Estudios

CIUDAD Y TERRITORIO

ESTUDIOS TERRITORIALES

ISSN(P): 1133-4762; ISSN(E): 2659-3254

Vol. LIII, Nº 210, invierno 2021

Págs. 945-962

https://doi.org/10.37230/CyTET.2021.210.03

CC BY-NC-ND

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La gentrificación desde una mirada de género: un ejemplo en Barcelona

Anna Ortiz-Guitart(1)
Antonio López-Gay(2)
Joan Sales-Favà(3)
Miguel Solana-Solana (4)

(1) Departamento de Geografía, Universitat Autònoma de Barcelona

(2) Departamento de Geografía, Universitat Autònoma de Barcelona y Centre d’Estudis Demogràfics

(3) Departamento de Salut, Generalitat de Catalunya

(4) Departamento de Geografía, Universitat Autònoma de Barcelona

Resumen: En este artículo se analizan las repercusiones de los recientes procesos de transformación social y urbana en Barcelona con el fin de identificar experiencias y comportamientos diferenciales entre hombres y mujeres. Para ello se parte de una exploración cuantitativa, desde una perspectiva de género, de los procesos sociodemográficos de gentrificación experimentados en Barcelona entre 2011-2018. Y se complementa con una aproximación cualitativa basada en entrevistas a residentes y observaciones en asambleas de colectivos vecinales del barrio de Sant Antoni de Barcelona. Nos centramos en conocer el impacto que la gentrificación tiene sobre mujeres que viven situaciones de precariedad laboral e inseguridad residencial, y mujeres que han llegado al barrio para alquilar o comprar una vivienda atraídas por la centralidad de éste y la oferta de comercios y servicios.

Palabras clave: Transformación social y urbana; Gentrificación; Género; Barcelona

Gentrification from a gender perspective: evidence from Barcelona

Abstract: This article examines the recent processes of social and urban transformation in Barcelona in order to identify differential experiences and behaviours between men and women. We start from a quantitative exploration, from a gender perspective, of the sociodemographic gentrification processes experienced in Barcelona between 2011-2018. We follow with a qualitative analysis based on interviews to residents and observations in community groups in Sant Antoni, a neighbourhood of Barcelona that has experienced intense transformations of its urban and social fabric. We focus on the impact of gentrification on women with diverse identities who live under strong job and residential insecurity, and female residents who recently arrived to the neighbourhood attracted by its centrality and the concentration of services and retail activities.

Keywords: Social and urban transformation; Gentrification; Gender; Barcelona.

Recibido: 20.11.2020; Revisado: 1.03.2020.

Correo electrónico: anna.ortiz@uab.cat; Nº ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6016-5136;

Correo electrónico: tlopez@ced.uab.cat; Nº ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8892-2816;

Correo electrónico: joansales@gmail.com; Nº ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2346-9552;

Correo electrónico: antoniomiguel.solana@uab.cat; Nº ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0811-1990

Los autores agradecen los comentarios y sugerencias realizados por los evaluadores anónimos, que han contribuido a mejorar y enriquecer el manuscrito original

1. Introducción

La literatura académica internacional más reciente apunta que nos encontramos en un contexto donde los diferentes grupos sociales se estarían alejando los unos de los otros en el territorio (Hochstenbach & Musterd, 2017). Esta polarización social sería la consecuencia de dos procesos principales. Por un lado, lapida expansión de los espacios centrales, compuestos cada vez más por una población de estratos socioeconómicos medios y altos, que se ha asentado en estos sectores en un contexto de resurgimiento de los espacios centrales vinculados a la localización de nuevas actividades productivas y a la concentración de enclaves culturales, creativos y de innovación (Hutton, 2009). Por el otro, un progresivo desplazamiento de la población con menos recursos hacia áreas periféricas, con peor acceso a todo tipo de servicios (Bailey & Minton, 2018).

La gentrificación es el ejemplo más local de la transformación social y urbana en las ciudades occidentales y está directamente vinculada con los dos procesos que acabamos de citar. La gentrificación es un fenómeno social definido hace más de cincuenta años (Glass, 1964) y que desde entonces ha sido abordado desde disciplinas muy diversas (Lees & Phillips, 2018). De entre todas las definiciones que se han proporcionado, la que resulta más apropiada para la presente investigación es aquella que pone el foco en los procesos de substitución sociodemográfica de la población. Esta substitución está ligada a la llegada de población que pertenece a grupos sociales con un alto nivel de capital económico, social y cultural que provoca la expulsión y el desplazamiento de la población con menos recursos socioeconómicos.

El papel clave de la renta del suelo fue destacado desde el comienzo, y reconstruido más tarde bajo la hipótesis del diferencial de renta -rent gap- (Smith, 1979) que vendría a explicar los ciclos de desvalorización o destrucción del valor al que está sujeto todo suelo urbano (Benach & Albet, 2018). La gentrificación implica la inversión de capital, la transformación del paisaje, el desplazamiento de los usos, las personas y los elementos simbólicos de una determinada área de la ciudad y la suplantación por unos usos que generan un mayor rendimiento económico (Lees & al., 2008). En la actualidad, pese a que se admite que los procesos de gentrificación son globales y han llegado a todos los rincones del planeta (Lees & al., 2016), se sigue contemplando la especificidad regional de dichos procesos (Janoschka & al., 2014).

Diversos trabajos han constatado que la gentrificación se ha manifestado con fuerza durante los últimos años en la ciudad de Barcelona (Antón-Alonso & al., 2018; Nel·lo, 2018; Sales-Favà, 2019). Durante la última década se han expandido los espacios exclusivos y excluyentes y los procesos de gentrificación ya no solo afectan a algunas áreas restringidas de la ciudad (López-Gay & Sales-Favà, 2020). El incremento generalizado del precio de la vivienda ha sido uno de los factores determinantes para explicar la expansión de este proceso a amplias áreas de la ciudad. El acceso a la vivienda se ha convertido en un grave problema (Donat, 2018; Domínguez-Pérez & al., 2021) y la inseguridad residencial gana terreno entre una buena parte de la población (Módenes, 2019; López-Gay & Sales-Favà, 2020).

A pesar de que su estudio ha aumentado de forma notable durante los últimos años en todo el mundo, en España no hay contribuciones que se hayan centrado en sus implicaciones desde una perspectiva de género. Partiendo de la hipótesis de que la gentrificación afecta de forma distinta según el género, en este artículo queremos profundizar en las repercusiones de los recientes procesos de transformación urbana y social en Barcelona en la población femenina e identificar posibles experiencias y comportamientos diferenciales entre hombres y mujeres. Concretamente, este artículo se centra en tres objetivos. Los dos primeros se desarrollarán a partir de un análisis cuantitativo y a escala de ciudad: 1) comprobar si los barrios gentrificados favorecen o no el asentamiento de población femenina y cuál ha sido su evolución a lo largo de la década de ٢٠١٠, en la que los procesos de substitución poblacional se han experimentado con intensidad; 2) analizar estos procesos desde la dimensión del hogar, focalizando en aquellos en los que mujeres y hombres no conviven, y midiendo el posible esfuerzo económico diferencial en el pago de la vivienda. El tercero se obtendrá a partir de un análisis cualitativo y a escala de barrio: 3) visibilizar las experiencias cotidianas y las valoraciones que tienen un grupo de mujeres de distintas edades residentes en uno de los barrios más gentrificados de la ciudad.

