Estudios

CIUDAD Y TERRITORIO

ESTUDIOS TERRITORIALES

ISSN(P): 1133-4762; ISSN(E): 2659-3254

Vol. LIV, Nº 211, primavera 2022

Págs. 57-76

https://doi.org/10.37230/CyTET.2022.211.4

CC BY-NC-ND

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El espacio intermedio en los pueblos del Instituto Nacional de Colonización

Francisco Javier Presa-Torres(1)
José Antonio Flores-Soto(2)

(1) Máster en Arquitectura

(2) Profesor Ayudante Doctor

(1) (2) Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid

Resumen: La España de posguerra fue un periodo difícil; también para la arquitectura. Muchos jóvenes arquitectos de entonces se iniciaron en la reconstrucción de un país devastado y pobre. Luego serían ‘maestros’ de la arquitectura moderna española, pero su arranque lo marcaron la escasez y la ideología. El artículo aborda la labor que realizaron algunos de ellos en el Instituto Nacional de Colonización, casi su única ocasión de experimentación arquitectónica. Se hace mediante el estudio de lo que hemos llamado ‘espacio intermedio’: un espacio de relación vecinal a medio camino entre la plaza institucional y la calle trayecto. Mediante el análisis gráfico se expondrán las variantes más relevantes de estos espacios novedosos en el urbanismo de entonces. Se pretende poner en valor unas aportaciones de gran interés urbano, resultado de la inquietud de aquellos jóvenes arquitectos en tiempos difíciles.

Palabras clave: Arquitectura Española; INC; Colonización Agraria; Espacio Intermedio; España Rural

Space Between In The New Towns By The Inc

Abstract: Postwar Spain was a difficult period; also for architecture. Many young architects of that time began to rebuild a devastated and poor country. Later they would become ‘masters’ of modern Spanish architecture, but their start was marked by scarcity and ideology. The article deals with the work that some of them carried out at the National Institute of Colonization, almost their only occasion for architectural experimentation. It is done through the study of what we have called ‘intermediate space’: a space of neighborhood relationship halfway between the institutional square and the street path. By means of graphic analysis, the most relevant variants of these new spaces in urban planning of that time will be exposed. The paper intends to value contributions of great urban interest, the result of the concern of those young architects in difficult times.

Keywords: Spanish Architecture; INC; Agrarian Colonization; Space Between; Rural Spain

Recibido: 05.03.2021; Revisado: 06.05.2021.

Correo electrónico: javier.presa.torres@alumnos.upm.es; ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9150-7613

Correo electrónico: joseantonio.flores@upm.es ; ORCID: http://orcid.org/0000-0002-4430-815X

Los autores agradecen los comentarios y sugerencias realizados por los evaluadores anónimos, que han contribuido a mejorar y enriquecer el manuscrito original

1. Introducción

En las décadas de 1950 y 1960 se construyeron en España unos 300 pueblos con cargo a la política agraria colonizadora del franquismo. La obra del Instituto Nacional de Colonización (INC) transformó notablemente una parte importante del territorio rural español ligado a las grandes cuencas fluviales y lo puso en producción intensiva. El paisaje del regadío es fruto de esta operación donde trabajaron no pocos ingenieros agrónomos y arquitectos. Muchos de los arquitectos que iniciaron su profesión en el INC serían luego reconocidos como referentes indiscutibles de la arquitectura moderna española. Alejandro de la Sota, José Luis Fernández del Amo, José Antonio Corrales, Rafael Leoz, Antonio y Luis Vázquez de Castro, Antonio Fernández Alba, Genaro Alas, Carlos Sobrini fueron algunos de aquellos jóvenes que terminaron la carrera después de la guerra civil y se dieron de bruces con un panorama verdaderamente desolador.

En aquellos años difíciles, esos arquitectos encontraron en el INC la ocasión de desarrollar la vertiente más social de la arquitectura que habían aprendido en la Escuela;1 también tuvieron en él un laboratorio donde desarrollar intereses urbanísticos y arquitectónicos, entonces de difícil exploración en otros ámbitos. Casi todos abandonaron esta tarea inicial en cuanto las condiciones de contexto les permitieron dedicarse a otra arquitectura que quizás era la que anhelaban desde su época de estudiantes, aunque algunos continuaron vinculados a ella durante toda su carrera. No obstante, la arquitectura que luego desarrollaron fuera del ámbito de la colonización y por la que son generalmente reconocidos principió en aquella ruralidad de la que tal vez no se esperaba nada más que satisfacción por el trabajo bien hecho en busca de la mejora de la calidad de vida de unas gentes sencillas. Su primera arquitectura fue para ofrecer a las familias campesinas de posguerra lo mejor que tenían como arquitectos recién egresados. En ello parece que encontraron su mayor satisfacción, pues es común que eludan esta etapa en los relatos de sus respectivas obras, con contadas excepciones.

En esa misma época, surgió en el ámbito de la arquitectura moderna europea, a través del Team X, el interés por recuperar cuestiones de investigación arquitectónica obviadas por la ortodoxia del Movimiento Moderno. En este contexto apareció el concepto de ‘space between’ o ‘espacio intermedio’. Indagado fundamentalmente por Aldo van Eyck y Alison y Peter Smithson, este espacio intermedio es un espacio urbano un tanto indefinido formalmente y abierto a la interpretación, que cobra sentido en función de los volúmenes edificados que los rodean. Se trata de un espacio para la relación humana a medio camino entre la calle y la casa.

En paralelo al debate internacional, y con escasa información sobre él, algunos de los arquitectos que trabajaban en el INC mostraron su preocupación por generar unos espacios estanciales de ámbito comunitario para la relación vecinal en los pueblos que proyectaban para las familias de nuevos agricultores españoles. Se trataba de espacios que sirviesen para recreo, esparcimiento y establecimiento de vínculos vecinales entre los habitantes de una nueva ruralidad procedentes de diversos orígenes. Eran una situación intermedia entre la ‘plaza’, donde se ubicaban las instituciones, y la ‘calle trayecto’, canalizadora de los desplazamientos y base de la estructura de la trama urbana en esos nuevos pueblos que brotaban en el campo español prácticamente de la nada.

Quizás estos ‘espacios intermedios’, que aquellos arquitectos denominasen ‘plazuelas’, sean uno de los episodios de mayor interés en el diseño de los pueblos de la ruralidad franquista. Surgieron sin ser esperados y de ahí que su estudio, como aportación significativa a la cultura urbana española, resulte enriquecedor, pues aún no ha sido abordado en profundidad. Por ello se ha decidido tomarlo en consideración en una investigación que se presenta aquí en formato de artículo. En este trabajo se muestra un análisis tipológico de las variantes más significativas de estos espacios intermedios en los pueblos del INC.

2. Estado de la cuestión, objetivo y método

Quien primero habló de la operación urbana y arquitectónica del Instituto Nacional de Colonización fue su propio director de Arquitectura: José Tamés Alarcón, que, entre 1948 y 1980, explicó su labor en diversas revistas nacionales de arquitectura. También hablaron de su trabajo en el INC algunos de los arquitectos que proyectaron sus pueblos: José Luis Fernández del Amo y Alejandro de la Sota, principalmente. Lo hicieron igualmente en revistas de arquitectura de la época a raíz del éxito de dos de sus pueblos: Vegaviana (Cáceres) y Esquivel (Sevilla), respectivamente, en la muestra de arquitectura del V Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos, celebrado en Moscú en 1958.

Para encontrar, no obstante, el interés académico en el tema hay que esperar a la década de 1980. Dicho interés cristalizó en los estudios del equipo multidisciplinar dirigido Alfredo Villanueva Paredes, con quien colaboraron Francisco Javier Monclús, José Luis Oyón & al. Los Ministerios de Agricultura, Administraciones Públicas y Obras Públicas de entonces financiaron unos estudios que tuvieron su fin en la publicación de varios volúmenes sobre la Historia y evolución de la colonización agraria en España, entre 1984 y 1994; referencia basal para quien se aproxime al tema. De aquel momento son también las tesis doctorales inéditas de J.L. Oyón Bañales (1985), y Justo García Navarro (1988), donde se estudian las operaciones de colonización con un enfoque generalista y unos dibujos bastante interesantes; así como, algunos textos generalistas publicados como precedentes de esas tesis, F.J. Monclús & J.L. Oyón (1983).

