Estudios
CIUDAD Y TERRITORIO
ESTUDIOS TERRITORIALES
ISSN(P): 1133-4762; ISSN(E): 2659-3254
Vol. LII, Nº 205, otoño 2020
Págs. 701-702
https://doi.org/10.37230/CyTET.2020.205.13.4
CCBy-NC 4.0
In memoriam
Nuestro buen amigo Miguel Ángel Troitiño
Dolores Brandis
Geógrafa, Universidad Complutense de Madrid
Conocí a Miguel cuando éramos estudiantes en la Complutense y desde entonces no dejamos de trabajar juntos todos los inviernos y de disfrutar muchos veranos. Intentar rememorar su persona desligando al geógrafo del amigo me es imposible. Además, no sería legítimo, pues su quehacer profesional estaba siempre impregnado de su calidad humana, y esto le hacía grande como persona.
Al principio nos unió la amistad. Una amistad sustentada en afinidad de aptitudes ante la vida que se proyectan en el día a día. Valga un ejemplo: nuestro viaje fin de carrera a principios de los años setenta no consistió en la común ruta europea, la preferida por la mayoría de jóvenes que todavía no habían cruzado la frontera. Optamos por las Hurdes y en un land rover unos cuantos amigos nos dirigimos a ese territorio del que poco nos habían hablado y queríamos conocer.
Después vino la memoria de licenciatura y Miguel eligió como espacio de estudio su lugar de nacimiento, El Arenal, en la vertiente meridional de Gredos, donde se inició en el análisis geográfico de un territorio rural. Un año más tarde nos embarcamos en las tesis doctorales que dirigió nuestro maestro Manuel de Terán. Ya éramos profesores no numerarios, los PNN, y compaginábamos docencia e investigación. Fueron años duros, con muchas clases, poco sueldo, las tesis doctorales e hijos que atender. Y a la amistad se añadió, si cabe, altas dosis de cariño. Coincidíamos en el INE vaciando a mano los datos de las hojas individuales del censo, a las que después dábamos forma con una elemental calculadora, papel vegetal, el “rotring” y la máquina de escribir. Fueron tesis largas que crecían en los veranos, a veces interrumpidos por cortas acampadas donde las dos familias seguíamos el consejo del maestro: andar y ver. Para su tesis doctoral Miguel eligió la ciudad de Cuenca, interesándose por la evolución y crisis de la vieja ciudad castellana. La defendió en 1979, obtuvo el premio nacional de urbanismo de tesis doctorales y la publicó el MOPU en 1984, año en el que también obtuvo la plaza de profesor titular.
Durante años compartimos intereses profesionales y también despacho. Con amigos incondicionales, también profesores interesados por la geografía urbana inculcada por Terán y en la que creíamos, llevamos a cabo muchos trabajos. Disfrutamos y aprendimos juntos porque el entusiasmo y la camaradería nunca faltaron.
Miguel incorporó muy pronto la dimensión aplicada en sus investigaciones, obteniendo en 1991 la plaza de catedrático con el estudio sobre los problemas, políticas y dinámicas urbanas de los cascos antiguos y centros históricos, que fue pu-blicada un año después por el MOPT. Y desde entonces se le reconoció como el mayor experto de estos espacios urbanos.
Fue pionero en sumar también en la docencia la vertiente aplicada de la geografía. Enseñó a trabajar en el planeamiento urbano, la ordenación del territorio y en el análisis de paisajes, y siempre acompañado de los imprescindibles y exhaustivos trabajos de campo. Se convirtió en un gran maestro, riguroso a la par que asequible, pues estaba convencido de que los estudiantes interesados podían seguirle. No tengo duda de que sus discípulos, hoy buenos investigadores y profesionales, se lo agradecerán siempre.
Los cercanos a Miguel sabíamos de su exigencia profesional y gran capacidad de trabajo, ambos innatos a su persona, y la realidad lo demostró con creces. La dedicación a la investigación urbana y la ordenación del territorio se amplió con el interés por el turismo y el patrimonio cultural. Fueron años muy fructíferos en proyectos, contratos, informes y convenios de investigación con administraciones públicas, fundaciones y empresas privadas, así como de la puesta en marcha del grupo de investigación Turismo, Patrimonio y Desarrollo, y todo fue posible por su inteligencia y destreza para la dirección y la gestión.
Dedicó especial atención a las ciudades patrimoniales como activos turísticos, a su protección, planificación y gestión sostenibles, y también a las estrategias de cooperación y desarrollo territorial, planes directores de áreas de montaña, de destinos patrimoniales, de parques nacionales, etc. Y los más cercanos seguimos colaborando con él en esta nueva etapa. Lo hicimos con gusto porque si le conocíamos, él también a nosotros, y sugería que abordásemos los asuntos más relacionados con nuestras particulares líneas de investigación. Era fácil y enriquecedor trabajar con él, porque la amistad incondicional cuajada muchos años atrás conllevaba el entendimiento, la confianza y el respeto.
La fidelidad a sus amigos la extendió también a los lugares que fueron el origen de sus inicios como geógrafo. Dirigió la estrategia de desarrollo sostenible del valle del Tiétar y fue miembro redactor del Plan Especial de protección y ordenación del casco antiguo de Cuenca, así como director del expediente para la declaración de Cuenca como patrimonio cultural de la humanidad.
Miguel sentía la necesidad de comunicar sus conocimientos más allá de lo que aportaban sus investigaciones y actividad profesional. Nunca se negó a las innumerables posibilidades que se le ofrecían, avaladas por su profesionalidad, y que le otorgaron un alto reconocimiento nacional e internacional. Este plus de trabajo conllevaba infinidad de viajes que planificaba con entusiasmo y sin escatimar esfuerzos. Fue profesor invitado de numerosas universidades como conferenciante, profesor de másteres y miembro de tribunales de tesis doctorales, participó en congresos, seminarios, jornadas, colaboró con centros de prestigio, fue miembro de comités científicos, de consejos de redacción de revistas, evaluador de proyectos, etc. Todos los que fueron sus anfitriones le apreciaban, pues sabían de sus conocimientos, capacidad de comunicación, buen hacer y cordialidad.
Pero hay más. Miguel sacó tiempo para dedicarlo a la gestión universitaria. Ni un solo año dejó de ser miembro electo por el profesorado en la Junta de Facultad y ocupó el cargo de director del Departamento de Geografía Humana durante ocho años, donde tuve la satisfacción de contar con su confianza como secretaria. No me cansaré de repetir que trabajar con él era fácil pues nos unía la complicidad de que trabajar bien siempre da buenos resultados.