La estructura del artículo consistirá en una presentación teórica de la gentrificación y el género. Seguiremos con una exploración cuantitativa, desde una perspectiva de género, de los procesos sociodemográficos de gentrificación que se han experimentado en el municipio de Barcelona durante el período 2011-2018. Para su análisis se incorporarán otras variables, más allá del sexo, que son necesarias para entender cómo se han desarrollado dichos procesos: edad, origen (lugar de nacimiento) y nivel de estudios. Posteriormente, focalizaremos el estudio en un barrio concreto de Barcelona, el barrio de Sant Antoni, una de las áreas con los niveles de gentrificación más altos, y lo haremos a partir de un estudio cualitativo basado en entrevistas a residentes. El barrio tiene una escala privilegiada para conocer las prácticas cotidianas y los recursos materiales y relacionales a partir de los cuales las personas organizan su vida cotidiana. Por esta razón, este artículo, además de una presentación cuantitativa a escala ciudad, presenta un estudio cualitativo a escala de barrio con el fin de analizar las dinámicas y las repercusiones sociales y emocionales que tiene la gentrificación.

2. Barrio, género y vida cotidiana en barrios gentrificados

El derecho a la ciudad –relacionado con el acceso a los recursos, los derechos políticos y de ciudadanía-, el derecho a la apropiación del espacio urbano –relacionado con el derecho a vivir, jugar, pasear, trabajar- y el derecho a la participación, se presentan como demandas alternativas a unas prácticas neoliberales representadas, en mayor o menor medida, en ciudades de todo el mundo a través de la privatización de los servicios públicos, la desinversión en algunos barrios de la ciudad o la creación de comunidades cerradas (Oberhausser & al., 2018). Por un lado, la gentrificación es un reflejo más de esta ofensiva del capital que produce una ciudad desigual; mientras que, por otro lado, el género ha sido reconocido como uno de los elementos centrales en el que opera el sistema neoliberal y se visibiliza a través de las diversas experiencias cotidianas de las mujeres en la ciudad (Vaiou & Lykogianni, 2006), y en luchas feministas por el derecho a la ciudad (Curran & Breitbach, 2010).

La relación entre género y gentrificación ha sido una de las líneas de interés de las geógrafas feministas desde la última década del siglo XX (Bondi, 1991, 1994, 1999), la primera del siglo XXI (Kern, 2007, 2013; Van der Berg, 2012, 2013), hasta la actualidad con la excelente publicación de Curran (2018). Esta autora señala que numerosas investigaciones tienden a centrarse más sobre las mujeres que gentrifican que sobre las gentrificadas, cuando, por encima de todo, la expulsión es la esencia de la gentrificación o la sustitución de segmentos de población de clase trabajadora por otras más pudientes (Vollmer, 2019), además de un proceso de revalorización del entorno construido.

Una de las primeras autoras que evidencia que “el lugar de la mujer está en la ciudad”, en contraposición con las áreas suburbanas, es Wekerle (1984), que asegura que las mujeres tienen más oportunidades para trabajar fuera del hogar y una mayor accesibilidad a los transportes públicos y a los servicios colectivos necesarios para el desarrollo de su vida cotidiana. Años más tarde, Bondi (1991) explica que en cierta medida la existencia de la gentrificación se debe a que estas mujeres profesionales que han retrasado la maternidad y tienen familias más pequeñas, buscan barrios más cómodos para conciliar el trabajo productivo y reproductivo porque proporcionan los servicios necesarios para hacerlo. A partir de esta idea inicial, Droogleever & Karsten (1999), se centran en las experiencias de mujeres trabajadoras con hijos y mujeres mayores holandesas y concluyen que, ciertamente, la ciudad compacta y compleja en la mezcla de usos es también una ciudad emancipadora porque potencia la participación de las mujeres en el trabajo remunerado, y facilita la combinación de diferentes tareas cotidianas. En el mismo contexto geográfico, Karsten (2003; 2014) estudia las familias de clase media con hijos (identificados como “yupps”: young urban professional parents) y muestra la importancia del barrio en la vida cotidiana de estas familias (al ir de compras, a la escuela, a comer fuera), así como también como lugar donde se concentran los contactos sociales. Eso genera que el barrio sea parte de una elección estratégica y emocional en la combinación de trabajo, cuidado y ocio.

Sin embargo, a pesar de la autonomía y la libertad experimentada por muchas mujeres en la ciudad revitalizada, muchas de las ideologías y discursos en el hogar y en el trabajo continúan marcadas por unas relaciones patriarcales y unos roles tradicionales de género. De esta forma, la gentrificación, considera Kern (2013), no soluciona el problema social de la inadecuada infraestructura del cuidado. De la misma forma, más que ser una oportunidad emancipadora, la gentrificación ha servido para solidificar las divisiones de clase, que son invariablemente generizadas. El espacio urbano se ha gentrificado, pero no de una manera que desafíe las normas tradicionales de género. Como señalan Boterman & Bridge (2015), en barrios gentrificados de Ámsterdam y Londres se observa, por un lado, como las familias de clase media revalorizan los servicios públicos, tales como las piscinas municipales, los parques y los servicios preescolares y, por el otro, como la maternidad se transforma en una estrategia de consumo a través de la proliferación de tiendas de ropa de niños, tiendas de juguetes y cafés para que las madres socialicen entre ellas.

El papel de la diferencia y la intersección de las identidades sociales, las relaciones de poder que forman las dinámicas sociales en el espacio, las prácticas y el activismo social que desafían las desigualdades y las relaciones desiguales que privilegian determinados grupos respeto a otros, son algunos de los aspectos que resultan imprescindibles para definir las actuales geografías feministas (Oberhauser & al., 2018). En esta línea, y como decíamos anteriormente, los efectos de la gentrificación no son los mismos para todas las mujeres y, por tanto, las diferencias de género son producidas a través de procesos culturales, a la vez que otros aspectos de nuestra identidad (etnia, clase, sexualidad y edad) son simultáneamente creados, desafiados y negociados en todos los espacios.

Van der Berg (2012, 2013, 2018) introduce el término “genderification” para describir la producción del espacio según las diferentes relaciones de género. Identifica la manera como las mujeres y sus familias hacen el papel de pioneras porque producen un espacio que es leído como un lugar amigable para promocionar una regeneración urbana. La presencia de mujeres en barrios gentrificados, vistos como barrios seguros y amigables, puede servir de señal para mostrar que la revitalización ha sido exitosa (Kern, 2013). Esta autora, junto con Cahill (2006) y Wright (2006) señalan la importancia de tener en cuenta la interseccionalidad a la hora de entender la experiencia de las mujeres en los cambios urbanos neoliberales y muestran como las experiencias de la gentrificación están relacionadas con los privilegios de clase, origen étnico y edad. Así, mientras las mujeres de alto poder adquisitivo tienen acceso a unos barrios céntricos y “seguros” (además de los lugares de trabajo con salarios dignos, espacios públicos de calidad y viviendas confortables), las mujeres con ingresos más bajos se ven obligadas a desplazarse a otros barrios al no encontrar en el que vivían viviendas de alquiler a precios asequibles.

La gentrificación implica la transformación del paisaje, el desplazamiento de los usos, las personas y los elementos simbólicos de una determinada área de la ciudad y la suplantación por unos usos que generan un rendimiento económico más elevado. Y es por esta razón que, a menudo, se presenta la gentrificación como la única forma de atraer el capital necesario para conseguir mejoras urbanas. Según Parker (2008), la nueva economía ‘creativa’ lleva a que la gentrificación sea masculina, creando y reafirmando divisiones laborales de género y prácticas sexistas. Las alabanzas hacia la clase creativa por el crecimiento urbano y la revitalización que lleva asociada, se olvidan de las desigualdades de género, etnia y clase que tienen determinados sectores de la economía e ignoran el trabajo reproductivo necesario para su éxito, ya que el trabajo del hogar y el de cuidado no cuentan como ‘creativos’.