Un segundo momento de interés por el tema, en torno a los primeros años 2000, dio como resultado una serie de tesis doctorales, la mayor parte de ellas inéditas: Miguel Centellas Soler (2006), sobre la labor de José Luis Fernández del Amo en el INC, publicada en 2010 por la Fundación Arquia; Manuel Calzada Pérez (2007a), sobre los pueblos del INC en Andalucía; Antonio Álvaro Tordesillas (2008), sobre los pueblos del INC en la cuenca del Duero; José Antonio Flores Soto (2013a), sobre los pueblos del INC en Extremadura. Todas ellas van acompañadas de publicaciones parciales en revistas especializadas, vinculadas a la necesidad de difusión de resultados de sus investigaciones doctorales previo al permiso para la defensa académica de las correspondientes tesis. También es de este momento el interés de la Consejería de Agricultura de la Junta de Extremadura por la arquitectura de colonización, con una investigación orientada por María del Mar Lozano Bartolozzi y José Luis Mosquera Müller con el resultado de exposiciones y publicaciones varias entre 2008 y 2010; AA.VV. (2010). Como resultado de este último impulso, el tema de los pueblos de colonización fue el motivo de reflexión del X Congreso del DOCOMOMO Ibérico, celebrado en 2018 en Badajoz coordinado por Manuel Fortea Luna.2

De la abundante bibliografía existente se tiene un gran conocimiento de la operación urbana y arquitectónica del INC. No obstante, todavía hay aspectos particulares de aquella que merecen ser tratados con más detalle dado su interés disciplinar. Es justamente eso lo que se pretende con el presente artículo. Entendido el esquema general de lo que un pueblo de colonización es como organismo complejo gracias a los estudios precedentes, en este caso se propone tratar aquella exploración que tuvo como objeto la creación de un espacio urbano a medio camino entre la plaza y la calle. Los arquitectos que comenzaron a investigar esta vía lo llamaron ‘plazuela’; aquí se llamará ‘espacio urbano intermedio’.

El espacio urbano intermedio sobre el que versa esta investigación es aquel que se explora como espacio estancial destinado a un grupo de familias parte de la comunidad mayor. Se presenta como antesala del espacio familiar íntimo y enriquece espacialmente la organización estructural del pueblo. Además, constituye el marco físico para una mejor relación entre las personas porque supone el lugar de la interacción humana sin la presencia institucional ni la fugacidad de los desplazamientos. Es, pues, un espacio urbano libre del carácter representativo o institucional de la plaza, pero también del carácter de mero tránsito de la calle trayecto.

Las comunidades campesinas de los pueblos del INC se constituyeron con jóvenes familias procedentes de lugares bien distintos; es decir, eran comunidades de desconocidos embarcados en un proyecto social. Es por esto por lo que cobra especial relevancia el estudio del espacio intermedio en los pueblos de colonización. Se trata del lugar pensado para propiciar la creación de pequeños grupos familiares dentro de la comunidad; vincula físicamente a un grupo menor dentro de la totalidad. El espacio intermedio introduce en estos pueblos ejemplares de la ruralidad franquista una manera de experimentación del espacio urbano.

El estudio se llevará a cabo mediante el análisis de aquellas propuestas que se han considerado más representativas de esta investigación. La selección de casos se ha efectuado según criterios de variación tipológica; es decir, según la manera propuesta para definir este espacio urbano, novedoso entonces, entre lo representativo y lo funcional. En este aspecto, hubo arquitectos como José Luis Fernández del Amo o Alejandro de la Sota que se mostraron particularmente interesados en esta línea de investigación espacial y la exploraron en diversas vías. Por eso aparecerán en este estudio más casos suyos que de otros arquitectos; no por ser de ellos, sino porque fueron ellos quienes más variantes tipológicas proporcionaron en esta investigación.

3. El contexto de la actuación del INC

El Instituto Nacional de Colonización (INC) fue un organismo dependiente del Ministerio de Agricultura promovido durante el régimen franquista cuyo objeto fue la regeneración agraria del campo español. Nació con un evidente carácter técnico, pero también con un evidente sesgo ideológico como razón de ser.

La reforma agraria española permanecía pendiente desde el siglo XIX. No fue hasta 1931, con la Segunda República, cuando se abordaron las primeras políticas estatales para la transformación del modelo latifundista a través de la protección de los arrendatarios y campesinos sin tierras. Las medidas de la reforma fueron coordinadas por el Instituto de Reforma Agraria (IRA), que puso en marcha un programa de proyectos hidráulicos de gran envergadura basado en la Ley de Obras de Puesta en Riego, de diciembre de 1933. Se entendió entonces que la transformación del agro español pasaba por su explotación intensiva con cultivos de regadío. Las tierras convertidas en zonas regables se entregarían en lotes de reducido tamaño a pequeños agricultores: los colonos; de modo que así se resolvía la cuestión de la puesta en producción de ‘tierras abandonadas’ y el de la pobreza de las gentes del campo sin terrenos que cultivar ni medios para un sustento digno.

La actuación de la Segunda República en este asunto supuso la promulgación de un Plan de Puesta en Riego de terrazgos asociados a cuencas de grandes ríos. Se comenzó con la convocatoria de un concurso para construir poblados para campesinos en las áreas regables de los ríos Guadalquivir y Guadalmellato. El concurso se resolvió en 1935 y se publicaron las tres propuestas ganadoras, pero la Guerra Civil truncó la iniciativa. No obstante, la semilla estaba plantada.

El régimen franquista se apropió de la política agraria precedente reorientándola según su particular visión del asunto. Para ello, creó en 1939 el Instituto Nacional de Colonización, con la clara referencia de la experiencia italiana de la Bonifica fascista (Flores Soto, 2013b). La Ley de Bases de Colonización de Grandes Zonas, de 1939, fue el fundamento de su ‘Contrarreforma agraria’ (Barciela López, 1996). Inicialmente, la operación franquista en el agro español pretendió incentivar la iniciativa privada en la transformación en regadío de grandes extensiones territoriales declaradas de alto de interés nacional. Sin embargo, la incertidumbre sobre la rentabilidad económica de la operación motivó la pasividad, incluso resistencia, de los propietarios de las tierras afectadas. Parecía que este primer intento del INC fracasaría, como había sucedido con políticas similares precedentes.

No fue hasta que se aprobó la Ley de expropiación de fincas rústicas, en 1946, cuando arrancó verdaderamente la operación colonizadora del franquismo. La capacidad de expropiar los terrenos para ser transformados en regadío eliminó la traba de la colaboración de los propietarios privados y dio autonomía de acción al INC en sus actuaciones. Las tierras expropiadas, sometidas a un proceso de transformación que posibilitaba su puesta en riego, se convirtieron en un gran tablero cultivable casi horizontal donde distribuir a las familias que iban a ponerlas en producción: los colonos. De este modo, se fijaba la población rural a la tierra y se prevenía la posibilidad de una migración masiva del campo a la ciudad causa probable del colapso urbano en los difíciles años de «la Victoria» (Sambricio, 1987). Además, la selección de las familias de colonos a través un proceso muy ideologizado3 marcaría las bases para la creación de una nueva raza de campesinos españoles expresión y sustento físico de las ideas del régimen sobre lo que debía de ser España a partir de entonces.

En los inicios, hubo una notable reflexión en el seno del INC con el precedente de la propuesta de poblados para el Guadalquivir y el Guadalmellato. Sobre aquella base, el modelo elegido para la ocupación del territorio por parte de las familias convertidas en familias de colonos fue lo que se puede denominar un ‘sistema polinuclear, homogéneo no jerarquizado’ (Flores Soto, 2013a). La tierra regable se loteó en parcelas de unas 2,5 hectáreas, pero los campesinos que las explotarían no vivirían aislados en ellas, sino agrupados en núcleos urbanos distribuidos de manera homogénea por el territorio. Se trataba no sólo de explotar la tierra, sino de constituir comunidades de españoles ejemplares, germen de la nueva ruralidad en la que se había apoyado ideológicamente el franquismo ganador de la guerra (Souza Cámara, 1952).

Fig. 1/ Foto aérea del nuevo pueblo de colonización Torre de la Reina (Finca El Víar, Sevilla), José Tamés Alarcón y Rafael Arévalo (1952).

Fuente: Calzada Pérez & Pérez Escolano (2009)

Cada uno de esos organismos urbanos: pueblos o poblados, tendría idéntica importancia relativa en la estructura territorial, sin existir una jerarquía clara en el conjunto, y sería un organismo autónomo (lo que ninguno llegaría a ser). Así se formó una malla donde cada pueblo se colocaba en el radio de acción de las parcelas regables asignadas a su terrazgo, y vinculado a la red principal de caminos y canales de riego, con una separación aproximada de unos 5 a 6 kilómetros.

