 2020). La mayor densidad de manzanas urbanas por hectárea se localiza principalmente en el centro urbano y en todo el tejido urbano residencial de más antigüedad o dominado por las edificaciones de más de 50 años que está especialmente representado por el modelo de ensanche o manzana urbana cerrada (Fig.7).

Fig. 7/ Distribución de la combinación de densidades poblacionales mayores de 250 habitantes por hectárea y las densidades urbanas en manzanas por hectárea en los subdistritos urbanos.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística, D.G. Catastro y del Ayuntamiento de Alicante

Fig. 8/ Correlación de Pearson. Densidad urbana y densidad comercial minorista por subdistritos urbanos.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística y del Ayuntamiento de Alicante

Las posibilidades de interacción social se reducen cuando se combina una baja densidad poblacional y una densidad urbana o manzanas por hectárea muy baja, aspecto que se generaliza en la periferia del núcleo urbano.

5.2. La influencia de las densidades y la forma urbana en la complejización de la ciudad: el caso del comercio de proximidad y los “terceros lugares”

La forma urbana puede facilitar la escala humana en un urbanismo que favorezca la mezcla de usos del suelo que den validez y proximidad a las dotaciones colectivas. Los “terceros lugares” junto al comercio de proximidad, dependen de la forma y diseño urbano para su fijación en el tejido urbano. Las propuestas urbanísticas asociadas a la morfología urbana de densidades urbanas medias en edificación abierta en el núcleo urbano de Alicante llevan asociado un menor número de locales y bajos comerciales por cuanto muchos bloques de edificios presentan un retranqueo de fachada hacia el interior de parcela, alejándose respecto al rasante de la vía pública y, consecuentemente desposeyendo de “terceros lugares” y de comercios minoristas la calle (Fig.8).

La correlación lineal para relacionar de modo independiente el grado de asociación entre el número de comercios minoristas por hectárea y la densidad urbana presenta una aproximación, que sin ser un dato perfecto o cercano a la unidad, muestra una analogía. Esta correlación lineal aproximada no significa causalidad, es decir que, aunque estos dos fenómenos estén relacionados, no supone que uno sea únicamente la causa de otro al existir otros factores, pero el dato muestra la influencia de la forma urbana más cercana al modelo de manzana cerrada en la localización del comercio minorista. En este sentido, el resultado de la menor existencia de comercios de proximidad o de barrio se produce directamente en aquellas áreas donde ha proliferado el modelo de edificación abierta en los últimos años (Fig.9).

Fig. 9/ Densidad comercial minorista y sectores urbanísticos con morfología urbana en Edificación Abierta y ejecutados en el periodo comprendido entre los años 1990 y 2020.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística, D.G. Catastro y del Ayuntamiento de Alicante

El modelo urbano actual resta posibilidades de implantación y viabilidad del comercio minorista de proximidad, sin ser el único factor ya que la presencia de comercio de proximidad está afectada desde hace años por el cambio en el patrón de consumo con una oferta comercial respaldada en mayores superficies comerciales, una acción centrípeta de la actividad comercial y terciaria en el centro urbano (Espinosa, 2004) y el más reciente comercio online.

En definitiva, el modelo de crecimiento urbanístico derivado de la aplicación de los planes generales no ha asegurado el equilibrio de los tejidos urbanos polifuncionales en el núcleo urbano de Alicante a través de una forma urbana que respondiera a una necesaria dotación de comercio de proximidad y los “terceros lugares” como elementos indispensables para la vitalidad urbana. A este factor se le suma la pérdida paulatina de densidades poblacionales suficientes que ha restado validez y viabilidad económica a los comercios de proximidad y “terceros lugares” por restar masa social y clientes a la calle y al tejido residencial próximo.

6. Discusión y conclusiones

Los primeros planes generales de Alicante reflejaron su interés por la vida urbana e interacción social a través de propuestas urbanísticas con densidades urbanas y poblacionales que lograran una armonía social en la estructura urbana. El PGOU de 1958 presentaba un objetivo social para satisfacer las exigencias materiales, sentimentales y espirituales de la vida. El PGOU de 1973 intentó convertir al ser humano en el centro de los objetivos de la planificación urbana a través de alcanzar la permanencia de los valores sociales y de la interacción humana más tradicional en el conjunto de la ciudad. El último plan general de 1987 utiliza el proyecto urbano para la intervención estructural con el objetivo de alcanzar la vitalización urbana a través de densidades medias en tejidos urbanos polifuncionales. El resultado de la ejecución de las propuestas del planeamiento urbanístico es que en el núcleo urbano no se ha logrado el objetivo de alcanzar las densidades poblacionales más adecuadas, conforme a lo reflejado en la literatura, para fomentar con mayor garantía, entre otros objetivos, la vida e interacción social. En las últimas décadas el centro urbano de Alicante se desdensificó y perdió el calificativo de masificado, siempre aludiendo a un concepto o término que se había acuñado en comparación con la periferia, tal y como se recoge en las memorias de los planes generales. En el resto del núcleo urbano, las densidades planteadas a través de los sectores urbanísticos propuestos e incluidos en los planes generales no logran finalmente alcanzar valores mínimos de densidad poblacional pretendida para fomentar con mayor garantía la vitalización urbana y la vida e interacción social. La fuerte dotación de nueva vivienda de las últimas décadas, el cambio de las características de los sectores urbanísticos, el cambio a la baja del porcentaje de ocupación de la vivienda para uso principal, así como del número de miembros por hogar y la pérdida de población en aquellos espacios sin desarrollos urbanísticos en los últimos años ha variado sustancialmente las densidades poblacionales en el núcleo urbano alicantino.