La interrelación entre el proceso de gentrificación y el género es compleja, pero en este artículo nos centramos en conocer el impacto que la gentrificación tiene sobre mujeres que, por su edad avanzada y/o condición social, viven situaciones de precariedad laboral e inseguridad residencial, y mujeres que han llegado al barrio para alquilar o comprar una vivienda atraídas por la centralidad del barrio y la oferta generosa de comercios y servicios. Como se ha comentado, posición social y recursos económicos configuran una situación de profundas desigualdades entre las mujeres, pero las situaciones de pobreza y menor nivel de ingresos afectan de forma más importante a las mujeres que a los hombres. Y a ello se debe sumar las tareas reproductivas y de cuidado de familiares y del hogar que todavía continúa depositado en las mujeres. En primer lugar, desde esta perspectiva intentamos responder sobre cuál es el nivel de afectación diferencial entre géneros de los procesos de gentrificación -en este caso mirando especialmente la expulsión de población- y ver en qué barrios se está produciendo este sobredesplazamiento de las mujeres. A continuación, y desde la perspectiva de un barrio en concreto, exponemos algunas evidencias de cómo viven las mujeres dicho proceso de expulsión y qué comporta en su vida cotidiana y en su entramado de relaciones sociales.

3. Metodología

Como se ha apuntado, en este estudio se ha realizado un planteamiento de metodología mixta combinando métodos cuantitativos y cualitativos y diferentes ámbitos de análisis (ciudad y barrio). El análisis del apartado cuantitativo se ha construido principalmente con base en los datos del padrón municipal de habitantes (2011-2019) y de la Encuesta Sociodemográfica de Barcelona (2017). Hemos utilizado un indicador de gentrificación (López-Gay & al., 2020) con el fin de agrupar los barrios de Barcelona que han vivido procesos de gentrificación durante el periodo 2011-2018 y así sintetizar los resultados. El indicador incluye siete dimensiones teóricas asociadas a diferentes ejes de transformación socioeconómica de los barrios: rejuvenecimiento; origen de la población; estructuras de los hogares; nivel de estudio; sustitución de la población según nivel de estudios; velocidad del cambio y transformaciones en el mercado de la vivienda, medido por los precios. Este indicador nos permite distinguir dos grupos de barrios gentrificados, que se conceptualizan como consolidados y emergentes (Fig. 1).

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Fig. 1/ Tipología de barrios gentrificados.

Fuente: Elaboración propia según la propuesta de índice de gentrificación de López-Gay & al., 2020

El estudio cualitativo se ha centrado en Sant Antoni, uno de los 73 barrios que conforman el municipio de Barcelona. El barrio está situado en el distrito del Eixample y tiene una población, según datos oficiales del Padrón de 2018, de 38.090 habitantes (Barcelona: 1.620.343 habitantes), una extensión de 80,5 hectáreas (Barcelona: 10.135,3 ha) y una densidad de población de 473 hab/ha (media de Barcelona: 160). El trabajo de campo se llevó a cabo durante el año 2018. Se entrevistaron a 33 personas (19 mujeres y 14 hombres) pertenecientes a los tres grupos (Fig. 2). Las entrevistas nos permitieron captar los sentimientos, valoraciones y experiencias cotidianas de este grupo de personas, sin buscar en ningún momento la representatividad de la totalidad de personas que viven (o vivían) en el barrio.

Hombres

Mujeres

Total

Residentes (RES)

4

4

8

Residentes llegados últimos 10 años (IN)

8

7

15

Personas que han marchado del barrio (OUT)

2

8

10

Total

14

19

33

Fig. 2/ Personas entrevistadas por sexo y residencia.

Fuente: Elaboración propia a partir del trabajo de campo

La edad de las personas entrevistadas es variada. Se observa que la población más joven (más formada y con una mayor proporción de extranjeros) lleva menos tiempo residiendo en el barrio y comparte con mayor frecuencia vivienda con otras personas, generalmente de la misma edad. Mientras, las personas adultas de mayor edad, todas españolas, pertenecen al grupo que lleva más tiempo residiendo en el barrio, no comparten piso y no tienen estudios tan altos como las recién llegadas.

El perfil de las mujeres entrevistadas es variado: distintas son sus edades, niveles de formación, situaciones laborales y residenciales y ciclos vitales (Fig. 3). Las mujeres jóvenes menores de 30 años entrevistadas tienen pareja, no tienen hijos y viven en el barrio compartiendo piso con otras personas, ya sean con amigos y/o amigas o con la pareja y tienen estudios universitarios (dos de ellas con grado de doctoras). A pesar del nivel educativo alto, algunas de ellas compaginan estudios de doctorado o de máster con trabajos a tiempo parcial. Solo una de ellas es propietaria de un piso de 38 m2. Unas han llegado al barrio en los últimos años y otras han tenido que marcharse por el aumento de los precios de alquiler (7 y 8 mujeres, respectivamente). Las mujeres de edades adultas centrales, de nuevo con altos niveles de formación e ingresos, también forman parte del grupo de mujeres a las que no se les ha renovado el contrato de alquiler o les ha aumentado tanto que han decidido alquilar o comprar en otro barrio. Otras mujeres, las más mayores, las que llevan más de 25 años residiendo en el barrio, continúan residiendo en el barrio, pero son críticas con las transformaciones acaecidas.

Residentes (RES)

Residentes llegados últimos 10 años (IN)

Personas que han marchado del barrio (OUT)

< 30 años

3

4

31-40 años

1

3

41-50 años

1

2

51-60 años

2

1

1

> 61 años

1

Total = 19

4

7

8

Fig. 3/ Perfil de las mujeres entrevistadas.

Fuente: Elaboración propia a partir del trabajo de campo

El guion de entrevista giró alrededor de la historia residencial, el sentido de pertenencia, la vida cotidiana, la red de relaciones y la vinculación con el tejido asociativo del barrio; la valoración del barrio, la visión de la transformación del barrio (mercado de vivienda, cambios en la población, turismo, actividad comercial, espacio público y cohesión social) y las perspectivas de futuro (movilidad residencial, cambio de vivienda); para terminar con la calidad de vida y la satisfacción vital. Las entrevistas se grabaron, se transcribieron en su totalidad y fueron codificadas con el software informático Atlas-Ti. Para complementar estos testimonios, se entrevistó a miembros de la Asociación de Vecinos y Vecinas de Sant Antoni y del colectivo vecinal Fem Sant Antoni (Hagamos Sant Antoni). Durante el trascurso del trabajo de campo asistimos de forma regular a las asambleas, abiertas al público, de este colectivo y del Sindicat de Llogateres (Sindicato de Inquilinas), que lucha contra los procesos de expulsión de vecinos del barrio.

En otro artículo hemos analizado los mecanismos de sustitución sociodemográfica de la población subrayando el papel protagonista del mercado de la vivienda y los procesos de inseguridad residencial y las consecuencias que comporta tanto para las personas como para el tejido comunitario y social de los barrios (Solana-Solana & al., 2020). En este artículo queremos centrarnos en las experiencias de las mujeres entrevistadas para resaltar sus valoraciones y experiencias en este barrio (recordemos aquí que para preservar su anonimato todos los nombres de mujeres han sido cambiados). Queremos resaltar, principalmente, el conocimiento cotidiano de estas mujeres (Ekinsmyth, 2002) y sus vivencias urbanas en un barrio, como un espacio social y espacial en transformación, donde las mujeres experimentan las sensaciones de bienestar, desasosiego o esperanza. El concepto de vida cotidiana se relaciona y se enlaza de forma inexorable con los de bienestar y lugar, y entiende la vida como una red de relaciones sociales a través de las cuales se configura nuestra vida (Atkinson & al., 2012). Estas sensaciones permitirán captar qué es lo que realmente nos resulta indispensable y esencial de la vida urbana para poder pensar ciudades más amigables e inclusivas. Nos situaríamos en la línea de lo que Siltanen & al. (2015) reclaman: proclamar el cuidado como una práctica radical y una política de resistencia hacia los embates de valores neoliberales que han hecho posible la gentrificación.