Este sistema de colonización del territorio regable se extendió por las áreas transformadas de las principales cuencas hidrográficas españolas, generándose así unos 300 pueblos en total en un corto periodo de tiempo. De la proyección y construcción de esos pueblos se encargó el Servicio de Arquitectura del INC, con José Tamés Alarcón al frente y una pléyade de arquitectos funcionarios y colaboradores externos, entre los que se encontraron no pocos de los jóvenes que salían entonces de la Escuela de Arquitectura de Madrid (Tamés Alarcón, 1980).

La idea de lo que debía de ser un pueblo de colonización la marcó el propio Tamés desde su puesto de director de arquitectura del INC (Tamés Alarcón, 1948); sin embargo, no fue una idea tan rígida que impidiese cierto grado de libertad e interpretación a los arquitectos de las distintas Delegaciones Provinciales. Tampoco lo fue él en su ejercicio controlador de todos los proyectos de pueblos presentados y permitió, quizás consciente del interés de ciertas modificaciones a su propuesta inicial, un margen más o menos amplio de investigación sin eludir por ello severas críticas a algunos proyectos. En ese margen está tal vez el mayor interés de toda la arquitectura y el urbanismo de la colonización de posguerra. (Fig. 1)

Se partió de la concepción de un pueblo como conjunto ordenado de viviendas en torno a un núcleo de instituciones fundamentales: iglesia, ayuntamiento, escuelas y comercio. En ese organismo complejo, la plaza era el espacio urbano para la reunión de las instituciones y las personas: el espacio representativo o centro cívico (Flores Soto, 2013c). Como complemento, la calle era el espacio urbano que organizaba los trayectos internos y vertebraba la trama edilicia, colmatada por las viviendas de los nuevos agricultores con sus correspondientes dependencias de apoyo a la labor agrícola. Así pues, la idea de pueblo con la que partió el INC es bien sencilla y se encuentra vertebrada por dos espacios urbanos fundamentales, con forma y características muy definidas: la plaza y la calle.

La época de mayor actividad del servicio de arquitectura del INC fue entre 1950 y 1960, cuando se proyectó la mayor parte de sus pueblos. La progresiva incorporación de arquitectos jóvenes en este periodo posibilitó algunas vías de exploración urbana y arquitectónica en esta nueva ruralidad. Sin abandonar del todo la idea inicial, cada arquitecto comenzó a explorar vías de enriquecimiento del modelo, de variedad espacial y de mejora de las variantes de viviendas propuestas. Todos ellos creían firmemente en la capacidad de la arquitectura y el urbanismo de mejorar la vida de las personas. El avance en ese matiz es quizás el que explique la libertad controlada de Tamés a sus jóvenes arquitectos colaboradores en la proyección de estos lugares donde tendrían lugar las vidas de aquellas gentes de la nueva ruralidad española de posguerra.4

A partir de 1965 la actividad del INC decayó notoriamente como causa de una confluencia de factores, entre ellos: el cambio de estrategia económica del régimen, el informe negativo del Banco Mundial sobre la rentabilidad económica de la operación colonizadora, y la progresiva apertura del país al panorama internacional apoyado por los Estados Unidos. No obstante, la investigación arquitectónica y urbana ya estaba planteada y la exploración en este ámbito de los espacios intermedios fue un germen importante para el urbanismo posterior en la ciudad.

4. El espacio intermedio conceptualizado en el debate internacional

En 1959, Alison y Peter Smithson, anunciaron el resurgir de un ‘Nuevo CIAM’. Junto a su mensaje iba el texto “Statement of problems regarded as central to architecture in the present situation”. Con él, pusieron sobre la mesa cuestiones que consideraban cruciales en la arquitectura coetánea, eludidas hasta entonces por la Ortodoxia Moderna. El contenido de dicho documento fue el motivo principal del debate en el CIAM de Otterlo de ese mismo año, donde se estableció por primera vez el concepto de ‘Space between’ o ‘espacio intermedio’, según la denominación de Aldo van Eyck. La necesidad de su definición surgió de «la búsqueda de una mayor flexibilidad de uso y ocupación de las estructuras urbanas [...] preocupación constante en el desarrollo del trabajo del Team (Rodríguez Ramírez, 2014). Los Smithson, Henderson, Paolozzi y Van Eyck reivindicarían así la calle como lugar de estar y relacionarse, no como mero lugar de tránsito hacia algún otro. Coincidieron en señalar el interés de estos espacios como generadores de actividad humana a medio camino entre la social productiva y la íntima y, por tanto, como espacios para la actividad de la vida entre lo público y lo privado.

Fruto de la necesidad de «vencer la ‘obsolescencia’ cultural de la mayoría de la vivienda masiva encontrando soluciones que proyecten una imagen tecnológica genuina del siglo XX, del modo de habitar, seguro, confortable y no feudal» (Smithson, 1959), los Smithson desarrollaron la idea de la ‘Cluster City’. En ella, la red de comunicación y las formas de los servicios a la comunidad indican los lugares donde ‘detenerse y hacer cosas’: «un urbanismo con sentido del desarrollo» (Risselada, 2016). Paralelamente, los arquitectos George Candilis, Alexis Josic y Sadrach Woods promovieron el ‘Mat Building’ como modelo para la ciudad contemporánea. Ambas propuestas «se presentan como una nueva manera de construir ciudad, buscando inicialmente la flexibilidad frente al cambio y el crecimiento propios de la ciudad de este ‘tiempo nuevo’» (Rodríguez Ramírez, 2014). En ellas se apostaba por la recuperación de una definición para el espacio urbano, de modo que fuese reconocible como lugar para ‘estar y hacer cosas’ junto a otras personas: para socializar vagueando. La ortodoxia moderna de Le Corbusier había olvidado esta cualidad al considerar el espacio urbano como el residuo amplio e informe que quedaba entre los bloques edificados como sólidos perfectos, contenedores de funciones: producir, habitar, descansar.

El ‘espacio intermedio’ que se explora y define en este contexto podría ser definido como «‘space’ en sí mismo, [...] un área vacía que está disponible para ser usada. O incluso un área alrededor de todo lo que existe, continuando en todas las direcciones» (Risselada, 2016). De modo que se concibe como un espacio de difícil acotación en cuanto a su definición geométrica y de libre interpretación en cuanto a su experiencia fenoménica por parte de las personas que lo habitan. Según los Smithson, se trataría de un espacio que no es un dentro ni un fuera, un lugar incierto a medio camino entre la vía de comunicación y la casa; un espacio que a veces precisa de elementos urbanos para inducir una actividad específica en él, pero cuyo interés principal reside en su capacidad de ser lugar para estar y socializar. Es precisamente esa ambigüedad entre el dentro y el fuera, esa cualidad intermedia o de umbral (doorstep), la que hace interesante este espacio urbano como lugar de encuentro e interacción de las personas.

Los Smithson repasaron sus observaciones sobre el espacio intermedio en los diferentes viajes que realizaron a lo largo del mundo. Peter Smithson llamaba a dichas observaciones ‘Speculations’. En América, vieron como principal característica del espacio intermedio la del ‘distanciamiento’, entendido como distancia mediadora que mantienen entre sí los edificios. En Japón, creyeron ver una voluntad de modulación del espacio intermedio a través de la disposición deliberada de los edificios. Y en Grecia, en cambio, sólo vieron vacío donde aparecen edificios como objetos perfectos para ser observados; justo lo que tanto atrajo a Le Corbusier en su visita a la Acrópolis de Atenas y que tan bien plasmó en sus apuntes, germen tal vez de su concepción de la ‘ciudad moderna’.

El espacio intermedio que propusieron los Smithson se caracteriza por ‘ese no sé qué’ capaz de influir en el comportamiento de las personas y hacerlas socializar; habitar el lugar: «originalmente este espacio entre edificios estaba cargado con una energía que actuaba sobre las personas influyendo en su comportamiento. Diferentes tipos de vacíos de carga son necesarios [...] la carga espacial tiene que variar» (Risselada, 2016).