Por tanto, teniendo en cuenta que no siempre hay proporcionalidad y correlación positiva entre densidad poblacional y el nivel de interacción social, tal y como respaldan Dempsey, Brown & Bramley (2012), hay que considerar la pérdida generalizada de posibilidades de vida social en el núcleo urbano de Alicante por la pérdida de densidades poblaciones hasta valores inferiores a los 250 habitantes por hectárea, recogidos en la literatura como valores mínimos necesarios a para garantizarla.

Al mismo tiempo, el planeamiento urbanístico tampoco ha garantizado la combinación de la forma urbana más adecuada con la densidad óptima, según lo aportado en la literatura, para fomentar la complejización urbana y la mezcla de usos a través de la implantación del comercio minorista y de los “terceros lugares”. El modelo de edificación abierta desarrollado sobre parcela extensa que se extiende desde el centro hasta la periferia ha generado una menor densidad de manzanas urbanas que induce a una mayor distancia y tiempo a recorrer en los desplazamientos a pie. La menor dotación comercial de proximidad y de “terceros lugares” agrava aún más las posibilidades de interacción social al aumentar las distancias. La viabilidad económica del comercio de barrio está subordinada, a su vez y entre otros factores, a una menor densidad poblacional que resta masa social o clientes suficientes a los tejidos urbanos en el contexto próximo. Pero, por otro lado, este modelo también generó espacios impermeables al tránsito peatonal con la incorporación de elementos de exclusión como el muro de separación de las urbanizaciones privadas con el espacio público para desposeer de mayor masa social los espacios públicos y de posibilidades de encuentro social casual y fluido.

Pero existen otros factores para explicar la pérdida o ganancia de posibilidades de vida e interacción social en el núcleo urbano de Alicante y más allá de la densidad poblacional, forma y densidad urbana y densidad comercial. Estos factores son los sociales, económicos y culturales a los se le añade otro de índole individual como es el de la satisfacción residencial. La satisfacción residencial aumenta el mayor interés por relacionarse socialmente en el entorno próximo tal y como señalaron previamente en sus trabajos Bechtel & Churchman (2002) y Dempsey, Brown & Bramley (2012). Los nuevos espacios residenciales derivados del crecimiento urbanístico de los últimos años en el núcleo urbano de Alicante no presentan densidades poblacionales adecuadas, pero sí la presencia de población propensa a afianzar lazos sociales por su mayor satisfacción residencial al poseer una vivienda de más reciente adquisición.

En cuanto a los factores sociales y económicos que pueden explicar las posibilidades de vida social más allá de la densidad poblacional, forma y densidad urbana valdría lo apuntado por autores como Nematollahi, Tiwari & Hedgecock (2016) que señalan que la población con el nivel socioeconómico más alto tiene menor interés por la vida social en el entorno próximo. Las mayores rentas en el núcleo urbano de Alicante se concentran en la periferia este, o zona de playas, y en el centro urbano (López-Jiménez, 2020). Para la población de mayor renta, la menor vida social se acrecienta cuando reside en la periferia, por la mayor necesidad de tiempo de desplazamiento y utilización del vehículo privado, así como por el mayor sentido y capacidad de movilidad y tal y como defienden autores como Glaeser & Gottlieb (2006), Van Den Berg, Arentze & Timmermans (2015) y Williams & Hipp (2018). En este espacio periférico se conjuga menor densidad poblacional y urbana junto a los citados factores socioeconómicos.

El ámbito central del núcleo urbano de Alicante, con mayores densidades y forma urbana más adecuada para la mezcla de usos, se erige como espacio más propenso para la vida social, si bien, y según apuntan algunos autores como Dempsey, Brown & Bramley (2012), los residentes de nivel socioeconómico alto presentan menor tendencia a la interrelación social cuando residen en los espacios céntricos, sin duda, influenciado por las molestias a la residencia, aspecto producido en Alicante a raíz de la progresiva terciarización del centro de la ciudad. Otro fenómeno social que se produce en los espacios céntricos del núcleo urbano de Alicante es la presencia del mayor número de parejas sin hijos y hogares unipersonales tal y como describe López-Jiménez (2020) y que fomenta una estructura sociodemográfica menos propensa a sociabilizar que en aquellas que abundan las parejas con hijos según la tesis de autores como Nasar & Julian (1995).

Por otro lado, y apuntando a factores también económicos, al mismo tiempo que culturales, los elevados niveles de pobreza pueden ser igualmente perjudiciales para las relaciones sociales según Bramley & Power (2009). Además, cuando la población de menor renta se concentra en etnias, culturas y nacionalidades, esta puede presentar comportamientos diferenciados para la vida en comunidad según Gehl (2006) Shirazi (2020) por cuanto las características socioculturales de la población influyen en el interés por la vida social en el entorno residencial próximo. A partir de ello y teniendo en cuenta lo que aportan López-Jiménez (2020) y Cutillas & al., (2017), el desarrollo urbanístico en Alicante ha concentrado las menores rentas en la periferia norte con lo que se puede aludir que en estos espacios de baja densidad poblacional y urbana, el factor socioeconómico influye en la compacidad social.

En conclusión, la continua pérdida de densidades poblacionales combinadas con una forma urbana menos apropiada resta progresivamente posibilidades de vida e interacción social en el núcleo urbano de Alicante, independientemente de la existencia de otros factores definidores de estas posibilidades de la interacción humana y de la vida en comunidad como son los sociales, económicos y culturales principalmente.

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7. Listado de Acrónimos/Siglas

INE: Instituto Nacional de Estadística

PGOU: Plan General de Ordenación Urbana

PGMOA: Plan General Municipal de Ordenación de Alicante