4. Resultados

4.1. La distribución y la evolución de la población femenina en la ciudad y en los barrios gentrificados de Barcelona

Comenzamos el análisis cuantitativo a través de un ejercicio ilustrativo para el conjunto del municipio de Barcelona. Examinamos la evolución de la relación de sexos a lo largo de la década de 2010, es decir, observamos en qué sectores residen más mujeres que hombres y cómo ha evolucionado este patrón a lo largo del periodo estudiado. Con este ejercicio queremos comprobar el comportamiento diferencial de la movilidad residencial y de la migración. Para ello, nos centramos en el grupo de población adulta joven (25-49 años) porque es el grupo de edad en que la migración y la movilidad residencial selectiva tienen más efecto. En edades más avanzadas, el efecto de la mortalidad diferencial (a favor de las mujeres) introduce un sesgo notable. Si no acotásemos el grupo de edad podríamos estar observando diferencias que son el efecto de la diversa estructura por edad de la población de cada unidad territorial y no de una movilidad diferencial. En este apartado queremos saber si los barrios gentrificados favorecen o desfavorecen el asentamiento de población femenina, si esta relación es común en todos los barrios gentrificados y si a medida que este proceso se ha fortalecido, la relación de sexos ha variado. Es clave introducir la variable lugar de nacimiento, porque partimos de la hipótesis de un comportamiento diferencial en función del origen de la población. En este tipo de análisis no podemos incluir ninguna variable socioeconómica ya que nos basamos en la lectura del padrón.

En el municipio de Barcelona residían a inicios de 2018 más mujeres (854.381) que hombres (765.962), debido principalmente a la mayor esperanza de vida de ellas. Cuando analizamos de forma aislada nuestro grupo de análisis (25-49 años), vemos que el balance está más equilibrado, unas 101,4 mujeres por cada 100 hombres (Fig. 4). Los mapas que mostramos a continuación muestran la relación de sexos para cada una de las Áreas Estadísticas Básicas (AEB = 233 unidades). Utilizamos la relación de 95,6 mujeres por cada 100 hombres como estándar (corresponde a lo esperado en ausencia de migración o movilidad residencial selectiva, en este caso hemos utilizado la población que reside en Cataluña y ha nacido en el mismo territorio). Cuanto más se aleja el dato observado de este estándar, más fuerte habrá sido la selección sociodemográfica (ya sea de la población que llega o de la que marcha) por parte de los flujos residenciales y migratorios.

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Fig. 4/ Relación entre sexos (Población femenina/Población masculina) según lugar de nacimiento, 2018. Población 25-49 años.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del PADRÓN DE HABITANTES (2018, INE). La categoría central incluye las unidades con una relación de sexos en torno al 3% de la esperada sin una migración selectiva. Las extremas, aquellas que superan el 15%.

No todas las áreas gentrificadas se comportan de la misma forma en relación a la presencia de población femenina. En los barrios donde la gentrificación es un proceso más consolidado constatamos una mayor presencia de mujeres que allí donde se ha iniciado más tarde. En el primer conjunto encontramos sobre todo a los barrios de la Vila de Gràcia, Sant Gervasi-Galvany y los sectores del Eixample más cercanos a la Avenida Diagonal. En estas áreas, que presentan ingresos superiores a los de la media de la ciudad, recontamos más de ١١٠ mujeres por cada ١٠٠ hombres. Del segundo grupo forman parte todos los barrios del distrito de Ciutat Vella, sobre todo, el Raval, además de algunos sectores de Sant Antoni y Poble Sec.

Es necesario introducir el lugar de nacimiento de la población para entender la distribución desigual de mujeres y hombres en Barcelona. La composición de la población migrante juega un papel importante para explicar la heterogénea presencia de las mujeres en el territorio. La migración interna (procedente de otros puntos de España), ha contribuido a una feminización de los barrios gentrificados, sobre todo fuera del distrito de Ciutat Vella. El barrio de La Vila de Gràcia vuelve a ser el lugar en el que la relación de sexos es más desequilibrada a favor de las mujeres: más de 130 por cada 100 hombres. No obstante, la feminización de este tipo de flujo es decreciente, en tanto que en los últimos años Barcelona ha ganado más población masculina que femenina (Fig. 5). Todo lo contrario sucede con los flujos internacionales, formados tradicionalmente por más hombres que mujeres, y que a lo largo de la década han evolucionado hacia el equilibrio entre sexos. En el caso de la población nacida en países con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto, la relación de sexos en los barrios del distrito de Ciutat Vella es mucho más equilibrada que entre la población española. En el barrio de la Barceloneta, por ejemplo, reside más población femenina nacida en estos países que masculina, mientras que en el resto de orígenes la relación es fuertemente favorable a los hombres.

Toda la
población

Población nacida

en el municipio
de Barcelona

Población nacida
en la provincia
de Barcelona

Población nacida en otras provincias de España

Población nacida en
el extranjero (países
con IDH alto)

Población nacida
en el extranjero
(países con IDH bajo)