Si bien José Antonio Coderch participó en el Team X (Varea Jiménez, 2020) y estuvo al tanto de los debates producidos en su seno, fue totalmente ajeno a la operación colonizadora del franquismo. Su contacto internacional, coetáneo a la gestación de los pueblos del INC donde se ve la exploración urbana en el asunto del espacio intermedio, no da para suponer que hubiese algún fluir de ideas hacia ese ámbito. Por mucho que colegas de su generación fuesen los encargados de proyectar los pueblos del INC, sería mucho suponer, aunque la suposición fuese sugerente, que conociesen a través suyo este debate internacional sobre el espacio urbano y su enorme complejidad y riqueza. Más bien parece que eso sobre lo que teorizaban los arquitectos del Team X como alternativa a la ortodoxia urbana de Le Corbusier lo tantearon por sí solos, ajenos a aquello, los jóvenes arquitectos que entraron en el servicio de arquitectura del INC a partir de 1950. Aunque el resultado formal tiene que ver, los presupuestos teóricos no parecen guardar relación más que muy tangencialmente.

Fue en 1959 cuando se acuñó el término ‘space between’, si bien el concepto latía en el interés de los miembros del Team X desde principios de la década de 1950.5 No obstante, José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota y el no tan joven en edad (aunque tal vez sí en espíritu arquitectónico) Carlos Arniches, que fueron los primeros en investigar en este ‘espacio intermedio’ en los pueblos del INC, se referían a él con el término menos académico quizás de ‘plazuela’.6 ‘Between’ es la característica fundamental de este tipo de espacio que expresasen los Smithson: un lugar entre el exterior y el interior; entre la plaza de representación y el interior de las viviendas. Curioso parece, no obstante, que unos y otros partiesen de la observación de los modos de hacer y de habitar de las gentes anónimas.

5. El espacio intermedio conceptualizado en el ámbito español

Como se ha dicho anteriormente, la experiencia colonizadora del franquismo no fue genuina ni comenzó de la nada. La precedió la frustrada reforma agraria de la Segunda República. La labor urbanística del INC comenzó sobre la base de la experiencia del concurso de poblados OPER para el Guadalquivir y Guadalmellato y las propuestas ganadoras de Fernando de la Cuadra, Emilio Pereda y José Lino Vaamonde; de los Seminarios de Estudios Urbanísticos de José Fonseca7, en la cátedra de Urbanología del profesor César Cort en la Escuela de Arquitectura de Madrid; de la labor de investigación de Alejandro Herrero8 que se plasmaría en sus “15 Normas para la composición de conjunto en barriadas de vivienda unifamiliar” (Herrero, 1955); además de otras referencias internacionales como las colonias de viviendas alemanas: ‘siedlungen’, o los barrios residenciales holandeses, ampliamente estudiadas en la bibliografía reciente (Calzada Pérez, 2007a).

Alejandro Herrero, que había estudiado en profundidad el caso del suburbio Radburn de Nueva Jersey, de 1928, a raíz de su participación en los Seminarios de Estudios Urbanísticos de Fonseca, fue quizás quien principió en los pasos para formalizar ese espacio urbano que aquí se llama ‘espacio intermedio’. Al apuntar hacia un urbanismo donde se segregase el tránsito de vehículos del tránsito peatonal en las calles trayecto, apuntaba hacia la posibilidad de indagar en las capacidades de la función práctica de la calle como espacio urbano únicamente lineal destinado principalmente a los movimientos de las personas. La posibilidad de generar una espacialidad nueva para cada una de esas funciones separadas de la calle convencional orientó la definición de ese ‘espacio intermedio’ que el propio Herrero denomina ‘plazuela’; signo de que es algo nuevo en la tradición urbana que precisa de definición tanto como de nombre.

Segregar los movimientos de las personas a pie de las personas en vehículos no implica inmediatamente que la calle peatonal abandone su condición formal de itinerario lineal. No obstante, hacerlo abre la posibilidad de estudiar la manipulación formal de ese espacio urbano peatonalizado para generar un espacio de socialización más ligado al estar que al moverse: ese lugar para ‘estar y hacer cosas’ del que se ha hablado antes. La segregación propuesta por Herrero en los movimientos de las personas anuncia el deseo de encontrar «un lugar de estar» a medio camino entre el lugar para estar en presencia de las instituciones y el lugar únicamente destinado al tránsito. De ahí a la definición del espacio intermedio como «esa plazoleta, ese espacio rodeado por edificación que componemos como un lugar de vida de un grupo de familias» no hay más que un paso (Herrero, 1955). Por este camino transitan los arquitectos del INC en sus pueblos a partir de 1950 en las diversas variantes que se estudiarán a continuación.

Las distintas maneras de manipular formalmente esta calle trayecto peatonalizada van, poco a poco, a definir la ‘plazuela’ como espacio intermedio: un espacio urbano no orientado según un itinerario lineal, con vocación de cierta capacidad de personas, con un notable grado de cerramiento visual y un carácter de ‘habitación’ comunitaria libre de las connotaciones de la representatividad institucional. La ‘plazuela’ es el espacio donde estar, conversar, jugar, vaguear fuera de casa, pero no del todo en ‘la calle’. Como espacio urbano novedoso se va a encontrar desde el principio con el problema de su definición formal. Su carácter ambiguo entre el exterior y el interior, a medio camino entre lo simbólico y lo íntimo, será abordado por cada arquitecto de manera distinta y esto es lo que la convierte en un espacio urbano de interés. La geometría de la planta, la construcción de los bordes, la definición del pavimento, el cierre visual, las dimensiones y hasta la aparición de elementos complementarios que sugieran cierre o usos prácticos que detengan el ‘movimiento hacia algún lugar’ son elementos significativos a la hora de abordar la proyección y definición de estos espacios urbanos de relación.

Alejandro Herrero deja todo muy abierto en sus estudios y normas; da margen a la interpretación y a la investigación. No es que las suyas sean unas reglas que sigan necesariamente los arquitectos del INC; de hecho, su publicación en la Revista Nacional Arquitectura es contemporánea al momento de mayor intensidad de proyección y construcción de pueblos de colonización. Se puede asegurar, no obstante, que, como cristalización de su trabajo, explicita la labor coetánea de algunos arquitectos jóvenes (y algo no tan jóvenes como Carlos Arniches) en su trabajo para el INC. (Fig. 2)

6. El espacio intermedio en los pueblos del INC: distintas aproximaciones formales

Los espacios intermedios en los pueblos del INC son fruto de una investigación individual añadida a los planteamientos iniciales de Tamés. Como tal, se vincula a inquietudes personales de los distintos arquitectos y está muy ligada a sus desarrollos profesionales. No se puede asegurar que se establezcan con ello unas líneas normativas; más bien, los hallazgos presentados a Tamés, una vez construidos, aumentan el interés por la investigación urbana en sentido creciente y retroalimentan las inquietudes de estos jóvenes arquitectos, que ven que es posible un margen de investigación en lo que al principio era una operación muy discreta. Poco a poco, la rigidez de los esquemas iniciales se va suavizando y se abren estas indagaciones, con desiguales resultados, como mejoras sustanciales en las propuestas urbanas de los pueblos del INC.

Fig. 2/Diversas propuestas de Alejandro Herrero para la definición de una calle peatonal como ‘espacio intermedio’

Fuente: Herrero, 1955

Es conveniente recordar que el esquema de partida es el de un organismo complejo donde existen dos espacios urbanos claramente definidos y significativos: la plaza y la calle. A grandes rasgos, la plaza es un espacio amplio, con carácter estancial, una forma geométricamente definida en planta (generalmente rectangular), con un alto grado de cerramiento visual (preferentemente con esquinas construidas) y con un aspecto homogéneo (a lo que ayudan los soportales perimetrales). En ella se reúnen las instituciones, de modo que es el espacio urbano representativo (Flores Soto, 2013c). También suele encontrarse en ella el comercio, por lo que se trata además de un espacio urbano para las transacciones humanas. Se puede decir que la plaza es, en el pueblo de colonización, ‘el corazón de la ciudad’: su centro cívico.

Por otra parte, la trama urbana se organiza sobre la base de la calle como espacio urbano lineal, orientado axialmente, con un alto grado de cerramiento lateral mediante planos continuos de acompañamiento. La calle es el trayecto colonizado por las viviendas, que aparecen casi siempre alineadas a vial para generar una imagen de continuidad y compacidad. Es por eso por lo que se trata de un espacio urbano marcado por su condición de itinerario. Con la repetición iterativa de la calle-tipo se genera el tejido urbano mediante un proceso mimético del histórico explicado en la teoría morfogenética del profesor Saverio Muratori (Caniggia & Maffei, 1979). No hay, por tanto, en los esquemas de partida la noción de que sea la manzana el elemento cerrado modular que organiza la génesis de la trama urbana. Muy al contrario, parece ser la parcela, ligada a la calle trayecto como pieza modular, el elemento repetitivo y generador del tejido (Flores Soto, 2013a).

Así pues, el espacio urbano intermedio surge en los primeros casos como una ligera manipulación geométrica de la calle trayecto. A medio camino entre la linealidad de la calle y la amplitud cerrada y visualmente controlada de la plaza, la ‘plazuela’ se convierte en un espacio urbano con características formales de ambas. Asimismo, la ‘plazuela’ huye del carácter de espacio representativo de la plaza y del de lugar de tránsito de la calle.

Tipológica y temporalmente, el caso que ejemplifica una primera aproximación a lo que sea un espacio intermedio en los pueblos del INC es el de Gévora del Caudillo (1954), un pueblo proyectado por Carlos Arniches cerca de Badajoz (Fig.3). Gévora es un organismo de tamaño medio, con 190 viviendas repartidas simétricamente en torno a un eje que vertebra toda la población. En la cabecera están las instituciones, en una plaza que sirve como nexo entre organismo urbano y el trayecto con que éste se vincula al territorio. El pueblo se organiza según un esquema en doble peine9 cuyo eje principal es la ‘calle mayor’. Dicho eje ordena la edificación en seis ‘pseudomanzanas’10 resultado de vincular pares de hileras de viviendas. El gesto formal característico de esta agrupación es la disposición en diente de sierra o zigzag de las viviendas cuya intención explica Arniches en la memoria del proyecto como fruto de una voluntad plástica.

Fig. 3/ Gévora, de Carlos Arniches. Pueblo y espacios intermedios

Fuente: elaboración propia

El juego plástico de las agrupaciones de viviendas de Gévora proporciona a Arniches dos ocasiones de deformación de la originaria calle trayecto de ancho uniforme. Las filas de viviendas enfrentadas generan en sus extremos y en sus centros sendos espacios ensanchados dentro de un recorrido claramente lineal. Las plazoletas surgen como resultado de dilataciones en el ancho de la calle debido al leve giro de las parcelas respecto al eje de la calle trayecto. Las plazoletas de los extremos de las ‘pseudomanzanas’ generan una secuencia de espacios concatenados en lo que se puede denominar calle principal. En cambio, las plazoletas que aparecen en los centros de las agrupaciones de viviendas configuran unos espacios urbanos directamente vinculados a las viviendas a través de sus dependencias agrícolas. En ambos casos, el centro de la dilatación lo ocupa una fuente, como objeto que propicia la reunión: ya sea para abastecer a las viviendas (en las plazoletas de la calle principal), o para abrevadero de animales de labranza (en las calles secundarias).

Las plazoletas de la calle principal presentan soportales en algunos puntos para alojar en ellas el comercio e inducir así un uso práctico que sugiere reunión de personas. Las plazoletas de las calles secundarias se vinculan al acceso a las dependencias agrarias de las viviendas. Así pues, las primeras constituyen un espacio urbano intermedio eminentemente femenino, en torno al abastecimiento de agua de las casas.11 En el segundo caso, se trata de un espacio vinculado a lo masculino del trabajo del campo. En ambos, se trata de espacios para la socialización y para fomentar el sentimiento de pertenencia a la comunidad.

El espacio intermedio en Gévora se encuentra bastante acotado y bien proporcionado con respecto a la altura de las edificaciones y la distancia entre ellas. En la secuencia de plazoletas de la calle principal se genera una visualidad de fuga que contradice en parte el sentido estancial de las propias plazuelas, lo que no sucede tanto en las destinadas a apoyo de las dependencias agrícolas de las viviendas. La repetición modular de las casas consigue un alto grado de homogeneidad visual. El cierre se completa con la presencia de arbolado, que induce un carácter estancial. Los bancos y las zonas arenadas insisten en sugerir la estancia más que el tránsito en estas plazuelas.

En la misma familia tipológica de espacios intermedios generados por alteraciones geométricas de las parcelas que constituyen el área de pertenencia de la calle trayecto está el caso de Villalba de Calatrava, en Ciudad Real. Proyectado por José Luis Fernández del Amo en 1955, se trata de un pueblo situado en una llanura sin accidentes geográficos reseñables (Fig.4).

Fig. 4/ Villalba de Calatrava, de José Luis Fernández del Amo. Pueblo y espacio intermedio

Fuente: elaboración propia

Es de pequeño tamaño, con 80 viviendas agrupadas en dobles hileras de 8 elementos colocados simétricamente. Las parcelas son rectangulares, pero varían en fondo según su posición en la serie, siendo las más profundas las que se colocan en la parte central. Como conjunto, se forman unas ‘pseudomanzanas’ hexagonales que sugieren una repetición modular de una unidad mayor. Estos elementos permiten al arquitecto trabajar con un «elemento básico que estructura por repetición el poblado» (Centellas Soler, 2010) y permiten un fácil crecimiento del organismo urbano por extensión repetitiva sin abandonar en ningún momento la idea de la calle trayecto como base del trazado urbano12. En dichas agrupaciones aparecen como elementos de cierre un par de parcelas con las viviendas giradas hacia el lado corto del hexágono, que presenta un borde cóncavo. Al aproximarse dos de estos elementos, se propicia la aparición del espacio intermedio que nos interesa.

El espacio intermedio de Villalba de Calatrava se genera en los lados cortos de las ‘pseudomanzanas’ hexagonales descritas. No obstante, precisa para su cierre espacial de la presencia de otras dos adyacentes. Las plazuelas presentan forma hexagonal oblonga, definida por la aproximación de las edificaciones de sus bordes: casas y dependencias agrícolas. La cercanía de las edificaciones acota la plazuela y le proporciona un alto grado de cerramiento visual, con la sensación de que el espacio urbano es una sala comunitaria de las viviendas abiertas hacia él.

No hay una especificidad de tránsitos en Villalba, por lo que el uso de la plazuela es compartido: estancia y paso. Este hecho provoca que el espacio de estar sea central y esté bordeado en su perímetro por el tránsito de personas y vehículos. En ese espacio central se colocan arbolado y bancos para inducir la estancia en él. Debido a que la plazoleta se repite idéntica en la trama urbana, Fernández del Amo cuida mucho no sugerir la manera de arbolarlas. Con ello pretende introducir un cierto grado de libertad que distinga cada una de las plazuelas y las haga reconocibles como propias por cada conjunto de vecinos. El objetivo es producir singularidades y evitar la monotonía.

Previa a la propuesta de Fernández del Amo en Villalba de Calatrava, pero relacionada con la manipulación de un trozo de calle trayecto es la de Alejandro de la Sota en La Bazana (De la Sota, 1953). Se trata de un pueblo de sólo 50 viviendas en el área regable del río Ardila, en Badajoz. Este pequeño organismo no contaba inicialmente con centro cívico, sino sólo con grupo escolar para servir a cinco agrupaciones de viviendas dispuestas en torno a pequeñas plazuelas, colocadas en secuencia al borde de un trayecto sinuoso. Desde el principio, la propuesta de De la Sota se centra en generar unos grupos familiares en torno a unos espacios urbanos de relación vecinal de carácter aislado, como él mismo expresase: «por su situación de vivir aislado; no se verá desde ninguna carretera, ni camino importante. Se proyectó por esto, para sí, hacia dentro.»13 (Fig.5)

Fig. 5/ La Bazana, de Alejandro de la Sota, Pueblo y espacio intermedio

Fuente: elaboración propia (incluye dibujo de aspecto de una plazuela por Alejandro de la Sota (1952).

Alejandro de la Sota pretende huir en La Bazana del pueblo como un remedo de un pueblo tradicional y centra su intención en generar espacios para la relación de las personas, eludiendo el espacio urbano representativo de las instituciones: la plaza. Lo que él denomina ‘plazuela’ es un espacio en forma de herradura cerrado en sus bordes por dos hileras de cinco viviendas cada una. Una de las hileras se mantiene recta mientras que la otra adquiere una forma cóncava para generar entre ellas como una enorme habitación colectiva abierta al cielo. Ambas hileras no llegan a tocarse; sin embargo, se aproximan mucho en uno de los extremos y no tanto en el otro. Así el espacio urbano entre ellas contenido presenta una clara orientación hacia uno de sus laterales, por el que se produce el contacto con la calle trayecto que vincula los cinco grupos de viviendas que constituyen el organismo urbano. Es como si se hubiese producido un abombamiento considerable en un fragmento de calle trayecto, de manera que la deformación de una de las hileras que definen sus áreas de pertenencia hubiese generado esa habitación colectiva abierta al cielo que De la Sota llama ‘plazuela’ ya desde el inicio. Quizás así se entienda mejor la orientación que mantiene la plazuela y su vinculación a un eje de circulación por uno de sus extremos, resultando un esquema en peine bastante claro.