2011

2015

2018

2011

2015

2018

2011

2015

2018

2011

2015

2018

2011

2015

2018

2011

2015

2018

Gentrificados consolidados

0,999

1,007

1,013

0,989

0,974

0,964

1,082

0,978

0,969

1,156

1,161

1,120

0,92

0,947

0,968

0,983

1,046

1,081

Gentrificados emergentes

0,882

0,880

0,905

0,952

0,93

0,926

0,983

0,964

0,963

1,097

1,023

1,011

0,904

0,932

0,925

0,759

0,788

0,856

Conjunto de Barcelona

0,983

1,003

1,014

0,983

0,969

0,963

1,026

0,985

0,975

1,156

1,124

1,100

0,924

0,949

0,965

0,931

1,048

1,097

1. El Raval

0,712

0,705

0,740

0,892

0,844

0,866

0,895

0,908

0,900

0,918

0,878

0,858

0,894

0,918

0,874

0,594

0,598

0,660

2. El Gòtic

0,71

0,790

0,762

0,821

0,846

0,836

0,976

0,748

0,811

0,825

0,948

0,926

0,897

0,875

0,924

0,502

0,646

0,602

3. La Barceloneta

0,868

0,853

0,867

0,917

0,935

0,843

0,966

0,779

0,687

0,929

0,884

0,887

0,928

0,960

1,014

0,742

0,695

0,778

4. Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera

0,919

0,927

0,964

0,941

0,879

0,846

0,983

1,032

0,890

1,023

1,059

1,120

0,966

0,968

0,947

0,812

0,862

1,018

6. La Sagrada Família

1,059

1,047

1,064

1,019

0,964

0,967

1,051

0,899

0,882

1,243

1,224

1,152

0,864

0,947

1,021

1,160

1,198

1,220

8. L’Antiga Esquerra de l’Eixample

1,034

1,031

1,021

1,000

0,996

0,986

0,984

0,993

0,983

1,18

1,142

1,029

0,860

0,882

0,946

1,180

1,172

1,130

9. La Nova Esquerra de l’Eixample

1,032

1,011

1,015

0,949

0,941

0,946

0,981

0,835

0,824

1,183

1,127

1,084

0,926

0,924

0,862

1,212

1,170

1,219

10. Sant Antoni

0,997

0,950

0,948

0,987

0,936

0,889

0,988

0,892

0,869

1,07

1,031

0,965

0,923

0,891

0,904

1,026

0,979

1,057

11. El Poble-sec - AEI Parc Montjuïc

0,91

0,914

0,950

0,977

0,938

0,937

0,957

0,945

0,905

1,106

1,069

1,030

0,943

0,972

1,029

0,793

0,833

0,908

15. Hostafrancs

0,959

0,984

0,995

0,940

0,952

0,898

1,038

1,107

1,074

1,192

1,062

1,077

0,839

0,826

0,931

0,933

1,045

1,096

17. Sants-Badal

1,021

1,018

1,042

0,985

0,947

0,956

1,139

1,008

1,025

1,185

1,079

1,021

0,870

0,928

0,899

1,040

1,131

1,211

26. Sant Gervasi - Galvany

1,149

1,166

1,157

1,020

1,049

1,041

1,244

1,160

1,158

1,368

1,433

1,261

0,946

0,977

0,978

1,894

1,689

1,794

31. La Vila de Gràcia

1,044

1,111

1,124

1,026

1,016

1,016

1,414

1,216

1,305

1,321

1,382

1,348

0,994

1,090

1,113

0,891

1,152

1,157

34. Can Baró

1,015

1,022

1,021

0,964

0,978

0,965

1,000

0,903

0,904

1,285

1,128

1,149

0,919

1,038

0,847

1,109

1,123

1,240

64. El Camp de l’Arpa del Clot

1,01

0,999

1,003

0,949

0,94

0,929

0,949

0,946

0,990

1,225

1,096

1,126

0,903

0,924

0,890

1,122

1,119

1,136

66. El Parc i la
Llacuna del Poblenou

1,018

0,956

0,951

1,031

0,936

0,926

1,049

0,947

0,909

1,195

1,094

1,110

0,884

0,849

0,837

0,983

1,006

1,013

68. El Poblenou

0,954

0,983

1,026

0,987

0,992

0,989

0,992

0,964

0,932

1,062

1,051

1,130

0,864

0,923

0,993

0,851

0,975

1,122

Fig. 5/ Evolución de la relación de sexos según el lugar de nacimiento y el tipo de barrio (detalle de barrios gentrificados). Población de 25 a 49 años. Años 2011, 2015 y 2018.

Fuente: Elaboración propia a partir del padrón municipal (INE). Los colores verdes identifican los barrios donde la evolución de la relación de sexos ha sido favorable a las mujeres, y los rojos, a los hombres.

Finalmente, la población local, nacida en el mismo municipio, presenta una relación de sexos similar a la esperada en los barrios gentrificados consolidados (liderados por la Vila de Gràcia y Sant Gervasi - Galvany, en los que residen más mujeres locales que hombres), mientras que en el conjunto de barrios gentrificados emergentes la relación es favorable a los hombres. Allí vuelven a destacar los barrios del distrito de Ciutat Vella como espacios con una relación de sexos más desfavorable a la población femenina: en los cuatro barrios residen menos de 87 mujeres nacidas en el propio municipio por cada 100 hombres, en una relación que ha disminuido de forma intensa durante la década de 2010.

En Sant Antoni, el barrio en el que hemos desarrollado el trabajo cualitativo, la evolución de la relación de sexos ha sido desfavorable a la población femenina a lo largo de esta década, marcada por el fuerte incremento de precios en el barrio. El descenso de la relación de sexos ha sido especialmente marcado entre la población femenina nacida tanto en el propio municipio como en el resto de la provincia de Barcelona. Mientras que en 2011 residían en el barrio casi el mismo número de mujeres que de hombres (de 25 a 49 años), en 2018 residían menos de 90 mujeres por cada 100 hombres. Entre la población nacida en el extranjero los valores de la relación de sexos presentan un mayor equilibrio y durante la década no se ha experimentado el decrecimiento observado entre la población local.

Los resultados de este ejercicio nos muestran que la asociación entre gentrificación y género a nivel territorial no se produce en una única dirección, ya que existe una marcada heterogeneidad territorial. Encontramos barrios gentrificados con una mayor presencia de población femenina y otros con una fuerte masculinización. El comportamiento diferencial de ellas y ellos en términos de cambios de residencia y migración explica mayoritariamente estas diferencias. Es imprescindible introducir dimensiones como el estatus socioeconómico y el origen de la población para entender estos patrones diferenciales.

4.2 La dimensión del hogar y el esfuerzo económico en el pago de la vivienda en Barcelona

La estructura del hogar es una dimensión clave para entender los movimientos residenciales y migratorios de la población en el territorio. Muchos movimientos pueden responder a un movimiento conjunto del hogar, en el que participan mujeres y hombres a la vez. Profundizando en la dimensión del hogar, podemos aislar las formas en que la población femenina y masculina manifiestan un comportamiento residencial de forma independiente. Específicamente, en este apartado analizamos la evolución durante esta década de los hogares unipersonales de personas adultas y de gente mayor, así como de las monoparentales. Son las mujeres que viven en estos hogares las que la bibliografía acostumbra a citar como las más vulnerables en el momento en el que tienen lugar procesos de gentrificación. El objetivo de este apartado es analizar el efecto de los procesos de gentrificación sobre la evolución de este tipo de hogares.

Pese al sobreesfuerzo que deben realizar las personas adultas de todas las edades que viven solas para afrontar los gastos en vivienda, los barrios gentrificados son espacios preferentes para el asentamiento de este tipo de hogar (Buzar & al., 2005). En el conjunto de barrios gentrificados, el 21% de los hogares están formados por una persona adulta que vive sola, mientras que en los barrios que no registran procesos afines a la gentrificación la proporción baja hasta el 14,3% (Fig. 6). En los barrios gentrificados consolidados, el peso de los hogares unipersonales de mujeres
es ligeramente superior al de los hombres, mientras que en los barrios gentrificados emergentes, la situación es inversa. En el resto de la
ciudad, existe igualdad entre el número de hogares unipersonales de mujeres y de hombres. Es importante subrayar, no obstante, la diferente evolución de este tipo de hogares a lo largo del periodo 2011-2019. Los hogares unipersonales de población adulta masculina han aumentado ligeramente, mientras que los de mujeres han descendido. A pesar de que en los barrios gentrificados los hogares unipersonales de mujeres adultas no han experimentado el decrecimiento que sí se observa en el resto de la ciudad, éstas aumentan notablemente menos que los hogares unipersonales de hombres, sobre todo en aquellos barrios que ya hace años que han iniciado el proceso de gentrificación.

Fig. 6/ Peso relativo y evolución de los hogares unipersonales y monoparentales, 2011-2019.

Fuente: Elaboración propia a partir de la lectura de domicilios del Padrón Municipal, 2011-19 (Ayuntamiento de Barcelona)

Parece que, a pesar de que estos barrios son espacios especialmente atractivos para las mujeres, su residencia en hogares unipersonales es más complicada que para ellos, una hipótesis apoyada por el sobreesfuerzo que deben hacer las mujeres para afrontar los gastos de vivienda. Las mujeres adultas que viven en hogares unipersonales en barrios gentrificados presentan un doble agravio respecto a la población masculina de los mismos barrios y a sus vecinas del resto de la ciudad. Por un lado, tienen que hacer frente a pagos de la vivienda en una proporción más elevada que el resto de tipologías de hogares y que a ningún otro barrio. Por el otro, no hay ningún grupo que destine una parte superior de sus ingresos, más bajos que los de ellos, a pagar gastos de la vivienda (Figs. 7 y 8).