Las viviendas se orientan al interior del espacio de la plazuela de modo que se induce con ello el carácter colectivo y se sugiere una privacidad vecinal. Los tramos de borde de conjunto que no ocupan volumétricamente las viviendas se cierran con muros tapia a baja altura para sugerir un ámbito cerrado y controlado. El espacio central de relación está arbolado y presenta el terreno natural como suelo, quizás para ligar más aún a las personas al lugar. También hay bancos y una fuente, de modo que se sugiere la interacción entre las personas en este espacio pensado como habitación colectiva. Como la operación se repite cinco veces, el elemento diferenciador está en la apariencia que se les da a las fuentes, para las que De la Sota dibujó todo un catálogo empleado no sólo en este pueblo, sino en los otros que proyectó para el INC durante su trabajo como funcionario o arquitecto colaborador externo.

En este caso, la referencia está en las placitas de los pueblos que Alejandro de la Sota tuvo ocasión de visitar por Andalucía y Extremadura antes de ponerse a la tarea de proyectar para el INC.14 Él mismo lo expresó así en numerosas ocasiones: «en aquella época me recorrí gran cantidad de pueblos, no copiando ni haciendo fotografías, sino que al volver de los pueblos recordaba lo que había visto e incluso creo que al recordarlos y dibujarlos inventé algo.»15

Fernández del Amo aporta otra solución de espacio intermedio interesante en Vegaviana, prácticamente coetánea de la de De la Sota en La Bazana. Encargado en 1952 para el área regable del Pantano de Borbollón, quizás sea este pueblo del norte de Cáceres el más célebre del INC por los muchos reconocimientos que reportó a su autor.16 La primera propuesta de Fernández del Amo para el INC: Torres Salinas (1951), fue rechazada por José Tamés aduciéndose como razones: «desorientación estética» y que «el trazado del pueblo ha sido concebido de modo artificioso, partiendo de una urbanización paisajística, sólo justificable cuando existe una vegetación arbórea que dé realce a la construcción».17 Vegaviana, que se ubica en el único trozo de encinar que se libró de las operaciones transformadoras del terrazgo puesto en regadío en la zona, también fue rechazado inicialmente con similares razones. No obstante, en este caso sí había vegetación arbórea para sustentar la propuesta, puesto que el leitmotiv de la forma urbana está en «conservar todo lo posible el aspecto general que hoy ofrece este emplazamiento» mediante un «sistema urbanístico» basado en cuatro «grandes manzanas» que permita «respetar zonas arboladas en el interior».18

Con la intención de contar con un gran espacio donde conservar fragmentos del paisaje preexistente, Fernández del Amo tomó la manzana cerrada del ensanche decimonónico y la adaptó a las condiciones del contexto rural. Así pues, el originario patio de manzana hace aquí las veces de ‘plazuela’ donde encontrarse con las encinas centenarias y las jaras que tanto impactaron al arquitecto como rasgo característico del lugar. El borde perimetral de este espacio, que en la manzana decimonónica es continuo y cerrado en todo su desarrollo, se fragmenta en sus esquinas y se convierte en bloques de viviendas de dos plantas orientadas al interior del espacio arbolado. Las dimensiones de los espacios urbanos así conseguidos son enormes en relación con la altura de la edificación del límite. Los volúmenes de las viviendas perimetrales no consiguen un cierre visual suficiente; por eso aparece en el centro de este fragmento de encinar otro grupo de viviendas para acotar visuales y densificar una trama que a Tamés le seguiría pareciendo demasiado vacía.19

Vegaviana está formado por cuatro de estas grandes manzanas, con dimensiones diferentes, pero con el mismo criterio morfogenético (Fig.6). No hay relación de semejanza dimensional ni geométrica entre las manzanas proyectadas, que parecen querer conservar en sí la mayor parte posible de encinar previo. No obstante, se comparte la centralidad del espacio intermedio, la colocación perimetral de las viviendas de colonos para su cierre, la orientación común de dichas viviendas hacia el centro de las manzanas y su característico perfil escalonado para evitar frentes de edificación excesivamente planos. Fernández del Amo persigue cierta heterogeneidad dentro de la unidad de aspecto para generar una «trama conscientemente ilegible» donde lo importante es el paisaje incluido dentro del pueblo (Cordero, 2019).

Fig. 6/ Vegaviana, de José Luis Fernández del Amo, Pueblo y espacios intermedios, con esquema de procedencia del espacio intermedio de la modificación de la manzana del ensanche decimonónico

Fuente: elaboración propia

A pesar de las diferencias arbitrarias (en dimensiones y geometría) entre las manzanas, el espacio urbano albergado en su interior tiene un tratamiento muy similar. Los cierres laterales se producen mediante las hileras escalonadas de las viviendas, que son demasiado bajas y están demasiado separadas entre sí como para conseguir un cerramiento visual suficiente. Ese cierre visual se fía, en cambio, a la vegetación preexistente, incluido el terreno natural, que se ha mantenido en estos espacios urbanos ambiguos como seña característica. Es como si los espacios intermedios fuesen fragmentos de dehesa con un cierto «carácter mágico, en algún caso laberíntico» (Cordero, 2019). El límite final de ese fragmento es la masa de las viviendas plásticamente tratada, como enormes tapias rotas habitadas.

Otra de las experiencias reseñables en la exploración del espacio intermedio es la de Llanos del Sotillo, uno de los cinco pueblos proyectados para el INC por José Antonio Corrales; en este caso, en la provincia de Jaén (1956). Llanos del Sotillo es un pueblo planteado para 180 viviendas de las que se construyeron finalmente la mitad (Fig.7). Como en los otros dos casos de pueblos de colonización de Corrales, es característico de su trazado urbano un planteamiento ‘racional’ ajeno a consideraciones relacionadas con el lugar y, sin embargo, muy sujeto a un esquema geométrico muy potente. La base de dicho esquema es la calle como trayecto lineal, con la que se genera la trama urbana. Se emplea un único tipo de vivienda de planta rectangular y dos alturas con diversas variantes según el número de dormitorios que se encaje en cada una de ellas. La manera de generar el espacio intermedio que propone Corrales consiste en disponer las viviendas asociadas a la calle trayecto de forma tal que generan una especie de corredor ancho cubierto por piezas voladas de las propias viviendas.

Fig. 7/ Llanos del Sotillo, de José Antonio Corrales, Pueblo y espacios intermedios, incluye una fotografía de una de las calles-corredor.

Fuente: elaboración propia y Ministerio de Agricultura

En Llanos del Sotillo, Corrales hace diferenciación de tránsito peatonal y tránsito de vehículos. El tránsito peatonal se organiza en calles trayecto cuyos frentes se construyen con las viviendas de los colonos, enfrentadas a una dimensión suficiente como para que las plantas altas de las viviendas se toquen volumétricamente y generen una especie de espacio-corredor con vacíos intercalados a modo de patios de luz. La volumetría de las casas «vuelve del revés la propia estructura de la vivienda rural, tradicionalmente mayor en planta baja» (Calzada Pérez, 2007b), con módulos puente que cruzan por encima de la calle y generan un espacio densificado en vertical pocas veces repetidos en los pueblos del INC.

Quizás ésta sea una solución urbana que propicie situaciones controvertidas en cuanto a las privacidades de las familias. Reinterpretación tal vez de la galería de las corralas o de la calle densificada de la ciudad islámica, el intento de producir la relación vecinal por proximidad física de los espacios domésticos cotidianos no elimina del todo el carácter lineal de la calle ni es capaz de otorgarle uno estancial. Esta proximidad se puede soportar cuando existe un vínculo familiar, pero es más cuestionable si no lo hay como es el caso. Además, esa condición de pasaje urbano quizás demasiado umbrío e inquietante como los espacios de Giorgio de Chirico tal vez no anime tanto a socializar cuanto a evitar hacerlo.

Otra variante interesante de espacio intermedio es la que se encuentra en Alonso de Ojeda, un pueblo proyectado por Miguel Herrero Urgel en la zona regable del Pantano de Orellana, en Badajoz (Fig.8). Se trata de pueblo de la etapa final del INC (1964), planteado con un único tipo de vivienda agrupadas en pares de hileras dispuestas con un cierto carácter casual para evitar la rigidez del esquema morfológico. Cuenta con 112 viviendas para colonos y 8 para obreros. Hay en él segregación de tráfico peatonal y de vehículos, pero la calle mantiene en ambos casos su carácter lineal convencional. Los espacios intermedios aparecen en las calles peatonales por deformación de tamaño de una o varias parcelas sucesivas de la serie. Generalmente se emplean las viviendas de obreros, de menores dimensiones, para introducir la variación que propicia la aparición de un hueco en el desarrollo volumétrico de la calle. Así, el espacio intermedio surge como plazuela muy cerrada a modo de ensanchamiento puntual de la calle trayecto peatonal. Ese ensanchamiento interrumpe momentáneamente la linealidad del espacio urbano y genera pequeños espacios de estar, muy controlados en su geometría y en su cierre visual. Se trata de espacios de muy reducido tamaño, casi como patios secretos que se vinculan a la calle como lugar de encuentro casual del vecindario. El suelo es de terrizo, hay algún que otro árbol de poco porte, el carácter es como de ‘rincón’ que surge en el trayecto de la calle como una sorpresa.

Fig. 8/ Alonso de Ojeda, de Miguel Herrero Urgel (izquierda); y Valdehornillos, de Manuel Jiménez Varea (derecha), Pueblo y espacios intermedios.

Fuente: elaboración propia

Existe una variante de espacio intermedio que se basa en un ensanchamiento de la calle y un simultáneo recorte de su dimensión longitudinal para evitar una direccionalidad que sugiera más tránsito que estancia. Este caso se ejemplifica en Valdehornillos, un pueblo proyectado por Manuel Jiménez Varea en 1962 para la zona regable del Canal de Orellana, en Badajoz (Fig.8). Con un total de 116 viviendas para colonos y 60 para obreros, la localidad se erige en torno a cruce de caminos en una zona de poco desnivel. Su proyecto resulta innovador porque se plantea con un único tipo de vivienda que se agrupa en una hilera continua que serpentea alrededor de una avenida central constituida a modo de «gran bosquete lineal».21

Jiménez Varea propone una trama que recuerda a la ‘Manzana Radburn’ estudiada por Alejandro Herrero, pero donde se invierte el sistema de circulaciones. El acceso rodado se sitúa en la parte posterior de las viviendas dejando el espacio libre común en el interior. Ese espacio común está integrado por una ramificación de bucles a los que se abren las viviendas. Dichos bucles son espacios lineales un poco más anchos que una calle trayecto convencional y rematados en fondo de saco. Los espacios intermedios así conseguidos se encuentran limitados por las hileras de viviendas, colocadas a veces en diente de sierra para quebrar así la continuidad de los planos de fachada. Hay una acera continua, empedrada, que recorre a modo de encintado todo el perímetro y deja en el centro un espacio cuyo pavimento es el terreno natural. El espacio central, alargado, se ajardina a modo de pradera arbolada. No se consigue un espacio intermedio que sea plazuela porque no deja del todo de ser calle debido a la relación dimensional claramente orientada que presenta.

Quizás, en esta variante de ensanchamiento de la calle hasta generar un espacio urbano amplio que no ha perdido del todo su orientación lineal, sea mejor ejemplo el de Cañada del Agra con el que se termina este estudio de variantes tipológicas. Se trata de un pueblo proyectado por José Luis Fernández del Amo en la cuenca regable de Hellín, en Albacete (1962). El pueblo se posa, en pendiente, a los pies de una ladera yerma, ligeramente pronunciada, con un desnivel de 15 metros entre el este y el oeste (Centellas Soler, 2010). Se organiza como una supermanzana de geometría oblonga adosada a un trayecto territorial. El contacto con dicho trayecto es la plaza institucional colocada en posición de borde. (Fig.9)

Fig. 9/ Cañada del Agra, de José Luis Fernández del Amo, Pueblo y espacio intermedio

Fuente: elaboración propia

El pueblo tiene 80 viviendas para colonos y 24 para obreros que se organizan en hileras enfrentadas por parejas con directrices serpenteantes. Las parejas de hileras de viviendas, trazadas a modo de orugas, se colocan en la supermanzana de manera radial con el centro cívico de la plaza como referencia. El espacio que existe entre los grupos de viviendas es eminentemente peatonal, como si fuese un trozo de naturaleza conservada de las operaciones de transformación del territorio en regadío. Las parcelas de viviendas quedan enfrentadas por el acceso peatonal, abierto a las zonas arboladas de nueva plantación, ya que el terreno previo carecía de ella. El tráfico de vehículos se realiza mediante trayectos lineales que hacen incursiones puntuales el espacio de la supermanzana desde el borde sin llegar a cortarlo por completo.

Fernández del Amo explota en Cañada del Agra las posibilidades de un espacio continuo ‘verde’, como descubriese en Vegaviana, para colocar en él con cierta libertad las hileras de viviendas. Las referencias a la organización del suburbio Radburn o a la propuesta de ciudad moderna de Le Corbusier, interpretados en el contexto del paisaje rural español, son evidentes. El espacio urbano peatonal, aunque parte de la idea convencional de calle, busca más bien construir un continuo no orientado ni generador de trama densa. Las aproximaciones y los alejamientos de las hileras serpenteantes de viviendas generan ámbitos espaciosos para la relación social de los vecinos. Estos espacios urbanos tienen carácter alargado, pero su ancho variable, con abombamientos, distensiones y contracciones, parecen buscar una solución a medio camino entre la longitudinal de la calle trayecto y la amplitud cerrada de la plaza. Casi todos ellos son interiores a la supermanzana para conseguir un suficiente grado de cerramiento visual. Pese a estar orientados hacia el borde exterior, por donde quedan abiertos, todas sus dimensiones (tanto en planta como en altura) guardan bastante relación. Es por ello por lo que se produce un efectivo control espacial a través, lo que no sucede del todo en Vegaviana. Las fugas visuales hacia los extremos se matizan en este caso con el arbolado, plantado con un sentido paisajista para dar la impresión de cierta espontaneidad natural.

7. Conclusiones

Con los casos expuestos aquí, se ha pretendido dar un panorama lo más completo posible de las distintas variantes formales de lo que hemos llamado espacio intermedio en los pueblos de colonización del INC. Las variantes morfológicas presentadas son fruto de la investigación en diversas direcciones de este espacio urbano novedoso entonces cuya principal vocación es propiciar un lugar de relación entre las personas. La nota común es la búsqueda de un espacio a medio camino entre el espacio urbano representativo asociado a la ‘plaza’ y el espacio urbano de tránsito asociado a la calle trayecto. (Fig.10)

Primer grupo: Deformación de las hileras de viviendas:

1. Giro de parcelas (Gévora)

2. Retranqueo de parcelas (Villalba de Calatrava)

3. Deformación elástica de una de las hileras (La Bazana)

Segundo grupo: Manipulaciones en las hileras de parcelas por alteración en la calle-trayecto

4. Calle parcialmente cubierta (Llanos del Sotillo)

5. Incorporación de parcelas de diferente tamaño (Alonso de Ojeda)

6. Mayor separación entre hileras de viviendas (Cañada del Agra)

Tercer grupo: Generación de vacíos urbanos de gran dimensión

7 Bucle (Valdehornillos)

8. Patio de manzana reinterpretado (Vegaviana)


Fig. 10/ Resumen con los esquemas de las diversas variantes de espacios intermedios identificados en los pueblos de colonización estudiados

Fuente: elaboración propia

El espacio urbano intermedio surge de la separación de tráficos en la calle trayecto: peatonal y rodado. Es el espacio destinado al tránsito peatonal el que se trata de diversas maneras para inducir más la estancia que el paso y conseguir así propiciar la relación entre las personas.

Hay una serie de operaciones para conseguir el espacio intermedio que provienen de la manipulación geométrica de las hileras de viviendas asociadas a la calle trayecto. En Gévora se producen giros en las parcelas. En Villalba de Calatrava se opta por adaptarlas en su fondo a una figura superior: el hexágono, que propicie la aparición de espacios amplios no orientados en su contacto. En La Bazana las hileras se deforman para generar un espacio ensanchado a modo de plazuela en su interior. En Alonso de Ojeda se modifica el tamaño de algunas parcelas de la serie para generar vacíos en el recorrido lineal de la calle, a modo de rincón escondido.