En edades más avanzadas nos encontramos con un colectivo fuertemente feminizado y vulnerable, con una probabilidad más elevada de vivir solas. Los barrios más gentrificados son los únicos que han experimentado un decrecimiento de hogares unipersonales de mujeres mayores, sobre todo aquellos que tienen una trayectoria gentrificadora más reciente. En el resto de barrios de Barcelona, aumentan los hogares unipersonales de mayores, tanto los de hombres como los de mujeres.

En el caso de los hogares monoparentales encabezados por mujeres, el número total se incrementa en toda la ciudad, pero en los barrios gentrificados crece por debajo de la media municipal. El incremento es más bajo en los barrios de gentrificación consolidada. Estamos ante un núcleo familiar especialmente vulnerable. En primer lugar, porque tres de cada cuatro hogares monomarentales que viven en barrios gentrificados tienen que hacer frente a gastos directos de la vivienda (cuando la media de hogares de la ciudad se sitúa en el 58%). En segundo lugar, porque el esfuerzo de estos hogares para pagar la vivienda es superior a los de la media de hogares de la ciudad: la mitad de los hogares monoparentales barcelonesas destinan más del 30% de los ingresos a pagos de la vivienda, mientras que el valor de la mediana del resto de hogares barceloneses (excluyendo las unipersonales y las monoparentales es del 19%).

Unipersonal adulta

Unipersonal mayor

Monoparental

Otros

Total

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Total

Total

Gentrificados

79,8

75,7

37,8

36,6

74,4

64,8

64,8

Resto barrios –
Ingresos altos

72,5

75,7

21,6

35

52,1

56,1

54,8

Resto barrios –
Ingresos bajos

57,2

56,9

27,4

20,5

66,9

54,8

52,5

Total Barcelona

72,6

70,9

29,5

31

65,6

59,7

59

58,1

Fig. 7/ Porcentaje de hogares (%) que afrontan gastos para el pago de la vivienda según tipo de hogar y de barrio. 2017.

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Sociodemográfica de Barcelona, 2017 (Ayuntamiento de Barcelona). Explotación realizada a partir de las variables de hogar L3 y L4 (régimen de tenencia y pago de hipoteca).

Unipersonal adulta

Unipersonal mayor

Monoparental

Otros

Total

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Total

Total

Gentrificados

39,3

32,5

33,4

28,9

19,8

24,3

Resto barrios –
Ingresos altos

33,5

36,9

19,8

22,4

Resto barrios –
Ingresos bajos

37

36,1

21,6

30,5

19,7

21,4

Total Barcelona

37

33,7

26,5

25,4

29,5

30,1

19,8

22,6

Fig. 8/ Valor de la mediana del esfuerzo en gastos relacionados directamente con el pago de la vivienda según tipo de hogar y barrio (% de gasto respecto al total de ingresos). Hogares con gastos directos en vivienda.

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Sociodemográfica de Barcelona (ESB), 2017 (Ayuntamiento de Barcelona). Sólo se muestran los cruces con un mínimo de 30 observaciones. Se incluyen únicamente los gastos directamente relacionados con el pago de la vivienda, no otros como agua, luz o gas, que no están contempladas en la ESB

4.3 El caso del barrio de Sant Antoni

4.3.1. Bienestar y vida cotidiana

La localización céntrica, la accesibilidad a otros barrios de la ciudad a pie o en transporte público, la variedad del tejido comercial y la “vida de barrio” son los elementos más valorados por algunas de las mujeres entrevistadas. Esta “vida de barrio”, como lo expresan algunas entrevistadas, se refiere a una combinación de aspectos físicos y emocionales que juntos provocan un sentimiento de confort y bienestar. Los aspectos materiales están relacionados con el escenario urbano formado por las calles, los edificios, los comercios de proximidad, los equipamientos necesarios para la vida cotidiana, mientras que los inmateriales lo están con sensaciones subjetivas de bienestar y potenciadas por las relaciones sociales que se establecen con los vecinos de la misma escalera, los vecinos de edificios colindantes, del barrio, con los comerciantes de las tiendas de proximidad o con las muchas asociaciones del barrio. De esta forma, el barrio tiene unas cualidades urbanas que, como señalan Ciocoletto & Col·lectiu Punt 6 (2014) dan respuesta a las necesidades de la vida cotidiana en términos de proximidad, diversidad, autonomía, vitalidad y representatividad. Estas características corresponden al modelo de ciudad compacta, multifuncional, con variedad de usos, caminable y amigable para que personas con identidades diversas se sientan confortables en el lugar donde viven.

Una entrevistada, que comparte piso con una amiga (propietaria del piso) porque, según sus palabras, de otra forma no hubiese podido emanciparse de casa de sus padres, expresa a continuación las cualidades del barrio anteriormente descritas:

“Tiene todos los servicios que se necesitan: atención médica, centros cívicos, bibliotecas, centro deportivo municipal, tienes el mercado (...). Tiene los servicios de transporte inmejorables, el carril bici, yo soy ciclista y lo valoro muy positivamente. Me gusta porque es un barrio que está estratégicamente bien situado y que tiene un tejido social que es potente (…). Hay mucha organización social que es muy reivindicativa y eso a mí me gusta” (Núria, 29 años, residente desde 2017).

Para otra entrevistada, Dolores, una mujer mayor, el barrio es “como un pueblo” y es aquí donde sitúa sus recuerdos de infancia y juventud, siendo la tercera generación que vive en la misma vivienda. Le gusta el barrio y le costaría tener que marcharse, pero, sobre todo, señala que lo que más le gusta es la relación que ha mantenido a lo largo de los años con sus vecinos de escalera. En el barrio “se siente como en casa” y esto es fundamental para poder tener un sentido de pertenencia que pueda favorecer el desarrollo de un bienestar físico y emocional con el lugar donde se vive. Este sentido de pertenencia, definido por Fenster (2004) como el conjunto de sentimientos, percepciones, deseos y necesidades, está construido sobre la base de las prácticas y las actividades diarias desarrolladas en los espacios cotidianos. Este vínculo con el barrio, que algunas mujeres entrevistadas comentan tener, depende de las emociones positivas y cognitivas que hayan tenido, requiere tiempo para crearse y crece después de muchas experiencias cotidianas y acontecimientos significativos (Jack, 2012).

En este sentido, las personas mayores, y más en un barrio como Sant Antoni con una población envejecida (el 22% de la población es mayor de 65 años; 21,3% en Barcelona), que vive sola (28,8% de la población mayor de 65 años vive sola; 25,7% en la ciudad), son activas en la creación de un sentido de pertenencia en un barrio que está experimentando un cambio social y desafían cotidianamente presiones que podrían resultar excluyentes (como son la presión inmobiliaria y los nuevos comercios más caros, entre otros). En esta línea, Buffel & Phillipson (2019) señalan la necesidad de promover intervenciones amigables con las personas mayores y garantizar que estas tengan un espacio para ser vistas y escuchadas en su vecindario. Porque como señalan Hochstenbach & Boterman (2018), los procesos de gentrificación son multigeneracionales y afectan no solo a los hogares más jóvenes o a las familias de clase media sino también a las personas mayores.

También las mujeres entrevistadas que han sido expulsadas del barrio se refieren a la proximidad como una cualidad destacada del barrio. Lucía es una de las entrevistadas que tuvo que buscar vivienda después de que no le renovasen el contrato y sufriera amenazas para desalojar lo antes posible el piso donde residía. Señala que se sentía muy bien en el barrio y comenta que continúa manteniendo el contacto con algunas vecinas o dependientas de algún comercio. Se siente expulsada del barrio, pero debido a los cambios sociales acaecidos en el barrio durante los últimos años, le resulta cada vez menos atractivo para vivir.

“Una relación como casi de pueblo, de interesarse por nosotros y era agradable (...). Ahora, por ejemplo, cuando vuelvo, pienso ahora iré a saludar a esta, a saludar a la otra, que eso en Barcelona creo que es raro, no es habitual y tenía este punto que me gustaba” (Lucía, 29 años, reside en otro barrio desde hace un año).

Y es que las personas desarrollan fuertes conexiones con su barrio a través de interacciones cotidianas. Por tanto, los barrios no son contenedores neutros de sus luchas, sino lugares llenos de significados conectados con su identidad y sus experiencias. El arraigo al lugar proporciona un sentido de seguridad y bienestar (Anguelovski, 2014) y favorece que las personas se impliquen en el tejido asociativo del barrio. Tanto las mujeres entrevistadas que viven o han dejado de vivir en el barrio participan en la vida asociativa. Es el caso de Camila que, aunque ya no vive en él, continua fuertemente implicada en su vida social y cultural y se refiere a Sant Antoni “como si fuera mi pueblo”, porque allí se encuentra su familia, sus amistades, su escuela e instituto, y ha tejido en él su red social y de amistades gracias a su participación activa en diversas asociaciones del barrio.

4.3.2. Desasosiego ante los cambios sociales y comerciales del barrio

Las mujeres mayores son vistas como las personas que ‘cuidan del barrio’ y que están más atentas a los cambios que pasan en él y les afecta más el deterioro de la comunidad que a los hombres (Walker & Hiller, 2007). Estas autoras, consideran que una buena relación con el vecindario aumenta el sentido de satisfacción de las mujeres mayores y el sentimiento de seguridad dentro del barrio. Para las mujeres mayores que viven solas, las relaciones de confianza tejidas con las vecinas forman parte de su red de apoyo social y las ayuda a mantener su salud. La pérdida de tejido comercial tradicional observada en el barrio tiene que ver también con el debilitamiento de la red comunitaria y la partida de algunos vecinos y vecinas, teniendo un efecto sobre las personas mayores relacionado con la soledad, la pérdida de referentes, y la percepción del barrio como un lugar menos amigable y seguro.

Los cambios en el sector comercial son quizás los cambios que más malestar y disgusto provocan entre las mujeres entrevistadas que han residido toda la vida en el barrio o las que llevan más tiempo residiendo en él. Muchas de ellas consideran que los nuevos comercios no se ajustan a la demanda de los vecinos y vecinas, sino que más bien van dirigidas a personas de fuera del barrio que quieren consumir en bares y restaurantes nuevos o comprar en tiendas muy especializadas.

Para las personas entrevistadas, el tejido comercial del barrio cambia constantemente: nuevos restaurantes, bares, peluquerías, panaderías, comercios de pasta fresca, tiendas de ropa infantil, de cómics… todos ellos cada vez más dirigidos a personas jóvenes con un buen poder adquisitivo; y la sensación de estas personas es que los comercios de proximidad (fruterías, carnicerías, charcuterías, pescaderías…) se cierran y se abren otros comercios de franquicias o especializados en unos productos determinados (Fig. 9). Así lo manifiesta Rosa:

“Hay un montón de tiendas que están cerrando y están abriendo bares o restaurantes y supongo que esto va a ir a más. El cambio de tiendas está siendo sorprendente (...). Abrieron un restaurante sueco, un restaurante filipino y después están abriendo peluquerías especiales, que tienen una decoración especial, así como muy guay que esto también es una cosa rara, muy elitista (…). Las panaderías tradicionales están desapareciendo, ahora son todas cafetería-panadería” (Rosa, 55 años, reside en el barrio desde hace un año).

Fig. 9/ Ejemplo de un comercio inaugurado en los últimos años.

Fuente: Fotografía realizada por Anna Ortiz Guitart,
31 de julio 2018

4.3.3. Inseguridad residencial en el barrio

Rabia, frustración y pena son algunos de los sentimientos expresados por algunas mujeres que han vivido situaciones de expulsión en el barrio. Sería el caso de Lina que llevaba viviendo en Sant Antoni desde que sus padres alquilaron el piso cuando era pequeña. Hace unos años sus padres regresaron a su pueblo de origen y ella continuó viviendo en su casa. Lina siente rabia por la experiencia de expulsión que vivió y pena porque no reconoce parte del paisaje cotidiano del barrio:

“Es extraño… cuando paso por el barrio lo continúo sintiendo como mi barrio. Pero voy teniendo una sensación un poco como de desapego. Por un lado, pienso que son mis calles, te cruzas con guiris y dices ‘es mi barrio, no es el tuyo’. Tengo una rabia interna. ¡Pero, por otro lado, lo veo tan distinto! ¡Encuentro tanto a faltar lo que era! Da mucha pena” (Lina, 31 años, residente en otro barrio desde 2017).

Cuando Lina recibió un burofax avisándola de que no iban a renovar el contrato del piso se dirigió rápidamente a la Oficina de la Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona, donde le dijeron que no tenía nada que alegar, y más tarde al Sindicat de Llogateres, donde después de escuchar vivencias de otras personas con una situación parecida a la suya, se sintió privilegiada –dice irónicamente- porque era de las pocas personas que tenía un sueldo a final de mes. Durante muchos meses estuvo buscando piso por el barrio, pero todos los que encontraba no bajaban de 1000€ y no podía permitírselo.

También Sara, que llevaba 11 años residiendo en el barrio y compartiendo piso con tres personas más, asumió, no sin pena, que debía buscar otro piso fuera del barrio cuando la propietaria del piso donde vivía le aumentó considerablemente el alquiler al finalizar el contrato:

“Primero sentí mucha rabia porque llevaba muchos años allí y estaba totalmente adaptada al barrio (…). Sentí mucha impotencia (…). No luché porque mi propietaria era una persona que no tenía ninguna intención de negociar nada conmigo. Entonces lo asumí y decidí que no tenía ganas de malgastar las fuerzas luchando por algo que sabía que no terminaría satisfactoriamente para mí. Yo sabía que ella no iba a renunciar a que yo me fuera” (Sara, 36 años, residente en otro barrio desde 2017).

Muchas de las mujeres que ya no viven en el barrio se muestran pesimistas por el futuro del barrio y coinciden con la sensación de que éste se les hace cada vez un lugar menos atractivo para vivir. Lucía, comenta que “consiguieron que quisiera huir” cuando las condiciones del piso donde vivía (un edificio de propiedad vertical), fueron deteriorándose paulatinamente. En los últimos años en los que vivió en el piso, no solo observó una desidia en el mantenimiento del edificio por parte de la propietaria del edificio, sino también un desprecio en el trato hacia los vecinos y vecinas de escalera (Fig. 10). La situación se deterioró de tal forma que la propietaria utilizó los servicios de una empresa dedicada a desocupar pisos para amenazarlos.

Fig. 10/ Carteles colgados en algunos edificios: “Vecindario en lucha” y “No nos iremos”.

Fuente: Fotografía realizada por Anna Ortiz Guitart,
31 de julio 2018

No solo a través de entrevistas a personas residentes sino también en las observaciones realizadas en las reuniones de las asociaciones de Fem Sant Antoni y del Sindicat de Llogateres encontramos manifestaciones del impacto emocional que la inseguridad residencial provoca en la vidas de las personas, y que incide especialmente en algunos sectores con mayor vulnerabilidad como son las familias monomarentales y con pocos recursos económicos y, también como hemos observado en las entrevistadas, entre las mujeres jóvenes con niveles de formación elevados pero con situaciones laborales precarias.