Otra serie de operaciones para conseguir el espacio intermedio se centran en manipular el ancho o la profundidad de la calle trayecto. En Llanos del Sotillo se convierte la calle en un pasaje ancho parcialmente cubierto. En Valdehornillos se recurre a la generación de bucles, como fragmentos cortos de calle trayecto terminados en fondo de saco. En Cañada del Agra se juega con distensiones y contracciones de las hileras para generar en ellos espacios amplios y desorientados donde se propicie el estar.

Por último, existe otra familia de soluciones que proviene de una interpretación muy peculiar de la manzana decimonónica del ensanche y no tanto del trazado lineal proveniente de la calle trayecto. Es el caso de Vegaviana. En esta variante, el espacio intermedio proviene del originario patio de manzana del sistema modular de referencia, adaptado al contexto rural de la operación.

En todos los casos se persigue inducir la estancia mediante la desorientación del espacio urbano y el cerramiento visual adecuado. Se persigue la construcción de un lugar que pueda ser interpretado por sus usuarios como una estancia comunitaria para la socialización. A esta consideración ayuda la introducción de arbolado para mejorar el efecto del cierre visual de una edificación que a veces no lo consigue del todo. Asimismo, la aparición de elementos como bancos o fuentes persigue inducir el uso del espacio urbano como lugar de relación, aunque no en todos los casos lo consigan.

Aunque el término que se ha usado en este trabajo para nombrar los espacios urbanos analizados proviene claramente del debate internacional del Team X, no se puede asegurar que hubiese vinculación. Lo más probable es que los arquitectos que trabajaban en el INC no estuviesen al tanto más que someramente de esos debates. No obstante, sus investigaciones urbanas profundizan en los temas tratados en las reuniones del Team X, entonces en la vanguardia contestataria de la arquitectura. Seguramente que, sin ser conscientes de ello, sino más bien en la creencia de un completo aislamiento, los jóvenes arquitectos de entonces trabajaron en el INC en lo mismo que estaban discutiendo sus colegas internacionales. De ahí tal vez el inesperado éxito internacional de las propuestas de Fernández del Amo y Alejandro de la Sota en el V Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos, en 1958 en Moscú. A la postre, más por intuición y por interés en la exploración arquitectónica, trabajaron en una línea interesante muy relacionada con el debate exterior sobre la capacidad de la arquitectura y del urbanismo para mejorar la vida cotidiana de las personas.

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1 Casi todos los arquitectos que colaboraron en el INC habían cursado estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid.

2 El congreso llevó por título El fundamento social de la arquitectura; de lo vernáculo y lo Moderno, una síntesis cargada de oportunidades y sus actas permanecen inéditas; si bien los resúmenes de las comunicaciones presentadas se pueden consultar en la página web del congreso: https://xdocomomo2018.coade.org/

3 Los aspirantes a colonos debían contar con informes favorables del alcalde de su población inicial, el comandante de la Guardia Civil y el cura párroco de su parroquia. Si además eran jóvenes y familia numerosa, mucho mejor.

4 Que José Tamés mostrase cierta ‘cintura’ a la hora de permitir exploraciones urbanas y arquitectónicas no evita que rechazase propuestas o mandase modificar no pocas de ellas con críticas a veces ciertamente duras. Los expedientes que se conservan en los fondos del Ministerio de Agricultura y sus Delegaciones (en las actuales Consejerías de Agricultura de las Comunidades Autónomas) dan cuenta de ello. Baste mencionar los duros comentarios con los que rechaza y manda modificar por dos veces la propuesta de Vegaviana (Cáceres), de José Luis Fernández del Amo; quizás el pueblo más célebre y el arquitecto de mayor reconocimiento del INC.

5 En 1953, en el CIAM de Aix-en-Provence, los Smithson ya usan el término ‘doorstep’, algo así como ‘umbral’, para referirse a ese espacio indeterminado entre el exterior y el interior, donde se está y se hacen cosas.

6 Con este término o con el de ‘plazoleta’ aparece rotulado en los planos de los pueblos o nombrado en los apuntes o croquis que se encuentran como gestación de sus diseños por parte de estos arquitectos.

7 Fonseca fue director de Arquitectura del Instituto Nacional de la Vivienda, donde redactó la normativa de la vivienda protegida por el estado, de obligado cumplimiento en los pueblos del INC.

8 Alejandro Herrero fue alumno de los Seminarios dirigidos por Fonseca en la ETSAM. En su trabajo “Ideas para el trazado de poblados rurales”, de 1939 (citado por él mismo en: Herrero, 1948, p.349), ya analiza la influencia de la separación de circulaciones peatonal y rodada en la organización de un barrio de viviendas rurales y expresa por vez primera el concepto de la calle peatonal como espacio de relación social, dinamitando su sentido tradicional de trayecto o itinerario urbano. Luego, sus “15 normas…” (Herrero, 1955) incluirían ya el espacio ‘plazuela’ que desarrollarían los arquitectos del INC en algunos de sus pueblos y que aquí se denomina ‘espacio intermedio’.

9 Arniches (1954): “Memoria del proyecto del núcleo de Gévora del Caudillo”. Fuente: Archivo digital Centro de Estudios Agrarios (CEA), Junta de Extremadura.

10 Aunque el término ‘pseuomanzana’ no sea gramaticalmente correcto ni usual, se usa en este estudio de manera consciente. Con él se nombra al elemento formal resultado de la agregación de parcelas en una unidad superior, que, sin embargo, no actúa como elemento modular de la trama urbana aunque lo pudiese parecer. Morfogenéticamente, la ‘pseudomanzana’ sería una ‘manzana a posteriori’ (fruto del análisis y no de la génesis urbana). En las tramas urbanas donde aparece, el verdadero elemento modular es la parcela, ligada directamente a la calle-trayecto a través de la colonización de sus bandas laterales de pertenencia. De este modo se quiere diferenciar dicho elemento formal de aquel otro denominado usualmente ‘manzana’, entendida ésta como elemento modular de la trama urbana. Morfogenéticamente, la ‘manzana’ es una forma superior a priori (subdividida luego en parcelas), de estructura cerrada y geometría controlada, y verdadero elemento generador de la trama urbana por repetición. Dada esta particular interpretación, referida a un criterio de análisis morfogenético que explica una realidad urbana compleja como la de Gévora y otros más casos de tramas urbanas de los pueblos del INC, en este texto se usará siempre el término entrecomillado, conscientes de su excepcionalidad.

11 Todavía en este momento inicial no había abastecimiento individualizado de agua en las viviendas y la fuente tenía un importante papel en la socialización de las personas.

12 Si bien en este caso el trayecto de la calle no es una línea recta, sino una línea en zigzag que quiebra a intervalos regulares el recorrido, y que pudiese despistar. Conviene observar que las parcelas se disponen siempre en el sentido

de las áreas de pertenencia del trayecto.

13 De la Sota, A. (1953): “Memoria del proyecto del núcleo de La Bazana”. Fuente: Archivo digital Centro de Estudios Agrarios (CEA), Junta de Extremadura.

14 De Alejandro de la Sota es más conocido Esquivel, cerca de Sevilla, que los tres pueblos que proyectó en Extremadura, uno de los cuales se ha elegido en este estudio porque en ellos desarrolla con mayor profundidad el tema de los espacios intermedios que interesa en este trabajo.

15 Entrevista realizada por Marta Thorne a Alejandro de la Sota. Quaderns, abril-junio 1983, nº156.

16 Reconocimiento en el V Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (Moscú, 1958). Premio de la Crítica Eugenio d’Ors (Ateneo de Madrid, 1959). Premio Medalla de Oro de urbanismo en la VI Bienal de Sao Paulo (Brasil, 1961)

17 Informe de supervisión recogido en los expedientes 3.196 y 3.425 del Archivo del INC, 1951.

18 De la memoria del proyecto de Vegaviana, en el archivo Fernández del Amo, Fundación COAM.

19 Vegaviana es realmente un pueblo grande para los estándares del INC: tiene 340 viviendas para colonos y 60 para obreros, aunque es verdad que la trama tiene un alto grado de esponjamiento, lo que tal vez sea uno de sus principales atractivos.

20 En Villafranco del Guadiana, sin embargo, el cierre superior de la calle-corredor se formaliza mediante la incorporación de pérgolas muy ligeras, de modo que no hay una sombra tan marcada como en Llanos del Sotillo, pero también es menor la sensación de opresión espacial.

21 “Valdehornillos”, en Inventario y análisis sobre las potencialidades relacionadas con la arquitectura y el patrimonio en los pueblos de colonización de Extremadura, Mérida: Junta de Extremadura. Consejería de Sanidad y Políticas Sociales.