En estas reuniones también surgieron, por parte de las personas afectadas, las dificultades que después de la finalización del contrato del piso comporta encontrar vivienda asequible en el barrio (cerca del trabajo, de la vivienda de los padres, de la escuela de los hijos, por ejemplo), las situaciones de violencia y fuerte afectación emocional de los vecinos y vecinas y las situaciones de dependencia y vulnerabilidad (pobreza económica, enfermedad propia o de familiares, hogares unifamiliares a menudo con personas dependientes) en que se encuentra una parte de esta población, y que afecta especialmente a los hogares monoparentales formados por mujeres y sus descendientes.

Miembros de la asociación Fem Sant Antoni aseguraron que, en los últimos años, el acceso a la vivienda se ha convertido en la mayor preocupación de la asociación, pasando por delante de los temas que inicialmente preocupaban más a los vecinos y vecinas del barrio: la expansión de bares y restaurantes, el uso del espacio público del barrio, con especial referencia a la ocupación de terrazas y los impactos del turismo sobre el tejido comercial y residencial (Crespi-Vallbona, & Domínguez-Pérez, 2021).

En esta línea, una mujer miembro de Fem Sant Antoni reflexiona sobre el papel que puede tener la administración pública sobre el tema de la vivienda (y que puede reproducir el tejido asociativo). Según su opinión, existe el peligro de que el sistema consiga que el acceso a la vivienda deje de verse como un derecho social y se convierta en un problema de carácter asistencialista, en lugar de considerarlo como un problema que afecta de manera transversal al conjunto de la población. De esta forma, la administración centraría su atención en obtener unos recursos para la población más vulnerable, en lugar de plantearse cambios estructurales que afecten de forma substancial a la ordenación del mercado de la vivienda.

Otro de los temas que surgen en las asambleas del Sindicat de Llogateres y Fem Sant Antoni es el aumento de familias monomarentales con personas a su cargo (hijos y familiares mayores dependientes) con inseguridad residencial. El problema que manifiestan estas mujeres no solo es la dificultad para poder asumir los incrementos del alquiler, sino las dificultades que una posible marcha del barrio comporta para su organización cotidiana. Estas mujeres a menudo encuentran pisos en municipios alejados (en barrios con una provisión más pobre de servicios y comercios) que dificultan la conciliación entre el trabajo productivo y reproductivo. Por tanto, el desplazamiento “forzado” puede suponer una sobrecarga de viajes, esfuerzo, energía y tiempo para ellas.

Finalmente, otro tema que aparece en estas reuniones es el de las mujeres mayores que viven solas, a veces con contratos de alquiler antiguos, que padecen de mobbing inmobiliario. Es un grupo especialmente vulnerable porque se trata de personas con bajos niveles de renta y bajos niveles de estudios y formación. En ocasiones, la fragilidad física y mental complica la capacidad de resistencia de este grupo de personas contra los propietarios y otros agentes urbanos. Además, las personas mayores pueden verse más afectadas por la destrucción de las redes sociales que genera la gentrificación, son más fácilmente desposeídas y tienen menor capacidad de resiliencia. Por esta razón, y como decíamos anteriormente, un barrio donde las personas se sientan seguras y con espacios accesibles para mantener unas buenas relaciones sociales son imprescindibles para el bienestar de las personas mayores (Gilroy, 2012).

5. Reflexiones finales

A lo largo de la década de 2010, la ciudad de Barcelona en general, y algunos barrios en particular, han experimentado profundas transformaciones en su composición sociodemográfica. El incremento del precio de la vivienda, imparable desde 2013, ha potenciado un fortalecimiento de los mecanismos de selección sociodemográfica de las personas que llegan a la ciudad o cambian de vivienda. Como consecuencia, los grupos de población más vulnerables han empeorado sus condiciones de acceso a la vivienda.

El análisis cuantitativo nos ha permitido ratificar que la relación entre gentrificación y asentamiento de la población femenina no es unidireccional, ya que encontramos diversos patrones en los barrios que han experimentado este tipo de dinámicas, desde los que se muestran como espacios preferentes de asentamiento de población femenina hasta los que presentan una fuerte subrepresentación de este grupo. Para entender los procesos de gentrificación en Barcelona desde una perspectiva de género hay que asumir su complejidad. Una complejidad reflejada en la propia composición de la población femenina, de diferentes estratos sociales, edades, orígenes, con varios itinerarios migratorios, y con diferentes aspiraciones, constricciones, preferencias y estrategias residenciales. La literatura internacional existente subraya que la población femenina, tal como sucede con la población en su conjunto, puede ser a la vez potenciadora y víctima de los procesos de gentrificación (Bondi, 1994). Por otro lado, tampoco podemos contemplar los espacios que han experimentado procesos de gentrificación como unidades homogéneas, menos aún en el caso de Barcelona, donde han existido diferentes vectores de transformación sociodemográfica, desde el impacto de la actividad turística hasta la intensificación de los flujos inmigratorios muy cualificados, a menudo con una alta transitoriedad en la ciudad (Cocola-Gant & López-Gay, 2020).

El análisis cualitativo, por su parte, y a través de las entrevistas realizadas a mujeres residentes en el barrio de Sant Antoni, nos han permitido captar cómo desarrollan su cotidianeidad en el barrio, es decir, de qué forma desarrollan prácticas cotidianas y construyen una red de relaciones sociales en un espacio común. Las mujeres, las personas sobre las que fundamentalmente recaen las responsabilidades familiares y domésticas, son las que más insisten en la importancia de sentirse a gusto en la comunidad donde viven. Son ellas las que, a causa de la repartición de funciones que socialmente se les atribuye, desarrollan más actividades de la vida cotidiana en el barrio, hecho que provoca que tengan más oportunidades para establecer relaciones personales con otros residentes y personas que trabajan en el barrio.

Hemos visto también como algunas mujeres se han sentido amenazadas y han vivido procesos de inseguridad residencial que les ha afectado a su salud emocional. El abordaje cuantitativo ha constatado el sobreesfuerzo económico para el pago de la vivienda en los barrios gentrificados, que es aún mayor en el caso de la población femenina que vive sola. Algunas de las mujeres entrevistadas han recurrido a asociaciones para buscar apoyo legal y emocional. Estas asociaciones (unas a escala de barrio y otras a escala de ciudad) denuncian, en términos generales, como la ciudad ha ido convirtiéndose cada vez más en un espacio de producción y de consumo que excluye a quien no produce (suficientemente) y a quien no consume (permanentemente) de la forma como lo dicta el sistema. Especialmente, la asociación Fem Sant Antoni aprovecha lo que Fenster (2004) llama el local embodied knowledge, es decir, el conjunto de conocimientos que da la experiencia de vivir en el barrio para potenciar la participación ciudadana en la práctica de la planificación urbanística y fortalecer el sentido de pertenencia de las personas en el entorno donde viven. Esta asociación y otras más en Barcelona (y, por supuesto, en otras ciudades del mundo) defienden los intereses colectivos por encima de los intereses privados y son un ejemplo de cómo construir desde abajo ciudades amigables e inclusivas; aunque requerirían, sin duda alguna, una actuación más consciente y una intervención más directa de las administraciones públicas.

6. Agradecimientos

Queremos agradecer a todos los vecinos y vecinas que han vivido o continúan viviendo en el barrio su buena predisposición a ayudarnos y atendernos durante el trabajo de campo. También mostramos nuestro agradecimiento a las organizaciones que trabajan en el barrio y en toda la ciudad de Barcelona por su colaboración prestada. Agradecemos al Departament d’Estadística del Ajuntament de Barcelona por el suministro de los datos socio-demográficos y al Departament de Transversalitat de Gènere de la misma institución por el apoyo y la financiación del estudio cuantitativo. Por último, agradecemos a los evaluadores/as anónimos que han revisado una primera versión del texto y han aportado comentarios y sugerencias para su mejora.

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